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consiguiente la empresa abortó aun antes de nacer, pagando Pedro de Hoz con la cabeza su temeraria ambicion, y Juan Romero, en un palo, á la mañana siguiente, el delito de llevar consigo una carta dirijida á varios hidalgos de la colonia.

He ahí las dos únicas víctimas de una conjuracion con tanta sagacidad descubierta, cuanta fue la prontitud en reprimirla; quedando todos los demas conspiradores, ó totalmente ignorados, ó con cargos de tan leve compromiso que hubo de mantenerse sorda la justicia, siquiera por avenirse á la induljencia y á la moderacion del jefe. Con manifiesto desprecio vieron los habitantes de Santiago la ruina del autor de aquel mal concebido, y peor empeñado plan; pero no por eso quedó sin efecto moral en la colonia, porque eran públicos los horrores que las guerras civiles ocasionaban en el Perú, y con razon se temia que tan contajioso ejemplo cundiera un dia en Chile, donde, si la desunion entraba, todos los colonos tendrian que sucumbir para siempre.

Villagra, á cuyo cargo estaba confiada la vida de aquella sociedad, vino al momento con medidas capaces de impedir el retorno de semejantes atentados, y de guardar tambien intacta la tranquilidad de que habia menester. Atendió despues á cuantas reformas reclamara la mejor administracion, ya con respecto al bienestar commun, ya por lo concerniente al ramo de la policía; y como era presidente nato del cabildo, de concierto con este, salió nombrando para desempeñar el cargo de alamin ó fieladgo á uno de los rejidores, como tambien un alarife para atender á que las acequias se mantuviesen en el necesario aseo. En ánimo de dar mayor ensanche á la agricultura, prohibió se sembrasen legumbres en las

huertas contiguas á las casas, no debiendo llevar en adelante sino lo que se llama propiamente hortalizas.

Ya se hacia una cosecha de trigo muy regular en esta época, pero para reducirlo á harina habia que machacarlo á fuerza de brazos entre piedras; costumbre puramente india, de tarda é imperfecta operacion, y extremamente trabajosa. Quiso el rejidor Rodrigo de Araya remediar esos inconvenientes con la construccion de un molino, y como se accediera á su demanda, le levantó en la cumbre del cerro de Santa Lucia, á la parte sur, y al lado de la hermita y casa de nuestra Señora del Socorro ; con lo cual dotó al pais en una máquina sobradamente útil, y que sirvió de modelo para otra semejante, que Bartolomé Flores fundó á la parte opuesta del mismo cerro.

Tambien el comercio llamó la atencion de Villagra. Eran sumamente raros los barcos que del Perú venian de vez en cuando, pero sobrado el número de los granjeros que concurrian á ellos comprando en globo todas cuantas mercaderías trasportaban, para vender despues en detalle á precios exorbitantes. Ya se habian quejado los vecinos de ese escandaloso abuso, pero esta vez el cabildo, con competente autorizacion, publicó un bando por cuyo medio se mandaba que los compradores concurriesen á declarar el precio de los objetos comprados, y habian de darlos á ese mismo precio durante los nueve primeros dias á contar desde aquel en que se abria la venta. Podian los vendedores señalar á su arbitrio el precio de los jéneros, acabado que fuera aquel plazo, pero todavía se reservó el cabildo el derecho de intervencion y de señalamiento siempre y cuando las circunstancias aconsejasen esta medida.

En estas reformas andaban Villagra y el cabildo, por

que ambas autoridades apetecian la prosperidad del pais, cuando vino la noticia de la llegada de Juan Dávalos Jufré, con una carta del Presidente del Perú, Pedro de la Gasca, para el ayuntamiento de Santiago, en la cual se le daba parte de la órden que de S. M. habia recibido para trasladarse al Perú, sufocar la anarquía, y dar su merecido á los cabecillas de tan criminal desórden. El ayuntamiento acusó inmediatamente el recibo de esta comunicacion, suplicando de paso á la Gasca, se dignase disponer que Pedro de Valdivia, ausente de Chile ya habia mas de ocho meses, y cuya existencia se ignoraba, volviese con la posible brevedad á su puesto; que si por ventura hubiese aquel pasado á España, ó causas desconocidas impidiesen su regreso, viniera el presidente en nombrar para el gobierno de Santiago á Don Francisco de Villagra, sujeto que el mismo Valdivia dejó en su lugar al ausentarse. Tras esto todavia salió el procurador síndico Bartolomé Maella proponiendo se diputara una persona con cargo de solicitar al presidente, á mas de algunos socorros para la colonia, aquella proteccion que mas pudiera avenirse con la seguridad y acrecentamiento de sus intereses; y como pareciera bien la propuesta recayó la eleccion en Pedro de Villagra, rejidor y maestre de campo, quien caminó para el Perú en el bajel con que habia venido Juan Dávalos Jufré.

