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de desenvolver y manifestar todos los errores que contiene. La calidad de hidalguía pedida por aquellas cortes en los rejidores y demas vocales de los ayuntamientos, sobre ser contraria á la constitucion primitiva de las municipalidades, aun cuando la nobleza estuvo en su mayor auje, tiraba á destruir y acabar de aniquilar la corta representacion é influjo que le quedaba al estado jeneral en el gobierno.

La mitad de oficios en los ayuntamientos habia equilibrado hasta entonces de algun 'modo la preponderancia de la nobleza, y conservado á la autoridad real su mas firme apoyo en la opinion y fuerza del pueblo. Privado este del derecho de entrar en los ayuntamientos y en las córtes ¿qué le faltaba para volver á ser esclavo?

No hay duda en que sería mas conveniente que los rejidores fueran ricos, porque la pobreza en los empleados públicos es una tentacion muy vehemente para el cohecho y prostitucion de sus deberes. Mas tambien es indudable que vinculada la mayor parte de la propiedad territorial, y habiendo cesado los copiosos medios de hacer fortuna que presentaba en los siglos anteriores la milicia, apenas se encontraban ya otros que el foro, el comercio y los oficios mecánicos para enriquecerse.

Por otra parte, en la clase de la nobleza habia muy pocos ricos, porque estancados los bienes en los primojénitos, los demas hermanos vivian en la indijencia, y tanto mas vicioso cuanto las opiniones caballerescas, retrayéndolos del trabajo, fomentaban la ociosidad, y su orgullo, sus enlaces y conexiones los confiaban para no temer ni respetar á la justicia.

Por consiguiente, para formar los ayuntamientos únicamente de nobles, era necesario, ó llenarlos de personas tan corrompidas como los mas viles plebeyos, ó estancar tales oficios en muy pocas familias, y vincular en ellas el gobierno municipal, la representacion nacional y los derechos mas sagrados de los pueblos.

Fuera de esto, la hidalguía no infunde por sí ni aptitud para los oficios de república, ni providad y pureza en las costumbres. Todo esto es obra de la educacion, que por desgracia estaba jeneralmente descuidada y mal dirijida, y mucho mas la de los mayorazgos, á quien a penas se les enseñaba a leer y escribir, y menos las ciencias y artes útiles.

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¿Y por qué se habian de deshonrar los ayuntamientos de tener entre sus individuos á mercaderes, artesanos y curiales? Ningun trabajo ni ocupacion útil á la sociedad debe reputarse por vil ni indecorosa. Las preocupaciones vulgares sobre la calificacion de tales oficios han sido una de las principales causas de su imperfeccion; del odio al trabajo y amor á la olgazanería, polilla la mas voraz y destructora de la opulencia y fuerza inespugnable á que sin ella pudo haber llegado la poblacion de esta península.

Todavía, si cabe, es mas reparable otra condicion que puso

el reino junto en cortes el año 1650, para otorgar un servicio extraordinario entre las que llamaron del quinto género. «Que por los grandes inconvenientes que se siguen y han experimentado de que se acreciente el número de los reinos y provincias que tienen voto en córtes, y los muchos gastos que se siguen de ello así á la hacienda real de S. M. como al reino, se pone por condicion que en ningun tiempo se ha de poder dar voto en córtes á ninguna ciudad, villa ni lugar de estos reinos; ni se ha de acrecentar el número de votos que al presente hay en el de Galicia, sin que por esta condicion adquiera ni se le atribuya derecho alguno á Galicia sin perjuicio de la ejecutoria del consejo (1).»

¡Así los que se decian procuradores y representantes de toda la nacion, llegaron á olvidar y desconocer los fueros antiguos y derechos mas constitucionales de los pueblos! Si las córtes fueran tan útiles, como se creia, para el bien comun, ¿qué gastos eran mas justos que los que se exijieran para el decoro de sus vocales? ¿Y con qué justicia se pactaba para el otorgamiento de un servicio extraordinario la degradacion y privacion à los contribuyentes de una preeminencia que habian gozado muchos siglos?

El gobierno hizo bien poco caso de aquella condicion. Ål año siguiente vendió dos votos, uno á la provincia de Estremadura y otro á la ciudad de Palencia, que le costó ochenta mil ducados (2).

CAPITULO IV.

Reinado de Carlos V. Comunidades de Castilla. Sábia política de aquel rey en la amnistía á los comuneros. Sus desavenencias con la córte de Roma. Nuevas leyes sobre los recursos de fuerza y retencion de bulas.

