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rá despues que era imposible) separarnos de la Santa Sede; proyecto que no daba lugar á congeturas, pues le anunciaban públicamente los periódicos, y está consignado en las mismas declamaciones de sus corifeos.

4. Reconocido, pues, este lamentable estado de la patria, el deber de los Obispos durante una crisis tan amarga parece que estaba limitado á sostener con firmeza la doctrina у disciplina de la Santa Madre Iglesia, desentendiéndose de las cuestiones políticas á las que deseaban atraerles los revolucionarios, y procurando con su prudente conducta hermanar entre sí las dos masas.poderosas de ciudadanos pacíficos y religiosos, que forman la totalidad de la nacion, y son las que la han de constituir y engrandecer perpétuamente. Para llevar adelante estas ideas y asegurar su principal. objeto convenia no olvidar nunca, que asi la causa de V. M. como la del partido. contrario estaban embarazadas en su marcha con los promovedores del desorden, los que bajo otro aspecto no dejaban de prestar servicios importantes á sus banderas respectivas; pero ciñéndome á las medidas legislativas producidas por el Gobierno de V. M., es facil comprobar con las sesiones de cortes en la mano, que muchas de ellas se dieron por asalto y con evidente peligro de los vocales y Secretarios de Estado. Los Obispos, púes, sin necesidad de mezclarse en cálculos políticos, agenos de su profesion, alcanzan en la moral del Evangelio una razon indisputable.

para no agravar las calamidades de la. Patria, haciendo al Gobierno de V. M. responsable de todas Ꭹ cada una de aquellas leyes que vulneran los derechos de la Iglesia, puesto que durante la tormenta de la guerra civil felizmente terminada, el Gobierno tenia que. ceder involuntariamente á los tumultuarios, permitiendo un mal menor para evitar otros mayores.

5. Bien persuadidos los Obispos de aquella situacion funesta del Gobierno, y estrecha.dos por otra parte en virtud de su ministerio á defender la autoridad Divina de la Iglesia, contínuamente atatada en los Reales decretos, estudiaron en la ley de Dios la norma que habian de seguir en un conflicto de tanta trascendencia; y considerando que el juramento prestado á Isabel II nada tenia que ver con las violencias de los tumultuarios, juzgaron que se conciliaban perfectamente sus obligaciones guardando una esplícita é inviolable fidelidad á su legítima Reina, y reservándose para mejor ocasion el uso de sus derechos contra los atentados cometidos en su real nombre por los anarquistas. La razon es, porque la moral del Evangelio enseña á los Obispos, con el ejemplo de los Apóstoles y el de su divino Fundador, dos clases de obediencia, á saber, una la activa, que acata y reconoce la supremacía del gobierno en materias civiles, segun la que deben emplear todos sus esfuerzos y potencias en su apoyo indistintamente y sin escusa alguna esta no admite escepcion; y otra la pasiva, que vie

ne á ser la paciencia con que se resignan á tolerar los atropellos y usurpaciones cometidos por los gobiernos perseguidores de la Iglesia, dejándose en consecuencia despojar humildemente de sus derechos, sin repeler la fuerza con la fuerza, pero sin consentir jamás en la injusticia de las usurpaciones, antes por el contrario encomendando á Dios la vindicta de su santa causa. Segun esta moral verdaderamente divina, los legisladores no tienen que temer en ningun caso de los Obispos, pero sí del Todopoderoso, cuando se desmandan, pues asi nos lo ha revelado, y desde el establecimiento de la Iglesia está patente en la historia, que el Señor ha condenado á la maldicion á cuantos príncipes han abusado de su autoridad contra nuestra santa Madre: y se viene á los ojos, que si la obediencia pasiva durase constantemente sin el socorro sobrenatural de Dios, la hubiera sido imposible sostenerse. Pero de tal modo, Señora, la sabiduría inefable del Espíritu Santo conduce el gobierno de la Iglesia, que los sufrimientos mismos de los Obispos y los sacerdotes la elevan en la consideracion de los mundanos, y poco á poco van preparando la opinion á los gobiernos justos, dándoles lugar á que reformen sus actos violentos, previniendo de este modo los castigos de la Providencia.

6. Sin embargo, se formaria una opinion muy equivocada de los Obispos, si se dedujese de esta obediencia pasiva que se habian confor

mado ni podian conformarse con los contínuos atropellos irrogados á la Iglesia del Señor, y que por haber creido prudente abrazarse con una heróica paciencia mientras el Gobierno se hallaba sin completa libertad para imponer respeto á los malvados, se encuentran en el mismo caso en las circunstancias ya mas ventajosas de estos dias, en los que reunidas desde el célebre convenio de Vergara al régimen del Gobierno las dos masas numerosas de la nacion que se contrapesaban en sentido opuesto, ofrecen ahora á V. M. la garantía mas plausible para sostener con firmeza los principios religiosós innatos á su corazon, que han sido siempre la principal gloria de la Corona de España. La obediencia pasiva es la norma que adoptan los Obispos cuando, estrechados por un Gobierno perseguidor, ó lo que es todavia mas terrible por el torrente revolucionario, carecen de tribunales y jueces á quienes recurrir en sus demandas, pues entonces apartan sus ojos de la tierra y los alzan á Dios, esperando el consuelo de su inefable misericordia, que jamás ha fallado ni fallará á la Iglesia; pero cuando existen tribunales y gobierno que proclama la justicia y la administra con imparcialidad, no cumplirian entonces con lo mas sagrado de su ministerio si no levantasen su voz en defensa de la Iglesia: siendo de notar, que aun cuando por efecto de la maligna influencia de los hombres pervertidos se frustrasen sus reclamaciones, siempre sería mas ventajoso á la Religion dejar

patente la mala fe de sus enemigos que someterse á sus planes infernales.

7. Sería mejor, Señora, repito, segun observó ya el Nacianceno, que la Iglesia desamparada enteramente de la autoridad civil quedase entregada á sus propias fuerzas, que no el verse desamparada en realidad bajo la apariencia de una mentida proteccion. En el primer caso volveria á la carrera que continuó con tanta gloria mas de tres siglos, y la caridad ardiente de los fieles sostendria sus sacerdotes, sus templos y su culto, como novísimamente lo está haciendo la Bélgica, la Inglaterra, los EstadosUnidos americanos, y en las dilatadas regiones de la antigua América española; en vez de que, bajo la proteccion simulada del segundo caso, despues de no reportar utilidad ninguna temporal se llenaria de oprobio. En el primer caso, añadiré, libre la Iglesia del imperio del mundo, conservaria la pureza de la fe y su doctrina evangélica en medio de todas las vicisitudes humanas; y si bien córreria riesgo de volver a acogerse á los sepulcros y catacumbas como en los primeros siglos, ó ampararse en los desiertos, nunca se veria privada de la antorcha del Evangelio, y con ella sola vivificaria el universo, sostendria y practicaria en el re'tiro su doctrina santa, y haria triunfar en todas partes la verdad; en igual de que, en el segundo caso, se veria obligada á profesar principios opuestos á los suyos con apostasía de la cruz, permitiendo pasar el impío absurdo de

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