Rimas chilenas

Portada
Garnier hermanos, 1890 - 331 páginas

Dentro del libro

Páginas seleccionadas

Otras ediciones - Ver todas

Términos y frases comunes

Pasajes populares

Página xxii - En las selvas de tu tierra, donde crece sin igual una fauna multiforme y una flora colosal, donde bullen los insectos de metálico color y hay aromas que envenenan escondidos en la flor; donde hay mujeres cual palmas de cadencioso cimbrar, donde hay palmas cual mujeres que saben acariciar, donde mugen los volcanes contestándole al ciclón, más ardiente es la mirada, más fogoso el corazón; y de su cielo candente, de oro, cinabrio y turquí, tienen tus rimas reflejos, como tiene el colibrí.
Página 236 - ... versos ; yo te diré al oído mis canciones que tú después me pagarás en besos. Siéntate en mis rodillas, reclínate en mi pecho, y en secreto, a la luz de las estrellas, hasta que venga el alba, conversemos.
Página 236 - Tu largo desmayo, tu loca indolencia te ha sido fatal: estallen tus iras lo mismo que el rayo, y sé en tu venganza cubano huracán! RIMAS ¿Quién es? ¿quién me ha llamado? ¿Quién pronuncia mi nombre en el silencio? ¡Ah! sólo tú, amor mío, sabes llegar así á mi pensamiento!
Página 126 - ¡adiós! dije a la vida sollozando, y el corazón desnudo presentéles para concluir más luego, en ti pensando. ¡Oh! ¡qué horrible es morir lleno de vida! ¡Oh! ¡cuán duro es romper los dulces lazos y apagar la esperanza!... ¡Nunca, nunca! ¡Arriba, corazón; muere luchando! ¡Muerte, abandono, olvido!... ¡No, imposible! ¡Nunca, nunca!... grité desesperado, y el grito formidable de mi angustia los montes con sus ecos prolongaron. — ¿Qué tienes, amor mío? me dijiste, y contesté, del...
Página 124 - ¿Quién eres tú, ser imparpable, aéreo, de un éter blanco-azul? ¿Quién eres tú?... Veo que formas tomas, que te condensas veo; lo veo y no lo creo. ¡Ah! siento un gran mareo!. ¡Dios mío! vi unos ojos debajo de ese tul! ¡Gran Dios! esa eres tú! ¡Ah! llévame a los mundos donde hay perpetua luz, donde estás tú!... IV Con claro timbre el arpa modula su canción, tu mano misteriosa arranca el dulce són. ¿Será ilusión? ¿Será ilusión? esto que tanto encanta mi roto corazón? ¡Será...
Página 197 - LAS HOJAS SECAS ¡Adiós, amores, otoño llega; se van volando las hojas secas! Suaves susurran las alamedas, y gravemente se balancean al blando impulso de las ligeras, fáciles brisas que andan entre ellas. .Entre las hojas ágiles juegan y en la hojarasca bullen inquietas, bullen sonantes y noveleras, y oyen curiosas lo que conversan todas las ramas de la arboleda y lo que dicen las hojas secas. n ¡Adiós!, murmuran ya casi muertas, y unas tras otras del árbol ruedan. Flotando al aire, cayendo...
Página 198 - Suaves susurran las alamedas, y gravemente se balancean al blando impulso de las ligeras, fáciles brisas que andan entre ellas. Entre las hojas ágiles juegan y en la hojarasca bullen inquietas, bullen sonantes y noveleras, y oyen curiosas lo que conversan todas las ramas de la arboleda, y lo que dicen las hojas secas. II ¡Adiós!, murmuran, ya casi muertas, y unas tras otras del árbol ruedan. Flotando al aire, cayendo sueltas, breves instantes revolotean, y unas tras otras al suelo llegan, como...
Página 44 - Quedéme mirando el lugar desierto, y exclamé con Bécquer, oprimido el pecho: "¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!" II Salí murmurando lo que Bécquer dijo; lo que resonaba dentro de mí mismo: lo que de los muertos todos repetimos, cuando los dejamos en su último asilo. Vuelve el polvo al polvo en constante giro; pero el alma humana cumple...
Página 42 - Los ojos llorosos, nublados los cielos, el pecho oprimido, sacamos al muerto. Hermanos y amigos vestidos de negro, el carro seguían formando cortejo. Hermosas coronas, tributos de duelo, y floridas cruces cubrían el féretro. Posó en la capilla por breves momentos, y de allí salimos marchando en silencio. Abierta la fosa, los sepultureros ya nos aguardaban firmes en su puesto. Menuda llovizna lloraban los cielos, y al hoyo profundo bajamos al muerto. « — ¡ Adiós !», le dijimos con trémulo...
Página 43 - Adiós pobre amigo, se fueron diciendo los del duelo, y tristes desaparecieron. Quedéme mirando el lugar desierto, y exclamé con Bécquer, oprimido el pecho: —Dios mío, qué solos se quedan los muertos". No se crea que sólo para los efectos de un concurso imitó de la Barra a Bécquer. En diversas composiciones de otras épocas, escritas sin ninguna exigencia externa, el señor de la Barra tuvo presente al poeta andaluz. Es cierto que don Eduardo tenía un talento especial para escribir como...

Información bibliográfica