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presentar en el dia del santo el real estandarte en que salieron bordadas de oro las armas de la ciudad, y en su cima la imágen del apóstol á caballo; cuya ceremonia quedó desempeñada en la tarde del 24 del mismo mes (1). Entró ademas en contrata con Francisco Galvez para echar un puente sobre el Maypo á unas cinco leguas de la ciudad de Santiago, y con Garcia de Aviles que se propuso construir por dos mil quinientos pesos otro puente de madera de algarrobo sobre sus correspondientes tajamares; proyectos utilísimos pero que no tuvieron efecto por entonces.

Ya en esto se estaba en el mes de octubre, y como el nuevo correjidor se mirara con fuerzas para pasar á favorecer las colonias de la Imperial y Valdivia, tan estrechadas del enemigo durante diez meses de repetidos ataques y de asaltos valerosamente rechazados, dispuso y cumplió su salida de Santiago el 27, no sin haber dejado unida al libro del cabildo su disposicion testamentaria (2), por si en la empresa que iba á acometer viniera á serle adversa la fortuna.

Cuales hechos de armas pudo cumplir Villagra en el trascurso de esta expedicion cosa es que no anda averi

(1) « Diciendo los alcaldes desde una ventana al alferez que estaba en la >> calle : - Este estandarte entregamos á V. md., señor alferez de esta ciudad » de Santiago del nuevo extremo, en nombre de Dios i de S. M. nuestro rey i » señor natural, i de esta ciudad, i del cabildo, justicia i rejimiento de ella, » para que con él sirvais á S. M. todas las veces que se ofreciere. Y el dicho >> capitan Jofre dijo que así lo recibia i prometia de hacerlo i de lo cumplir, i >> lo recibió á caballo, i se fueron todos juntos con otros caballeros acompañán» dole á la iglesia mayor, á donde oyeron vísperas, i despues de acabadas tor»> naron á cabalgar, i anduvieron por las calles de esta ciudad hasta que vol>> vieron á la casa de este capitan á donde se quedó el estandarte. » (Cabildo.)

(2) Así consta por testimonio que del hecho dió el escribano del cabildo Pascual de Ybaceta.

guada; consta de los apuntes oficiales de los cabildantes, que así en el 7 como en el 14 del mes de diciembre, se dió cuenta en pleno concejo de cartas de Villagra en que se le avisa haber logrado rechazar á los sitiadores, obligándolos á levantar el sitio de ambas poblaciones, y como aquel correjidor continuaba castigando á los Indios, siempre con éxito feliz; pero en el 21 del propio mes pareció Villagra en Santiago, porque como se llegara á decir que el marqués de Cañete, virey nuevamente llegado al Perú, iba á nombrar ó tenia ya nombrado un gobernador para Chile, hubo de desagradarle una noticia tan poco conforme con los servicios que al pais habia prestado, y abandonó la campaña, queriendo desnudarse de su autoridad en la misma capital (1).

Tambien llegó á oidos del cabildo y de los moradores de Santiago esta anticipada resolucion del virey, y ya veremos en su lugar cual causa tuvo ; así es que si bien fue recibido Villagra en la capital con públicas demostraciones

(1) Esta expedicion de Villagra en socorro de la Imperial y Valdivia todos los historiadores la trasladan al año de 1557, siendo resultado de ella la salvacion de aquellas dos colonias, y la derrota de Lautaro. Conformes iremos en este punto, solo que Villagra no cumplió una, sino dos empresas, segun resulta del libro del cabildo, y de un manuscrito que merece toda nuestra confianza. Se asienta que el cabildo de Santiago ya tuvo el 5 de noviembre de 1556 noticia de que los Araucanos á las órdenes de Lautaro andaban en la jurisdiccion de aquella capital; y que en consecuencia fue comisionado para salir contra el enemigo, segun unos Godinez, segun otros Altamirano, y de cualquier modo obligados un ú otro á retroceder con pérdida en tres reencuentros consecutivos que con el joven vice-toquí tuvieron. Todos esos son hechos de necesaria y rigurosa reforma. Los cabildantes dispusieron, en efecto, el 5 de noviembre que Diego Garcia Altamirano saliese á castigar á los Indios sublevados que andaban robando en los términos de la ciudad, y sin serlo pudo muy bien decirse que eran los Indios de Lautaro, contra quienes no fue aquel capitan, sino Pedro de Villagra. El mismo contexto del capítulo en que vamos á entrar será una prueba patente en pro de la opinion que aquí defendemos, y quedarán destruidos todos esos asertos con que se confunden nombres, fechas, y operaciones militares.

