Imágenes de páginas
PDF
EPUB

rios tenian á cada momento atrancado el paso; de manera que el cansancio, el hambre, y mas las enfermedades, vencida, por decirlo así, llevaban la columna, cuando quiso su fortuna salvarla dejándola sorprender el pueblo de Coaca, donde, cebada la codicia en una cantidad de oro, equivalente á unos treinta mil pesos, tomó aliento, y nuevas esperanzas. Tambien se hicieron aquí los Españoles con una cosecha prodijiosa de esmeraldas, pero la estupidez las sometió á la accion del martillo para apreciar su mérito, porque era opinion que estas piedras habian de tener la solidez del diamante, y tan necio error fue causa de que casi todas ellas quedaran hechas polvo. No se descuidó Pizarro en mandar un buque á Panamá, y otro á Nicaragua, con las riquezas que en Coaca recojiera, como quien sabia que ante el atractivo no podia quedar muda la ambicion, y era preciso reclamarla para que viniera apoyando sus fines. Él, entretanto, salió de aquel punto, y ya atacando abiertamente á los naturales, quienes no podian contener la impetuosidad de los Españoles, hasta que los moradores de la isla Puna, en la bahía de Guayaquil, supieron hacerse respetar resistiendo con brio seis meses enteros, al cabo de los cuales hubieron de someterse.

Pasó en seguida Pizarro á Tumbes, y allí estableció su cuartel jeneral en tanto que se curaban algunos soldados enfermos, y descansaban los demas, que buena necesidad tenian; mas no fue de larga duracion el reposo, porque como llegaran algunos socorros de Nicaragua, á las órdenes de dos jefes, tan arrestados, cuanto entendidos, siguió la marcha hasta el rio Pinza, contra cuyo desemboque fundó la primera colonia española en el imperio del Perú, llamada San Miguel. Ya se ha debido reparar que

en este atrevido jefe no hay plan; anda á tientas; no tiene mas guia que su instinto; pues pasemos á verle dado enteramente al impulso de su distinguido ingenio, que recoje y combina con admirable tacto cuanto contribuye á facilitar la realizacion de su aventurado proyecto, tomando por pauta, como todos los conquistadores de su época, la política mañosa y solapada de Hernan Cortés, que aplicada á los mas insignificantes acaecimientos, toda vez que las circunstancias lo permitieran, vino á dar á esta expedicion un realce, una importancia exajerada y ridícula, si resultados extraordinarios y maravillosos no salieran para acreditarla con asombro.

Nos lo dirán los hechos, tras la breve reseña del estado de los naturales del pais que ocupa ya aquel conquistador.

Todavía mantenian los Peruanos su salvajez, cuando hubieron de establecerse al extremo del valle de Sarsahuaman ciertos estranjeros procedentes de los paises meridionales, y estos dignos bienhechores que parecian inspirados del espíritu divino, anunciándose los ministros é intérpretes de su voluntad, sin que saliesen de su boca sino palabras de paz y de ventura, llevaban consigo el jérmen de una civilizacion, destinada á operar en breve dichosísimos resultados. Como notaran la presura con que los salvajes corrian á escuchar sus consejos, y recojer sus prudentes dogmas, se resolvieron á plantear los cimientos de un gobierno absoluto, que al instante se trasformó en una verdadera teocracía, merced al prestijio, al ascendiente que llegaron á granjearse; pero siendo en ellos muy vaga la idea de la divinidad para fijarla en cosas espirituales, la confundieron en el objeto de la creacion, y por consiguiente, el sol y la luna, cuyo inmediato influjo

atestiguaba efectos harto patentes, naturalmente debieron preocuparlos, y señorear su intelijencia.

De ahí, pues, sacaron los primeros Incas todos los elementos de la relijion, y en ánimo de que su poder quedara mejor sentado, y mas robusto, se dieron como hijos de aquellos dioses visibles, asentando en su honra el correspondiente culto; sin que este orijen del imperio de aquellos virtuosos monarcas haya desmerecido andando los siglos, pues se nota que siguieron en todos con el mismo celo, propagando en los inocentes habitantes de sus dominios los principios de la moral, el apego á una vida abastecida de cuanto conduce al bienestar que, ántes de este suceso, desconocian enteramente. Y este era sin duda el término á que hubieron de llegar unos súbditos sobre quienes influian dos grandes poderes, uno relijioso, otro civilizador, y ambos contribuyendo á fundar en aquella sociedad naciente, una comunidad de intereses, y el espíritu de honradez sin el que no puede existir ventura social.

