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abandonarse la conquista de un pais, donde la ilustracion de los naturales era un seguro testimonio de imponderables tesoros; pero no obtuvieron los esfuerzos de aquel sino ciento y diez nuevos reclutas, los cuales, con treinta que solo le quedaban á Pizarro de los ciento ochenta y cuatro recibidos, habian de enseñorearse de aquella vasta y opulenta monarquía. Así aparejada la presuncion de ambos jefes, no temieron echarse segunda vez por entre breñas, malezas y balsares, y en medio de habitantes demasiado numerosos para subyugados, y harto escasos de oro para pensar en alejarse de ellos sin sentimiento; pero no tardaron las enfermedades en cargar sobre la columna expedicionaria, hasta que convencidos Pizarro y Almagro de la impotencia de sus fuerzas para acabar el jigantesco proyecto, resolvieron retirarse á la isleta de Gallo. Volvió Almagro á Panamá en busca de nueva jente. Entre los Españoles que en Gallo quedaran con Pizarro, habia muchos descontentos, y escribieron bajo mano á sus amigos, pintándoles lo desesperado de su posicion, y pidiendo con encarecimiento concurriesen en toda dilijencia á sacarlos de ella; de este modo el gobernador Pedro de los Rios, que habia sucedido á Pedrarias, fue noticioso del aprieto en que sus compatriotas se veian, y lleno de paternal compasión, acudió inmediatamente, no solo prohibiendo que Almagro cumpliese nuevos enganches, sino que hizo que el correjidor Tafur pasase á Gallo, y recojiese cuantos individuos desearan volver á la colonia.

En poco tuvo Pizarro esta medida: perseverante y tenaz en sus proyectos, pasó á calmar la inquietud de sus súbditos con ricas y pomposas ofertas fiadas al porvenir, y cuando se apercibiera que la incredulidad mantenia la

indecision, despues de haber trazado una línea con la punta de su espada, dijo en imponente acento que «< solo quien se resolviese á pasarla pareceria digno de quedar á su lado. » Trece individuos lo ejecutaron, y la historia ha recojido sus nombres; todos los demas marcharon á Panamá dando al cuadro de los nuevos paises tintas demasiadamente lóbregas.

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Pizarro y sus trece compañeros quedaron en la isla Gorgona, en tanto que el socio Almagro regresaba con fuerzas suficientes para emprender por tercera vez la invasion del grande imperio, pero seis meses de cruel é impaciente espera, entre muchos padecimientos, y comestibles de muy triste condicion, pusieron á aquellos hombres en la dura necesidad de atender á sus vidas, trasladándose á la colonia, y como no tuvieran embarcacion, empezaron á construir una como balsa :` ya la tenian concluida cuando les llegó un bajel que el compasivo Pedro de los Rios les enviaba con órden terminante de volver á Panamá. Mas incentivo tenian para Pizarro las tierras meridionales, y por tanto, ya con estudiadas lisonjas, ya con inventadas exajeraciones, no paró hasta ganar la voluntad del capitan del buque, llevándole camino del sud hasta dar en Tumbes, donde tanto fue de admirar la cultura de los naturales, como la abundancia de oro que poseian en joyas, en vajilla, en otros mil objetos de servicio, de que hicieron los Españoles no mala provision, y por consiguiente motivo para volver al pais, así como se procuraran en Panamá los medios de ejecutarlo.

Mucho encareció Pizarro las riquezas del pais que acababa de descubrir, y sobrado argüian de ellas los tazones, los vasos, y objetos preciosos de oro que consigo llevara,

pero no bastó esto para que Pedro de los Rios determinase una expedicion, ni menos permitir que otros la emprendieran; aferrado en su sistema de prudente reserva, desoyó cuantas súplicas le hicieron Almagro y socios, diciendo que no comprometeria la suerte de su débil colonia, empeñándola á invadir una monarquía tan vasta, tan belicosa y de tanto poderío ; cuya resolucion dió lugar á que aquellos procuraran á Pizarro los medios de pasar á España en solicitud de los suficientes auxilios para la ejecucion de sus planes.

