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que Jerónimo de Alderete marchara á desempeñarle. La eleccion no pudo ser mas acertada, porque en Alderete habia actividad, valor y sano criterio; así es que con sesenta hombres escojidos de entre los que Villagra habia traido del Perú caminó para las cordilleras, y en marzo de 1552 levantó contra las márjenes del lago Mallalavquen la villa llamada Villa-Rica, en razon de los preciosos mineros de oro que allí se vieron.

Mientras que Alderete se ocupaba en poblar este nuevo pais, el gobernador activaba cuanto podia el fomento de su nueva ciudad, resuelto á ponerla tal cual conviene á una plaza militar, que la naturaleza quiso, ciudadosa y liberal, hacer desde luego fuerte y resguardada. Envidiosas ya las naciones del continente europeo, al ver cuantas y cuan ricas provincias gozaba España en las Américas, deber era de los jefes de aquellas conquistas el atender à la conservacion de sus posesiones, y defenderlas de los indijenas constantemente en pugna por arrebatárselas, como de los extranjeros que vinieren á invadirlas, y para contra estos no hay duda que la bahía de Valdivia prestaba grandes ventajas. Es, por decirlo así, la puerta de todo el mar del sur, y podia servir de punto de reunion á cualquier armada que las circunstancias guiaran hácia aquellas rejiones, ó de abrigo á la que huyendo de un revés ó contratiempo viniera á refujiarse en ella. Conveniente, por lo mismo, que Valdivia persiguiera con tanto empeño utilizando los importantes recursos que la naturaleza le ofrecia, y de los cuales precavido se armaba contra el porvenir, fundando su ciudad en medio de dos budiales que la tenian resguardada, y dotándola con mayor número de moradores que en las otras ciudades dejara, si exceptuamos la de Santiago.

Impaciente tambien de examinar el interior del pais, y acercarse mas al estrecho de Magallanes, emprendió un nuevo reconocimiento con una corta escolta para defenderse, en caso de ser acometido, pero hízolo en direccion del sur, y por un camino ante el cual debiera postrarse toda ambicion de conquista por muy exajerada que se suponga, porque era, en efecto, intransitable. Sin embargo, Valdivia siguió impávido su resolucion hasta que al fin dió en la risueña y rica vega de Daglipulli, y despues á orillas del rio que hoy se llama Bueno (1 (1), cuya corriente no osó atravesar, antes caminó agua arriba hasta la laguna de Ranco, visitándola en casi toda su circunferencia; tomó el camino de Huiti, y entró de nuevo en Valdivia, tras poco mas de un mes de ausencia. No fue larga su permanencia en este lugar, porque queriendo que Alderete pasara en comision á España, y concluir durante el invierno los reglamentos administrativos de la capital, solo se detuvo unos dias para dictar varias providencias, al cabo de los cuales se ausentó dejando cien colonos (2), y pasando con la demas jente á Villa-Rica en la cual le esperaba su alentado capitan.

Con minucioso cuidado estudió el gobernador el trazo ó diseño que Alderete tenia dispuesto para aquella poblacion, y ya se veian dentro algunas casas; pero parecióle el punto desnudo enteramente de miras que la es

(1) Pretenden varios autores que Valdivia llegó en esta ocasion hasta el archipiélago de Chiloe, y que visitó parte de él: es falso; no pasó el rio Bueno; desde aquí se encaminó hácia la cordillera, y regresó á Valdivia en cuanto recorriera la inmensa laguna de Ranco.

(2) El cabildo de Valdivia envió al rey de España, con fecha 20 de julio de 1552, una relacion de los servicios del gobernador; y en ella se dice que el número de los moradores era doscientos; pero preferimos quedar en ciento, que ciento señala el mismo Valdivia en una de sus cartas.

tratejía toma siempre en cuenta, mas necesarias entonces, cuanto mayor era el peligro, y las fuerzas de resistencial mas cortas y mas aisladas. Cambió, por lo mismo, de lugar asentando su colonia alli donde el lago Mallalavquen presta su caudal al rio Tolten; pasó algunas semanas dirijendo los trabajos de construccion, determinando los terrenos para cada uno de los cincuenta colonos que en este pueblo habian de quedar; dióles tambien los Indios necesarios á su servicio, y como hubo nombrado un ayuntamiento entre los sujetos mas dignos y capaces, se puso en movimiento para Imperial, atravesando despues las llanuaras de Lumaco y las de la costa sobre las cuales levantó los tres fortines de Puren, Arauco, y Tucapel, en mejor defensa de las nuevas colonias, y mayor seguridad de sus recíprocas comunicaciones; cumplidos estos trabajos marchó á la Concepcion.

