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estas provincias. Hay otra más temible, de trascendencia más dañosa, de efectos más funestos. Es esta guerrilla maligna de intriga, esta decidida protección á favor de los reos de infidencia, este vivo interés en defenderlos, recomendarlos y afectar infracciones de Constitución para intimidar á las autoridades y hacer que triunfe la impunidad; este sistema de manejos ocultos para que las elecciones populares se celebren en personas sospechosas ó de concepto dudoso, excluyendo á los Europeos y á los criollos. de positiva lealtad; este plan meditado de llenar los Ayuntamientos y Diputaciones de ciertas personas; esta correspondencia secreta de noticias falsas ó ponderaciones de las adversas; este empeño activo en desacreditar á los empleados más celosos que conocen los ardides de la inquietud y embarazan la carrera de la maldad; estas artes con que se afecta tanta lealtad á los ojos distantes del Gobierno Supremo, al mismo tiempo que aquí se trabaja de diversos modos, abierta ú ocultamente, en llevar á efecto los planes de independencia y emancipación de la Metrópoli; esta intriga constante en desconceptuar en esa Corte y despreciar, perseguir y negar toda consideración en estos países á los que se manifiestan adictos al Gobierno; este odio y encono maligno que no puede ocul tarse desde el momento en que alguno se decide por el partido justo de la Nación; este trabajo empeñado en intrigar para que los empleos y comisiones no se den en esa Corte á los que no son del partido de los sospechosos; estos ardides para que se revoquen aun aquellas pequeñas gracias concedidas á los que las han merecido por su sincero patriotismo y acreditada lealtad.

Tres son los principios que dan forma á los pueblos: la opinión, la Religión y la ley. La opinión, después de acordada la libertad de imprenta, no tiene en América otro freno que las Juntas provinciales de censura. Los Ministros de la Religión son los Eclesiásticos, y los Agentes de la ley los Alcaldes constitucionales y los Jueces de letras. Si los individuos de la Junta de censura, los párrocos y tenientes de curas, los Alcaldes y Jueces de letras son hijos de la provincia donde sirven sus destinos, amantes de la independencia del país en que han nacido, plagados de las mismas opiniones que engendra la maligni

dad y relacionados con los inquietos que turban el sosiego público, ¿por qué prodigio será posible que un Gefe de América, sin los brazos que deben auxiliarle conserve el orden y asiente sobre bases sólidas la tranquilidad general?

Yo no soy enemigo del mérito americano. He recomendado el que he visto acreditado en los Eclesiásticos y seculares que lo tienen positivamente. Esta carta es documento irrefragable; y á mi llegada á esa península, cuando haga presente á V. A. los conocimientos que me han dado más de tres años de mando en estas provincias, me complaceré en acabar de manifestar los méritos y efectivos servicios de los criollos, á cuyo favor he informado con pureza, y la hipocresía de los que han trabajado en proporcionarse concepto que no merecen.

Pero vasta es la Monarquía Española é inagotable el fondo de premios. Que se manden á América Eclesiásticos seculares, como se han mandado regulares con utilidad acreditada en los tres siglos corridos desde su descubrimiento, para que los Reverendos Obispos tengan donde escoger en la provisión de Curatos; que los Españoles Americanos de ilustración y merecimiento sean colocados en la Península y los Españoles Europeos de iguales circunstancias lo sean en América. Esta es la medida grande para estrechar las relaciones de ambos continentes, la que dará empleados dignos de ser auxiliares de los Gefes superiores, y proporcionando á los pueblos guías rectas é imparciales, les mantendrá en orden y tranquilidad.

La fuerza en la Capital de cada provincia es sobre manera útil y necesaria para hacer respetable el Gobierno. Lo es sobre todo mandarla desde luego, porque la que al principio del mal sería bastante para enfrenarle, después, aun duplicada, no alcanzaría para contenerle. He pedido á V. A. en mis anteriores oficios tropa y auxilios militares; pero á más de remitir los que permitan las circuntancias, las medidas propuestas reclaman la atención celosa y vigilante del Gobierno Supremo.

Dígnese V. A, darles toda la consideración que exigen en beneficio general de la Monarquía, teniendo presentes los puntos que siguen:

1.0 Que durante las críticas circunstancias de la América no se altere la exacta y puntual observancia de

las Leyes de Indias citadas, á saber, la 61, tit.o 3, libro 3; la 18, tit.o 8, lib. 7; y la 7, tit.o 4, lib. 3.