Aunque dóciles y pacíficos, bien conocian aquellos Indios el arte de la guerra, y mas de una vez les fue menester practicarle, pero nunca vistieron sus empresas un carácter violento, ni rencoroso, porque no las intentaban con la idea de extender sus posesiones, sino en mayor bien de semejantes suyos, pudiéndose asegurar que mas que guerra, era una propaganda, una cruzada civilizadora encargada de mejorar la suerte de los vencidos, trayéndolos al suave yugo de un gobierno paternal, para recojer despues merecidas bendiciones.

Tal fue el sistema que hubo de valerles el extender su autoridad con admirable rapidez desde el Cusco hasta fronteras que se alejaban á medida que los Incas se sucedian, pues las importantes provincias de Charcas, Chi

quitos, Aymaras, Cumaņa, Cajamarca, etc., etc., se sometieron sucesiva y voluntariamente unas, tras una débil resistencia las otras, á las leyes de aquellos monarcas. Huana-Capac, duodécimo de estos Incas, cuyas armas habian conquistado el gran reino de Quito, hácia mediados del XVI siglo, casó con la hija del rey vencido, y en ella tuvo Atahualpa, á quien instituyó heredero de este reino; pero es de notar que las leyes santas del Cusco prohibian terminantemente el enlace de un Inca con persona que no fuera de su propia sangre, y como HuanaCapac infrinjiera esta ley, el pueblo no queria reconocer la lejitimidad de aquel príncipe. Huascar, verdadero descendiente de Manco-Capac, ó, hijo del Sol, tampoco entendia partir sus estados con Atahualpa, su hermano; y como viera en su favor la opinion pública, no receló en declararle guerra; pero habiase granjeado Atahualpa de antemano los caudillos de mayor nombradía, y el triunfo no podia ser dudoso, saliendo Huascar completamente derrotado, y hecho prisionero. Tal era su posicion cuando se le anunció el desembarco en Tumbes de unos estranjeros, no menos singulares que valerosos. No hizo gran novedad este suceso en el ánimo del desgraciado príncipe, porque tenia oido á su padre que debia bajar del cielo el gran Viracocha para visitar el pais; solo que anhelando la amistad del celestial personaje, que bien la necesitaba su triste suerte, mandó inmediatamente un embajador para que en su nombre le cumplimentase. Tambien Atahualpa enviaba casi al mismo tiempo el suyo, pero con prenda de sumision asegurada en riquísimos presentes, que incitaron la codicia de Pizarro; siendo ademas esta prueba de la desavenencia de los dos príncipes, causa para que el jeneral español, considerado ya en el pais como una

divinidad, envanecido con sus, triunfos, se echara alentado por el interior del reino, avanzando hasta Cajamalca, punto donde el Inca estaba acampado. Con palabras de estudiada modestia y aparente franqueza se presentó Pizarro ante aquel monarca, ponderando la magnanimidad, el poderío de su amo y señor Cárlos V, quien le enviaba para anunciar á todos los reyes de aquellas apartadas tierras, lo mucho que le importara ser en paz y en amistosas relaciones con ellos; pero el pérfido ya revolvia en su mente una de esas ruindades que siempre vinieron á empañar los hechos mas lucidos de aquellos hombres de bronce, y por supuesto trayendo nuestra santa relijion á la escena, como para escudo del meditado crímen.

Como quiera, si en esta entrevista la novedad pudo dar lugar á inquietudes y desconfianzas, el fementido porte de Pizarro hubo de destruirlas enteramente, que así lo dan á entender la alegría, las tiernas conmociones, las señales de amistad con que los Indios concurren en derredor de su soberano, para mirar y admirar por segunda vez unos estranjeros cuya procedencia anda cerca de la divinidad. El padre Valverde, con Jesus crucificado en una mano, y un breviario en la otra, se acercó al Inca, y comenzó un como vespertino, cuyo trasunto era un compuesto de los misterios de la relijion, del poder espiritual y temporal de los papas, y de una muchedumbre de dogmas, que el intérprete llegó á verter con mas ó menos exactitud; y acabó ordenando al Inca que abrazase el cristianismo, y se reconociese vasallo del rey de España, ó de lo contrario habria grandes calamidades para él y para el pais. «¿Donde has aprendido tú todas esas cosas tan incomprensibles? » le dijo el Inca. este libro,» repuso el obispo, alargando el breviario.

[ocr errors]

En

« AnteriorContinuar »