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del alto aprecio á que sus hechos militares y sus prendas personales le hacian acreedor, todavia no fue para muchos un desahogo, antes un motivo de verdadero pesar, reparando cuan poco habia de durarles el prudente go

bierno del hombre á quien en aquel instante se dirijian festejos, parabienes y una aclamacion jeneral.

CAPITULO XXIX.

Quiere invehir el toquí á Lautaro, y este, escocido, le llama á nuevas empresas. Acéptalas Caupolican. Lautaro con selscientos Araucanos hacia el Maule, y llega á fortificarse en Peteroa con unos tres mil auxiliares mas. — Caupolican pone cerco á la Imperial con diez mil Indios. Lincoyan asedia á Valdivia con igual número. — Temores de las ciudades sitiadas. — Miguel de Velasco, gobernador de la Imperial, avisa á Villagra del peligro que corren las colonias del sur. — El correjidor sale con cien caballos para la Imperial. - Deja treinta á su maestre de campo Pedro de Villagra para que se mantenga á la vista de Lautaro. Este jefe pierde su atrincheramiento, y se aposta á orillas de Rioclaro. - Levanta el campo y le asienta de nuevo en Peralilio. El corregidor hace que los Indios se alejen de las ciudades sitiadas. Vuelve con cuarenta caballos contra el campo de Lautaro. — Le sorprende al romper del dia. Reñido combate. Desiertan los auxiJiares de Lautaro.-Muere este y sus seiscientos compañeros.-Villagra triunfante en Santiago.

(1556-1557.)

Como el éxito no respondiera á las promesas y seguridades con que el jóven Lautaro promovia la dilatada y penosa campaña que tan sin fruto mantuvieron los Indios ante los muros de Valdivia y la Imperial; como tambien viera el toquí que las armas españolas llegaran por fin á socorrer las colonias, contra la protesta que las provincias hicieran de levantarse y obstruir el paso al enemigo, fue caso de cruzarse algunas palabras entre aquellos dos arrestados jefes, si no con la necesaria acrimonia para llevar á sus corazones un funesto y recíproco encono, ajeno en todo caso de dos capitanes tan cumplidos y tan perfectamente hermanados, por lo menos, vistiendo cuanta expresion bastó para despertar el amor propio del jóven Lautaro, y traerle á empeños siempre

audaces, siempre tales cual suele aconsejarlos un valor sin límites, una ufanía exajerada, un patriotismo de envidiable temple, de probado desinterés.

Habian mentido los Promaucaes á su palabra, y ¿qué importa esa deslealtad? Lautaro se ofrecia á castigarla, y lo que es mas á romper con la ciudad de Santiago, si necesario fuere, á impedir por lo menos que las armas castellanas volvieran al auxilio de los establecimientos meridionales, y esto con solos quinientos soldados que se le dieran, á tal condicion que Caupolican habia de volver contra Valdivia y la Imperial, y una vez arruinadas estas colonias, venir con su ejército á donde el jóven caudillo se hallara, para emprender juntos la destruccion de la capital de Chile (1).

Como Caupolican tenia sobradas pruebas del arresto de su lugarteniente, y que en tratándose del exterminio de sus opresores, en cada pecho araucano ardia la temeraria llama que tanto ajitaba y consumia el alma tierna del joven vice-toquí, de contado entró en las arriesgadas proposiciones que se le hacian, disponiendo que á su antojo escojiera aquel los soldados demandados, y marchase al desempeño de su empresa, en tanto que él por su parte acabara la que contra las ciudades del sur se le propuso de nuevo.

Poco tiempo gastó Lautaro en la eleccion de los guerreros que habian de seguirle, y acaso menos de lo que deseara , por apartarse cuanto antes de un ejército que á voz en grito pedia ir á esta campaña, teniéndose por

(1)

Yo juro al infernal poder eterno,

Si la muerte en un año no me atierra,
De echar de Chile el español gobierno
Y de sangre empapar toda la tierra.

(ERGILLA, canto XII.)

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