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CAPITULO XXIII.

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Se divulga en la Concepcion el fatal descalabro de Tucapel y la muerte de Valdivia. Dolorosa impresion que en los habitantes causa esta novedad. Comunicacion del suceso al cabildo de Santiago, y demanda de socorros. Disposiciones de este cabildo. - Rodrigo de Quiroga gobernador interino, contra lo dispuesto en testamento de Valdivia. Insurreccion de los Indios Mapochos sufocada. Caminan algunas fuerzas en amparo de la Concepcion. Concurre á esta ciudad Francisco de Villagra, y en entrando se le nombra gobernador. Resuelve este jefe vengar la muerte de Valdi

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- Llega con su jente hasta Tucapel sin impedimento.

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Retrocede.

Se empeña con los Indios en Marigueñu y sale roto. Vuelve á Concepcion en un estado lastimoso.

Los habitantes todos huyen, y se encaminan á

Santiago.

(1554.)

De la feroz matanza ocurrida en Tucapel solo dos Indios lograron salvarse, los mismos que el 2 de enero de 1554 comunicaron á los moradores de la Concepcion el infausto fin del gobernador y de su jente, llenando todos los corazones de angustia y de terror. El sentir fue tremendo. No habia en la ciudad quien no contara entre las víctimas un padre, un marido, un hermano, un pariente, y sobre haber menester de llorar la pérdida de objetos tan queridos, inquietos presumian tambien que en breve se mirarian á merced de aquellos insulares á quienes la victoria hiciera mas audaces, mucho mas insolentes y feroces. Si al menos quedado hubiera con vida el gobernador, ni el dolor fuera tan intenso, ni el desaliento tan exajerado; habia corrido ya grandes riesgos la colonia, y de todos salieron triunfando la sagacidad y el valor de Valdivia; con presencia de este infortunado jefe

los Españoles se contemplaban dichosos, tranquilos, seguros, mas que se acordaran tal cual vez de que en derredor suyo no parecian sino masas de encarnizados enemigos; pero la muerte de aquel ilustre caudillo fue la que apagó todas las esperanzas, la que llenó al pueblo de luto y de consternacion.

Su lugarteniente don Francisco de Villagra traia bien ganada la reputacion de activo, de valeroso soldado, y de hombre de capacidad; pero luce poco el mérito cuando el prestijio con que se ha de ir á las grandes empresas falta. Ni tampoco se hallaba Villagra en Concepcion entonces, antes se mantenia inmediato á Rio Bueno, ocupado en fundar la villa Santa Marina de Gaete, y, por tanto, en la imposibilidad de correr á la defensa de los moradores de aquella despavorida poblacion, con la urjencia que se hacia preciso. Esperar en socorros de las otras colonias sitas en la Araucania, tampoco se podia, porque el ejército indio tenia cojidos todos los pasos; de cuatro bajeles que poseian los Españoles, bastantes quizá para salir en aquella ocasion del inmediato peligro, andaban los dos mayores en el reconocimiento del archipiélago de Chiloe, y de la costa que corre hasta el estrecho de Magallanes; de suerte que si grande era el conflicto, los temores muchos, el dolor imponderable, y hubo que recurrir al cabildo de Santiago con anuncio de los acontecimientos, y requiriéndole viniese á la guarda y defensa de los colonos de Concepcion, con la mayor dilijencia.

Con medidas de prudente precaucion entró el ayuntamiento de Santiago, así como le llegara aquella tan desconsoladora noticia. La gobernacion estaba entonces á cargo de Rodrigo de Quiroga, sujeto que, con su afa

bilidad y esmerado porte, tenia conquistado el afecto de todos sus conciudadanos, y que, considerando oportunas las circunstancias, trató de ver como salir nombrado gobernador de Chile, hasta tanto que S. M., ó la real audiencia de Lima, proveyesen. No fue vano su pensar. Los concejales entraron sin esfuerzo en las miras del pretendiente, y como el 11 de enero de 1554 ya viniera el procurador síndico Santiago de Azoca, con formal propuesta, el acuerdo fue unánime, pareció de necesidad absoluta para la seguridad del pais, y por consiguiente Quiroga hubo de prestar en este mismo dia el juramento de lei, y verse proclamado gobernador con manifiesto gozo de los habitantes que concurrieron casi todos á firmar el acta de su eleccion.

