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que querian ver lo que habian firmado; i así se les leyó el papel en público; i aunque algunos quisieron que se quitasen sus firmas, no se hizo, porque ya estaba en poder del padre. Despues se dijo que este papel se habia leído, como digo, en la congregacion para dar a entender que el haber enviado los padres a tierra de guerra no fué por parecer solo del padre Luis de Valdivia, sino que yo i todos los que lo habian firmado fuimos del propio; i certifico a Vuestra Majestad que todos a una voz decian, al tiempo que los padres fueron, lo que sucedió, i yo lo que arriba digo, i esta es la verdad puntual. He querido avisar a Vuestra Majestad de ello por si acaso hubiera ido otra relacion contraria de esta. Nuestro Señor la real persona de Vuestra Majestad guarde con el aumento de mayores reinos i señoríos, como la cristiandad lo ha menester. Concepcion de Chile, Octubre 25 de 1613.-Alonso de Rivera".

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XII.

Segun el informe que el oidor don Cristóbal de la Cerda pasó al rei en 1621, el primer movimiento de Luis de Valdivia al recibir la infausta nueva del asesinato de los tres jesuitas fué el de la mas furiosa indignacion contra los feroces indíjenas que habian cometido tan sangriento e injustificable atentado.

Hé aquí sus palabras:

"Habiendo llegado la nueva al ejército de Vuestra Majestad de la muerte que en Elicura habian dado a los tres padres de la Compañía el dia siguiente al en que los entregó i publicó haber asen

tado sus no ciertas paces, pidió con encarecimiento al gobernador que pues se hallaba con todas las fuerzas i ejército junto, revolviese sobre la regua de Elicura, i la talase, i les hiciese todo el castigo posible, i edificase una casa fuerte en el lugar del martirio de los tres padres muertos, que así llamaba i llama él a los que rogaron con muchas i vivas lágrimas que no los matasen, representando a los indios la poca gloria que ganaban en dar muerte a tres hombres rendidos i desarmados, i que por bien de ellos habian ido a ponerse en sus manos. Por ventura debe ser esta gloria particular de los mártires de la Compañía. Habiendo el gobernador oído el pedimento del padre Valdivia, i la instancia que hacía sobre ello, mandó llamar a consejo de guerra, i propuso el intento, alentándolo el padre Valdivia con el calor de su cólera ....

I ventilada la causa en la junta de guerra, pareció al gobernador i demas ministros que conforme a las nuevas órdenes de Vuestra Majestad, no se podia hacer nada de todo lo que el padre Valdivia pedia i queria en venganza de la muerte de sus padres".

He copiado el precedente documento, tanto pa, ra que el lector pueda formar juicio por sí mismo sobre aquellos sucesos con pleno conocimiento de causa, como para que se vea hasta dónde llegó la exaltacion de muchos contra Luis de Valdivia i los demas individuos de la Compañía.

Mas por respetable que sea el testimonio de un personaje tan caracterizado como don Cristóbal de la Cerda, forzoso es reconocer que se halla desmentido por los hechos i documentos de que ténemos noticia.

El padre Valdivia persistió siempre en el siste

ma de procurar la pacificacion de los araucanos por los medios persuasivos i la predicacion.

En cuanto a Alonso de Rivera, ha espresado claramente en un documento auténtico que no deja lugar a duda, una opinion distinta a la que el oidor Cerda le supone: tal es, el informe que dirijió al rei en 17 de abril de 1613.

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En él se manifiesta dispuesto a sostener la rra defensiva como le estaba mandado; pero entiende que ella no le prohibe hacer correrías en el territorio de Arauco para desbaratar las juntas de indios, o evitar que hicieran preparativos hostiles. "Conviene que la guerra se les meta en su casa de estos enemigos, dice, para que se alarguen de nuestra tierra; i que cuando sepamos que se juntan en alguna parte de las suyas, podamos entrar a deshacerlos i a quitarles las comodidades que tienen para hacernos la guerra, que todo esto cabe en guerra defensiva; i si esto no se hace, no será toda la jente que tiene Vuestra Majestad en este reino, parte para impedir las entradas que estos hacen a la tierra de paz, i aunque fuera mucha mas".

