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que las vírgenes consagradas á la Religion, retiradas de la corrupcion del siglo y practicando el ayuno, la penitencia y austeridades de su regla, son inútiles á la edificacion de las costumbres; y que las mancebías, casas de disolucion y los teatros convienen mas al esplendor y civilizacion de las naciones: habria de reconocer que cuatro candelas ardiendo en las festividades de los templos empobrecen superfluamente á los pueblos y ciudades, y que los millares de hachas y vasos iluminados en celebridad de los acontecimientos políticos, muchas veces frivolos, aumentan su riqueza; que los antiguos monasterios, que sacaron á los siglos bárbaros del caos y la servidumbre, destruyeron la civilizacion de Europa; que los nuevos conventos que propagaron la Religion en ambos continentes y ahora reclama con ardor la América, y aun han sido contemplados como absolutamente indispensables á V. M. para conservar la Habana y Filipinas, únicas joyas preciosas que dan esplendor al cetro de Castilla, sería preciso, continuo, que estos institutos religiosos y públicos al mismo tiempo, aprobados y establecidos por las leyes, ofendan la piedad, y que millares de sociedades secretas, siempre en guerra abierta con la tranquilidad del reino, prohibidas y condenadas por la Iglesia y el Gobierno, merecen la admiracion universal.

8. Los Obispos, Señora, no pueden tolerar ya mas tiempo semejantes blasfemias y abominaciones, y me atrevo á asegurar que si se

registrase la Secretaría de Gracia y Justicia no se encontraria uno siquiera que hubiese dejado de esforzar su voz de un modo ó de otro contra tamaños escándalos. Unos, penetrados del mas profundo dolor viendo las esposas de Jesucristo espirando de necesidad y sin el consuelo de poder iluminar el Santo de los santos en los tabernáculos, olvidándose de sus propios padecimientos y de los insultos de su dignidad, interponian piadosamente sus ruegos en favor de la porcion escogida de la Iglesia; otros, enternecidos al ver desmantelados los suntuosos templos y dilapidadas sus rentas, desnudos y hambrientos á sus poseedores ya esclaustrados, escitaban la animadversion'del Gobierno. y de las Cortes, y suplicaban en nombre del Señor por un pronto remedio; hubo varios que, espantados casi menos. de la pérdida de las propiedades que del peligro eminente de los sacerdotes y las vírgenes, trasplantados arrebatadamente á la corrupcion del siglo, pusieron á Dios por testigo de que no condescendian en. tales desacatos; quiénes de esta suerte, cuáles de otra, todos y cada uno manifestaron su reprobacion, y casi la mayor parte han descendido al sepulcro horrorizados de espanto, y haciendo á Dios votos por su santa Iglesia.

9. En medio de estos contínuos lamentos, comparando ahora las esposiciones de los Obispos, es digna de notarse la fuerza de la verdad en cada una de sus plumas, atendida la incomunicacion en que se hallaban. El infras

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cripto, por ejemplo, el mas ínfimo de los Obispos españoles, el último de su clase preconizado en Roma, y el único que goza el alto honor de haber llevado de Isabel II las preces para la confirmacion, dirigí á V. M. mi representacion el dia 1. de mayo de 1836, y cerré su conclusion con el mismo idéntico testo, ejemplo y sentido con que selló la suya el 27 de junio de 1837 mi metropolitano el Emmo. Cardenal Cienfuegos. Muchos rasgos de esta naturaleza era facil anotar si lo exigiese la comprobacion; pero considero por mas oportuno remitirme á la lectura de los documentos depositados en la Secretaría de Estado, en la que acaso existirán mas de los que han llegado á mi noticia.

10. Sin embargo, de. las representaciones que han salido á la prensa resulta, que aun cuando los clamores y ruegos de los Obispos versan sobre ocasiones diferentes, todos convienen en el punto principal, y la causa por la que dirijo á V. M. esta esposicion, á saber, que las Cortes fueron, son y serán siempre tribunal incompetente para arrogarse la facultad de reformar la Iglesia, pues esta atribucion pertenece esclusivamente á los Obispos en union de la Santa Sede, sin perjuicio de la intervencion y honorífica inspeccion que corresponde al Gobierno en las materias que guardan relacion con el orden civil y seguridad del Estado; y aunque en la primera esposicion antes citada del año 36 pienso que dejé demostrada esta

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verdad, y me permitia dispensarme de entrar de nuevo en su examen en cuanto á los principios generales, no sucede lo mismo, supuestos los sucesos que han sobrevenido, con respecto á la aplicacion que necesitan ahora. Digo esto, porque segun se advierte de la esplicacion de algunos ministros llamados moderados, y de las máximas vertidas por los pocos escritores periodistas propicios á la Iglesia, podria creerse que dejando al clero una decente dotacion y un arreglo político acomodado á. las ideas de ciertas personas de influencia, se conciliarian los ánimos y los intereses, y que de este modo se saldria de dificultades. Pero apreciando como es justo las buenas intenciones de los que han propuesto estas medidas, permítaseme advertirles que, engolfados en el Océano de la política humana, se han olvidado del espíritu de la Iglesia católica. ¿ Tan lejos están los sacrifi- · cios que hizo en Inglaterra renunciando á su representacion; su opulencia y antiguo ascendiente, y cargándose con el desprecio, pobreza y execracion por no supeditarse al Gobierno temporal? Fuerza es repetirlo: los Obispos preferirian combatir á brazo partido, con el jacobinismo, á ceder en lo mas mínimo la autoridad que han recibido del Espíritu Santo. La Iglesia en efecto puede permanecer sin diezmos, propiedades, frailes, monjas y aun sin templos, mas de ningun modo sin libertad é independencia. Este elemento es tan indispensable para su régimen moral, que concediendo

por un instante su enagenacion, se concebiria el punto, el fin y el término del catolicismo; por cuanto habiendo estado hasta aqui el gobierno de la Iglesia en los Apóstoles y sucesores, si consintieran los Obispos en trasladarle ahora á la potestad civil, resultaria que su gobierno, como todos los del mundo, era variable, defectible, y sujeto á las contínuas mudanzas de las constituciones políticas, segun observó ya en sentido inverso el sapientísimo Cappellari antes de ser Papa escribiendo contra los jansenistas. La independencia, pues, de la Iglesia es un dogma correlativo de la fe, su gobierno inmutable, su poder divino; y para que jamás se suscitase duda bajo ningun pretesto de esta importante verdad, el Señor dejó delegada á los Obispos la misma potestad con que le envió su Eterno Padre. Con una prerogativa tan prodigiosa, no hay que parar ya la consideracion en las personas. Como hombres podrán comparecer oscuros, débiles, humildes de nacimiento, y acaso alguna vez peregrinos en literatura, ciencias y artes; pero en calidad de Obispos siempre representarán los conductos ordenados por el Espíritu Santo para el gobierno de su Iglesia, con la que ha de permanecer hasta la consumacion de los siglos.

11. Esta doctrina católica, que en el origen del cristianismo sonaba como una hipérbole á los sabios del mundo, se presenta cada dia mas inteligible á proporcion de como van sucediéndose los siglos, pues en el espacio de diez y

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