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hasta la misma existencia, marchan mancomunados; entre jentes constituidas en una verdadera familia y que se ayudan y consuelan recíprocamente, sin pretensiones de cuna, sin exijencias de rango, ni de supremacía.

El pueblo de Santiago quedó consternado ante la severidad de aquella justicia, y todavía lloraba silencioso la infausta suerte de sus desgraciados compañeros, cuando llegó, para aumento de su dolor, la noticia de que los Indios habian incendiado el bergantin, y dado muerte á los individuos encargados de su construccion.

En efecto, pocos dias despues de la vuelta de Valdivia á Santiago, los Indios de Michimalonco, siempre en guerra con los Españoles, como llegaran á saber la ausencia de aquel jefe, se acercaron á los carpinteros diciéndo que les enseñarian una gran masa de oro si querian seguirles al paraje donde se encontraba; iban provistos de algunas muestras, la codicia de los Españoles dió sin recelo en el lazo, y todos siguieron á los Indios, abandonando el astillero, dentro del cual podian muy bien defenderse; y allegados á la emboscada que Michimalonco tenia dispuesta, fueron víctimas de su imprudencia. Solos se salvaron el capitan Gonzalo de los Rios y un negro, porque tenian buenos caballos, y lograron ocultarse en los montes, hasta que, al favor de la noche, pudieron encaminarse á Santiago, á donde llegaron en el mas lastimoso estado (1).

(1) No guarda consecuencia Valdivia en la relacion de este suceso. En una carta de 1544 dice terminantemente que dos solas personas salvaron la vida esta vez; en otra carta ya habla de cuatro. Tambien parece dar á entender que el buque estaba terminado, y que los doce hombres se mantenian custodiándole, pues dice: « Para embiar por socorro i dar á V. M. cuenta di órden de >> hacer un bergantin, i el trabajo que costó Dios lo sabe; hecho, me lo que>> maron los Indios, é mataron ocho Españoles de doce que estaban á la guar» dia por exceder la órden que les dejé. »

CAPITULO XIV.

Comienzan las hostilidades. Valdivia marcha contra un cuerpo de Indios apostados al sur de Santiago.-Michimalonco acomete á la ciudad y logra incendiarla. Accion desesperada de doña Ines de Suarez. Retorno de Valdivia. Apurada posicion de los Españoles. Monroy se resuelve á pasar al Perú en busca de nuevas tropas.

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Su marcha.

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Los colonos cul

tivan los alrededores de Santiago teniendo que mantenerse armados. — Llega Contento jeneral. Relacion del Valdivia sale contra los Indios de

un bajel del Perú, y vuelve Monroy. expuesto y trabajoso viaje de Monroy. la provincia de los Promaucaes.

(1541-1544.)

Muy llena de inquietud y de zozobras parecia ya esta débil colonia, y harto desesperaba de su porvenir; no era extraño despues de tan calamitosos y tan repetidos acontecimientos como habia probado. El mismo Valdivia sentia, á pesar suyo, doblegar su natural entereza, porque á mas de haber de recelar con fundamento de las maquinaciones de los conjurados, sabia mejor que ningun otro de sus compañeros la firme resolucion con que los Indios se aprestaban á destruir violentamente todo plan de una colonizacion injusta, y en extremo oprobiosa en sentir de ellos.

Valdivia queria evitar la guerra porque conocia muy á fondo el carácter belicoso de sus enemigos, pero esa guerra se habia hecho inevitable desde la jornada de Comon, y fue, como lo llegó á presumir el jeneral castellano, el oríjen de la continuada y encarnecida lucha, que con desesperada y furiosa bizarría fijó la suerte de la Araucania, dejándole hasta hoy su digna y merecida independencia.

Estos deseos de paz, si bien sentados en el alma del gobernador, no eran tan absolutos que viendo como los Indios se preparaban á inquietarle, hubiera de mantenerse indiferente é inactivo; antes sobrado interesado en la prosperidad de su colonia, le pareció útil conjurar á tiempo la tempestad, y destruir sus efectos; con cuyo objeto, seguido de noventa hombres, se encaminó hácia el sur para dispersar las partidas enemigas que allí se iban reuniendo.

Dos diferentes cuerpos, desiguales en número, presentó el enemigo, con ánimo de atacar en dos puntos distintos á los Españoles, y Valdivia marchó contra el mas fuerte; pero apenas se empeñó la funcion, cuando Michimalonco, jefe del bando menos numeroso, se revolvió hácia la ciudad, que estaba fiada al cuidado de Monroy, y empeñó con este un ataque terrible y que fue bien sostenido, aunque el cabo español solo disponia de treinta infantes y veinte caballos. La metralla causaba espantosos estragos en las filas enemigas, cuyos tiros no podian ofender, mas no por esto disminuian el entusiasmo ni el valor en los Indios, pues unos cargaban con arrojada resolucion, mientras que otros querian allanar el paso llenando los fosos con cadáveres de sus hermanos. Ya obtenian tal vez alguna ventaja, pero de muy poca importancia, hasta que al fin lograron poner fuego á la ciudad, matar algunos soldados y varios caballos, y extender la confusion en el campo castellano. En medio de esa confusion, de ese inminente riesgo, parece ser que doña Ines de Suarez, mujer de Rodrigo de Quiroga, notando cuanto se esforzaban cinco caciques para romper los hierros con que se los tenia amarrados en la ciudadela, cojió un sable y los degolló... ¡Infelices! su de

lito no era otro sino un acrisolado amor á su pais, y el natural deseo de sustentar sus derechos y su libertad (1).

