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en el pais, entre los cuales debieron hallar cuantos auxilios fueron necesarios; pero apenas llegaron á pasar el rio Maule, cuando fue preciso observar que todos los Indios pintaban en su semblante muestras nada equívocas de azoramiento y de turbulenta inquietud, hasta que al cabo parecieron unos trescientos hombres resueltos á interceptarles el paso.

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Un destacamento de Valdivia cargó inmediatamente contra aquella masa de Indios, causando la muerte á una cincuentena de ellos, y poniendo los restantes en precipitada fuga; pero este revés no los desalentó, antes se unieron con otros cuerpos, y por la noche cayeron sobre los Españoles mas de ocho mil, atacando con un ardimiento desconocido hasta entonces, y manteniendo la funcion durante dos horas. Es indecible la feroz bizarría con que à beneficio de la oscuridad, cargaban á la caballería castellana, ya en grupos sueltos, ya en masas cerradas y compactas, todo con prodijiosa actividad ; pero disueltos, por la ventaja de que el enemigo disponía, hubieron de ceder, declarándose en retirada, y dejando el campo sembrado de cadáveres entre los cuales el del intrépido y denodado cacique que con tanto valor los habia dirijido en la pelea. Los Españoles tuvieron cinco soldados y cinco caballos heridos, con dos mas de estos muertos (4).

Como viera Valdivia, en la mañana siguiente, que su tropa podia continuar la jornada, marchó todo el dia en direccion del sud, hasta dar con el rio Biobio, pero no pudo atravesarle por su demasiada anchura, y fuele

(1) Aunque no dice Valdivia donde ocurrió esta accion, somos de parecer que tuvo lugar en Quilacura, siendo esta localidad la que dió su nombre á la batalla que en esta parte refieren todos los demas historiadores,

preciso descender hácia la mar, lo cual le procuró el llegar á la bahía de Penco, descubierta por Pastene, y que con cuidadosa atencion visitó el gobernador, reparando un lugar muy á propósito para fundar una nueva ciudad. Es menester reconocerlo, en aquel conquistador no lucia sino un solo pensamiento, el dar á su gobierno una vida duradera, un verdadero y sólido porvenir, y justo apreciador de la importancia de las minas, si las . beneficiaba tal cual vez, no era con el mezquino objeto de que resaltara la riqueza del suelo, sino para procurarse medios con que atraer nuevos colonos. Queria que la agricultura se desarrollara; que se aumentaran las poblaciones para utilizar aquellos campos tan feraces, é imponer mayor respecto á los Indios, cuya cultura anhelaba de todas veras, porque los consideraba como la base de la poblacion; pero acompañado, como entonces iba, de un tan corto número de hombres, y en presencia de una tierra cuyos habitantes andaban en completa revuelta, se apartó de Penco, bien decidido á volver en breve con elementos que le permitieran la ejecucion de su plan.

En marzo entró Valdivia en Santiago despues de una ausencia de cuarenta dias. Con visible entusiasmo le recibió el pueblo, y no fue menor el que manifestó cuando supiera que las tierras visitadas, de suyo tan fértiles, y situadas en parajes sobremanera deleitosos y pintorescos, iban á ser repartidas entre los conquistadores, reservando algunas para las jentes que habian de venir del Perú, con Pastene y Monroy, ausentes despues de siete meses, y de quienes ninguna noticia se tenia.

Era de extrañar el silencio habiéndose llevado algunos Indios encargados de regresar por tierra, desde que en

el Perú desembarcaran aquellos jefes; con todo, lo atribuia Valdivia á causas tan inevitables como involuntarias, porque no habia razon para recelar del tino, de la habilidad y prudencia de sus comisionados, ni menos del distinguido patriotismo de Vaca de Castro. Por lo mismo de hora en hora suponia el retorno de estos enviados, con buen número de nuevos colonos, cuyo mantenimiento y arreglo de antemano traia preparados, haciendo mayor siembra de cereales y de maiz que en los años anteriores. Tambien las minas se beneficiaban ya con mas ahinco y regularidad, y para que la ciudad estuviese mejor surtida se habia construido un barco harto sólido con destino á la pesca en la bahía de Valparaiso.

Otras prevenciones surjieron en esta ocasion, todas muy provechosas para la colonia, pero como pareciera el regreso de Pastene cada dia mas remoto y mas incomprensible, los recelos, los temores y hasta un muy pronunciado descontento entraron de nuevo en los espíritus, y el gobernador tuvo que salir para tranquilizarlos, encomendando á Juan Dávalos que, con siete hombres y ⚫el barco pescador, pasase inmediatamente al Perú, á fin de averiguar el paradero de los expedicionarios. Era aquel sujeto persona de la confianza de Valdivia; dióle este unos sesenta mil pesos para la adquisicion del mayor número posible de brazos, y se embarcó con direccion á su destino en setiembre de 1546.

Algo se calmaron los colonos al ver cumplida esa resolucion, pero no los satisfizo enteramente, porque temian con fundamento que un leve descalabro en las armas castellanas, aconsejaria de nuevo el levantamiento jeneral de los Indios, cuya actividad é índole guerrera harto

se acababa de enseñar en la última excursion de Valdivia, que á no retirarse tan á tiempo á la capital, sin duda se viera esta acometida y sitiada otra vez, con mas encarnizamiento que la primera; como que mas hechos ya los Indios al poder y violencia de las armas españolas eran, si mas osados, tambien mas astutos y cautos para esquivar los tiros enemigos.

Comprendian ademas todos los colonos que, sin relaciones permanentes entre Chile y el Perú, la existencia de la colonia seria siempre precaria y vaga, siempre expuesta á los embates de los altivos Indios, cuyo alentado arrojo andaba ya tan perfectamente probado. La inmensa distancia que media entre aquellos dos paises; la falta de caminos ó veredas, que si alguna habia, de trecho en trecho se solia perder en la continuidad del desierto, entre arenales sin asiento; la escasez de buques para correr por agua aquellas rejiones, todo parecia oponerse al establecimiento de una comunicacion sostenida y saludable, y era causa de que los colonos, y cuantas personas apetecian sinceramente el fomento de Santiago, no pudieran curarse de un desaliento receloso y justo: sí que lá constante vijilancia del gobernador, y su exquisita atencion á cuanto pudiera ser en dicha de sus aflijidos compañeros, ya que no desterraran aquellos negros presentimientos, harto lograban moderarlos trayendo todos los brazos en constante accion, con tareas de pública utilidad, que distraian no poco de la triste reflexion à que en la ociosidad hubieran podido venir. Así es como se logró el asiento de una excelente policía urbana en la colonia, y de reglamentos de prudente precaucion contra la usura en los tratos, contra el pernicioso abuso de los logreros. En las casas se echaron tam

bien tejados con que se les dió mayor realce; en la ciudad se abrió un gran número de acequias, y un alarife asalariado tomó el cargo de atender al aseo, limpieza y conservacion de calles y de edificios; en fin hasta se determinó la construccion de un puente sobre el rio Maypú, á expensas de todos los vecinos.

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