Imágenes de páginas
PDF
EPUB

CAPITULO XXII.

Regocijos públicos á causa de la victoria de Tucapel. Lautaro nombrado vicetoquí. — Medios con que los caciques presumen mantener las ventajas de triunfo. Discordan en pareceres. Saben que un refuerzo de Españole viene de Puren; los atacan y los fuerzan á retirarse. - Prepáranse para la guerra. Destino que da Caupolican á sus tropas.

(1554.)

Celebraron los Araucanos su completa victoria con fiestas públicas á que concurrieron ancianos, mujeres, niños, y cuantos tomaron parte en aquella memorable jornada. Lautaro era el héroe de esta como apoteosis. Sentado en medio de los sangrientos trofeos amontonados en aquel lugar segun bárbaras costumbres de aquellos Indios, recojia las felicitaciones que á los señalados servicios rinde presuroso y pródigo el bien sentido reconocimiento. Caupolican sobre todo le colmaba de alabanzas, de bendiciones y de honras, apellidándole mas de una vez salvador de la patria, el héroe, el único capaz de sacarla de la dominacion de aquellos ruines extranjeros, para lo cual le nombró en el acto vice-toquí, no obstante su tierna edad; cuyo hecho aplaudió entusiasta toda la asamblea.

En tanto que las masas daban salida á su extremado contento en todo jénero de diversiones, aquellos personajes en cuya posicion descansaba el porvenir del pais, se apartaron á un lugar solitario para convenir en medios propios á no dejar estéril el triunfo que celebrando estaban. En sentir de unos era el carácter de sus compa

triotas muy mas á propósito para defender que para ofender, y parecíales por lo mismo sumamente cuerdo el mantenerse en la Araucania. Pretendian otros que lo mejor era marchar contra Santiago, y estrechar al enemigo de tal suerte que en la precision de abandonar el suelo chileno se reconociera. De este parecer era el turbulento Tucapel, que tan acalorado en sus discursos como en sus proyectos extravagante, ni le parecia mucho el ver á su patria libre de enemigos; ni era gran cosa ir á exterminar los que el Perú ocupaban, y por lo menos convenia caminar á atacarlos hasta en el mismo seno de la apartada Castilla. Grandemente confiados y gozosos acojieron este plan los infinitos Indios, que con la invasion española fueron á asilarse en la Araucania, furiosos como estaban contra sus opresores, y no fue pequeño el número de los atrevidos Araucanos que le apadrinaban, porque á todo esto conducian los recientes sucesos; pero ni el valiente Caupolican, ni el entendido Colocolo se ilusionaban con rebatos momentaneos y pasajeros. Con mas cordura, y por lo mismo, sin la temeridad que el atolondrado Tucapel, veian lo mucho que importaba el obrar con exquísita circunspeccion cuando se trataba de un enemigo, no menos formidable en sus armas, que en el arte con que de ellas servirse sabia; y ciertos de que convenia abandonar toda idea de conquista, y atender solo á la seguridad del pais, propusieron que era menester contentarse con atacar, y si se podia tomar, los pue-blos y fortalezas fundadas en la Araucania, demoliéndolas despues para que ningun medio de seguridad, ni punto de reunion quedara á los audaces extranjeros. Muchos fueron los caciques que combatieron este parecer, sin duda el mas prudente de todos, porque los tenia su

mamente preocupados la fogosa y elocuente persuasiva de Tucapel; siendo esto orijen de acaloradísimas discusiones de que naturalmente surjiera otra vez la desunion entre los jefes, á no ocurrir la llegada de uno de los Indios de la division de Lincoyan, entonces apostada en el desfiladero de Tagelboru, con la noticia de que los soldados de Puren venian á atacarlos; pues este accidente hizo presentir el comun peligro, y repuso la armonía entre los mandarines.