El antiguo virey del Perú, don Pedro de la Gasca, habia facultado á Valdivia para nombrar sucesor interino á su gobierno de Chile. Valdivia, en uso de estas facultades, tenia hecho su testamento con designada persona llamada á sucederle; este documento fue depositado en una arca de tres llaves, cada una de las cuales quedó en manos de los tres primeros majistrados de Santiago. No era el llamado Rodrigo de Quiroga, mas del contenido del testamento no se tuvo noticia hasta el dia siguiente al en que salió nombrado aquel, y los concejales presumieron que nada convenia ya como el cuidar de que no se descubriese el secreto. Por tanto su resolucion fue que nadie pronunciase palabra alguna sobre la disposicion testamentaria de Valdivia, y que todo aquel que hubiese menester de escribir á personas fuera de la ciudad, presentase antes su carta á uno de los concejales, sopena de pagar mil pesos fuertes de multa, y perder la mano derecha.

De nada sirvió esta extremosa medida. Valdivia habia dejado en el archivo del cabildo de Concepcion una copia auténtica de su testamento, cuando con la última expedicion marchó á la muerte, y de consiguiente el silencio se hizo imposible, porque los concejales de esta poblacion, con mejor fe que los de Santiago, ansiosos de conocer y respetar la postrer voluntad de su gobernador, ya que le supieron muerto, pasaron á abrir en solemne forma la escritura, cuyo contexto era que recayese el gobierno interino de Chile en Jerónimo de Alderete; este ausente, en Francisco de Aguirre, y en su defecto en Francisco de Villagra; con obligacion el que fuere de tomar por suyas cuantas deudas el testador hubiere contraido para atender á las necesidades y al fomento de la colonia.

De todo esto se tuvo noticia en Santiago el 18 de enero, pero no por ello dejó Quiroga de proseguir en sus disposiciones gubernativas, antes atendió á todo cuanto las circunstancias con mas imperio reclamaban. Sabedores los Mapochos de lo acontecido en Tucapel, y deseosos de romper tambien el yugo de aquellos aborrecibles extranjeros, saliendo de su dominacion, se aprestaron al alzamiento, y los sintómas de su intentona hasta las inmediaciones de Santiago allegaron; pero marchó contra ellos muy á tiempo el capitan Juan Jofré, que contuvo á los revoltosos, castigó á los caciques é Indios que mas culpables parecieron; aunque verdad es que no se recobró un órden perfecto, pues que el gobierno tuvo que andar en adelante receloso no solo con los Indios, si tambien con los Yanaconas, de quienes por necesidad habia que servirse.

Como presumiese el nuevo gobernador lo mucho que

convenia el notificar á todos los ayuntamientos lo dispuesto por el de Santiago, dando sucesor al difunto Valdivia, determinó que Fernando de Aguirre pasara á la Serena con comunicacion de aquella acta; y los capitanes Gaspar Orense, y Francisco de Riveros, fueron enviados á Concepcion, con muchos caballos, pero muy pocos soldados, pues faltó tiempo para reunir mayor número. Estos capitanes habian de reclamar al cabildo de Concepcion uno de los cuatro buques anclados en la bahía de esta ciudad, para con él elevar á conocimiento del soberano y de la real audiencia del Perú lo que con motivo de la muerte de Valdivia acababa de resolver.

Así, mientras que los Españoles del norte de Chile luchan entre el temor y el recelo de una insurreccion jeneral de los Indios, los que habitan el sur yacen postrados, abatidos ante el doloroso recuerdo de que la tea incendiaria los tiene cercados, y en medio de salvajes así de sacudidos cuanto es grande su feroz audacia. La guarnicion de Puren ya se habia retirado á la Imperial, y con el relato de sus infortunios, y de sus inminentes riesgos pasados, en tal manera consternó el ánimo de aquellos débiles colonos, que como por encanto se propagaron terror y desaliento, alcanzando á todos los demas pueblos.

En cuanto á Villagra, allá le dejamos ocupado en la fundacion de una nueva colonia al sud de Rio-Bueno, y espera impaciente la llegada de Valdivia para atravesar de nuevo las Cordilleras, y ponerse en busca del mar del norte, que, segun decian los naturales, estaba muy inmediato, y al este de la soberbia sierra; debiendo ser por tanto de suma importancia para el comercio futuro de aquellas provincias.

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