En seguida volvió el gobernador interino á sus tareas de utilidad pública con el mismo celo, la propia actividad que de antes traia probados. Ya le habian llegado algunos refuerzos del Perú por tierra, entre los cuales hay que notar ochenta hombres con que vino á Chile Estevan de Sosa, á quien La Gasca habia nombrado para contador en esta colonia. De la mision de Villagra tam14

I. HISTORIA.

bien esperaba otros auxilios, y todo esto daba nuevo aliento á sus benévolas intenciones; pero, por desgracia, un desastroso acontecimiento vino á interrumpir sus tareas, y á enlutar tambien el asiento de sus lisonjeras esperanzas.

Entraron en Santiago varios Indios anunciando la destruccion completa de cuantos Españoles habitaban en las vallejadas de Coquimbo, de Huasco y de Copiapo; el incendio de la aldea la Serena, y el alzamiento jeneral de los naturales. Tan funesta novedad, en breve confirmada por Pedro Gomez de las Montañas, que concurrió en nombre de todos los trabajadores de las minas de Malga-Malga, demandando fuerzas con que defenderse del ímpetu de los Indios sublevados, sembró el espanto en la ciudad, y los capitulares se reunieron para resolver medidas contra el comun peligro. Se dispuso que el gobernador, con algunos soldados, marchara á reconocer las provincias del norte, debiendo atacar á los Indios en masa, y castigar á los primeros instigadores hasta asentar la paz del pais, y hacer imposible la revuelta.

Sin duda era corta la fuerza de que se podia echar mano para el desempeño de semejante empresa; pero considerámosla suficiente para contra una poblacion que desde el valle de Aconcagua hasta Copiapo, apenas si contara tres mil Indios (1). Así es que el gobernador no titubeó entrar en la medida, antes partió á MalgaMalga en cuanto se procurara lo necesario para el viaje, y que vió reconocido en su lugar á Francisco de Aguirre, como así lo habia dejado dispuesto Valdivia para los casos extraordinarios.

(1) Carta de Valdivia al emperador Carlos V.

El marcial continente de este puñado de hombres, en su marcha tan rápida cuanto exterminadora, sobrecojió de tal manera á los Indios, llevó á su espíritu meticuloso y feble un tan exajerado terror, que ni aun con fuerzas para resistir se sintieron. Acobardados, sin aliento para hacer frente à un enemigo tan poderoso, corrian á esconderse en los montes ó entre las riscosas breñas de las Cordilleras, quedando Villagra en medio del desierto, sin objeto sobre que descargar su enojo, de modo que en vano, por decirlo así, se gastaban los esfuerzos de aquellos hombres; y con todo se sabia que los Indios se comunicaban de tribu á tribu con activa regularidad, y que trazaban un nuevo plan de accion en juntas generales á este efecto convocadas. Villagra escribió á Santiago, mandando se saliese á prender á los caciques y principales gulmenes del valle de Chile, á fin de que no pudieran tomar parte en el levantamiento; y la persona á quien esta órden fue encomendada tuvo la fortuna de llegar á la ciudad, pero Francisco de Aguirre ya no estaba en ella; habia salido á perseguir varios cuerpos de Indios que en armas corrian por aquellas inmediaciones. Como supiera el cabildo el contenido de aquel mensaje, y viera cuanta era su importancia para haber de suspender la ejecucion hasta el retorno de aquel jefe, acudió por sí mismo á cumplirle, mandando una partida de hombres bien armados que respondieron digna y acertadamente á los deseos de Villagra, trayéndose los personajes de mas viso é influencia entre los Indios, siendo del número el cacique de Lampa y el de San Juan, quienes fueron puestos á disposicion de Aguirre desde que este regresó á la ciudad.

Rigorosas, violentas fueron las medidas que en estas

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