Imágenes de páginas
PDF
EPUB

la Iglesia de España, se hace preciso tratar abiertamente esta cuestion nueva, y no disimularnos la situacion crítica en que nos constituye, si deseamos superarla con honor y con justicia. Yo tomaré á mi cargo ahora esta tarea, y mas que habiéndome desembarazado en lo ya espuesto de las pretensiones estrañas introducidas por los tumultuarios, despojádola tambien de las exageraciones de los partidos antagonistas, y puéstola á salvo de las siniestras miras de las lógias, quedo espedito para examinar el punto con madura detencion, y sujetar á la sabiduría de V. M. el fruto de mis meditaciones, consagradas al servicio de la patria y gloria de la Iglesia hispana: de esta admirable Iglesia, Señora, que habiéndose dilatado por tan remotos climas, cobija bajo sus frondosas ramas mil naciones plantadas sobre la firme Piedra, todas unidas á la Santa Sede: Iglesia verdaderamente, Apostólica, en la que se miraban las historias eclesiásticas por la pureza de su fe, la antigüedad privilegiada de sus cánones, la proverbial constancia de sus Mártires, la gloria de sus Vírgenes, la eminencia y al mismo tiempo santidad de sus Doctores, la magnificencia de su culto, y el protectorado ó sea patrimonio de María; pero Iglesia que contemplan ahora vilipendiada por sus hijos, atropellada por el poder, combatida por la sabiduría humana, desconsolada, huérfana, sin pastores, sin pan, sin un lienzo con que enjugar sus lágrimas, la irrision de los sectarios, toda

[ocr errors]
[ocr errors]

desconocida; y para cúmulo de sus aflicciones, cuando habia de oir resonar en su defensa la voz de los Leandros, Isidoros, Fulgencios, Ildefonsos, la portentosa ciencia de los Tostados, Montanos, Suarez, Maldonados, apenas puede. percibir el lamento de sus Prelados oprimidos, por haber sido entregada como esclava á las profanas manos del imperio temporal.

[ocr errors][merged small]

que

1. Protesto ingénuamente, que al fijar la consideracion sobre un atropello tan sacrilego se me cae la pluma de la mano, y arrasados en lágrimas mis ojos no aciertan á leer lo iba escrito; pero no permitiéndome el ministerio episcopal desentenderme, voy á ver si, ya que he sido testigo de los estragos causados por los masones y comuneros á la Iglesia mas célebre del orbe despues de la de Roma, se encuentra medio de reparar parte de sus males, ó al menos atajar la total ruina que nos amenaza. Sentado pues, Señora, que la Iglesia defiende como un dogma correlativo de la fe su libertad é independencia para regirse y reformarse por sí misma, y sentado tambien que las Cortes y el Gobierno de V. M., estrechados por el torrente

revolucionario, han trastornado este orden en España, nos hallamos en la forzosa alternativa de que, ó la Iglesia ha de sacrificar su independencia y subordinarse al siglo, ó el Gobierno ha de publicar su coaccion y revocar todas sus medidas violentas, declarándolas por nulas y opresivas. El primer estremo raya en imposible, pues la Iglesia funda en su independencia el timbre divino de su gloria, con el que camina victoriosa por todos los siglos, todos los paises, climas y naciones, y con el que ha de permanecer hasta la consumacion de los tiempos sin diferencia ninguna. El segundo no es de un carácter tan indeleble, pues no faltan ejemplos de las naciones mas cultas, que dejaron por prudencia un sendero peligroso, y volvieron á tomar el camino recto que guia pacíficamente al puerto de la salvacion. No ignoro, Señora, las dificultades que ofrece este espediente, atendida la naturaleza de sus adversarios, el trasunto del tiempo, la fuerza que adquieren luego los hechos aunque sean ilegítimos en un principio, y sobre todo el respeto que merece la conciliacion de los ánimos, tan deseada para consolidar la paz de la monarquía; pero además de que no son insuperables todos estos obstáculos, pues, gracias al manantial inagotable de misericordia que goza la Iglesia, siempre hay facultades en su autoridad para restituir el orden con tal que nos dirijamos con temor de Dios y buena conciencia, debe tenerse presente una observacion, que faltaria á mi

[ocr errors]

deber si no la manifestara, con mucho respeto sí pero con libertad evangélica, pues de otro modo no se comprenderia bien la situacion del Gobierno, ni tampoco satisfaria á la obligacion que me impone el distinguido honor que me acompaña, como Obispo, de ser consejero de V. M., á los que está mandado por Real orden inserta en la Recopilacion, que consulten siempre á la Real Persona "con celo, cristiana libertad, suma pureza y sin respeto humano lo que juzgaren ser mas conveniente á la monarquía."

Prévia esta declaracion, es preciso traer á la memoria que el Real Patronato que V. M. disfruta en la Iglesia española le ejerce en virtud de un concordato, llevado á cabo, despues de muchas disputas y negociaciones, entre el Señor Don Fernando VI y Benedicto XIV, sin contar con el título mas antiguo de la Corona como protectora del Concilio de Trento. Verificado que fue el concordato, resultó por necesidad un contrato bilateral (*) entre la Iglesia y los Reyes de España, segun el que la primera viene obligada canónicamente á guardar todos los honores y prerogativas á sus legítimos monarcas, con las escepciones que les pertene

(*) Algunos escritores de escelente nota consideran como ofensiva á la Iglesia la palabra bilateral; pero en mi concepto no se fundan, pues siempre se usa en el Derecho, y se aplica á dos partes contratantes sin perjuicio de las atribuciones de cada autoridad.

cen de imprescriptibles y de perpétua posesion, sin que les sean aplicables en ningun caso los términos perentorios y otras reglas semejantes que apremian á los demás patronos. Pero por otra parte los Reyes se honran tambien de reconocer la obligacion especial contraida por el patronato de amparar los derechos é inmunidades de la Iglesia, y emplear todos los medios y auxilios de la Corona contra los que intentaren perturbarlos ó los hubiesen quebrantado de hecho; y como el vínculo de la justicia obra indistintamente en toda clase de gerarquías, salva la mayor delicadeza con que afecta á las almas elevadas, es claro que pesa sobre los Reyes de España el cargo de defender la Iglesia de sus enemigos para poder usar legitimamente del patronato. La consecuencia es tan óbvia, que en otros tiempos prohibiria la urbanidad hasta el indicarla, lo uno para hablar con el respeto tan debido á sus monarcas, y tambien para que die pudiera sospechar desconfianza del cumplimiento del contrato; pero me parece que en la actualidad no me es permitido dispensarme de dejar bien establecidos los principios, atendiendo á que, no siendo árbitra V. M. por la Constitucion de tomar medidas legislativas sin consulta de las Cortes, y habiéndose pronunciado en éstas muchas opiniones contrarias á las que pongo por fundamento, incurriria en un descuido indisimulable si no me hiciese cargo de esta dificultad.

-na

2. El principio que he sentado anterior

« AnteriorContinuar »