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tan duros sufrimientos como resignados habian resistido; no rebosando en el pecho de cada colono sino esperanzas, vida, y nuevo aliento para procurarse una comun y próspera posicion.

Tambien Valdivia revolvia ya en su mente nuevos proyectos de conquista, nuevas posesiones en las provincias meridionales, y vivos deseos de marchar contra aquellos Indios que tantas veces le habian provocado, y que si con la llegada de Monroy se alejaran algun tanto de Santiago, no por eso habian depuesto ni su osadía, ni su singular presuncion.

Quiso, sin embargo, que sus súbditos corrieran un mes en el reposo, en el desahogo de sus pasadas vicisitudes, olvidadas muy pronto entre la conveniencia, el alegría y el poder. Al cabo de este periodo marchó para la provincia de los Promaucaes, á donde los Indios se habian retirado; iba destruyendo y talando cuanto por delante veia; arrojó al enemigo de sus atrincheramientos, y le hizo retirar hasta el rio Maule, cuyas riberas tan feraces, cuanto pintorescas, fueron el asombro, la admiracion de los Españoles.

Dos meses y medio habia que seguia Valdivia castigando la arrogancia de los Indios, cuando parecieron en la costa tres Españoles y un negro, restos de una expedicion mercantil que varias personas determinaron probar comerciando con Chile. Como esta expedicion llegara á Copiapo, los naturales del pais la atacaron, y forzaron la jente á reembarcarse, no sin dejar varios muertos en la refriega. Continuaba la navegacion, pero una terrible maretada, en medio de la tempestad, arrojó el buque á la boca del rio Maule, y fue tal la furia con que los Indios cargaron sobre la tripulacion, que la hicieron pedazos,

sin salvarse mas que los cuatro individuos atras mencionados; el bajel mercantil sirvió de pábulo á las llamas.

Semejante pérdida, si acaso insignificante en otra ocasion, no dejó de influir singularmente en el ánimo de Valdivia, empeñándole á volver con su tropa á Santiago, á fin de tomar medidas salvadoras, dado que los Indios, engreidos con este reciente triunfo, pretendiesen descorrer de nuevo el pendon del jeneral alzamiento.

tan duros sufrimientos como resignados habian resistido; no rebosando en el pecho de cada colono sino esperanzas, vida, y nuevo aliento para procurarse una comun y próspera posicion.

Tambien Valdivia revolvia ya en su mente nuevos proyectos de conquista, nuevas posesiones en las provincias meridionales, y vivos deseos de marchar contra aquellos Indios que tantas veces le habian provocado, y que si con la llegada de Monroy se alejaran algun tanto de Santiago, no por eso habian depuesto ni su osadía, ni su singular presuncion.

Quiso, sin embargo, que sus súbditos corrieran un mes en el reposo, en el desahogo de sus pasadas vicisitudes, olvidadas muy pronto entre la conveniencia, el alegría y el poder. Al cabo de este periodo marchó para la provincia de los Promaucaes, á donde los Indios se habian retirado; iba destruyendo y talando cuanto por delante veia; arrojó al enemigo de sus atrincheramientos, y le hizo retirar hasta el rio Maule, cuyas riberas tan feraces, cuanto pintorescas, fueron el asombro, la admiracion de los Españoles.

Dos meses y medio habia que seguia Valdivia castigando la arrogancia de los Indios, cuando parecieron en la costa tres Españoles y un negro, restos de una expedicion mercantil que varias personas determinaron probar comerciando con Chile. Como esta expedicion llegara á Copiapo, los naturales del pais la atacaron, y forzaron la jente á reembarcarse, no sin dejar varios muertos en la refriega. Continuaba la navegacion, pero una terrible maretada, en medio de la tempestad, arrojó el buque á la boca del rio Maule, y fue tal la furia con que los Indios cargaron sobre la tripulacion, que la hicieron pedazos,

sin salvarse mas que los cuatro individuos atras mencionados; el bajel mercantil sirvió de pábulo á las llamas. Semejante pérdida, si acaso insignificante en otra ocasion, no dejó de influir singularmente en el ánimo de Valdivia, empeñándole á volver con su tropa á Santiago, á fin de tomar medidas salvadoras, dado que los Indios, engreidos con este reciente triunfo, pretendiesen descorrer de nuevo el pendon del jeneral alzamiento.

para cortar el paso y defenderle contra la emigracion, como contra la invasion, si acaso se intentara.

Así preparado, puso en el bajel, llamado San Pedro, treinta hombres, bien armados, y otros cuantos en el Santiagueño que debia ir á las órdenes de aquel, y la empresa á las de Pastene, ya que se le dieran tres auxiliares encargados de guiarle con sus consejos, y tomar una parte activa en sus tareas, siempre que la necesidad lo exijiese. Eran estos tres sujetos Gerónimo de Alderete, tesorero del rey, y hombre muy versado en la administracion; Rodrigo de Quiroga, escribano mayor del juzgado, muy cumplido militar y hábil estratéjico ; Juan de Cárdenas que, en su calidad de secretario de Valdivia, habia de instrumentar en legal forma la toma de posesion de cuantos lugares fueran declarados de real pertenencia. Estos lugares habian de recibir todos ellos sus nombres respectivos, ya fueran puertos, ya islas, ya rios ó terrenos, que tal lo tenia ordenado el gobernador, y ademas habian de traérsele Indios de cada uno de los nuevos descubrimientos, afin de que le ministraran noticias relativas á sus propios paises. Tras estas prevenciones, entregó Valdivia á Pastene una bandera con las armas imperiales á un lado, y al otro las del gobierno colonial, recibiendo de aquel jefe el juramento solemne de desempeñar fiel y lealmente su cargo y obligaciones; con lo cual se le dió órden de hacerse á la vela.

El 4 de setiembre de 1544 salieron los dos bajeles del puerto de Valparaiso, encaminándose hácia el sud. Como el viento suele siempre ser contrario en aquella costa, la expedicion tuvo que hacerse mar adentro navegando hasta el 41° grado, casi frente á la isla de

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