Imágenes de páginas
PDF
EPUB

násticos del glorioso Calasanz, y permitir otra contradiccion mas de los principios revolucionarios.

7. El segundo resorte de la caridad, á que me estaba contrayendo, ha obtenido una palinodia mas pública del partido irreligioso porque se ha sabido defender mejor. El divino Maestro, que habia despertado los sentimientos tiernos de nuestra alma á favor de los inocentes con las palabras antes citadas, nos habia dicho tambien en su admirable sermon de las Bienaventuranzas, que todo cuanto hagamos á favor de los pobres enfermos y desvalidos nos servirá del principal mérito en el reino de los cielos; aliciente dulce y delicioso, que moviendo el corazon humano desde el principio de la Iglesia, ha producido efectos admirables, y la ereccion de miles de hospicios y casas de refugio consagradas á su caridad. Mas con todo, en medio de tantos y tan edificantes ejemplos de piedad que parecian ya agotados, hubo un francés hijo de pastor, y él mismo guarda de un rebaño, que abrasado en el fuego de la caridad é iluminado del Espíritu Santo, trató de buscar los enfermos y huérfanos por las casas, los campos, ejércitos, las ciudades y las aldeas, y consagrar al sexo débil á un ejercicio tan espuesto y tan piadoso. El pensamiento, segun la prudencia humana, no se anunciaba muy favorable á la esperiencia considerado á primera vista; pero como quiera, San Vicente de Paul consiguió establecer el instituto de las

Hijas de caridad, con el que se encontró en España la revolucion sirviendo de sosten de los hospitales. Bien sabido es lo que ha pasado en este punto. Luego que el partido revolucionario, convencido de que la economía política, la salubridad, el orden y el aseo le forzaban á conservar las hijas de Paul so pena de abandonar las casas de beneficencia, quiso ocultar su derrota obligándolas á dejar la toca y el trage de su instituto, y á gobernarse por un reglamento secular; pero dóciles todas á la voz de su conciencia, se hubieran trasladado á Francia y otros reinos si el Gobierno, mas bien aconsejado, no hubiera desistido de tan estraña pretension. Tenemos, pues, votos en las Hijas de caridad, bien que temporales, y el vestido religioso de su regla. De lo dicho se infiere que la revolucion, forzada á cada paso por la necesidad, está en pugna abierta con los principios mismos de que tanto ha blasonado, y que bien analizado todo ella misma ha dado el primer movimiento al concordato, que recomiendo á la sabiduría de V. M., por cuanto tener frailes en la Habana y Filipinas, Escolapios é Hijas de caridad, y no haberse de celebrar un convenio con el Papa, envuelve una manifiesta contradiccion.

8. Cierto es que las capacidades del Congreso no han considerado correlativa esta consecuencia, pero consiste en una equivocacion tan peregrina, que no encuentra semejante en toda la historia eclesiástica. Hasta ahora las na

ciones que se precipitaron en la carrera de las revoluciones políticas y religiosas reparaban poco en arruinar unos tras de otros los institutos monacales y las iglesias que no cuadraban á sus miras; pero la España es la primera que presenta el espectáculo singular de haberse persuadido de que puede destruir: los órdenes monásticos establecidos por la Iglesia y crear frailes á su modo. No hablo, Señora, de aquellos venerables que han ridiculizado tan descaradamente los periódicos, como una especie de remedo de los grados con que se distinguen los masones en sus logias. Esta estravagancia, en fin, en concepto de los legisladores equivale á una especie de retiro temporal, como si dijéramos una cárcel de sacerdotes preservados del naufragio de sus compañeros. Hablo sí de los colegios que el Gobierno de V. M. ha dejado subsistir para proveer á los establecimientos ultramarinos de la Habana y Filipinas, pues su existencia envuelve contradiccion con la observancia de las reglas religiosas á que se refieren. Siento, Señora, verme obligado á espresarme de este modo hallándose por medio el respeto de las Cortes españolas y el crédito del Gobierno de V. M.; pero impelido del amor á la verdad y el deseo de poner término á la embarazosa crisis de la patria, no puedo prescindir ahora de arriesgar en en su comprobacion las siguientes observaciones, que ofrezco á la consideracion de V. M.

9. Los institutos religiosos, que llenan tan

tas páginas en la historia, han escitado en todos tiempos la animadversion de los Papas y Concilios, á causa de que, plantados segun reglas especiales bajo la dependencia de sus inmediatos superiores, y exentos en cuanto á esta parte de la autoridad de los Obispos, se dirigian de un modo privativo con sujecion á sus guardianes, provinciales, difinidores, generales, &c., ascendiendo asi hasta el Sumo Pontífice. Los que abrazan la regla, concluido ya el noviciado, profesan acto contínuo los artículos y capítulos en ella contenidos, considerándose por tan sustancial su estrecha y exacta observancia, que cuando los Obispos confieren el presbiterado á algun religioso, requieren espresamente el juramento de la obediencia á los superiores de su instituto, y cada uno de los ordenandos lo promete entonces de nuevo. Desde las sandalias hasta la capilla, desde el hábito hasta el cerquillo, tiene en la profesion religiosa sus palabras y su formulario, y á todo se van obligando los nuevos hijos de la orden: por cuya causa, intentar continuar con los Franciscanos y Agustinos, v. gr., y sustraerles del hábito y gobierno gradual y privativo de sus reglas, es buscar delfines en los bosques.

10. Los legisladores de las Cortes, engolfados en el cúmulo de negocios que siempre les rodean, no han parado su juicio en estas advertencias, ni tampoco en que la Iglesia, como regida por el Espíritu Santo, no permite remedo ni suplantacion : circunstancia original

que la distingue de todas las autoridades, y debe llamar la atencion de un observador filósofo, puesto que las dignidades mas elevadas de la tierra, comprendida la magestad del trono y la de los Congresos ó Senados, están sujetas al principio general. En efecto, por mas grandeza y esplendor que represente el cetro español y sus Cortes reunidas, una junta en Berga ó en Estella, auxiliada de consejeros partidarios, ha podido comparecer durante seis años en esta guerra civil (como comparecieron antes otras en Urgel, Bayona, &c., el año 20 y 23), figurando el mismo papel que el Gobierno de Isabel II, ya imponiendo castigos y señalando rentas, ya levantando ejércitos y espidiendo decretos de fuerza real y efectiva, que han hecho verter muchas lágrimas á la nacion; y gracias á que la victoria, coronando las armas de V. M., no los ha dejado sancionados para siempre. No obstante; en materia de Religion no caben tales figuraciones ni semejantes contingencias, porque de tal modo está constituido el gobierno de la Iglesia, que ningun acto que no proceda de la legítima autoridad produce efecto ni validez canónica. En vano, revistiéndose un seglar de las vestiduras sacerdotales, saldrá al altar y recitará las palabras de la misa. En la Iglesia de Dios no hay mas misa que la que celebra un sacerdote ordenado por su legítimo Pastor; solo el diácono canta en ella el Evangelio; solo el Obispo confiere órdenes: quiero decir, que los institutos religiosos se hallan establecidos en la Iglesia con ciertas fórmulas,

« AnteriorContinuar »