Con la muerte de la reina Doña Isabel esta península volvió á verse atormentada de nuevas discordias y convulsiones. Su hija y heredera Doña Juana se encontraba en Flandes con el archiduque D. Felipe su marido. D. Fernando el católico procuraba diferir la venida de su yerno para continuar en el mando por sí solo, hasta que al fin tuvo que cedérselo, y que contentarse con los estados de Aragon é Italia, de los que era propietario; con los maestrazgos de las tres órdenes militares, y con otros legados que le habia hecho en su testamento la difunta reina.

Para mayor desgracia de esta monarquia, Doña Juana se habia vuelto loca. D. Felipe trataba de que se declarára legalmente su demencia, para reinar por sí solo; y habia ganado ya á muchos, grandes para que cooperáran á tal declaracion. Sin embargo de eso las cortes del año 1506 no la consintieron; proclamaron á su esposa propietaria de estos reinos, y á su hijo el infante D. Carlos por su lejítimo heredero.

(1) Escrituras de millones. Quinto jénero. Condicion 78.

(2) Historia de Palencia por D. Pedro Fernandez del Pulgar, t. 1, l. 3.

Los cortesanos de D. Felipe, por la mayor parte flamencos, lejos de procurar captarse la voluntad de los castellanos los exasperaban mucho mas, removiendo á los correjidores puestos por D. Fernando, y vendiendo los correjimientos y otros empleos. públicamente.

De resultas de aquellas novedades se habia principiado ya una conspiracion contra el gobierno. El arzobispo de Sevilla, el duque de Medinasidonia, los condes de Ureña y de Cabra, y el marqués de Priego se habian coligado con el pretesto de poner en libertad á Doña Juana que estaba presa de órden de su marido.

La temprana muerte de D. Felipe en el año de 1506 contuvo los progresos de aquella conspiracion; pero dió al mismo tiempo motivos para otros acaecimientos mucho mas notables. Los grandes y los prelados formaron un nuevo consejo de rejencia, compuesto de siete señores, incluso en ellos el arzobispo de Toledo. Aquel consejo pidió á la reina Doña Juana su autorizacion; pero su respuesta fué, que tendría gran consuelo viendo a su padre. El arzobispo, el almirante, el condestable, y otros señores eran de parecer que se llamára á D. Fernando; mas el duque de Nájera, el marqués de Villena y el conde de Benavente querían que viniera el emperador Maximiliano á tomar la rejencia, como abuelo y tutor del príncipe D. Cárlos. Otros deseaban que gobernára el príncipe niño, acompañado de las personas que se nombráran para su direccion. Cada cual consultaba lo que convenia mas á sus intereses que al bien público.

Faltando al gobierno la union y la fuerza necesaria para hacerse respetar y ovedecer, entró otra vez el desórden en todas las clases. La rejencia èxpidió una provision convocando á córtes, y muchas ciudades no la cumplimentaron. En Madrid los Zapatas y los Arias amotinaron el pueblo, por ser los unos partidarios, y los otros enemigos del rey Fernando. En Toledo los Silvas movieron otro motin para sostener al correjidor depuesto por la rejencia. En Avila, Ubeda y otras ciudades se vieron los mismos alborotos. El conde de Lemos se apoderó por fuerza de Ponferrada, pretestando que habia sido despojado injustamente de aquella villa por los reyes católicos. El marqués de Villena levantó tropas para tomarse por sí mismo satisfaccion de pretendidos agravios à su casa. Este mismo, el almirante, el conde de Benavente y otros grandes se juntaron y coligaron en Grijota para oponerse á la rejencia de D. Fernando, hasta que se les diera satisfaccion de las quejas que proponian; pero la consumada política de aquel rey con la del cardenal Cisneros, pudieron calmar algun tanto aquellas turbulencias, hasta que con la venida de D. Čárlos, renovándose las mismas causas, esto es, el acompañamiento y el favor de los cortesanos extranjeros, se reprodujeron otros efectos iguales, ó tanto peores, cuanto era mucho mayor el poder de su amo, proclamado ya emperador de Alemania, que el de

Томо г.

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su padre Felipe, y el de su desgraciada madre Doña Juana la Loca.

འ La privanza de Mr. de Xeures era tanta, dice el P. Sandoval, que mas parecia ser Xeures el rey, y el rey su hijo, que no ser Xeures vasallo y criado como lo era. No habia puerta ni oido en el rey mas que para quien Xeures quería. Lo que se despachaba bien, decia Xeures que él lo hacia, y para sí solo quería el agradecimiento: lo que salia mal cargábalo al rey, y que el rey lo habia querido así...

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Hallaron los flamencos los ánimos de los españoles bien dispuestos para todo mal, con mucha ambicion y poca amistad entre sí, porque unos eran de la devocion del rey D. Fernando el Católico, otros del rey D. Felipe el Hermoso, que fueron una manera de bandos que en los ánimos de muchos duraron dias.

