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Partidas, quien mandó revisar los varios fueros municipales y compilar el famoso ordenamiento llamado de Alcalá, del que hace parte la ley inserta quiero decir, que un monarca tan activo y diligente en registrar antigüedades y coordinar la legislacion, presenta el testimonio mas irrecusable, contrayéndonos ahora á los Obispos, de que su nombramiento no era entonces regalía de la Corona de España. Alfonso XI, además de inteligente se acreditó de un Rey tan celoso de las leyes, que adquirió el sobrenombre de Justiciero, pues castigaba con la mayor severidad las transgresiones, como se vió funestamente en el lance del maestre de Alcántara, y en los grandes de España que le habian usurpado durante su minoría algunos pueblos y castillos. Coronado por otra parte de laureles, con especialidad en la memorable batalla del Salado, todo concurria en su persona para nombrar Obispos si hubiera divisado el mas ligero indicio de esta prerogativa en la práctica ó los archivos. Pero por lo mismo que era sabio estableció oportunamente en la referida ley, que los Obispos se presentasen á tomar el beneplácito de los Reyes antes de entrar en posesion, conciliando de este modo la magestad del trono, el respeto de la Corona y el bien del Estado con la independencia de la Iglesia.

2. Esta justificacion y prudencia de los monarcas españoles era tanto mas loable, cuanto que los demás reyes, condes Ꭹ barones de

Europa estendian sus derechos de patronato con una amplitud inconcebible. La introduccion ya mencionada de los diezmos, la multitud de feudos adquiridos por la Iglesia, los derechos señoriales afectos á esta clase de territorios, y otras causas semejantes, habian acumulado estraordinarias riquezas al valor de los obispados y abadías, con cuyo motivo, provocada la avaricia de los señores de feudo hasta la abominacion, se adjudicaron en Francia, Italia y Alemania el nombramiento de Obispos, abades y principales dignidades, transformando en un mercado simoniaco, mejor diria un pillage sacrilego, las propiedades de la Iglesia. ¡Qué espejo para conocer el siglo! Los príncipes, condes y barones, á pretesto del derecho feudal, vendian las mitras, abadías y beneficios eclesiásticos al que aprontaba mas dinero; y como el carácter de la avaricia es insaciable, despojaban de las Iglesias á los compradores para volverlas á vender con mayor lucro. Una prevaricacion tan escandalosa, una simonía tan inaudita, colocó, como se deja presumir, en las sillas episcopales, beneficios y abadías los hombres mas impuros y concubinarios, cuyas abominaciones hubieron de llegar á tal esceso, que á pesar de los lamentos de algunos santos varones y esfuerzos evangélicos de ciertos esclarecidos Pontífices, no se podia nunca conseguir que los clérigos dejasen las mugeres con que vivian amancebados ó casados, antes por el contrario sostenian públicamente de es

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crito y de palabra la oposicion irresistible que implicaba el celibato con las leyes de la naturaleza. De modo. que las Iglesias, de Europa de todas aquellas regiones presentaban un aspecto incomparablemente mas lamentable que las españolas dominadas por los sarracenos, y arrancaban lágrimas de dolor á algunos pocos varones timoratos que sobrenadaban al naufragio. Permitirá Dios estos escándalos para prevenir á la Iglesia en lo sucesivo contra la usur. pacion de los príncipes seglares? ¿Para convencer á los Obispos y metropolitanos de la nulidad en que se verian siempre de resistir á los potentados de la tierra si no estaban apoyados en la cátedra de Roma? ¿Para enseñar á las naciones, á costa de una esperiencia larga y deplorable, que no perjudica ba tanto á la Iglesia la dominacion temporal del enemigo, aunque fuese mahometano, como la opresion de sus hijos sacrilegos é imperiosos? Adorando los inescrutables juicios del Señor, lo que no admite duda es, que si el sistema de los señores feudales se bubiera consolidado en las demás naciones, la cristiandad se resintiera infinitamente mas que en sus combates contra el paganismo; pero como la Iglesia de Dios es de fe que ha de durar hasta la consumacion del tiempo, el Espíritu Santo la socorrió cuando menos se pensaba con un auxilio estraordinario, que extirpó de raiz tantos escándalos, en cuya relacion voy á empeñarme sin demora, porque nos conducirá directamente a las regalías y á los concordatos; y

me lisonjeo con mucho fundamento, que la luz que difunde esta noticia en la esposicion de la materia, dulcificará á V. M. la pequeña molestia que esperimente en su lectura.

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Varios Pontífices, entre ellos Alejandro II, habian empleado todos sus esfuerzos para contener el general desorden, corrupcion de las costumbres y fatal trastorno de la disciplina eclesiástica; pero casi todos quedaron infructuosos hasta que la Providencia colocó al célebre Hildebrando en la Silla pontificia. Este varon estraordinario se habia dado á conocer con el caracter de fortaleza y santidad to, le distingue presidiendo el Concilio de Leon en Francia en calidad de legado, pues á consecuencia del castigo que impuso á un Arzobispo simoniaco hicieron voluntariamente dimision cuarenta y cinco Obispos. Revestido Hildebrando de la tiara con el nombre de Gregorio VII, bien se percibe la parte que habia de tomar en la reforma de su siglo y de la Iglesia. Dos eran los desórdenes principales que arrastraban la perdicion de la sociedad cristiana en aquellos tiempos tan calamitosos: el primero, anteriormente apuntado, el de la escandalosa simonía; y el otro el vergonzoso vasallage que ejercian en la Iglesia los reyes y barones á pretesto de feudos y de investiduras; y ambas plagas se propuso estirpar el memorable Pontífice, á pesar del formidable poder de los partidos y la ferocidad de sus costumbres. Con este objeto convocó un Concilio en Roma en 1074, en el

que, restableciendo los antiguos cánones de la Iglesia, anatematizó la simonía y la incontinencia de los clérigos; y acorde en sus principios, depuso incontinenti al opulento Arzobispo de Brema y al Obispo de Bamberg. En seguida celebró un segundo Concilio en 1075, condenando las investiduras de los legos, origen de la relajacion y escándalos de la Iglesia, y la causa primordial del vasallage que sufria. Ambas medidas, tan justas, pero al mismo tiempo tan odiosas á los hombres pervertidos, provocaron una alarma general. Príncipes, Reyes, Arzobispos, Obispos, clérigos y nobles se conjuran contra el santo Papa. La prevaricacion era tan universal que apenas se encontraban escepciones. "Si vuelvo la vista á los Obispos, escribia en una carta, con dificultad encuentro alguno que ocupe la Silla por medios canónicos; no conozco un príncipe que prefiera la glória de Dios, y los romanos, lombardos y normandos, entre quienes vivo, tienen peor conducta que los judíos y paganos." Llevando en cuenta estas consideraciones la escuela moderna, cumpliendo la prediccion del ilustre conde de Maistre, ha hecho justicia al santo Papa, pues hasta los protestantes, franceses y alemanes han confesado á su modo, que solo un hombre como Gregorio VII pudiera haber acometido la reforma de costumbres de su siglo, refrenado á un mismo tiempo Reyes, Emperadores, Obispos, Arzobispos, clérigos y legos, y restablecido los moldes, por decirlo asi,

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