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Chiloe, pero como no se habian de recorrer sino doscientas leguas de costa, Pastene creyó deber acercarse de nuevo á tierra, y esto le condujo al descubrimiento de un puerto que tomó el nombre de San Pedro, en honra del gobernador, y del navío que hizo el hallazgo. Posesionada de este puerto, encaminóse la expedicion hácia el norte, dando en breve con otro puerto que fue llamado Valdivia, en obsequio tambien del gobernador; en fin resultó en este viaje el descubrimiento de los rios Tolten y Cauten, de la isla Mocha, de la bahía de Penco, etc., y regresó la expedicion á Valparaiso el 30 de setiembre, con veinte y seis dias de mar (1).

Esta expedicion, sobre rendir una parte muy instructiva acerca de la extension de Chile, fue sumamente útil por el inmenso ascendiente que con ella adquirieron las armas castellanas, llenando á los Indios de asombro y de admiracion, y como ellos presenciaran al mismo tiempo las atrevidas excursiones de Francisco de Villagra, las de Francisco de Aguirre, y las no menos arrojadas que poco antes acabara el mismo gobernador, tan pavorosos se sintieron, que desarmados y humildes descendian de las cordilleras unos, salian del corazon de los bosques otros, y todos resueltos á establecerse en los campos, á confundirse entre los Españoles, y á vivir con ellos en buena paz y perfecta armonía.

Valdivia comunicó órdenes á los caciques que se le

(1) Entre los documentos curiosos que daremos por separado, irá el poder que Pedro de Valdivia confirió á Pastene en el momento de echarse á la mar. Es preciso ver los diferentes descubrimientos que hizo este nauta, y las peregrinas fórmulas de la toma de posesion de las tierras. Este documento, cuyo original existe en los archivos de Sevilla, es de una autenticidad indisputable. La crítica á que nos conducen esos descubrimientos, la reservamos para cuando tratemos la parte jeográfica.

I. HISTORIA.

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habian mantenido fieles, encargándolos recibiesen con afabilidad todos cuantos Indios se presentasen y viniesen á socorrerlos con maiz, y aun con trigo, para que despertara en ellos el apego á la cultura de la tierra; este era el pensamiento dominante, no solo del gobernador, sino de casi todos los jefes de aquella colonia, cuya extension y prosperidad se notaban ya de dia en dia.

Contaba entonces (1545) unos doscientos Españoles, sin incluir en este número las mujeres, ni los niños. Los animales domésticos se habian multiplicado de una manera prodijiosa, y se esperaba que, á mas de una rica cosecha de maiz, en aquel año seria la de trigo de entre diez á doce mil fanegas (1).

Con dilijente esmero andaban todos los Españoles tras su comun engrandecimiento, pero es preciso confesar que Valdivia era el alma de aquella ciudad; el que la impulsaba con todo jénero de sacrificios, porque su jenerosidad, si inferior á la de Almagro, ofrecia rasgos no menos hidalgos, tales como el absolver á los colonos de todo cuanto le eran en deber, aunque se viera éi mismo abrumado de deudas y de compromisos por atender al establecimiento de familias que continuamente hacia venir de otras colonias.

Sin embargo, ansioso tambien de salir honrosamente

(1) Le dice Valdivia al emperador Carlos V: « Y porque ya en esta tierra » se pueden sustentar todos los que estan i vinieren, atento à que se recojerán » de aquí á tres meses por diciembre que es el medio del verano en esta ciu» dad 10 6 12 mil fanegas de trigo, i maiz sin número, i de las dos porque>> zuelas y cochinillo que salvamos cuando los Indios quemaron esta ciudad, » hay ya 8 á 10 mil cabezas, i de la polla i el pollo tantas gallinas como yerbas » que verano é invierno se crian en abundancia. » Nos parece que Valdivia exajera en esta ocasion el producto de los animales.

de sus empeños, echó mano de los Anaconcillos para que fueran en busca de oro con que satisfacer á sus acreedores, y adquirir nuevos brazos, cuya necesidad se hacia mas y mas imperiosa cada dia; tambien concibió el proyecto de mantener un camino libre y desembarazado entre el Perú y su colonia, á cuyo efecto hizo que el capitan Bohan fuese á fundar una aldea en el valle de Coquimbo, desde donde se habia de atender á los manejos de Indios mal intencionados, á la seguridad de los aventureros que del Perú pasasen á Chile: y este pueblecillo, llamado la Serena, en memoria del en que nació Valdivia, se alzó á la derecha del rio, y á pocas leguas de la mar, siendo sus primeros moradores en número de diez, todos ellos bien armados para defenderse de los ataques de los naturales.

