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las inmediaciones de Santiago parecian pacíficos y sumisos, no estaba de mas la cautela contra un ataque imprevisto. En tres trozos iba dividida la columna; entre el centro y la retaguardia marchaban los bagajes de tras. porte, y la vanguardia, compuesta de treinta ó cuarenta caballos, iba mandada ora por el mismo Valdivia, ora por su maestre de campo, ya en fin, por cualquiera de los demas jefes, debiendo recorrer los contornos en todas direcciones descubriendo tierra, reconociendo el pais, señalando como los aposentadores, los puntos á propósito para los descansos, y saliendo á desbaratar todos los movimientos de los Indios que solian presentarse resueltos á cerrar el paso de la tropa, y hostigarla en sus marchas.

Allegado Valdivia sobre las márjenes del rio Itata, dió un descanso á su jente, y entretanto envió un mensaje á los caciques del pais invitándolos á que de grado se sometiesen á la corona de España, fórmula que de órden de S. M. tenia que llenar todo conquistador, antes de pasar á instruir el acta de posesion del pais conquistado.

La expedicion alzó su campo hacia mediados de enero, y pasó el rio sin encontrar ningun obstáculo. Valdivia, que ya habia abandonado su litera, marchaba á la cabeza de sus compañeros, inspirándoles la confianza, el contento que en sí mismo sintiera desde que se vió á caballo, y enteramente libre de sus dolencias; siguió constante el camino que se extiende por la inmensa llanura que media entre la gran Cordillera y la de la costa, hasta dar con el rio Nivequeten (1), á muy corta distancia de su confluencia con el Biobio. El primero que llegó á este punto fue el maestre de campo, quien man

(1) Hoy se llama la Laja.

daba en aquel dia la vanguardia, y tuvo que empeñarse contra dos mil Indios obstinados en cerrarle el paso del rio ; pero con facilidad y presteza fueron rotos, dejando en el campo muchos muertos, y varios prisioneros, entre los cuales parecieron tres caciques que dieron al gobernador noticias harto extensas acerca del pais cuya conquista tanto codiciara.

Una vez puestos los Españoles al otro lado del rio, continuaron marchando en direccion del sud, y el 24 de enero ya dieron con las márjenes del Biobio, algo mas arriba del paraje en que este bebe el caudal del Bergara ; pero como vieran que era imposible vadearle, comenzaron á formar balsas de paja, en cuya tarea los cojió una muchedumbre de Indios, resueltos tambien á disputarles el paso. Muchos de ellos se echaron al instante á nado para venir á medirse abiertamente con los Españoles en su propio campo, fiando sin duda en el número, aunque pronto pagaron su imprudente arrojo dejando diez ó doce muertos, y huyendo el resto en busca de su salvacion á la parte del rio que acababan de dejar.

Ya estaban las balsas dispuestas; mas llegó á temer Valdivia que se le desgraciara algun caballo, y por lo mismo se puso en marcha para ver si daba con un paso menos azaroso; lo cual le condujo ante otro cuerpo de Indios ya preparados á la resistencia. El capitan Alderete, con veinte caballos, dió de repente la carga, y como reparara cuan á poca costa llegó á dispersarlos, se arrestó á pasar el rio tras ellos, decidido á seguirlos en la desordenada fuga; pero como Valdivia, que habia notado el movimiento, alcanzara á descubrir del otro lado una masa de mas de veinte mil Indios, temió que el número conseguiria envolver á su alentado capitan, y despachó

otros treinta caballos mas, que á todo escape pasaron para protejer la retirada de los primeros, ó ayudarlos al vencimiento. Gran parte del dia gastaron los Españoles sacrificando aquellas inocentes víctimas que el estrepitoso trueno de las descargas de las armas de fuego, y sus efectos, no menos que los del acerado corte de las escarcinas ó espadas, tuvo llenos de espanto y de terror; ya por la tarde regresaron los conquistadores con mas de mil carneros cojidos en el pais, sin otra pérdida por su parte que la de un caballo y su jinete, arrastrados ambos por la corriente del rio, y hundidos en su caudaloso seno.

