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CAPITULO VIII.

El Portugués Vasco de Gama se hace célebre logrando doblar el cabo de Buena Esperanza. Desleal conducta del rey Fernando. El famoso D. Diego de Ojeda emprende su viaje de descubrimientos acompañado del Florentino Américo Vespucio. Don Diego Colon, hijo del inmortal almirante, recobra judicialmente los empleos y prerogativas de su padre. Pasa al gobierno de su colonia seguido de varias de las principales familias de España. Diego Velazquez conquista la isla de Cuba. Ponce de Leon somete la de Puerto Rico, y da con la Florida. Descubrimiento del Yucatan por don Vicente Yañez Pinzon, y Juan Diaz de Solis. Balboa se apodera del gobierno de Darien. Descubre el mar del Sur. Es nombrado adelantado de este mar, y gobernador de Panamá y de Coyba. Muere en un cadalso. Francisco Pizarro se propone descubrir y conquistar el Perú. Recházanle los naturales. Segunda tentativa no menos desgraciada.

Afanosos andaban ya los Españoles tras nuevos descubrimientos, aun ántes de la muerte del señalado Colon, y muy atentos para asentar un réjimen colonial en bases regulares y uniformes; pero no era menor el celo con que los Portugueses rejistraban las playas occidentales del Africa, donde su intrepidez y su constancia habian adquirido una prodijiosa extension de costas, desde 1412 que comenzaron estas arriesgadas expediciones; verdad es que todavia permanecia postrado su arrojo ante el célebre é imponente cabo Tormentoso, que así le llamó su descubridor Diaz, y que el rey Juan II puso de Buena Esperanza, respondiendo á la que él alimentara, de que por allí pasaria un dia á las grandes Indias, tan apetecidas de todo el mundo.

No quiso la muerte que este príncipe realizara su atrevido proyecto; estaba sin duda reservada la ejecucion para su entendido sucesor Manuel el afortunado, que, envidioso de tantos descubrimientos como los Españoles alcar

zaran, aprestó una escuadra, á las órdenes del célebre Vasco de Gama, cuya probidad, honradez y lucido saber hacian muy merecedor de tal confianza. Esta expedicion dió la vela en julio de 1497, siguiendo constantemente el derrotero del sud, pero ni anduvieron escasos los peligros, ni faltaron duras penalidades, sin que por eso desalentara la entereza de Gama, ántes se mantuvo logrando doblar el terrible cabo, arrimar á la ciudad de Melinda, y en seguida á Calicut, cuyos naturales parecieron en un grado de civilizacion, sino increible, por lo menos desconocido hasta entónces.

Admirada dejó á toda la Europa la noticia de tan inesperado suceso, cuyas consecuencias desde luego debió temer el comercio de Venecia y de otros puntos, aunque no con tanto pesar como hubo de sentir el ambicioso Fernando, porque presumió que concurria para frustrar todos los resultados de sus nuevas adquisiciones, que tan gravada tenian á la corona. No así pensaron los navegantes españoles, sobre todo los antiguos compañeros del inmortal Cristoval, que vieron en aquel descubrimiento un nuevo y poderoso estímulo muy conforme con su sed de adquirir riquezas, disponiéndose por lo mismo á rivalizar en esfuerzos con sus vecinos los Portugueses; porque ya llegó el amor propio á punto de saber de quien á quien seria el mayor número de las tierras desconocidas, y el primero que habia de llegar á las Indias por el camino mas llano y mas corto, el que Colon habia trazado.

No habia que apelar á las arcas públicas para la ejecucion de estas nuevas empresas; las guerras civiles y estranjeras habian dejado exausto el tesoro, y las rentas de la corona eran en aquel tiempo escasas así es que cada cual se propuso hacer este jénero de viajes á sus

propias expensas, prometiendo al gobierno una no mala parte de los beneficios que rindiesen; pero no era admisible la propuesta en presencia de la relijiosidad del convenio existente entre el rey y el almirante, y solo la deslealtad de un Fernando, que quebraba su palabra siempre que á su interés conviniera, pudo aceptarla mandando que se otorgaran letras patentes por el ministerio de Fonseca, á cuantos las solicitasen con aquellas condiciones.