>>Era segundo privado del emperador su gran chanciller Mercurino Gatinara. Y como ni el reinar, ni el privar con los reyes sufre compañía ni igualdad, no se podian ver Xeures y el chanciller, que cada uno dellos presumia tanto, que á solas quería mandar y mas que el otro.

>>>Estos se hicieron cabezas de los dos bandos, y los enconaron mas de lo que estaban. Xeures favorecia á los que eran del rey D. Fernando y el chanciller á los del rey D. Felipe. Y todo era (como dicen) mal para el cántaro, que la triste España lo padecia. Xeures vendia cuanto podia, mercedes, oficios, obispados, dignidades: el chanciller los correjimientos y otro oficios. De manera que faltaba la justicia y sobraba la avaricia. Sólo el dinero era el poderoso y que se pesaba, que méritos no se conocian. Todo se vendia, como en los tiempos de Catilina en Roma. Estaban encarnizados los flamencos con el oro fino y plata virjen que de las Indias venia, y los pobres españoles ciegos en darlo todo por sus pretensiones (1): que era comun proverbio llamar el flamenco al español mi indio. Y decian la verdad, porque los indios no daban tanto oro á los españoles como los españoles á los flamencos. Y llegó á tanta rotura y publicidad, que se cantaba por las calles.

Doblon de á dos norabuena estés,
Pues con vos no topó Xeures.

>>Demas de esto, tenian los flamencos en tan poco á los españoles, que los trataban como á esclavos, y los mandaban como á unas bestias, y les entraban las casas, tomaban las mujeres, robaban la hacienda, y no habia justicia para ellos...»

Las piraterías de los extranjeros dieron ó aumentaron los motivos de descontento general, que al fin produjo las comunida

(1) Un autor de aquellos tiempos calculaba que habian salido de España para Flandes dos mil y quinientos millones de oro, Sandoval, ibid.

des de Castilla y la germanía de Valencia, cuya historia interesantísima puede leerse en el mismo Sandoval.

Entre los sucesos de aquella revolucion es muy notable el modo con que la terminó la sábia política del jóven emperador. Mando construir un gran tablado en la plaza de Valladolid, adornado magníficamente con colgaduras de seda y oro, y bien alfombrado, en el cual se puso un sitial para su persona, y al lado bancos ricamente cubiertos para los grandes y los consejeros. Sentado en su silla dió la órden á un escribano de cámara para que hiciera relacion del proceso formado contra los comuneros, y en seguida leer la carta de su perdon. En esta, despues de hacerse mencion de los mas notables delitos cometidos por las comunidades, decia, «que de su propio motu, cierta ciencia y deliberada voluntad y poderío real absoluto, perdonaba desde entonces y para siempre jamás á todas las ciudades, villas y lugares, concejos y universidades, y á las personas particulares dellas, de cualquier estado y preeminencia, dignidad, condicion, ó calidad que fueran, eclesiásticas, religiosas y seglares que hubieran incurrido en los crímenes lesa majestatis, y en todos los otros excesos, levantamientos, sediciones, confederaciones, ligas y conjuraciones contra su persona y contra la corona real; porque su intencion y deliberada voluntad era de perdonarlos todos, del caso mayor al menor, y que ni entonces, ni de allí adelante se procediera ni á pedimento suyo, ni de su procurador fiscal, ni de parte ni de oficio, ú otra manera alguna contra ellos, ni contra sus bienes criminalmente. Que los procesos pendientes á instancia de partes y no sentenciados, en cuanto á lo criminal, los anulaba, como si nunca se hubieran hecho ni comenzado. Que quitaba á los procesados, sus hijos y descendientes toda mácula é infamia en que hubieran incurrido por sus delitos. Los reponia en el estado en que estaban antes de haberse comenzado aquellos crímenes, y mandaba devolverles los bienes que por ellos se les hubieran secuestrado, reservando solameute á las partes que hubieran sido agraviadas por ellos el derecho de reclamar civilmente y sin otra pena alguna la restitucion de los bienes de que hubieran sido despojados (1). »

Tal fué la generosa amnistía concedida por Carlos V á los comuneros, de la cual fueron esceptuados sesenta ú ochenta personas; mas aun á la mayor parte de estas las fué indultando despues, y reponiéndolas en la honra y estimacion que antes tenian.

Para manifestar con mas solemnidad la satisfaccion con que quedaba por aquel acto generoso de su clemencia, mandó que dos dias despues se hiciesen en Valladolid fiestas de cañas y toros, y una justa real, en la que salió él mismo disfrazado, corrió y quebró algunas lanzas con los mas diestros caballeros.

(1) Sandoval, historia del emperador Cárlos V, lib. 9, §. 30 y sig.

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