En cuanto volvieron los soldados de Alderete donde el gobernador se hallaba, se puso toda la columna en movimiento siguiendo la orilla norte del Biobio, siempre en el designio de dar con un lugar que permitiera un fácil y seguro paso á toda la jente; pero ya que cuanto mas se ascendia, mas estrechaba su lecho el rio, y mas rebajaba su caudal, todavia no queria Valdivia acometerle, recelando se reprodujesen tales desgracias como la que acababa de presenciar en el malhadado soldado que se ahogó. Acampóse por lo tanto sobre la misma orilla que seguia ; y tomando consigo unos cincuenta caballos, se echó con ellos á nado para dispersar nuevos cuerpos de Indios que venian á impedir la invasion, y vengar la muerte de sus inocentes compatriotas. Tuvieron el mismo lastimoso fin que estos, porque tarde, y muy á sus expensas, reconocieron el estrago de las armas españolas, habiendo menester huirlas entre el terror y la confusion, y dejando á Valdivia en el lleno del contento con un triunfo que le hacia desear nuevas ocasiones de alcanzar otros.

Púsose este en movimiento á la mañana siguiente, y recorrió durante dos dias gran parte de las vegas de Tolpen y de Bureu, en cuyo paraje se detuviera algun tiempo mas, á no temer que la parte de su jente quedada en el campamento podia correr riesgo durante su ausencia. Sí que eran aquellas hermosas campiñas muy propias para fundar en ellas una poblacion. Báñanlas el Biobio y sus confluentes, y convidan con una vejetacion lozana y rica, pero conocia el gobernador cuan incierta era todavia su posicion y prefirió inclinarse hácia el mar como punto mas seguro para poder abandonar el pais, dado el caso de un inminente peligro; no viendo en esta ocasion un puesto de tanta importancia como Penco le pareciera desde que por primera vez le visitó, y resuelto por lo mismo á encaminarse á este sitio en cuanto reconociera los contornos del pais que ocupaba.

Ocho dias se mantuvo corriendo con algunos caballos aquellas vastas llanuras de una numerosísima poblacion, y los Indios le suministraron, de grado ó por fuerza, ganados y cuantos víveres creyó necesitar para sus cuarteles de invierno, tras lo cual, y harto satisfecho asi de sus descubrimientos, como de las impresiones que en su ánimo hicieran, levantó el campo, y continuó la expedicion el curso del Biobio.

En llegando al valle de Andalien asentó los reales á orillas de un lago de agua dulce, como paraje mas seguro para defensa de la columna, y en tanto que se descubriera, con la precaucion debida, un sitio á próposito para el establecimiento de una nueva colonia; porque conocido el carácter belicoso de los Indios y su esmerado apego á la independencia, era menester obrar con dilijente prudencia, y no carecia de ella el gober

I. HISTORIA.

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nador, antes cuidaba de que la mitad de sus soldados velara mientras la otra mitad gozaba del necesario des

canso.

Los naturales del pais no pudieron, en efecto, parecer indiferentes viendo como aquellos extranjeros daban muestras de querer establecerse en un terreno al que con ningun otro título concurrian sino con el que pudieran fundar en una insolente y presuntuosa usurpacion. Desexperados tambien de los reveses que se les habia hecho esperimentar, y ansiosos de vengarlos cumplidamente, vienen en ala á muy poca distancia del campo enemigo, aclaman por su Toqui, ó jeneral, al tan altivo como valiente Aillavilu, y llenos todos ellos del prestijioso entusiasmo de su cuyuntucun (1), marchan con las sombras de la noche resueltos á embestir á los Españoles; pero como al pasar el Biobio asomara en los aires un meteoro, que la jente de Valdivia llegó tambien á ver, tal fue el pavor de aquellos Indios tan llenos de preocupaciones, que gran parte de ellos quiso volver atras, ya que otros muchos deducian por consecuencia de aquel fenómeno un favorable auspicio para su santa y justa empresa; por fin marcharon las masas adelante, aunque tímidas por lo mismo que habian dado entrada á la desconfianza.

Allegados al campo enemigo, con cuanto silencio es de suponer, divididos en cuatro cuerpos, y echando al aire espantosos alaridos, « acometieronnos por sola una » parte, porque la laguna nos defendia de la otra, tres

(1) Asi laman al estilo sublime y cadente de que usan los oradores en todas sus juntas, ya se trate de paz, ya de guerra, ya de regocijos. Muchas son las veces que hemos sido testigos del asombroso influjo que el cuyuntucun ejerce en el ánimo curioso y entusiasta de aquellos salvajes.

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