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Jóvenes, padres que cruzais el mundo
mirad mi cuadro de profundo duelo,
i aborreced el vicio tremebundo
que le roba al hogar paz i consuelo!

Huid de la cantina, hombre de juicio, porque honrado entrareis, con alma buena, i al salir llevareis marca del vicio que cuerpo i alma, al fin, todo envenena!

1 como herencia de fatal memoria
a vuestros hijos dejareis dolor...!
¡¡no renoveis jamas la triste historia
de la esposa infeliz del bebedor!!

Chillan, 1963.

SAMUEL A. LILLO

Poeta de la naturaleza i los caractéres populares, elije sus modelos en las multitudes, retrata los tipos del campo i las faenas industriales, describe las costumbres i los héroes del taller i del trabajo i los ejemplares de la raza nativa i de la selva.

Ha sido el cantor de los bosques i los valles de la rejion araucana i de los hijos de aquella gloriosa zona histórica de tan maravillosas montañas.

Sus Canciones de Arauco, llevan el sello de aquellas campiñas i el encanto de la esplendente poesia de la

naturaleza i de la raza nativa.

Se puede decir que es el poeta de la epopeya tros bosques seculares.

de nues

Ha descrito, en sus poesías de índole pintoresca, los tipos mas salientes i jenuinos de nuestros valles selváticos, como los potros montaraces en su poema Los Paladines, i los cóndores i las águilas de la montaña, en La Epopeya de los Cóndores, con estro vigoroso, entonacion épica i realismo admirable.

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Otros poetas i prosistas americanos han definido temas semejantes, como Gabriel Muñoz, en Venezuela, en su canto Los Paladines, en que pinta la lucha del águila i el leon; i José Maria Vergara i Vergara, en Colombia, en su hermoso artículo Los Buitres, en el que describe un nido de estas aves bravias en la cumbre de una roca, con arte esquisito i primoroso realismo.

Samuel A. Lillo, ha descrito el combate de dos potros salvajes, por el amor de las hembras i el terrible furor del imperio de la manada, i la fiereza del cóndor que disputa su presa al enemigo invasor de sus dominios, en versos sonoros i varoniles, como que canta a reyes i señores de las montañas i de las selvas.

Asi mismo ha pintado con pincel feliz a los pioneers del trabajo, como El Arponero, gladiador de los mares, i El Palanquero, el ausiliar silencioso i esforzado del maquinista i del fogonero, todos tres los guias i los conductores de las locomotoras i sus convoyes que cruzan las pampas.

Reflejando el temperamento i la modalidad de los caractéres populares, objeto de su estudio i su descripcion, ha dado vida a la poesía de la raza nativa, creando un arte nuevo, de puro realismo, de encantadora copia de la naturaleza.

És el poeta descriptivo de nuestros agrestes campos i de las muchedumbres tumultuosas, cuyos tipos canta con entusiasta rejionalismo.

No es el poeta apasionado del placer i del amor, del pesar o del dolor, de las lágrimas i la tristeza, sinó él cantor de la vida i la naturaleza selvática i grandiosa, a la vez que del esfuerzo redentor.

Encuentra en la poesía del hombre i la naturaleza, como Watt Witmann en sus Hojas de Yerbas i William Longfelow en su Exelsior, la belleza del arte i de la vida, el encanto de la inspiracion i la armonia de los sentimientos que levantan el carácter i dan alma al progreso humano.

La revista Union Ibero-Americana, de Madrid, ha reconocido en el señor Samuel A. Lillo este atributo de su índole como poeta.

Sus poemas El Triunfo de la Selva i La Caza del Puma, caracterizan su índole poética, haciendo de él el poeta jenérico de la naturaleza.

Abogado i catedrático en la Universidad, cultiva la poesía por espíritu de estudio i por consagracion al arte que una inspiracion delicada le hace amar como relijion de trabajo i como un ideal de su alma.

Sus poesías son muestras elocuentes de su honda sen

timentalidad i su fervor con que alimenta el ideal de amor humano que se anida en su pensamiento.

Las dos violetas que arrebatamos a su verjel campestre, son el mejor testimonio del abundoso paisaje de sus canciones.

Paisaje de Estio

A mis plantas, ya sereno, ya bravío,
entre altísimos ribazos pasa el rio,
i se pierde en las campiñas,
culebreando por sembrados i por viñas.

Es la hora de la siesta: en los jarales
dan su alerta los zorzales;

i en los olmos de la cumbre,
las torcazas, su tristísima quejumbre.

A la sombra de los sauces de la vega,
se ha dormido la cuadrilla de la siega,
Turba a veces el silencio el repentino
galopar de algun caballo en el camino,
o alguna áspera carreta gavillera
que atraviesa la caldeada sementera.

¡Cuán hermoso es el paisaje! el trigal con áureo oleaje,

el murmullo de la fuente soñadora,

el perfume de la flor que el sol colora,
las caricias de los vientos refrescantes,
el aroma de los tréboles distantes,
los rebaños en las lomas,

i en los aires, las bandadas de palomas,
impresionan de tal modo, que parece
que en el fondo de las almas reverdece
el boscaje, que los fieros desengaños
marchitaron con el frio de los años.

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