A fines del invierno de 1552 ya estaba el gobernador en Santiago, preparando el viaje de Alderete á España, á donde tantos comisionados habia enviado, entre ellos á su pariente Alonso de Aguilera, siempre en la idea de hacer comprender al gobierno de S. M. la importancia de las conquistas, para que acudiera de un modo directo y activo á la prosperidad de las colonias. Alderete era muy á propósito para semejante mision, porque desde que Valdivia salió del Cusco no se habia apartado de su lado; tenia vistas todas sus empresas, desempeñando los primeros empleos civiles y militares, y por tanto, un perfecto conocimiento de las necesidades, como de los vicios de cada una de las administraciones; y con esto, á mas de serle fácil el dar cuenta fiel y circunstanciada del estado del pais, todavia podia indicar aquellos me

dios de que convenia echar mano para mejorar la posicion. Era, pues, tan útil cuanto oportuno el que hiciese este viaje, cuyos resultados pudieran ser satisfactorios; así es que Valdivia, apeteciendo dar salida á este intento, se puso á escribir una memoria para el gobierno español, donde con harta prolijidad pintaba todo cuanto ofrecia Chile, sus recursos, y el porvenir que debian prometerse los Españoles en él establecidos. Así dispuesto, le entregó á Alderete una crecida suma de dinero para sus particulares encargos, y ademas todo el oro que por razon del quinto real se hallaba en las arcas de la tesorería. Los ayuntamientos de las nuevas poblaciones, fiando en las nobles prendas y buenos deseos de aquel comisionado, y seguros tambien de que los habia de servir con celo, le dieron competentes poderes, y una suma de trece mil pesos fuertes, para que solicitara y obtuviera de la corte de Castilla las demandas que cada uno de aquellos expuso por escrito; y como todo pareciera corriente y arreglado hacia el setiembre de 1552, Alderete se despidió de su esposa, pasó á Valparaiso acompañado del gobernador y de varios oficiales y amigos, en cuyo punto se embarcó para Lima en un bajel que, á decir de Herrera, acababa de traer algunos alquiladizos á Chile.

Regresó el gobernador á Santiago y emprendió sin tardanza todas cuantas reformas administrativas aconsejaban el estado de la sociedad, y las lecciones de la experiencia. Comenzó ante todo por ver como habia de traer los Indios al cristianismo, como apartarlos de los caprichos, de la pasion tal vez brutal, á que una soldadesca inmoral, atrevida, orgullosa é intolerante solia darse, aun en presencia de sus propios jefes, sin que estos osaran reprimirla; y al efecto, dispuso con el ca

bildo ciertos acuerdos relativos al servicio de los naturales. En ellos se establecia que nadie podia cargar en un Indio mas de dos arrobas, ni cojerle, ni obligarle á que le siguiera en viaje á no ser de los de su propia encomienda. Como existiera entre ellos la bárbara costumbre de matarse unos á otros, á instigacion de sus adivinos, allí llamados ambicamayos, se acordó que de vez en cuando recorrieran los jueces el pais á fin de acabar con las horribles ceremonias de los ambihechos, castigando severos á los que se empeñaran en mantenerlas. Cuidó ademas del aumento y mejora de los tambos, como que por ellos tenia la capital relaciones abiertas con los demas pueblos de la provincia; revisó las ordenanzas de economía y órden social; y por fin volvió á pensar en la sumision de nuevas tribus, porque en Valdivia la pasion de las conquistas era ya una necesidad, dominaba todas las demas, se convertia en frenesí, imponia silencio á todo otro deseo, y en el alma de aquel hombre se aglomeraban de tal suerte los proyectos, parecian todos tan elaborados, y tan factibles, que no habia sino pasar á la ejecucion por débil que fuera el destello de la esperanza que los recordara.

Francisco de Villagra hubo de notar admirado, durante su permanencia en las Pampas al regresar del Perú, que aquel pais era sumamente vistoso, acomodado, y rico; ya se supone cuanto esta noticia ensancharia el corazon del gobernador, y si la recibiria con sobrado entusiasmo; en verdad que muy natural era pensar en esta conquista, porque extendiéndose ya los límites de su gobierno hasta el Tucuman, parte de aquel pais, preciso se hacia reconocerle con mayor ó menor detenimiento, puesto que los establecimientos sitos en la Araucania

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