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el punto de derecho; mas como importaba que en aquel lance se vieran aquellos jueces á parte de toda influencia, por que pareciera el fallo con absoluta é independiente libertad, se dispuso pasasen á bordo de un bajel, en donde se mantendrian hasta dejar sentada su opinion. Así se verificó despues de haber jurado solemnemente los letrados en la iglesia, y sobre los santos evanjelios, que procederian segun conciencia y la mas desinteresada justicia, y Villagra, que se conformaria sin réplica al fallo de los sabios lejistas.

Salieron estos para Valparaiso en setiembre de 1554, acompañándolos hasta dejarlos á bordo el alcalde ordinario Francisco de Alderete, los rejidores Rodrigo de Arana y Francisco Ribero, el capitan Juan Bautista Pastene y tambien Alonso de Escobar; y los letrados comenzaron el exámen de todos los antecedentes relativos al caso en cuestion. Sobrado quisieran ellos poder pronunciarse definitivamente en favor de una de las partes interesadas, y sacar con esto al pais de la mortal incertidumbre en que le traian despues de algunos meses, ya los levantamientos de los Indios, ya la inquieta agonía de las provincias del sur, ya en fin la ajitacion de los ánimos en las del norte; y causa era esta, en verdad, para acelerar el dictámen, y atribuir el poder con toda su fuerza á uno de los dos pretendientes, para que con urjencia diese cara á las necesidades del dia; pero su carácter tibio é irresoluto alargó la discusion, dieron oidos á la prudencia, saliendo por fin y postre con que Francisco de Villagra debia marchar inmediatamente en socorro de las ciudades Imperial y Valdivia, y que si en el trascurso de siete meses, es decir, en abril de 1555, no tuviera S. M. provista la plaza de gobernador de

Chile, viniera el cabildo de Santiago en nombrar al dicho Villagra, con preferencia á Francisco de Aguirre.

Llegó á Santiago ese dictámen. El 4 de octubre recibió cuanta publicidad requeria, y á la mañana siguiente Villagra, aunque no muy satisfecho de los lejistas, convocó á los concejales á su propia morada para decirles que, pues se habia resuelto deber concurrir al socorro de las ciudades de la Araucania, era preciso que el tesoro le ministrase los caudales necesarios, dispuesto como estaba á presentar tales fianzas cual correspondiesen á la cantidad que se le diera; y que ademas convenia se le proclamase sin espera ninguna gobernador y capitan jeneral de Chile, pues si (y esto en tono de absoluto imperio) en el término de una hora no lo veia así cumplido, la fuerza le pondria en el lugar que demandaba.

que

La altanería y presuncion en requerimiento de un título

al cabo no se le tenia negado, revolvió el brioso orgullo de aquellos concejales, quienes denodados respondieron se conformase con lo proveido, como así lo tenia ofrecido con juramento, protestando contra toda otra resolucion; y pues se miraban allí « opresos y sin libertad, » conveníales retirarse al lugar de costumbre para sus deliberaciones, donde deslindarian la gravedad de semejante negocio.

Justa era esta resolucion y no habia motivo para que Villagra pretendiera estorbarla. La junta aquella carecia de la conveniente legalidad; los votos de los concejales andaban entre el imperio de la intriga y el de la violencia, y por lo mismo con razon se hubiera podido argüir de nulidad el resultado. Sinembargo no se paró Villagra en estas consideraciones; dada ya sin embozo la medida de sus descos, y confiando en la cooperacion

de sus tropas para hacerlos triunfar, repuso en nombre de S. M.: «Que debian nombrarle; i luego incontinenti » el dicho señor jeneral mandó á muchos caballeros i >> soldados que estavan fuera en la sala que entrasen » dentro en el dicho aposento, i en presencia de todos » ellos dijo que él se hace recibir por fuerza en este ca» bildo i que para le dar favor é ayuda para ello los >> manda entrar como han entrado: i luego muchos de ellos, i especialmente el maestre de campo Alonso de » Reinoso, i Juan de Figueroa é otros muchos dijeron » que ellos i los demas vienen á dar favor é ayuda para » que se haga recibir el dicho señor jeneral, i hacer lo » que les mandare como su capitan jeneral i justicia » mayor; i luego los cabildantes lo recibieron contra sus » voluntades, protestando i tomando por testigos los sol» dados i caballeros que estavan presentes (1). »

