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Españoles. Recelaba ya tambien de la sinceridad de las promesas con que los caciques supieron dorar su sumision y rendimiento, como que los hechos vinieron contra las palabras, y nada le convenia mejor que una estudiada y prudente reserva en todas sus operaciones. Por otra parte, para conducir á término sus proyectos contaba con dos buques que del Perú venian, y era útil aguardar el recibo de semejante refuerzo.

Tambien la ciudad de Santiago reclamaba la atencion del gobernador, pues si bien el ayuntamiento cuidaba de que la ley fuera acatada, y el órden siguiera su ordinario curso, ya estaban encontradas las opiniones de los miembros que aquel cuerpo componian, y la discordancia pudiera ser fatal á la colonia. El sabio jurisconsulto Antonio de las Peñas, que vino del Perú con Valdivia, era de un caracter arrogante y díscolo. Ya se ha visto como so pretexto de injusticia rehusó concurrir á las juntas; pero de rencilla en rencilla fue dando tal importancia á la desunion de los capitulares, que el gobernador no vió mejor medio para contener el mal, sino llamándole á la Concepcion, y nombrando en su lugar á Jerónimo de Alderete, al paso que Rodrigo de Quiroga fue señalado teniente del gobierno y de la capitanía general, en ausencia de Valdivia. El 2 de marzo de 1550 entraron en ejercicio esos dos jefes con venia del cabildo, aunque opuesto y resentido se mostró don Antonio de las Peñas, protestando contra la eleccion.

Separado este último individuo de su cargo, y con ayuda de Alderete y de Quiroga, ya pudo el cabildo remover con mas fuerza y método cuantos arbitrios convevenian al desarrollo y prosperidad del vecindario y del pais; publicó, en efecto, pragmáticas en que lucian

miras de bien sentida humanidad para con los Indios, prohibiendo terminantemente no se los enviase á trabajar en las minas, á no pertenecer á la clase de los de repartimiento, y aun de estos solo se podria disponer seis meses al año, dejándolos otros seis libres de tan penosos trabajos. Renovóse tambien la ley de no vender las mercancías procedentes de Castilla, sino á precio de coste y porte, durante los nueve dias primeros á contar de aquel en que hubiesen sido adquiridas; porque este era el medio de atajar el escandaloso abuso del monopolio; y como servia de moneda el oro en bruto contra los precios del jénero, se dispuso no tendria curso aquella materia, á no ir con el sello de la contaduría y las armas de S. M., indicio cierto de cumplir los cambios sin fraude, sin alteracion ninguna.

Con esta medida habia provecho para el comercio, y provecho para el fisco, porque en tan saludable intervencion sobre asegurar la ley del metal, se descubria la cantidad, para poder apropiar el quinto de ella en favor de la corona, mas de una vez perjudicada en esta parte.

Tras esas providencias, y otras que miraban al bienestar de los habitantes, como la distribucion de las aguas, y el aseo de las fuentes, todavia se trató de entablar relaciones de franca y amistosa concordia con los hijos del pais; se publicó una nueva ley concerniente á las minas, y para impedir abusos de autoridad ó de poder pasaron á las de Malga-Malga jueces de conocida probidad, con cargo de contener robos, y prohibir juegos, sobrado comunes ya entre los mineros.

Frecuentes y no aventuradas eran las comunicaciones entre Santiago y la Concepcion, aun cuando bastante distantes entre sí estas dos poblaciones, y con paso por

entre Indios nada pacíficos. De siete en siete leguas habia un tambo ó meson, y con esta ordinaria jornada llegaba el viajero á puntos donde guarecerse, y en los que tambien encontraba Indios dispuestos á acompañarle de tambo en tambo mediante una corta recompensa. Esto le facilitaba al gobernador una constante correspondencia con Santiago, atendiendo vijilante á todo cuanto pedia su mayor prosperidad, hasta que puesto Alderete en el empleo de justicia mayor pudo descansar en el patriotismo y en las luces de este hombre de confianza, para volver toda su atencion á la meditada empresa contra la Araucania.

