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mirar en posicion de medirse con los Indios, envióles una tan acertada rociada de balas que llenó de pavor las masas, no tanto por el destrozo que causarles pudiera, cuanto que cojidas de improviso llegaron á presumir que les ofendian tropas de refresco, allegadas en auxilio de las que encerradas y vencidas suponian, y este fatal error les inclinó á una precipitada fuga, sin que de nada servieran los esfuerzos con que Caupolican (1) quiso traerlos á la pelea.

Cuando Reinoso notó que las crestas de aquellos montes quedaron sin jente ofensiva, reunió sus soldados y saltó al centro del convoy sobre los crecidos grupos de Araucanos que en saquearle se entretenian, despues de haber dado muerte á varios Indios de carga venidos de la Imperial, y á algunos Españoles que escoltándole iban; pero si bien pudo recobrar gran parte de ganados y de efectos, y tambien vengar en los mas descuidados las sensibles pérdidas que traia experimentadas, la escabrosidad del terreno permitió al mayor número salvar sus vidas, encrespándose de corrida en los bosques, con buen carguío de víveres, y otros despojos con que poder llamarse vencedores, á mayor título que vencidos. Así es que de esta funcion, ocurrida el 20 de enero de 1558, ninguno de los dos bandos debió salir muy

(1) Los autores no dicen cual fuera el jefe de esta expedicion, y respecto á Caupolican cuentan que cuando en Talcamavida supo que por su culpa y desmedida codicia, perdieran los cuatro mil Indios un lance en que debieron perecer todos los Españoles, la indignacion le llevó hasta el extremo de un ejemplar castigo en algunos de los capitanes que á aquella funcion asistieran. De nuestros documentos resulta que el toquí en persona se halló en esta batalla, y creible nos parece ya que de antemano tenia el triunfo de ella en un ardid, y que tanto ha menester de un triunfo para reponer su deslucida reputacion en el pais; pero castigó á varios de sus súbditos, porque le desobedecieron y huyeron del lugar de la escena.

satisfecho; sin embargo celebráronla mucho los Indios, y no la cantaron con menos estrépito, algazara y pompa los Españoles, aunque en realidad debíase á su milagrosa salvacion un desahogo, y al acierto del jóven gobernador en el envío de Reinoso, un tributo de jeneral alabanza y público deporte: todo ello comenzó, en efecto, con la llegada de los osados é infatigales conquistadores á la ciudad de Cañete, en el lastimoso estado que sorpresa semejante es de suponer (1), y con pérdida de diez à doce Castellanos, cuyos nombres nos faltan (2).

(1)

Al rumor de atambores caminando,

Con buena guardia y diestros corredores,

Llegamos al real todos heridos,

Donde fuimos con salva recibidos.

(ERCILLA, canto xxvIII de la Araucana.)

de

(2) De esta reñida funcion guardaba testimonio fehaciente la familia de los Figueroas, vecinos de la Concepcion y descendientes de Nuño Hernandez, en cuyo nombre se pasó á prueba de tribunales en 1568, conviniéndole justificar haberse hallado en la referida refriega.

CAPITULO XXXV.

Pasa don G. Hurtado á la Imperial.

Da en esta ciudad órdenes para que

Hace que

se solemnize la proclamacion de Felipe II por rey de España. Martin Ruiz de Gamboa con ochenta lanzas vaya á reforzar la guarnicion de Cañete. Ataca el toquí Caupolican esta nueva colonia, y sale derrotado. Ercilla y Pineda condenados

- Fiesta de la proclamacion en la Imperial.

Los capita

á la decapitacion. Reforma de esta sentencia en destierro. nes Juan Ladrillero y Cortes Ojea salen de Concepcion con dos bajeles por órden de don G. Hurtado en busca del estrecho de Magallanes. - Resultado desastroso de la expedicion. El gobernador marcha por tierra hasta dar vista á Chiloe ó archipiélago así llamado. Julian Gutierrez reconoce una de las islas. - Don Garcia Hurtado retrocede y puebla en Curucavi la ciudad Santa Marina de Gaete, dándole el nombre de Osorno. Reinoso en Digahue y le destroza enteramente.

puede con Villegas.

vez.

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-

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Caupolican ataca á

Sitia á la Concepcion y no Vuelve Reinoso contra el toqui y es deshecho segunda

- Marcha Caupolican contra la Imperial y corre á los Españoles de don García Hurtado hasta encerrarlos en la ciudad. Asaltos valerosos que aco

mete, y su retirada á Tucapel.

