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CAPITULO XVI.

Regresa Pastene á Chile.

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Triste desenlace de su mision. Guerras civiles en el Perú. - Marcha Valdivia á este pais para sustentar y hacer valer la causa del rey, y siguenle diez de sus oficiales en el bajel de Pastene. Llega a Callao despues de haber abordado en Coquimbo y en Tarapaca. Se reune en Andahuayla con el virey D. Pedro de la Gasca. - Batalla de Sacsabuana. Se le confirma á Valdivia en el gobierno de Chile. - Comienza a procurarse jentes para su colonia. Cargos á que tiene que responder ante el virey y la real audiencia. Su regreso á Valparaiso.

(1547-1549.)

En todas esas reformas se andaba para el mejor estar de aquella sociedad naciente, cuando llegó la noticia del arribo del San Pedro á las órdenes de Pastene, despues de veinte y siete meses de ausencia.

De inexplicable satisfaccion fuera esta novedad para los habitantes de Santiago, ya tan angustiados, si con ella no supieran tambien que el bajel, quedado á doce leguas de Valparaiso, á causa del viento sur, no conducia Socorro de ninguna especie en hombres, ni en mercaderías, y que su capitan habia tenido que luchar contra todo jénero de desazones, y de no pequeños peligros.

En efecto, al cabo de veinte y cuatro dias de navegacion habian llegado al Callao los comisionados de Valdivia, para ver con dolor como se despedazaba el Perú entre la mas cruenta anarquía, y por virey, no ya al patriota Vaca de Castro, tan querido de todos, y en cuyo civismo tanto esperanzaba Valdivia, sino á Blasco Nuñez Vela, cuya exajerada severidad en el cumplimiento de las nuevas leyes de repartimientos de tributos y de Indios, habia

provocado terribles clamores en el pais, y traídole una muchedumbre de enemigos muy dispuestos á romper la obediencia con el grito de un alzamiento. Aumentóse el número de los descontentos; fue, pues, preciso pensar en un jefe que los dirijiera, y recayeron estas miras en la persona de Gonzalez Pizarro, hermano del marqués, primer virey del Perú.

Tranquilo se mantenia entonces este ilustre personaje, en la vasta provincia de las Charcas, atendiendo al cultivo de sus haciendas, y como quedaran tan comprometidas con aquellas leyes como las de los demas conquistadores, no hubo que hacer un grande esfuerzo para traerle al Cusco, á donde sus amigos, sus partidarios, y el voto de muchas poblaciones le llamaban, convidándole con el título de virey.

En su principio no se mostró dispuesto á recojer cargo semejante, antes le repudió de un modo positivo; mas venciérale la persuasion, rindiérase al clamoreo público, ó ya quisiera aprovechar tan oportuna coyuntura para recobrar un vireinato de que, en su sentir, la injusticia le habia desposeido, ello es que vino en aceptar aquella dignidad, comenzando resuelto todo jénero de preparativos para marchar contra Lima.

No quiso esperar en esta ciudad Blasco Nuñez; era jeneral el descontento contra él, y esto le hizo ver en Pizarro un enemigo demasiado formidable. Retiróse, por lo mismo, hácia el Popayan, y alcanzado por los insurjentes tuvo que recurrir á las armas en los contornos de Quito, pero pereció en la accion; siguióse la derrota completa de sus partidarios; y esto le dejó á Pizarro dueño absoluto del Perú.

Poco habia que Pastene estaba en el pais, sintiendo

en extremo las crueles desavenencias en que le veia envuelto, no menos que la ausencia de su digno protector Vaca de Castro, tan empeñado en que prosperase la colonia chilena.

La suerte de sus dos compañeros Monroy y Ulloa habia sido tambien muy diferente. El primero, cojido de una fiebre cerebral llamado chavalongo en el acto de desembarcar sobre el pais, murió á los pocos dias; el segundo, como se hallara que su cuñado Lorenzo de Aldaña era justicia-mayor, y lugarteniente de Pizarro en Lima ya no quiso pasar á la corte de España en desempeño de su mision: antes puso en juego cuantas ventajas presumió de esta inesperada posicion, para que la empresa de Pastene corriera de cuenta suya, y en su propio y personal interes.