2.0 Que la sustanciación de causas de infidencia formadas sobre delitos notorios sea breve y sumaria sin entorpecerla por los trámites que deben seguirse en los demás procesos criminales.

3.0 Que se disponga la remisión de Eclesiásticos Europeos, dignos de ser nombrados por los Reverendos Obispos de América Curas de los pueblos principales de sus provincias, costeándose su condución á expensas del fondo de comunidades de Indios, por ser éstos interesados en tener párrocos celosos que los ilustren y dirijan con rectitud.

4.° Que se tengan presentes las observaciones indicadas para la provisión de Magistraturas, Fiscalías y Juzgados de letras en estas provincias.

5.0 Que manifestándose la consideración que han merecido á V. A. los servicios distinguidos de los cuerpos y particulares referidos, se conceda el título de M. N. y M. L. al Ayuntamiento de la Ciudad de San Vicente; se mande tener presente el mérito respectivo de los individuos de el de San Miguel á la fecha de las últimas conmociones de San Salvador; se recomiende al Consejo de Estado el del cura D. Manuel Antonio Molina, Coroneles de milicias D. Alonso Saldos y D. José Rafael de Molina, y teniente coronel D. José Rosi, para que tenga presente al primero en la primera vacante de canongía de esta Metropolitana Iglesia, y á los demás para Gefes Políticos subalternos ó los efectos que puedan convenirles; que se den las expresivas gracias á nombre de V. A. á los Ayunta mientos de los demás partidos de Santa Ana y Cojutepeque, que no siguieron el odioso ejemplo de San Salvador, al Cuerpo de voluntarios, Escuadrón de Dragones y Bandera del fijo de la misma Ciudad de San Salvador, que hicieron servicios tan señalados en la última revolución, mandando que sus Gefes respectivos tengan en consideración el mérito de los que más se hubiesen distinguido en la escala respectiva de ascensos; últimamente que V. A. tenga también presente el patriotismo y lealtad del Cura de Chalatenango D. Francisco Martínez.

6. Que se confirme el nombramiento de comandante

general de la provincia expresada de San Salvador hecho en D. José Méndez, Coronel del Cuerpo de Artillería Nacional.

Dios gue. á V. A. muchos años. Guatemala, Mayo 18 de 1814. Exmo. Sor. José de Bustamante.

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Carta del gobernador de Costa Rica sobre las fiestas hechas en Cartago con motivo de la anulación de la constitución y disolución de las cortes por Fernando VII.—Año de 1814 (1).

Exmo. Sor. Luego que el día 30 del pasado me impuse de la correspondencia de V. E. pasé las órdenes convenientes á este Noble Ayuntamiento, al Sor. Coronel provincial y demás personas de lucimiento para que el día de N. S. del Rosario asistieran á la iglesia de la Soledad á la misa de acción de gracias que por disposición del Illmo. Sor. Obispo se cantó con la mayor solemnidad, y hubo sermón y Te Déum. Antes de la misa pasé con el cuerpo de Cabildo á la plaza, en donde estaban ya formadas en el mejor orden las compañías de milicias provinciales, y seguimos hasta la iglesia, habiéndose colocado las banderas en el altar mayor. La tropa hizo diferentes descargas con la mayor igualdad. Concluida la función, con el mismo acompañamiento y á más este Sor. Cura con todo su clero, seguimos á la plaza mayor, en donde formó en batallón la tropa y allí se leyeron los reales decretos en que S. M. anula la Constitución y disuelve las Cortes, los demás reales decretos y proclama que V. E. me remitió con oficios de 27 de Agosto y 3 del pasado. Al concluir la lectura ya estaba yo al frente y dije en alta voz: «¡Compañías, que viva el Rey nuestro señor D. Fernando 7.0!» A lo que contestó la tropa con fino afecto: «¡Que viva!» y seguidamente hizo dos descargas. Concluidas se llevaron las banderas á casa de su Coronel, y después salió una compañía muy lucida con el bando, el que se publicó en todos los parajes públicos y acostumbrados, y delante dispuse fuesen tirando cohetes; y me es imposible explicar á V. E. lo gustoso que fué para mi corazón ese memorable día, que no olvidaré

(1) Archivos Nacionales de Costa Rica.-Sección Histórica.

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