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CAPITULO VII.

Vuelve Colon á la Española, y encuentra en ella á su hermano Bartolomé. Batalla de la Vega con los naturales. Regresa Colon á España y emprende su tercer viaje. Descubre el continente.Insurreccion de Roldan. Aporta Bobadilla á la Española, encargado de informar cual era el estado de la colonia. Pone preso al almirante, y le envia á España, con una cadena al pie, para que comparezca ante los monarcas. Imperfecto desagravio contra tamaño ultraje. Cuarto y último viaje de Colon. Sus tribulaciones. Su muerte.

Apenas entrara Colon en Isabel cuando se le anunció la desercion del ingrato jeneral Margarita, la del irascible é intrigante Boyl, y de la mayor parte de sus implacables enemigos, que todos reunidos habian dado vela para España. Comprendió el almirante las consecuencias de tan innoble proceder, que pusiera en inminente riesgo su ya tan resentida salud, á no concurrir, para atemperar la pena, el arribo de su hermano Bartolomé, tras doce años de pesarosa ausencia. Muy satisfactorio fue para Colon este inesperado suceso, porque sobre dilatar en su atormentado pecho los tiernos afectos de la verdadera fraternidad, le procuraba un hombre de toda su confianza, de nobles y raras virtudes, tan hábil en la naútica, como versado en la administracion, y, por tanto, capaz de cargar con gran parte de sus tantas y tan laboriosas tareas; siendo de no menos precio y utilidad para la colonia, que para el jefe de ella; porque, consecuente y ríjido, sin dejar de ser hidalgo, precisamente se habia de captar el amor de los colonos, asegurándoles un porvenir que la veleidad de su hermano Diego amenazaba comprometer.

En efecto, confiósele el cargo de adelantado (1), y descansando en su prudencia, pudo el almirante marchar contra los naturales, declarados ya en abierta hostilidad, y que habian atacado el fuerte de Santo Tomas, irritados del continuo merode de la tropa, que la fuga de Margarita dejára sin jefe, y alentados tambien con la ausencia de aquel. Midieron sus fuerzas las dos naciones en el punto llamado la Vega, pero aunque muy superiores en número, pronto cedieron los Indios á las terríficas armas de los Españoles, declarándose en completa derrota, y, al cabo, viniendo al campo castellano en busca de un perdon, que no les fuera otorgado, á no comprarle con la solemne promesa de contribuir cada individuo, y por trimestres, con una cantidad de oro en polvo equivalente al valor de cinco pesos fuertes (2) poco mas ó menos, ó, en su defecto, una bala de veinticinco libras de algodon. Este fue el oríjen de un tributo que todos los Indios conquistados tuvieron que pagar despues á los monarcas españoles.

Mientras que, á favor del tino y de los desvelos del adelantado y del almirante, recobraba la isla la paz de que tanto habia menester, los maldadosos desertores descorrian ante la corte de España un triste y espantoso cuadro sobre el estado de la colonia, hasta lograr de los reyes los competentes poderes para que pasase un tal Aguado á tomar conocimiento de los negocios, y correjir abusos y vicios de la autoridad administrativa.

Ya otra vez habia hecho Aguado este viaje, y debia al almirante muy distinguidos favores; pero ingrato hasta el punto de declarada enemiga, se presentó ante su protec

(1) Gobernador político y militar.

(2) Hoy, que el oro tiene mas precio, puede valuarse aquel tributo en unos quince pesos.

tor, con ese ruin entono que visten los necios, desde que se ven con facultades cuya trascendencia no sabe medir su presuntuosa vanidad. No por eso se descompuso la natural moderacion, ni la gravedad del almirante, solo que reconociendo la trastienda, y la dañada intencion, con que se trataban asuntos de tanta monta, tomó al instante el partido de pasar á la península, cuyos soberanos le acojieron de nuevo con pruebas de particular aprecio.

Con verdad, y elocuente persuasiva, dió el almirante cuenta á sus reyes del estado mas ó menos aventurado de la colonia, notando causas, y arguyendo razones que descubrian un porvenir mas venturoso; sometiendo de paso á la réjia consideracion una multitud de objetos preciosos, de raras curiosidades, y gran cantidad de oro, producto de una mina que acababa de ser descubierta; pero si este proceder, si el lenguaje de la sinceridad y de la franqueza debilitó la prevencion que á los reales pechos la calumnia llevara, no logró borrarla enteramente; y si los reyes resolvieron otra expedicion, solo fue porque estaban convencidos del provecho que habia de reportar á la corona la adquisicion de nuevas posesiones.

