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varios lances á sus débiles, aunque numerosos enemigos, hasta que llegó al Cusco, capital de este vasto imperio, para extraer de sus adoratorios una cantidad de oro no menos prodijiosa que la recojida en Cajamalca.

Los Indios no pudieron mantenerse indiferentes ante tamañas demasías; pensaron en vengarlas, y corrieron resueltos á una resistencia arrojada, atropándose en diferentes puntos para oponerse á los progresos de aquella tan funesta, cuanto audaz, invasion, que, si no conocian el arte de la guerra, ni tampoco la disciplina, hervia en sus pechos el amor de la libertad, y esto bastaba para alentarlos; siendo ademas de no pequeño incentivo el relijioso respeto que les inspiraba la familia del malhadado Inca, cuya política supersticiosa y apagada le llevó al patíbulo. Las esperanzas de un mejor porvenir cebo hallaron en algunas ventajas preliminares, pero era imposible una reaccion entre banderías demasiado desavenidas para hacer causa comun; de su ignorancia no habia que esperar el ajuste de un buen plan de ataque; y en tal caso, solo debieron prometerse el poder acosar, destrozar, si se quiere, tal cual vez, una ó mas de las partidas sueltas que se aventuraban imprudentes por terronteras, y hondísimas barrancas, desde donde los Indios podian defenderse sin daño.

Con todo, pronto tuvo que atender Pizarro contra dos jefes que acababan de levantar bandera, el uno el usurpador Ruminaqui, en Quito; el otro Quisquis, en Condesujo, enviando contra este último algunas tropas que, sobre hacerse respetar de los Indios, habian de mantener despejado el camino, porque tal lo requeria el continuo tránsito de soldados y de aventureros españoles, atraidos á aquella tierra de predileccion en pos de las inmensas

riquezas que la lejanía no dejaba de encarecer. Ni se contentó la codicia tentando á los colonos de Panamá, y de los demas paises de la costa oeste del nuevo mundo, ántes se hizo oir hasta del mismo gobernador de Guatemala, el célebre paladin Pedro de Alvarado, empeñándole á probar fortuna en la entablada conquista. Ya en la de Méjico habia tenido una parte harto activa, y en ella consignado no comunes proezas, que hubieron de ser motivo para que acudiera á S. M. demandando el permiso de pasar al Perú, ansioso de participar de la de este imperio; y aunque es de considerar como una repulsa la respuesta que se le dió, cuando oyera la interesante pintura que de los nuevos paises vino á descorrer García Holgun, tras el minucioso reconocimiento que de ellos traia hecho, ya no pudo Alvarado resistir al cumplimiento de una expedicion.

No escaseó los preparativos; su título de gobernador de una provincia tan importante como la de Guatemala, contribuyó mucho al pronto avío de cuanto al caso convenia; y por si mas pudiera ser necesario para asegurar el éxito de la empresa, tomó en Nicaragua dos naves que allí se estaban aprestando por cuenta de Pizarro. Si este proceder, y la misma expedicion en sí, eran ó no leales, esto es lo que no curaron de examinar las jentes ya destinadas para entrar en aquellos bajeles; muy contentas en caminar bajo la conducta de un jefe cuyas hazañas probadas, y prendas personales, daban tantas garantías, con impaciente conato solicitaban se diera vela cuanto ántes; de suerte que pronto se vió Alvarado con quinientos soldados, la mayor parte de caballería, y de noble progénie.

No ignoraba Pizarro el renombre que Alvarado se gran

jeara en Méjico, y cuanta preponderancia vino á darle su gobierno de Guatemala, de manera que, al tomar noticia de como el tal gobernador se preparaba para pretender tambien à la conquista de un pais, cuya soberanía hubo de parecerle de propia, única, y legítima pertenencia, entró en recelos, que, revueltos en su mente con airada indignacion, le aconsejaron prontas y eficaces medidas coercitivas, en ánimo de guardar el fruto que ya habian rendido los tantos sacrificios, los tantos quebrantos como traia vencidos.

El denodado Almagro corrió á la costa con un trozo de jente, para oponerse al desembarco del nuevo rival, si á tiempo asistia, ó en otro caso detenerle el paso; mas como llegara al puerto de San Miguel, donde ninguna noticia se tenia de Alvarado, ni de sus gentes, y supiera que el gobernador de esta colonia, Benalcazar, cansado de una ociosidad, así de monótona, cuanto estéril, caminaba contra Quito resuelto á someter aquella rica y hermosa rejion, y á deshacer al famoso Ruminaqui, que andaba hostilizando ciertas poblaciones indias, ya aliadas de los Españoles; marchó en ayuda de aquel, con lo que tuvo la empresa un desenlace activo y lisonjero.