Semejante accion, demasiado violenta sin duda, y que nada pudiera aconsejarla sino la desesperada posicion de los sitiados, fue la señal de un ataque encarnizado de parte de los Indios, que ansiosos de venganza, y despreciando los mortíferos fuegos de arcabuces y obuses, corrieron en masa contra aquel puñado de enemigos, casi extenuados tras tantos y tan instantáneos embates, sin reparar que sus armas nada significaban y que las de los Españoles les causaban gravísimas pérdidas. Ya, por fin, sintieron la necesidad del descanso, y hubieron de abandonar el tenaz empeño, en ánimo de renovarle al día siguiente, como lo ejecutaron, aunque con menos probabilidad del triunfo.

Hay quien dice que esta batalla, que puso á los sitiados en grandes apuros, costó la pérdida de algunos miles de

(1) Citamos este hecho de doña Ines porque anda en todas las historias referentes á Chile, en las impresas, como en las que aun permanecen manuscritas ; pero mas de un motivo hay para no creerle verdadero. Todavía no hemos logrado ver un solo documento que ese hecho confirme; el libro de acuerdos del cabildo de Santiago no hace mencion de él, ni tampoco Valdivia, aunque abun dan en todas sus cartas los detalles de cuantos sucesos acontecieron entonces. Tambien nos parecen exajerados esos grandes combates que Monroy hubo de sostener en la plaza y fuera de ella, sobre todo los últimos nos parecen inciertos, porque Valdivia no cita sino el de la ciudad, que, en efecto, duró todo el dia, y á la mañana siguiente cuando él entró la tranquilidad estaba casi enteramente restablecida. Respecto á su pretendida espedicion de Penco ó al sur de Cachapual, es asercion enteramente falsa, aunque todos los autores la hayan recojido, pues hay infinitos testimonios contra ella y tambien una aguda crítica. Esa expedicion ocurrió mucho despues, y con las fuerzas que Monroy trajo del Perú. Quien quiera ver la prueba de todo esto lea una de las cartas de Valdivia, que, en los documentos justificativos, publicamos. En ella se verá tambien cuan mal interpretaron los autores este interesante periodo de la historia de Chile. Insistimos ácerca de estos documentos porque con ellos nos creemos al abrigo de cuanto pudiera decir la crítica, reparando como nuestras opiniones se apartan de las de otros historiadores.

y

Indios, y que de los Españoles murieron cuatro hombres veinte y tres caballos, baja insignificante en verdad, pero de gran precio si nos hacemos cargo del aislamiento en que se hallaba la colonia, y de su cruel posicion. Perdieron ademas los Españoles todos sus víveres, todos sus efectos, que, como sus casas, fueron pasto de las llamas; no quedándoles sino sus armas y la ropa puesta; en cuanto á animales domésticos, solo escaparon del incendio dos porquezuelas, un cochinillo, una polla, un pollo, y dos almuerzas de trigo (1).

Bien digno de reparo es el heróico sacrificio que sellaron en esta circunstancia aquellos conquistadores. Así de alentados cuanto tenian de sufridos, pues que apesar del rigor de su suerte, no obstante la total escasez de víveres en distintas épocas, todavia guardan relijiosamente esos tan débiles elementos de colonizacion, que vinieron á ser orígen de todo cuanto en la matiera posee hoy la república de Chile.

Como quiera, Michimalonco abandonó el campo, y se retiró á Quilicura para dar tierra á los que perecieron en la refriega, y descanso tambien á los que de ella salieron salvos; con lo cual los Españoles, no menos rendidos, se reunieron en comun, tratando de consolarse recíprocamente de las penalidades, de las vicisitudes de aquellas empeñadas conquistas. Lastimosa era entonces su suerte. Hállabanse en lo mas crudo del invierno, no solamente sin víveres, sino en la triste necesidad de

(1) Así lo nota Valdivia en carta al emperador Cárlos V : « Pelearon todo el » dia en peso con los cristianos, i les mataron 23 cavallos i 4 cristianos; é que» maron toda la ciudad i comida i la ropa i quanta hazienda teniamos, que no » quedamos sino con los andrajos que teniamos para la guerra i con las armas » que á cuestas traiamos, i dos porquezuelas i un cochinillo, i una polla i un »pollo, i hasta dos almuerzas de trigo. »>

I. HISTORIA.

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