Tenia entonces en su compañía unos doscientos y veinte Españoles, y esperaba con impaciencia los que del Perú debian llegar de un momento á otro; mas viendo que el arribo se retardaba, y llena su imajinacion de los trofeos que en aquel su empeño traia de antemano recojidos, dejó una guarnicion de treinta peones y veinte caballos para defensa de la ciudad, donde se acababa de levantar un fuerte hecho de piedra y de adobe; y él con ciento y veinte caballos y cincuenta infantes se dirijió hácia el Biobio, cuyo paso cumplió á favor de balsas, y muy cerca del embocadero. Ocurria esto á mediados de febrero de 1551. Como hubo pasado aquel rio, siguió su movimiento por la parte de la costa (1), empeñando de cuando en cuando varias escaramuzas con los Indios de Lincoyan, entre quienes no habia órden ni arrojo; y así llegó, por fin, sin el menor accidente al rio Cauten (2).

(1) No dice Valdivia cual camino tomó. Autores hay que suponen fue por los llanos, es decir, por Angol Pureu cuando otros aseguran haber ido por Arauco y Tucapel; este es nuestro parecer tambien, y este fue el que asentó Ercilla.

(2) Hoy llamado el Imperial.

En 1544 habia visto Pastene esta localidad y reconocido su importancia; pero esta vez fue tan del agrado de Valdivia, que al instante resolvió poblarla, comenzando con la villa llamada Imperial, distante unas siete ú ocho leguas del mar, y puesta en el mismo recodo que forma el rio de las Damas, al perderse en el Cauten. Para que no peligraran los habitantes de esta nueva poblacion se construyó inmediatamente un fortin mucho mejor acondicionado y defensable que el de Penco; hecho lo cual se emprendieron varias correrías por las inmediaciones para asegurar paz en los Indios, ó alejar del pais los que parecieran dispuestos á la guerra. Asombrado quedó desde luego el gobernador reparando la inmensa poblacion que aquellos lugares encerraban; la jente era numerosísima aun en los puntos mas retirados, fue, pues, causa para que Valdivia proyectara al instante sacar de aquí las ricas encomiendas con que queria remunerar los importantes servicios, el mérito de aquellos de sus compañeros mas distinguidos; pero lo adelantado de la estacion, y la continuidad de las lluvias, hubo de desviarle del repartimiento ya comenzado, dedicándose á mirar por las necesidades de los cuarenta individuos que habian de formar la base del pueblo Imperial, á quienes se les dieron los terrenos necesarios así para fundar, como para abrir sus chácaras, y los Indios que habian de cultivarlas. Encomendóles Valdivia se mantuviesen sumisos y obedientes al jefe que les dejaba, y cuanto importaba el que guardasen un honroso comportamiento; y en seguida marchó para la Concepcion con ciento y treinta hombres, á cuyo punto llegó el 4 de abril de 1551.

Grande fue el gozo de los habitantes de la Concepcion al ver llegar al gobernador, y con señaladas prendas de

cariño le recibieron, porque durante su ausencia habian sido muy vagas, muy inciertas las noticias que de la expedicion y sus resultados se adquirieran, mas que confiados en la prudencia y en la habilidad del jeneral, atendieran tranquilos al porvenir y fomento de un pueblo que prometia ventajas de mucho importe. Mayores adelantos hicieran aquellos nuevos colonos si la inconstancia natural de los Indios no les dejara poco menos que abandonados á sus propios esfuerzos, siendo esto causa para que á la llegada del gobernador, todavia se vieran muy atrasados los trabajos dirijidos á la construccion de los monumentos públicos; aunque merced. á su índole activa y emprendedora, luego se dió por concluida la iglesia, así como una sala donde los concejales habian de celebrar sus juntas siempre que fuera de atender á la solucion de negocios concernientes al procomunal. Trató ademas Valdivia de granjearse la amistad de los caciques, pero sin dejar de fortificar mas y mas la villa, pues no habia que fiar mucho en las palabras de los naturales.

Dos meses de tarea en beneficio público llevaba ya gastados, cuando recibió una misiva de S. M., y carta, dos dias despues, del capitan Francisco de Villagra que con doscientos soldados, y cuatrocientos caballos y yeguas recojidos en el Perú, habia llegado á las Pampas inmediatas á Santiago, y deseaba se le dijese si debia, ó no, pasar incontinenti á Chile. El capitan Diego Maldonado, que venia acompañando á Villagra, se arrestó á pasar las cordilleras en lo mas duro del invierno con ocho hombres solamente, y él fue quien entregó la carta á Valdivia, no menos que el portador de la respuesta, con que se puso en camino diez dias despues,

I HIS: ORIA.

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