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mociones, se hizo mar adentro con cuanta dilijencia pudo, para asentar de una vez el imperio de su única voluntad.

Lejos ya de la costa, comenzó á revolver en su mente las nuevas tierras que su gratitud pensaba ofrecer rendido á los pies de los bienhechores monarcas; recuerdo halagüeño que le hacia olvidar los pasados desaires, no cuidando sino de despertar en el corazon de sus súbditos la confianza y el contento: cosas muy necesarias, en efecto, al logro de su atrevida empresa, pero no fáciles de imprimir en pechos, unos arrancados violentamente de su pais, otros sin fe en los supuestos resultados.

Pronto fue ocasion para que se aumentaran los temores. El timon de la Pinta no pudo resistir á la braveza del olaje, y aunque la habilidad de Martin Alonso paró con dilijencia el peligro, no fue de tanta duracion el remedio que dejara de hacerse indispensable el acostar á las Canarias, para reponerse en estado de continuar el viaje.

Cerca de un mes se detuvo la expedicion en estas islas, lisonjeándose Cristoval poder apresar en ellas algun bajel de mejor servicio que los suyos, porque autorizado estaba para ello; pero viendo frustradas sus esperanzas, y temiendo la desercion de los descontentos, ó acaso su ya meditado sublevamiento, lo cual le pusiera en la necesidad de abandonar un plan que tantos años le traia ocupado, y cuyos resultados distinguia con entera evidencia, aceleró la reparacion de la Pinta, corrijió el velámen de la Niña, para que de este modo pudiera ir de par con las otras dos carabelas, y se apartó de Canarias el 6 de setiembre.

No tardó en mirarse surcando la embravecida frente del majestuoso océano, ante el cual yacian postrados el aliento, y la intrepidez del navegante. Guiábanle á Colon su exquisito instinto, y el convencimiento de que al oeste existian las famosas Indias orientales, y bastaba eso para mantenerse sin ningun jénero de inquietud; mas no podian compartir sus compañeros esa seguridad, máxime recordando, como recordaban, que toda una corporacion de sabios, sobre haber tildado de ridículas y absurdas las presunciones del célebre piloto, le habian declarado insano; cuya injuria todavia le echaban en cara algunos de sus súbditos. Temor, desesperacion, he ahí lo que reinaba en todos los ánimos, sin que las promesas de gloria y de riqueza, con que se pretendió halagarlos, pudieran templar su inquietud.

La presencia de un mastelero que asomó barbeando las aguas, resto sin duda de algun antiguo naufrajio, fue señal de los primeros rumores de indisciplina, aunque sin el carácter de gravedad que en breve tomaron. Notóse en seguida que el extremo de la saeta no norteaba exactamente, como ocurria en todas las demas aguas conocidas, sacando, por consecuencia de esta irregularidad, que el iman perdia su virtud avanzando hacia el oeste ; que era por lo tanto impracticable la navegacion, y que la esquadra no tardaria en verse perdida en la inmensidad de aquel desierto piélago.

No era infundada la suposicion entónces ante un fenómeno desconocido, cuyas causas no alcanzaran tampoco las esmeradas luces de Colon; pero atento siempre este á disipar temores, procedió con acertada presteza diciendo que semejante anomalía, negativa en apariencia, no provenia de la aguja, ántes, al contrario, de la

estrella polar que, debiendo marcar un círculo en derredor del verdadero polo, no podia guardar punto fijo; esplicacion injeniosa que los marineros aceptaron satisfechos, y casi convencidos del gran talento astronómico de su jefe.

Tras estos y otros incidentes que de vez en cuando comprometian la suerte de la expedicion, algunos surjian tambien que la ponian esperanzada, hasta el caso de creer en un pronto y feliz resultado; ordinaria alternativa de la vida humana, por entre la cual marchara el impávido Colon al cabo de su viaje, ora usando, con prudente reserva, de su autoridad; ora recordando la de su soberano; ora, en fin, descendiendo afable á templar impaciencias, á reprimir amagos de rebeldía, harto pronunciados ya entre muchos descontentos, que á toda costa y riesgo querian dar vuelta á España.