Ya se ha visto, en efecto, que Valdivia, antes de salir de Concepcion, habia pedido al jefe de Puren catorce soldados que en las inmediaciones de Tucapel habian de unirse al gobernador. Fuera neglijencia, ú otro motivo que nadie conoce, es solo cierto que Juan Gomez de Almagro no fue muy expeditivo en el cumplimiento de aquella órden, pues tardó dos dias en salir de Puren con el destacamento que se le habia pedido. Como ninguna noticia tuviera de lo ocurrido con Valdivia, marchaba Almagro con su jente confiado, y sin recelo alguno, pero al llegar á la tribu de Illicura se vió envuelto por un cuerpo de Indios que Lincoyan y Huancon capitaneaban. Empeñóse la funcion y Huancon pereció en ella; tambien de los Españoles murieron varios, y acaso sufrieran mayor descalabro si Almagro, que habia quedado á retaguardia con cuatro hombres, no corriera á la defensa de los demas. Dispersos estos Indios, continuaron los Españoles su ruta con gran cautela, y con cuanta vijilancia era menester; y allegados á una corta distancia de Tucapel, se les presentó el mismo Indio enviado á Valdivia desde Puren, para anunciarle como se iban á ejecutar inmediatamente sus órdenes. Llenó de pena y de descaimiento les contó este mensajero fiel la muerte del

I. HISTORIA.

19

gobernador y sus soldados, y el loco entusiasmo con que era la victoria celebrada en el campo de los salvajes. Tan desastrosa novedad fue causa para que Almagro pensara en tornar aceleradamente á Puren, á donde llegó con solos siete hombres, porque los otros siete perecieron en los diferentes empeños á que los Indios los forzaran en el tránsito. No quedó mucho tiempo en aquella plaza; lo crítico de las circunstancias, y la revuelta jeneral de los indíjenas, hicieron que fuese á refujiarse en la Imperial (1). Tambien la guarnicion de Arauco sintió al instante la necesidad de retirarse, bien segura desu impotencia para resistir á las armas victoriosas de aquellos bárbaros, y pasó á Concepcion, que permanecia entonces casi despoblada.

Atentos anduvieron los Araucanos á fin de que el acontecimiento de Tucapel no sonara en parte ninguna, porque como su modo de guerrear solo se funda en el ardid y en la sorpresa, eran guardadores del secreto en sus empresas, hasta tal rijidez, que no diremos una traicion, pero ni sospecha de indiscretos se ha de suponer en ellos. Mas como con la refricga de Tagelboru, y con la retirada de los Españoles á Puren, ya no pudieran mantenerse callados los hechos, comprendieron que sus enemigos no dejarian de concurrir á lidiar denodadamente para castigar el reciente desbarato, y que era menester

1 Aunque sin ningun documento auténtico con relacion á este suceso, no hemos querido acojer lo mucho que de él cuenta Ercilla en el canto 4o de su poema. En esta parte vamos con los historiadores de mas conciencia. Ercilla asienta los nombres de los catorce militares de quienes acabamos de hablar: Juan Gomez de Almagro, Pedro Gonzalez Córdova, Gonzalez, Fernandez, Vergara, Peñalosa y Castañeda, los que tuvieron la dicha de volver á Puren; Leonardo Manrique, Cortés, Maldonado, Diego Garcia, Escalona, Córdova y Pedro Niño, los que acabaron sus dias en los diferentes reencuentros habidos con los Indios.

disponerse á la defensa. Entraron, pues, en los preparativos con cuanta actividad muestran siempre las tribus guerreras, y en breve se vieron en aventajadas posiciones, desde las cuales podrian fácilmente defenderse.

El jóven, y ya célebre, Lautaro con diez mil hombres escojidos ocupó la montaña de Marigueñu; Lincoyan volvió con cuatro mil al desfiladero de Tagelboru, para obstruir el paso entre Puren y Angol; el indómito Tucapel tomó por su cuenta la guarda del camino de Cayucupil, que conduce á la Imperial, y aunque solo llevara tres mil soldados, fiaba tanto en su valentía y en su arte para inspirársela á las tropas, que acometiera desde luego á los Españoles, sin miedo á sus terríficas armas, sin cuenta ninguna en el mayor ó menor número de ellos. Estos tres jefes, así encargados de guarnecer las principales veredas por donde el enemigo pudiera transitar, no debian cerrar el paso, al contrario, mantenerse con la jente en zalagarda, dejando que aquel entrara en el pais hasta que atacado en todas direcciones se saliera cortandole la retirada á sus establecimientos. Por lo que hace á Caupolican, en Tucapel y vecinas tribus. quedó acampado con Colocolo, quien siempre le siguió dando los preciosos consejos que la edad y la experiencia acertadamente sujieren.

« AnteriorContinuar »