En nueve meses que los Anaconas trabajaron en las minas, bajo la direccion de algunos Españoles, se recojió una cantidad de oro apreciada en sesenta mil castellanos (1). Bien hubiera querido Valdivia emplearla en pago de sus empeños, pero era suma muy insignificante para tal destinacion, y sobre no cubrir con ella las tantas obligaciones que tenia contraidas, prefirió aplicarla á las necesidades de la colonia; confiando tambien en que no dejaria S. M. de concurrir socorriéndole, desde que sus tareas y el resultado de sus conquistas le fueran conocidos.

Dispuso, pues, que aquella cantidad se invertiria en armas, en algunos útiles necesarios, y en el enganche de nuevos colonos que podia hacerse en el Perú, confiando esta mision á Pastene, bien digno de ella por sus pren

(1) Valia cada castellano catorce reales y catorce maravedis.

das personales, y por la reputacion de que gozaba. En el mismo navío de aquel capitan se embarcaron varios mercaderes y otras personas, interesadas en el aceleramiento de esta empresa, yendo entre ellos don Alonso Monroy, cuyo noble porte en su primer viaje al Cusco ya conocemos, y don Antonio de Ulloa. Este debia pasar á España para noticiar á S. M. cuanto en Chile quedaba ya cumplido, el estado de la colonia, y las lisonjeras esperanzas que en ella debia fundar la corona; aquel llevaba órden de volver del Perú por tierra, con cuantos soldados, caballos y yeguas llegare á recojer, evitando así los peligros de una navegacion demasiado lenta entonces, y por tanto peligrosa.

No le faltaban averías al bajel San Pedro, y no habia medio de repararle en el puerto de Valparaiso; fue, pues, preciso trasladarle á la rada de Coquimbo, donde con el betun vejetal, ya en uso en aquella época, se logró la rehabilitacion, y la jente dió vela el 4 de setiembre de 1545.

El mismo Valdivia habia acudido tambien á Coquimbo para acelerar la expedicion, no obstante estar de antemano preparado para cumplir otra en las provincias rayanas con la Araucania; y mientras se detuvo en aquel valle reformó muy mucho la parte administrativa de la Serena, hizo levantar en ella una capilla, y acreció la guarnicion del pueblo con otro trozo de gente bien armada, planteando ademas en el mes de setiembre del propio año un cabildo, ó ayuntamiento regular, compuesto de per- · sonas de su confianza, al paso que llamó otras á funciones concernientes á la conservacion del órden y de la tranquilidad de la ciudad naciente.

A su regreso á Santiago, que se verificó por tierra,

visitó con detenida atencion todos aquellos valles, determinando en muchos de ellos la fundacion de unas como ventas, que en el pais se llaman tambos, á fin de proporcionar á los viajeros en lo sucesivo un lugar donde recojerse. Estas ventas se multiplicaron mucho en seguida, sobre todo en el camino que guia desde Coquimbo á Penco; y fueron de suma utilidad, porque á mas de ofrecer abrigo y seguridad para pasar en ellas la noche, andaban muy surtidas de víveres perfectamente acondicionados.

Cuando entró en Santiago ya andaba su maestre de campo muy dado á los preparativos necesarios para ir hácia el sur tras nuevas conquistas con que poder surtir, en terrenos y en Indios, á las personas que habitaban el pais, y carecian de propiedades, y tambien á las que debian venir con Pastene y Monroy.

Como el oro recojido en las minas de los Incas, á la parte de Malgamalga, bastara para estimular las codiciosas esperanzas del gobernador, volvió á enviar un cierto número de Anaconas en busca de aquel metal, principal elemento, en su sentir, para la prosperidad de la colonia, y capaz por sí solo de responder á todas sus necesidades y deseos. Tambien se puso á beneficiar otros mineros recientemente descubiertos en el valle de Quillota, y una vez determinadas cuantas disposiciones habian de conducir al mantenimiento de la tranquilidad entre los moradores de la capital, se ausentó de ella acompañado de sesenta caballos bien dispuestos, y bien equipados. Ya se estaba en febrero de 1546.

Ningun enemigo, ningun obstáculo se opuso á la marcha de Valdivia en los primeros dias, antes daban, en muchos parajes del tránsito, con Españoles establecidos

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