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Juan, no habiendo á más dejado de hacer correrías en distintas ocasiones contra el valle de Matina de aquella provincia; á lo que contestó, bajo la religión del juramento, que los mulatos Moscos no asistieron á ninguna de éstas ni menos ayudaron á los Ingleses en sus expediciones, sino los indios Moscos con su general, Almaral y gobernador.

El número de estos indios Moscos aseguró sería el de tres mil, de ellos pocos más que seiscientos acostumbrados á las armas ó soldados, adictos todos á los Ingleses que les han nombrado los citados jefes de general, Almaral y gobernador, y el de los mulatos Moscos el de seis mil, siendo como los cinco mil acostumbrados á las armas ó soldados y todos opuestos á los Ingleses, tanto que dice que observó una grande serenidad en ellos cuando supieron que los Españoles se presentaron contra la Criba, manifestando deseos de que se verificasen nuestros designios para lograr ellos el que ahora manifiestan.

Un mulato natural de Cartago, que fué hecho prisionero por los indios Moscos el año 81 y ha sido ahora restituido por el tío del Rey Mosco llamado el Duque, que lo rescató de aquéllos, confirma mucho las aserciones de Ezquerra, pues dice que los mulatos Moscos no ha visto hayan tomado las armas contra los Españoles, especialmente en las incursiones hechas contra Matina y Fuigalpa en Chontales ni en la reconquista de la Criba, cuyos preparativos vió emprender hayándose él en la Laguna de Perlas.

Otros dos mulatos de la misma provincia de Costa Rica, que llegaron pocos meses hace á sus casas huídos del poder de los indios Moscos, declararon judicialmente que no habían jamás visto á los mulatos Moscos tomar las armas contra España, estando persuadidos á que no lo han hecho durante esta guerra, porque han observado que todos los esclavos Españoles estaban en poder de los indios Moscos y también que sólo se habían juntado con éstos algunos pocos Zambos Moscos alzados de su partido, pues era sabido que éste en lo general no quería hacerlo.

También un esclavo negro que tiene el referido gobernador de Cartago y que se halló con los Ingleses en la toma del castillo de San Juan, aseguró á su amo que en esta ocasión no vió mulatos Moscos sino indios.

Entre las preguntas que el mismo gobernador hizo á

Ezquerra fué una acerca del número de Ingleses que residían en los varios parajes que ocupaban en aquella costa de Mosquitos, y dijo que sabía hallarse en Blufil el capitán Yobuc y capitán Jachen, en la Laguna de Perlas estaban Capinpach, el maestre Escorvi y otros tres cuyos nombres ignoraba; en la boca del Río Grande había otro llamado Jimes, en Tipopí otro llamado Chiames, en la bahía llamada Gracias a Dios otro llamado Scach, y que en Blac River ó Criba se mantenían las mismas familias que antes que la tomara España, y dice también haber oído generalmente que han de continuar allí hasta que se mueran.

Finalmente Ezquerra no supo dar razón de si los indios Moscos pensaban seguir con la amistad de los Ingleses ó solicitar la de los Españoles, porque parece que él no se rozaba sino con los mulatos Moscos, cuya voluntad tiene ganada, según dedujo el gobernador de Costa Rica de las conferencias que con él se le ofrecieron, habiendo advertido que poseía mucha maña para tratarlos, y en consecuencia dicho gobernador está aguardando vuelva Ezquerra, como ofreció, con el mismo Rey, para comprobación de sus exposiciones.

De ellas se deduce que los mulatos Moscos, mandados por un Rey, son los mismos que hemos llamado Zambos y distintos de los indios Moscos. También, si las creemos, resulta que los Zambos no son tan feroces y enemigos nuestros como los hemos supuesto común y generalmente. Guatemala, 6 de diciembre de 1784.-Es Copia-Josef Estachería.

El gobernador D. José Perié se defiende de las acusaciones calumniosas dirigidas contra él por el cabildo y algunos vecinos de Cartago.-Año de 1785 (1).

Don Josef Perié, Capitán que fué del Regimiento de Infantería de Soria, primer Ayudante de la Plaza de Madrid y Gobernador actual de la Provincia de Costa Rica por S. M., produciendo las defensas que se me han mandado dar, según el Decreto del M. I. Señor Presidente de veinte y tres de Agosto de este presente año, á las falsas acusaciones é imposturas del Cabildo de la Ciudad de Cartago, en la mejor forma que haya lugar en derecho digo que según los autos creados y el mérito que de ellos hasta aquí resulta, deben declararse las acusaciones por de ningún valor y efecto, condenando á los impostores, no solamente en la pena de infamia como falsos calumniantes, en las costas y perjuicios que se me han irrogado, sino en el castigo correspondiente á la gravedad del delito, absolviéndome de dichas acusaciones, declarándome por buen ministro, de singular conducta y zelo, no solamente en los asuntos del real Servicio propios del fuero militar, sino en los de Justicia, ya sean Civiles ya Criminales. Ciertamente que los que hayan tenido conocimiento de mi persona es imposible que dejen de dolorirse al ver á un hombre que habiendo sido sublimado á varios empleos adquiridos por su mérito, le vean ahora con el más miserable estado que le han causado unos hombres que merecieron los principales, como es Don Antonio de la Fuente y Don Tomás Corrales, la pena del último Suplicio como Contrabandistas con los enemigos de nuestro Rey y Señor, hayan podido con sus astucias y cabilaciones denigrar la conducta más acrisolada de este Gobernador reducido á tan miserable sis

(1) Archivo General de Indias.- Estante 100, cajón 4, legajo 8.

tema que aun de las piedras de la calle se avergüenza, conociendo en el semblante de las gentes que han creído ser ciertas tales acusaciones.

