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sirviendo de límite del de sus dominios en Chile el rio Maule (1) á la parte del sur.

(1) Sigo la opinion de Garcilaso sobre el deslinde del gobierno de los Incas en Chile. Molina pretende que, lejos de ir los límites hasta el rio Maule, se detenian á orilla norte del rio Rapel. Fueramos con Molina queriendo hacer precio de los escasos vestijios de ciertos propugnáculos, que aun se dejan ver á cierta distancia de ese último rio, y particularmente sobre el cerro llamado del Inca, á orilla del lago Taguatagua, pero, razones mas poderosas tenemos para adoptar el testimonio de Garcilaso, quien, en todo evento, es la sola autoridad competente sobre la historia civil y militar de los Incas.

CAPITULO XI.

Penetran los Españoles en Chile con una division de quince mil Indios que Manco Inca les dió como auxiliares. Perece la mayor parte de esa jente en las cordilleras. Como se condujo Almagro con los caciques de Copiapo. Treinta naturales condenados á muerte en Huasco, y otros sucesos. Funcion de Rioclaro. Vuelve Almagro al Cusco. Da contra los Pizarros. Batalla de las Salinas. Almagro prisionero, juzgado y ajusticiado (1).

Lucian en Almagro el valor, la actividad, un desprendimiento sobrado jeneroso, y estas prendas no podian dejar de servir cumplidamente á la ambicion de gloria que tanto llenaba su pecho; así es que, comenzados los preparativos para la conquista de Chile, y por consiguiente el alistamiento de la jente con que se habia de emprender, soldados, oficiales, y aun aquellos aventureros que ya poseian en el Cusco una regular fortuna, todos volaban contentos y presurosos á las banderas de Almagro, aunque otras muchas empresas estaban `señaladas; pues, por una parte, se hablaba con encarecimiento de las riquezas de Chile, y de sus inumerables minas, poderoso atractivo entónces; y por otra, el respeto en unos, la amistad en otros, y el reconocimiento en muchos, ello es que aquel jefe se vió no tardando con unos quinientos ó seiscientos hombres, vestidos, armados

(1) No hay en toda la historia de Chile un hecho de tanta vaguedad como el de la espedicion de aquel desgraciado jefe, porque sobre no existir documentos fidedignos, andan todos los autores en sentir enteramente opuesto, y no es fácil parar en un juicio satisfactorio, aunque con constante dilijencia hemos trabajado para poder asentarle. Nuestra duda, sin embargo, no recae sino en algunos detalles; en el conjunto de los acontecimientos todos los autores convienen.

y equipados á expensas de su jeneral, aunque á título de devolverle en su dia el importe de estos tan subidos gastos.

Manco Inca, que Pizarro habia puesto en el trono de Atahualpa, entró á parte en esta audaz tentativa con quince mil Indios á las órdenes de cabos valientes y esperimentados, siendo los principales su hermano Paullo Toppo y el gran sacerdote Villacumu, cuyos personajes eran, por su dignidad y elevada prosapia, muy á propósito para allanar cuantas dificultades pudieran presentarse entre los naturales de Chile, dependientes ya del imperio del Perú. No falta quien quiere ver en esta determinacion de Manco un rasgo de pura amistad hácia los Españoles; ya veremos luego como el interés la dictó, En Manco era ilusorio el título de Inca, y él queria convertirle en realidad; pero convenia obrar disimulada y cautelosamente con los jefes españoles; y, ya que hubiera de reprimir el grito de su conciencia con mostrarse auxiliar de los enemigos de su patria, no es probable fuera sin la idea de rebajar sus fuerzas separándolas, y lograr así, con mayor probabilidad, su completo esterminio. Esta fué por lo menos la opinion de algunos autores, y la comprueban los acontecimientos que en el Cusco ocurrieron despues.

Don Juan Saavedra, con los primeros cien hombres que Almagro reuniera, marchó para las Charcas, á donde los dos jefes peruanos, acompañados de cinco Españoles, habian ido para fundar la aldea Paria, y procurarse en sus contornos los bastimentos que se hacian necesarios al paso de la espedicion.

Rodrigo de Orgoñez quedó encargado de reclutar en el Cusco cuantos soldados pudiera, y Ruiz Diaz y Bena

vides fueron con la propia comision para Lima y sus provincias rayanas, que así solo podia Almagro hacerse con brazos para la meditada conquista, y aun para reparar las resultas de un revés, si la desgracia llegara á traérsele, máxime conociendo, como conocia, el espíritu belicoso de los Chilenos, y la extraordinaria distancia á que iba á ponerse sin poder pensar en prontos y eficaces auxilios.

Cerca andaba ya el invierno de 1535, cuando las armas españolas dejaron el Cusco, caminando hacia el Paria, en cuyo punto permanecia Saavedra con sus cien hombres. Marchó toda la division á Topija; unióse aquí con los dos jefes indios, y pasó algun tiempo en preparativos de campaña, y aun cumpliendo algunas excursiones en las tierras de Jujui, hasta sacar completa venganza de la muerte que los naturales dieron á tres Españoles imprudentes, que el arrojo y un mal entendido entusiasmo á sus moradas habian arrastrado. El castigo de esta ofensa le fue encomendado al capitan Salcedo, quien con sesenta caballos marchó contra los Indios, ya cuerdamente atrincherados, y por consiguiente en posicion de resistir el ataque, no obstante el arrojo y valor del enemigo. Salcedo tuvo necesidad de reclamar nuevas fuerzas, y aunque con dilijencia se le otorgaron, yendo á las órdenes de Francisco de Chaves, no fue tanta como la que aquellos Indios pusieron en salir, á favor de la noche, contra los Yanaconas que seguian á este último jefe, acometiéndole antes que llegara donde Salcedo estaba, matando gran número de sus soldados, arrebatándole todo el tren, é yendo en seguida á guarecerse en las cimas de montes inaccesibles á la caballería.

Ocurria esto precisamente cuando Almagro recibió la

noticia de estar ya en el Cusco la real cédula que le nombraba gobernador de doscientas leguas de extension al sur del Perú, y tambien varias cartas de sus amigos, invitándole todas á echar á un lado su plan de conquista, y correr con presteza á tomar posesion del gobierno de aquella ciudad, parte, en sentir suyo, de la jurisdiccion concedida.

Cusco, capital entónces de todo el Perú, era, en efecto, poblacion muy importante, y acaso la hacian mas sus magníficos monumentos y la multitud de Españoles de distincion en ella establecidos; digna por lo mismo de llamar la atencion de un ambicioso como Almagro; pero su jenio emprendedor no le permitió abandonar un proyecto que tanto orecia sus esperanzas, proyecto de tanta gloria, en cambio de un título cuyo fondo al cabo era susceptible de controversias. Ni se extrañe tampoco que así se mantuvieran sus ilusiones, cuando en el tránsito llevaba ya recojida una cantidad de oro mas que sobrada para caminar contento al fin de sus deseos, y desoir los ruegos de sus amigos; señaló, pues, su partida con toda la dilijencia de su prodijiosa actividad.

Como vieran Paullo Toppo, y los demas jefes peruanos el itinerario que Almagro se habia trazado para pasar á Chile, corrieron á ver si lograrian disuadirle del empeño, demostrándole cuan penoso, cuan imposible y fortunal camino escojia, empeñando la tropa por entre cordilleras de difícil paso, de numerosos precipicios, y que guardaban, durante el invierno, parveros de nieve. Todo fue vano para aquel conquistador atrevido; no conocia el peligro, despreciaba las privaciones y las penalidades, tenia fe en su empresa, y la ruta mas

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