Apropióse por consiguiente cuanto oro Valdivia le habia entregado, recojió ademas lo que llevaba el desgraciado Monroy, y se incorporó con Pizarro, acompañándole hasta Quito. Contento este caudillo del porte de Ulloa en la batalla que al virey costó la muerte, se rindió á la solicitud que le hizo reclamando el encargo particular de conducir á Chile los socorros que Pastene habia de procurar segun su especial comision; conducta desleal é injusta que no podia dejar de irritar á aquel capitan, tanto mas cuanto que su buque fue embargado por mandamiento de Aldaña. Apoyado Pastene en la mediacion de Carvajal, pasó á verse con Pizarro, y como este cediera á la justicia de su demanda, al momento dispuso trasladarse al Callao, pero los dos navíos habian salido pocos dias antes con direccion á Atacama, en cuyo punto habian de esperar á Ulloa, que caminaba ya por tierra.

Este nuevo atentado acabó de exasperar el ánimo de

Pastene, no tanto porque le colocaba en la imposibilidad de regresar á Chile, cuanto porque sabia que Ulloa abrigaba proyectos abiertamente hostiles contra Valdivia, y deseaba de todas veras poder parar los efectos; así es que trayendo á cuento su bien sentada reputacion y su crédito, no paró hasta alcanzar una suma de dinero bastante para procurarse un barquichuelo, y entrándose en él con unos treinta hombres entre soldados y marineros, pudo al cabo de seis meses pasar á Atacama. Allí estaban todavía los dos bajeles, y Ulloa, quien le convidó al desembarque so pretexto de concertar ciertos y determinados asuntos; pero Pastene, que tuvo aviso de las dañadas intenciones de aquel, halló escusa para no concurrir á la cita, y tambien el medio de evitar el peligro en que tenia su vida, burlando la vijilancia de sus enemigos, y los esfuerzos del buque que en su perseguimiento se echó; mas llegó á las costas de Chile en un estado verdaderamente lastimoso.

En igual miseria parecieron pocos dias despues otros ocho Españoles, entre ellos un criado de Valdivia que con Dávalos pasara al Perú. Estos desgraciados se habian agregado en Atacama á la expedicion que Ulloa preparaba, pero hubo de abandonar el proyecto, y diez y ocho soldados reunidos se aventuraron á volver á Chile atravesando el desierto, sin armas, porque con motivo de las guerras civiles del Perú, se las recojieron. Como los Indios los vieran indefensos, cayeron sobre ellos, mataron doce, pudiendo salvarse los ocho, aunque heridos, en yeguas salvajes que los llevaron á la Serena, en donde depositaron lo poco que traian y unos cuantos negros, y seis niños, trasladándose despues á Santiago.

Estas desastrosas ocurrencias, y la relacion de tantas

tribulaciones, tantos peligros ocurridos, así á los llegados por mar, como á los que vinieron por tierra, llenaron de consternacion á toda la colonia, sin dejar por ello de parecer compasiva y jenerosa con los que, no el valor, sino la casualidad habia salvado.

La muerte del capitan Monroy era sobre todo objeto del mas vivo dolor, pues nadie podia olvidar esa valerosa abnegacion de sí mismo con que aquel infortunado arrostraba toda suerte de riesgos siempre que con sus esfuerzos pudiera ver servidos á sus compañeros; nadie desconocia que en todos sus cargos no se habia notado sino justicia, actividad, tino y desprendimiento; todos sabian que á su juicio, no menos que á su valor, se habia debido la gloriosa defensa de la ciudad, cuando la sitió Michimalonco; y, por consiguiente, todos, incluso el gobernador, lloraron la pérdida de este hombre tan singular, cuanto era para la colonia necesario.

Valdivia era hombre de un natural templado y sufrido, pero sobrecojido de tan infaustos acontecimientos dió suelta al despecho con palabras que pintaban abiertamente su intento de vengar en persona el desacato hecho al rey, ó por lo menos, abrazar con resuelto interés la defensa de su causa. Vituperable en sumo grado le pareció la conducta de Pizarro, porque no descubria causas con las cuales poder disculparla. Aquella conducta era tambien un ejemplo desastroso que ponia en peligro á todos los gobiernos sucesivos, y se hacia de necesidad un pronto y severo castigo. Tales consideraciones le condujeron naturalmente á la resolucion de pasar al Perú y unirse con Pedro de la Gasca, comisionado de Carlos V para pacificar aquel pais y rejirle; cuyo caballero, á

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