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I. HISTORIA.

CAPITULO IX.

Pasa Pizarro á España. Vuelve á la América para emprender de nuevo la conquista del Perú. Cual era entonces el estado de los Peruanos; cual la religion que sus Incas, ó emperadores, les dieran, haciéndola objeto de todas sus conquistas. Arriba Pizarro á Tumbes. Felicitante los príncipes Atahualpa y Huascar por medio de embajadores. Llega Pizarro á Cajamalca. Apresa al Inca reinante. Enorme suma que este soberano ofrece por su libertad. Su desastrosa é injusta muerte. Marcha Pizarro al Cusco. El gobernador de Guatemala, Pedro de Alvarado, en el Perú. Almagro sale resuelto á combatirle. Conciertan paces estos dos jefes.

Grande era la gloria, grande la preponderancia de la nacion española entónces, á cuyo frente se veia ya Cárlos V, que á punto estuvo de dictar leyes sobre todo el continente europeo, mientras que los brillantes, los ináuditos hechos que el célebre Hernan Cortés habia acabado en el rico y poderoso imperio mejicano, hacian presentir que tambien la América, toda ella, estaba para rendirse á la voluntad de aquel monarca.

Cárlos se pagaba mucho del arrojo, y mas cuanto mas temerario se anunciara, así es que apenas viera la osada entereza con que Pizarro llegó á pedirle el gobierno absoluto é independiente de los paises que con tan grandes tesoros acababa de reconocer, hízole incontinente gobernador, capitan general y adelantado de todo lo descubierto y por descubrir al sud del istmo, concesiones entónces puramente nominales. Pizarro carecia de fondos. Sus primeras expediciones habian quebrantado el caudal de los socios (1), y estos no pudieron ministrarle sino lo muy preciso para llegar á la península; mas por fortuna (1) Cuentan que consumieron unos doce mil ducados.

se hallaba Cortés en ella, y deseoso de que su antiguo compañero de armas llevase su proyecto á cabo, acudió á socorrerle con algun dinero; de suerte que así pudo embarcarse en Sevilla, acompañado de sus cuatro hermanos, y de algunos sujetos que la codicia impelia hacia las remotas tierras. Cruda, irritante fue la acojida que sus socios le hicieron en Panamá, sobre todo Almagro, cuyo despecho no hallaba términos con que reprender y condenar el egoismo de Pizarro, que solo por sí mirara, sin haber pedido una cualquier gracia al soberano para sus dos amigos; y aunque, con calculada prudencia y afectuosas palabras, tratá aquel de sosegarlos, vanos fueran todos sus esfuerzos, si con magníficas promesas, si con compromisos efectivos no viniera, dando el título de adelantado para Almagro, y el de un gobierno independiente del suyo, en cuanto las circunstancias lo permitiesen; quedando para Lucas una mitra; pues parece que no formuló mayores pretensiones la ambicion de este sacerdote.

Tras este arreglo de intereses respectivos, y una vez trazado el plan de campaña, se le procuraron á Pizarro tres bajeles, ciento ochenta infantes, y treinta y seis caballos; ni permitia mayor esfuerzo el haber de la compañía, pero aquel le tuvo por sobradamente poderoso para llevar sus proyectos al término deseado, que á tanto podia subir la presuncion con vista de la heroicidad, del teson y del sufrimiento que los Españoles traian ya probados. Fue la escuadra á buen viento hasta unas cien leguas antes de la ciudad de Tumbes, que se resolvió el jefe á desembarcar con todos sus soldados, para ir atrochando en busca de dicha poblacion, sin reparar cuanto esta jornada habia de ser larga y penosa, cuan espuesta en un pais desconocido, en un pais sin caminos, y donde caudalosos

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