El primero á quien cupo esta gracia fue don Alonso de Ojeda, cuyas proezas y audacia quedan ya consignadas, y como algunos armadores y mercaderes asociados le aviaran un bajel, dió vela el 2 de mayo de 1499, en compañía del Florentino Américo Vespucio, hombre de algunas luces, sobre todo en la cosmografía. A vuelta de este viaje, Américo publicó en España una relacion donde por primera vez se vieran señalados los usos y costumbres de los habitantes de los remotos paises, no menos que la majestuosa perspectiva de estos; y preciso es que eso le valiera la gloria de dar su nombre al nuevo mundo, porque causó mucha sensacion en toda la Europa; como quiera, el tiempo ha sancionado esta honra, y la ingratitud la deja correr.

Don Pedro Alonso Niño, y don Vicente Yañez Pinzon, ambos pilotines en el primer viaje del ilustre Genovés, y el segundo muy recomendable por la jenerosidad con que

él

y sus hermanos acometieron aquella memorable empresa, obtuvieron tambien de Fonseca las respectivas patentes, y pasaron al nuevo mundo, como Ojeda, en el propio año de 1499; pero estos y otros viajes que la sórdida avaricia provocara, no fueron de gran provecho para los especuladores, como no sea el de Niño, que reportó algunos beneficios; no trayendo los demas sino relaciones

mas ó menos exajeradas de los nuevos descubrimientos, y la esperanza de un brillante porvenir de gloria y de intereses para las futuras expediciones.

Ni hubo menester de mas, porque ese hipo de la ambicion humana penetró en todas las clases de la sociedad, haciendo que concurrieran á las esquadras que en los puertos se preparaban, esta tras una ideal granjería, aquella ansiosa de gloria, y la de mas allá en busca de maravillas y portentos, que cebo habia para todos los deseos.

Crecido era el número de los exploradores que la emulacion, el entusiasmo y la codicia pusieron á vista del nuevo mundo, aunque pocos á expensas del gobierno, porque el comercio y algunos fúcares flamantes surtian y empeñaban casi todas aquellas empresas, estimulados eficazmente por el mismo Fernando, como quien comprendia cuantas ventajas habian de reportar á la corona. Fue pues preciso dar mayor ensanche á la administracion dividiendo en dos gobiernos la parte conocida del continente, y formando en ella varios establecimientos, cuya resolucion vino á premiar el talento, la actividad y bizarría de don Alonso de Ojeda, encargándole uno de aquellos dos gobiernos; siendo el otro para don Diego de Nicuesa, hombre no menos digno de esta gracia, diestro cual ninguno en todo jénero de ejercicios, alentado en las peleas, donairoso y galante en la sociedad. Por desgracia hubieron de enemistarse estos dos nobles aventureros, y no rindieron las colonias el fruto que de ellas debió esperarse.

Don Diego Colon, hijo lejítimo del almirante, habia emparentado con las familias mas distinguidas de la España, casando con doña María de Toledo, hija de don Fernando de Toledo, primo carnal del rey, y hermano del duque de Alba; pero, ni podia permanecer ocioso

ni quiso tampoco ver por mas tiempo descontados los pactos convenidos entre el rey y su padre, saliendo á reclamar los títulos y dignidades que á este pertenecian, por la via judicial; y como los tribunales pronunciaran en su favòr, no tardó en pasar á la Guadalupe, sino el tiempo que hubo menester para atraerse un séquito de caballeros, de señoritas y de personajes, que, con él y su ilustre esposa, llevaron á las nuevas poblaciones un fausto, un esplendor cual nunca se viera.

Mucho habia ya prosperado la colonia, porque Ovando, sobradamente inhumano para con los Indios, fue para los colonos harto equitativo y justiciero, llevando el celo hasta sentar algunos pueblos en Puerto Rico, y hacer que Sebastian de Ocampo visitase Cuba, que fue desde entónces declarada isla verdadera. Por tanto, en este teatro de accion permanente, no habia de quedar sin parte el nuevo gobernador don Diego Colon, ántes determinó nuevas exploraciones, é hizo que Diego Velazquez con trescientos hombres fuese á la conquista de Cuba, que en verdad no fue difícil, ni dispendiosa. Tambien Ponce de Leon habia sometido ya la isla de Puerto Rico, pero como este hombre, tan acaudalado como emprendedor, se sintiera poseido de un irresistible entusiasmo á cada uno de los descubrimientos que sus compatriotas anunciaran, armó tres bajeles, y seguido de otros muchos aventureros se empeñó en una expedicion para la parte norte del continente americano, que, tras no pequeños riesgos, le hizo hallar la Florida.

Tampoco fue mezquina la fortuna con los que guiaban por otras partes del nuevo mundo, sobre todo para don Juan Diaz de Solis, ydon Vicente Yañez Pinzon, que dieron con la llave del reino mejicano, el Yucatan, despues de

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