(1558.)

Pocos dias se detuvo el gobernador en Cañete, porque viéndola ya medianamente abastecida con lo que de la batalla de Cayucupil se logró salvar, y deseando cortar algunos abusos y demasías que en las colonias del sur comenzaban á cometerse, remitió el correjimiento de los establecimientos de Tucapel al capitan Reinoso; y se encaminó para la Imperial, donde fue recibido con lucido aparato y jeneral satisfaccion, oyéndose aclamar libertador del pais, y restaurador de las armas castellanas.

Llevabaya consigo el gobernador una real cédula en que se le encomendaba la proclamacion oficial de don Felipe de Austria por rey de España, á virtud de renuncia que de la corona en él hiciera su padre Carlos, cuya provi

sion mandó el virey del Perú al paso de los bajeles San Luis y San Sebastian que con víveres, algunos útiles y vestuarios, se le mandaron desde el Callao á don G. Hurtado, para que con mayor desahogo y comodidad pudiera continuar la campaña.

Como la ceremonia de la proclamacion fuera una novedad para aquel pais, el gobernador quiso hacerla motivo de festejos y recreaciones públicas, y despachó por consiguiente las oportunas órdenes, asentando que el 7 de abril era el dia en que las ciudades habian de cumplimentar el proveido, aclamando por su rey y soberano dueño al señor don Felipe.

Entre tanto que los Españoles se daban á preparativos con que subir de punto su contento, otros muy diferentes revolvia en su imajinacion el toqui, à la sazon apostado en Talcamavida. Sabiendo este caudillo que el jefe español habia pasado á la Imperial, no dejando en los estados de Tucapel sino las fuerzas justamente necesarias para presidiar los fuertes, y la escasa guarnicion entre que contaban los moradores de la nueva Cañete, despachó aceleradas órdenes por todo el ámbito del pais con apellidamiento á las armas para dar por tierra con los establecimientos referidos, comenzando por la ciudad. Era incurable erronía la que gobernaba ya todas las facultades del atrevido toquí, en tratándose de desbaratar á su enemigo, y como ahora le ve desmembrado, un crimen le pareciera el mantenerse inactivo.

Con todo, la reunion de estos guerreros diseminados en Arauco, en Tucapel, en Puren, en Catyray, y en otros puntos, no fue tan sijilosa, ni tan acelerada como al caso convenia; antes llegó con tiempo á oidos del jóven gobernador, y perspicaz, tanto como activo, compren

dió que los Araucanos iban á cargar en su ausencia contra Tucapel, por lo que sin pérdida de momento hizo

que

Martin Ruiz de Gamboa con ochenta lanzas corriera al socorro de Cañete.

Llegó este cabo á la ciudad, cuando ya andaba el toquí reconociendo la parte que por mas flaca y ventajosa le pudiera ofrecer un favorable resultado; y la vista del refuerzo español no dejó de sobrecojerle é irritarle, porque á preveer su venida, él hubiera cuidado de atajarla; pero alcabo fiando en su brio, en el de tantos y tan distinguidos capitanes como le acompañaban á la cabeza de diez mil soldados, todos ellos muy curtidos en la guerra, mantuvo su proyecto de atacar resueltamente á Cañete, disponiendo sus líneas de suerte que mientras ciertos cuerpos habian de despachar sus tiros contra la jente que coronase los muros del fuerte impidiendo los aproches, otros concurririan con leñas y fajinas á allanar el foso, otros debian poner fuego á los maderos que formaban el rebellin, otros, en fin, tentarian el asalto, si acaso no encontraran medio para el completo desmonte de la fortaleza; porque á esto y á mucho mas adelantaba la presuncion de aquellos inocentes adalides, quienes sin mas armas que sus macanas y toscas picas, cosa fácil creyeran el escalamiento de la mas recta y empinada roca.

Prevenido estaba Alonso Reinoso para repeler el ataque, y acertadas eran las disposiciones que habia dado para que, tras el cierto y seguro rechazo en que á su enemigo habia de poner, la caballería diese las sañosas y brutales cargas que de costumbre habia hecho, no perdonando vida, ni respetando leyes que la clemencia y la jenerosidad tienen dictadas en las naciones cultas, en favor del vencido.

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