En más de cuarenta años que he tenido de honor de servir al Rey tratando con los hombres de mayor esfera, ya del Exército ya de la Corte, nunca han tenido que sentir de mí ni á criticarme en la más mínima operación, no solamente en las asuntos militares que se han confiado á mi persona, pero ni en la más leve operación como persona particular, fuera de los grados á que he ascendido únicamente por mi mérito, de que es buen testigo el mundo y las cicatrices de heridas que se hallan en mi Cuerpo, recividas en defensa de nuestro Soberano. He tenido el honor, que no lo han conseguido muchos, de haber sido Ayudante mayor en la real Corte de Madrid. He merecido la confianza del Exmo. Señor Conde de Aranda, Capitán General en los Reales Exércitos, Gobernador que era de Madrid y hoy Embajador en París. Pensando S. M. premiar mis méritos me trasladó de Gobernador de la Provincia de Costa Rica. Posesionado que fuí del empleo, no solamente del Exmo. Señor Don Martín de Mayorga, que entonces gobernaba este Reyno, sino el actual Señor Presidente, Gobernador y Capitán General, con pleno conocimiento de mi honor han aprobado todas mis providencias, según se manifiesta por sus superiores oficios de veinte y cuatro de Abril, veinte y cuatro de Agosto, veinte y cuatro de Septiembre de mil setecientos setenta y nueve, de 1.o de Marzo, veinte y dos de Abril, ocho de Mayo, ocho de Junio y ocho de Julio de mil setecientos ochenta, que manifiesto con el número primero y pido se agreguen á mi defensa.

Como la cuestión de estado en que está en balanza el honor de un Oficial es de las causas gravísimas en que piden la mayor atención y seriedad, me ha sido imposible el hacer estos preliminares para dar á conocer al mundo mi mérito, circunstancias y acrisolada conducta, cuan obscurecida por las acusaciones é injurias de unos hombres que absolutamente pueden hacer papel en el mundo, sino de estorbo á la Justicia, á la equidad y á la Sociedad.

Conociendo el deplorable estado en que se hallaba la Provincia de Costa Rica cuando entré á gobernarla, cau

sado por los que se tienen por Españoles, que todo su obgeto no era otro que el Contrabando con los Ingleses y Judíos que con Balandras cargadas de ropa fondeaban en la Costa, que la mayor parte de Cacao que producen las Haciendas de Matina se estraviaba por este conducto, defraudándose los reales intereses y haciendo que la Provincia escasease de este fruto, á que se agrega el genio dominante de dichos Españoles en querer siempre tener subyugados á los pobres é infelices que no tienen más amparo que el Gobernador; procurando evitar en el modo posible uno y otro, haciéndoles comprender el feo delito de Contrabandistas y la subordinación que debían tener al Gobernador, sabiendo por las palabras indiferentes y por los combentículos que formaban que se miraban con odio y con sume aborrecimiento, no solamente las providencias del Gobernador y las precauciones que tomaba para impedir el clandestino y criminoso comercio, sino la misma persona del Gobernador contra quien maquinaban injuriosas cavilaciones y falsos informes. Como la cautela justa es hija de la prudencia tuve por conveniente el dar parte al M. I. S. Presidente quejándome de la emulación y crítica que hacían mis enemigos, que tal vez movidos de su genio podían hacer siniestros informes contra mi conducta y honor, y S. S. muy ilustre, por su carta fechada en Granada á primero de Marzo del año pasado, en uno de sus capítulos me contesta lo siguiente: «Vivo bien persuadido del celo de Vm., de cuyo concepto no variaré por más que lo intenten sus émulos»; pero las astucias de éstos hicieron variar el concepto que de mí tenía formado el M. I. Señor Presidente.

Si estas acusaciones se dirigieran al bien común de la República y al Servicio del Rey, no hay duda que sería Santa la intención de los acusadores; pero todo su espíritu no es otro que el del odio y venganza. ¿Qué bien podrá servirse la república ni al Servicio del Rey de unos hombres tumultarios de genio, propensos á inquietudes, de un espíritu de sobervia y que todo su ánimo no ha sido otro que la dominación que pretenden contra el público y principalmente contra los Gobernadores? Pruébase con el documento número dos, en donde están probadas las astucias y cavilaciones de los mismos acusadores actuadas por

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