Vez hubo que, ansioso de despertar ambiciones, y con ellas entusiasmo, llamaba la atencion de su jente con la detallada reseña de las admirables curiosidades relatadas en los viajes de Marco Polo; cuyas curiosidades prometia poner ante sus ojos; cuidando siempre de esplicar en otras, el misterio de los repetidos fenómenos que por primera vez venian á llenar de asombro, y de sobresalto, el corazon de aquellos hombres: así es como solia contener la tempestad, marchando hácia su objeto cada dia mas comprometido.

Ya por fin, quiso la fortuna que se dejaran ver algunas aves tenidas entre los marineros por terrestres. Aumentábase el número de dia en dia, hasta que dieron en bajar con solazosos revuelos en torno de las naves, contra cuyos bordos tambien se habian arrimado varias madejas de finas, frescas, y verdorosas yerbecillas; infié

rese cual seria el alborozo que provocó tal accidente. No puede estar muy distante ese tan deseado suelo, y todo el mundo corrió entusiasmado para ver hácia que punto le ofrecia el horizonte, y ganar así la renta de los diez mil (1) maravedís, que el rey Fernando prometiera á quien primero anunciara tierra; promesa justa y de importancia para la expedicion, aunque con el inconveniente de agriar la impaciencia del marinero, porque sabido es que el horizonte pinta muchas veces en alta mar la imágen verdadera ya de rocas, ya de islas, ya de cordilleras, allí donde no hay sino un conjunto de nubarrones de celaje atierrado.

Este fenómeno, comun á inmediacion de los continentes, se presentó por primera vez á vista de Martin Alonso, con tales visos de realidad, que no pudo menos de exclamar¡ Tierra! ¡ Tierra!... Voz de consuelo á que toda la tripulacion respondió com indecible algazara, acrecentándose esta despues que el ilustre jefe, ilusionado tambien, como todos los demas, y lleno del celo relijioso que le distinguia, hubo de arrodillarse, y entonar, en accion de gracias y de reconocimiento, el Gloria in excelsis Deo.

Esta engañosa pintura, que se mantuvo hasta perderse entre las sombras de la noche, hizo que cada cual se creyera salvo de nuevas zozobras y peligros, y que deseara, con entusiasta anhelo, la venida del aurora para saltar en tierra; ajenos todos de presumir que solo pareceria la primera luz para hundirlos en el lleno del dolor, tanto mas terrible, cuanto era violento el comun sentir de satisfaccion y de alegría.

(1) 117 pesos fuertes.

Huyó, en efecto, la noche; con ella la tierra deseada, y las venturosas esperanzas que su apariencia hiciera nacer; porque no quedaron sino muy remotos recuerdos de un sueño de placentera ilusion, contra el sentido extremo de haber de continuar en incierta derrota, entre nuevas dudas, y nuevos recelos.

Como quiera, con sobrada frecuencia se dejaba oir ya la voz ¡ Tierra! mas por el vivo anhelo con que se apetecia, que por el premio de los diez mil maravedís ; pero como ese tránsito inmediato del contento al dolor, de la esperanza al despecho, debiera determinar, en último caso, el mas terrible desaliento en la tripulacion, y aconsejarle un alzamiento que frustrara todo resultado, acudió el jefe á remediar aquel abuso, declarando sin derecho a la renta quienquiera que anunciase tierra, si al cabo de tres dias no se presentaba de un modo evidente; medida que impuso mucha reserva en los marineros, reprimiendo tambien las diversas conmociones que tan comprometida ponian la suerte de la expedicion.

No por eso dejaba de asegurar el ilustre Genovés que el viaje seria ya de corta duracion, porque tal era su íntima fe, y anunciaba estas promesas con un semblante de confianza y de verdad que todos sus súbditos se inclinaban á creerle: desgraciadamente este efecto era instantáneo, sin que se pueda estrañar en hombres tantas veces engañados, que desesperaban por lo mismo del porvenir, á pesar de tantos presajios de que testigos fueran; ántes no querian ver en ellos, si tal vez los recordaban, sino unos objetos fatídicos que los arrastraban á despecho suyo á la sima del insondable é hiperbólico océano.

Y contra tanta ansiedad todavia tendian involunta

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