Tenaz fue el empeño con que los implacables enemigos de Colon, armados de celos, de intrigas y de perfidia, promovian obstáculos, dificultades y embarazos, para que no se realizara esta tercer empresa, manteniéndola entorpecida hasta el 30 de mayo de 1498, en cuyo dia pudo dar la vela el infatigable Genovés, al cabo de veinticinco meses de residencia en la península. Componíase la escuadra de seis naves, tres de las cuales marcharon con provisiones á la Española, y el almirante con las otras tres hácia el sud-oeste, rumbo tal cual apartado del de sus precedentes viajes. Preocupados entónces los ánimos con la

supuesta existencia de un fuego permanente en las regiones de la zona tórrida, cuya opinion alcanzaba mayor peso á medida que mas adelantaran las naves hácia los trópicos, porque se sentaba el sol de tal manera que sobre hacer molestísima la navegacion, maleaba considerablemente los mantenimientos; y como por otra parte se reconocieran los marineros en medio de unas aguas nunca visitadas, se manifestó al instante una inquietud y un descontento general. El almirante, á quien traia postrado despues de algunos dias una accesion de gota, hubo de precaver mayores resultados inclinándose en direccion de la Española, cuyo incidente le llevó á una nueva tierra que llamó isla Santa, para caer, despues de haberla costeado durante algun tiempo, contra el curso de un caudaloso rio que le hizo presumir la existencia de un gran continente; y no fue cálculo aventurado, pues se veia en el Orenoque, cuyas aguas bañan la tierra conocida con el nombre de Paria, al nordeste del América del sud.

Sin duda hiciera este inesperado suceso que Colon marchara investigando hacia el ecuador, pero los escesivos calores habian averiado casi todos los víveres, y debió continuar su viaje para la Española, donde aportó á fines del mes de agosto.

Lamentosa era la situacion de la colonia transportada ya, en virtud de órden de su jefe, sobre las márjenes del Ozensa. Carecia de toda especie de municiones; una faccion terrible y numerosa luchaba contra las disposiciones del gobernador Bartolomé; y el taimado, cuanto temerario Roldan, á mas de fomentar la anarquía en los suyos, la propagó tambien entre los isleños ya declarados libres y exentos de todo tributo; de suerte que si á costa de grandes esfuerzos pudo llegar Colon á que la ley fuera de

nuevo acatada, á pique estuvo su estrella de eclipsarse, arrancándole todo el prestijio de autoridad sobre aquellos hombres que un imprudente cálculo tomara para pobladores, siendo los mas de ellos galeotes, bandidos, y gentes de lo mas corrompido y soez que en España hubiera.

Por otra parte, el ahinco frenético con que perseguian la ruina del almirante sus encarnizados enemigos, le denunciaba á la corte como un tirano, un ambicioso, un traidor, cuyos calumniosos epítetos venian á confirmar las repetidas quejas de las turbulentas facciones de la colonia, y aun de los soldados, resentidos tambien porque se les debia el pré de algunos meses. Tantas y tan repetidas acusaciones hicieron que Fernando y su magnánima esposa recordaran como, en efecto, el almirante habia mostrado tal cual vez un jenio irritable, y aun andado descomedido con un funcionario público en cierta ocasion; no fue menester mas para que, movidos de un espíritu de humanidad y de justicia, nombraran un nuevo comisionado con encargo de inquirir los motivos de las últimas revueltas, y la conducta del gobernador.

Cupo esta importante y delicada mision á Bobadilla, juez y parte en el asunto; quien despues de haber tomado consejo del pérfido Fonseca, y hecho buen acopio de cargos sobre que apoyar sus meditadas hostilidades, pasó á Santo Domingo, donde con encrestada impudencia, y con atropellamiento de los límites de sus facultades, y por consiguiente de la ley, arrestó á Colon, le despojó de todos sus bienes, y le envió á España con una cadena al pié, sin concederle el consuelo de sus hermanos Diego y Bartolomé, que fueron puestos en distinto buque, como en testimonio de que la ferocidad de Bobadilla aun no

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