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Bien comprendió Villagra la incongruencia de vestir un título tan intempestivo, y arrancado de un modo demasiado violento; mirándole por lo mismo como nulo, se dirijió de nuevo al ayuntamiento con razones y argumentos en que se pintaban los males que eran de temer para el pais si Aguirre llegara á venir contra Santiago, en viéndole con sus tropas entretenido en pacificar la Araucania; pero como su estudiada persuasiva, y sus palabras mañosas, se estrellaran en la severa y tenaz resolucion de aquellos funcionarios, salió ordenando á sus secuaces fueran á proclamarle capitan jeneral y justicia mayor, dándose desde entonces en busca de cuanto creyó convenir para marchar á la defensa del Imperial, Valdivia y Villarica, privadas de comunicacion con las

(1) Acuerdo del cabildo del 4 de octubre de 1554.

colonias del norte. Acudió con este objeto á la tesorería, en solicitud de caudales, y como se le negaran hizo pedazos las arcas, recojiendo trescientos ochenta y ocho mil seiscientos veinte y cinco pesos, que encerraban, y que empleó en prest y equipo de ciento ochenta soldados con los cuales emprendió su expedicion (1).

(1) « E como no le socorrimos, se hizo recibir por fuerza en esta ciudad por >> capitan jeneral é justicia mayor, diciendo servir á V. M. en ello. Un dia esta» vamos en la fundicion quintando, i entró dentro con ciertos hombres é nos >> requirió le diesemos el oro que estava en la caja real, é nosotros se lo defen» dimos con requerimientos é apelaciones para ante V. M. E non embargante >> esto nos quebrantó la caja é forciblemente, sin poderlo nosotros resistir por » estar como estaba poderoso, sacó de la caja real 338625 p. diciendo así con» venia al servicio de V. M., con los cuales hizo ciento i ochenta hombres con » que fue á socorrer las dichas ciudades; somos informados que su ida hizo » mucho fruto porque à no ir se perdieran las dichas ciudades. » (Carta de los tesoreros de Santiago Arnao, Separra Ponce de Leon, Juan Fernandez Alderete, y A. Albarez, dirijida á Carlos V el 10 de setiembre de 1555.)

CAPITULO XXV.

Noticia Lautaro á Caupolican el triunfo de Marigueñu.

cepcion y la incendia.

toqui.

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Marcha contra ConSu regreso á Arauco, á donde habia concurrido el Asamblea jeneral de los Indios. Opiniones encontradas acerca Caupolican con treinta mil soldados sobre la Imperial Da diez mil á Lautaro encomendándole el asedio de Valdivia. Corre Villagra á defender esas dos ciudades. - Rechaza á los Indios, y asienta sus armas en Arauco y Tucapel. - Estragos de la viruela.

de la guerra.

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( 1554 á 1555. )

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Envanecido Lautaro en cuanto se mirara rodeado de tantos trofeos como en la famosa batalla de Marigueñu recojiera, causando á los Españoles pérdidas tan considerables y tan sensibles, por lo mismo que no era fácil repararlas, ya no pensó sino en despachar emisarios al toquí Caupolican, con cargo de noticiarle el reciente. triunfo, y como se determinaba en busca de otros con que la fortuna parecia convidarle. Con singular actividad y presura reunió de nuevo sus huestes, y habiendo llenado con guerreros de probada habilidad las plazas de mando que la muerte arrancó de sus filas en la sangrienta refriega, marchó contra Concepcion para cargar segunda vez á su enemigo, y no dejarle descanso, posicion ni abrigo alguno en el suelo de la Araucania. En llegando á orillas del rio Biobio, se le anunció que los habitantes de aquella ciudad, atribulados, llenos de espanto y de zozobras, huian presurosos unos por mar, otros por tierra, sin dejar jente que la colonia defendiera; cuya noticia aceleró la marcha del jeneral araucano, que no

I. HISTORIA

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