Volvíase Almagro para el Cusco á fin de reunirse á Pizarro, cuando un jefe indio le salió al encuentro dándole parte de la llegada de Alvarado al pais, y de como se encaminaba hácia Quito; esto le hizo retroceder inmediatamente, y no tardó en mirarse ante su adversario, con ánimo de atacarle. Superiores eran las fuerzas del gobernador de Guatemala, pero tambien pacíficas sus intenciones, que, ya le hiciera cargos su conciencia contra la determinada resolucion, ya tomara en cuenta tantos peligros, tantas privaciones como él y los suyos habian su

frido, si por desgracia tras ellos todavia se encubriera un terrible y tardío desengaño, prefirió abandonar el empeño y regresar á su gobierno, con tal que, en desquite de gastos, y estimacion de los bajeles y enseres que en el Perú dejaba, se le otorgasen cien mil pesos. Así quedó estipulado entre ambos jefes sin que la tropa tuviera noticia del asunto, con lo cual se dirijieron unidos para el valle de Pachacama, donde llegaron despues de haber jugado con el célebre Quisquis algunas escaramuzas, en una de las cuales anduvo muy en riesgo la vida de Almagro. Ya se hallaba Pizarro en el citado valle, y no solamente se contentó con acojer al gobernador entre demostraciones de agasajo, sino que, contra el sentir de muchos, le entregó los cien mil pesos convenidos con Almagro, volviendo Alvarado á Guatemala casi sin ninguno de los que le habian seguido.

No fue otro el desenlace de una expedicion de que Pizarro llegó á recelar demasiado, y que á dicha de sucesivas circunstancias le vino á ser sobradamente útil, porque dejándole enteramente dueño de sí mismo, ya no pensó sino en dotar al hermoso pais conquistado, con una regular administracion, una existencia política y moral, en fin, un sistema de gobierno cual convenia á la índole de aquellas hordas aventureras. Almagro pasó al Cusco para que, en union con los dos hermanos de Pizarro, Gonzalo y Juan, entretuviera en Manco Inca la esperanza de que se le mantendria rey del Perú, provisionalmente saludado y reconocido tal; pero Pizarro quedó en Pachacama en ánimo de fundar con toda dilijencia un establecimiento marítimo, que le abriera relaciones activas con la península, y con las colonias americanas; y como varios de sus oficiales reconocieran que el lugar mas á propósito

1. HISTORIA.

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para el caso era la orilla del rio Rimac, en ella tuvo inmediatamente fundamento la ciudad llamada Los Reyes, por tomar orijen en la Epifanía de 1535, ya que mas tarde se le dió por nombre Lima. Su comercio, su lujo, su magnificencia y sus riquezas la superpusieron en breve á todas las capitales de la América del sur.

Pizarro se trasladó en seguida á Trujillo para reanimar y robustecer la colonia que en este punto Almagro habia establecido; recibiendo, á poco de haber llegado, la plausible nueva de la ostentosa acojida que la corte de España habia hecho á su hermano Fernando, si acaso no fue obsequio al rico presente que le ofreciera, y al cual respondió con el título de marqués para el conquistador; dándole ademas el gobierno de toda la tierra conquistada, que en adelante se llamaria Castilla la Nueva.

Comprendiendo tambien el emperador Carlos la deuda en que le tenian los esfuerzos, los servicios que Almagro llevaba cumplidos en esta empresa, le nombró adelantado y gobernador de la parte, dicha desde entónces, Toledo la Nueva, doscientas leguas al sur del territorio jurisdicional de su socio; mas como fuera la línea de demarcacion vaga, ó mejor ilusoria, nacieron entre los dos jefes disidencias que pusieron en grave riesgo la tranquilidad de los colonos. Pretendia Almagro ser dentro de sus límites la ciudad del Cusco, y como muchos de sus amigos apoyaran esta pretension, no titubeó en darse á reconocer en calidad de gobernador absoluto. Los hermanos de Pizarro, que á la sazon se hallaban en el Cusco, salieron contra la usurpacion primero inofensivos, y esforzándose á persuadir la manifiesta injusticia del proceder; pero viendo que Alma

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