Segun Alonso de Rivera, los indios "no habian de dar jamas la paz si no era sujetándolos con fuerza de armas".

Es menester, agregaba, que vean "por una parte el bien que se les sigue de recibir la paz, i por otra el mal que les viene de no aceptarla" para que se desengañen "de una opinion mui comun entre ellos, ansí en los de paz, como en los de guerra, que dicen que la paz que se les ofrece es por temor i falta de fuerzas".

Pero si estimaba utópico i aun perjudicial el plan del padre Valdivia para aquietar a los araucanos solo por la predicacion i los buenos ejem

plos, tampoco aceptaba el sistema de los conquistadores que pretendian imponerles la servidumbre por las armas, a sangre i fuego.

Nó, no era esa su opinion.

Alonso de Rivera pensaba que era preciso emplear la fuerza para escarmentar a los araucanos, siempre que se levantaran, o cometieran alguna violencia; pero que mientras permaneciesen tranquilos, debia dejárseles sin molestarlos, sin tratarse de reducirlos a encomiendas.

En una palabra, proponia el término medio que al fin i al cabo se adoptó durante la época colonial, i que jeneralmente se ha seguido despues de la independencia.

Alonso de Rivera pensaba que los araucanos habian estado engañando a Luis de Valdivia con sus demostraciones pacíficas, i que estaban disponiendo el alzamiento aun ántes de la fuga de las mujeres de Ancanamon; i comunicaba al rei los muchos i significativos antecedentes que habia para conjeturarlo así.

Consecuente con estas ideas, i de un modo contrario a lo que asienta don Cristóbal de la Cerda, hizo una espedicion para castigar la muerte de los misioneros Vechi, Aranda i Montalban., at o

Es él mismo quien lo refiere al rei con las siguientes palabras: "A 23 de febrero (de 1613) pasé el rio de Biobio con el campo de Vuestra Majestad para entrar en Puren i sus provincias, donde hice los mayores daños que pude al enemigo, i fueran mayores, mediante Dios, si salieran a pelear como lo han hecho los años pasados; quitóseles mucha comida i matáronse algunos indios, aunque pocos, i se prendieron cincuenta niños i mujeres, i se les tomaron algunos caballos; quemáronse mu chos ranchos".

XIII.

Mientras tanto, la catástrofe de Elicura habia hecho caer el mas completo descrédito sobre Luis de Valdivia, i sobre su sistema, i sobre sus amigos, i sobre el instituto relijioso a que pertenecia. -El gobernador Alonso de Rivera, que hasta entónces le habia sido mui adicto, entrando en desacuerdo con él, prestó oídos a los implacables adversarios del jesuita, i comenzó a dispensarles la proteccion que anteriormente daba al padre.

Igual conducta observó el obispo de Santiago don frai Juan Pérez de Espinosa, que hasta entónces se habia manifestado decidido amigo del padre Valdivia i de sus ideas.

Fué aquella una verdadera tempestad de reprobacion, de antipatía, de cargos de todo jénero.

Era difícil concebir una impopularidad mayor. Hasta los predicadores tronaron desde los púlpitos contra Valdivia i sus correlijionarios, los perturbadores del órden público, los alborotadores de los indios.

La mala voluntad a Luis de Valdivia se hizo estensiva a los jesuitas que le ayudaban, i de ellos, a la Compañía entera.

El fundador mismo no fué respetado, pues hubo predicador que reprobó desde el púlpito el que se hubiese colocado en el altar mayor de la iglesia de los jesuitas la imájen de su patriarca Ignacio de Loyola, que a la fecha gozaba ya los honores de beatificado:

"Oyólo con escándalo la piedad, dice un escritor jesuita; pero nadie reprimió su arrojo, porque no solo el gobernador, sino tambien el prelado eclesiástico estaba adverso a nuestras cosas, i el desa

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