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fecto echaba un velo a sus ojos para que no viese la grandeza de este desacato, i se desentendiese de su castigo" (1).

Ocurrió por entónces en Santiago un suceso puede decirse privado, que en cualesquiera otras circunstancias talvez no habria tenido eco; pero que en medio de la jeneral efervescencia, adquirió las proporciones de un acontecimiento social.

La relacion de ese hecho puede ofrecer un cuadro vivo del estado en que se encontraban los ánimos, i hacer que nos trasportemos por la imajinaeion a esa época ya lejana, i tan distinta de la nuestra.

Para narrarlo, dejo la palabra al historiador jesuita Pedro Lozano, que habia tomado de los papeles de la órden los datos necesarios.

"Para que en esta gravísima persecucion del reino de Chile, dice, no le faltase a la Compañía ejercicio en este jénero, permitió el cielo que contra madre tan buena se levantase tambien un mal hijo, que, aunándose con los perseguidores, ayudase a labrar los esmaltes de su corona, i le causase aquel dolor con que los golpes de mano semejante suelen lastimar la paciencia.

"Este aborto, ántes que hijo, fué Manuel de Fonseca, portugues de nacion, natural de la ciudad fa mosa de Lisboa. Alistado en la Compañía en nues tra provincia del Perú, procedió con satisfaccion; i hallándose en el colejio de Santiago de Chile, cuando de aquella se dividió nuestra provincia, fué agregado a ella; i como hubiese dado lucido espécimen de su buen injenio, fué, despues de ocuparse en otros ministerios, empleado en el lustro

(1) Lozano, Historia de la Compañía de Jesus de la provincia del Paraguai, libro 7, capítulo 14.

de leer teolojía escolástica en el mismo colejio, donde poco a poco se fué engolfando en negocios ajenos de nuestra profesion, e introduciendo con los seglares mas que fuera justo. Por este camino se resfrió en la primitiva observancia, cuyo defecto avisó a les superiores de su obligacion a correjirle; i como las amonestaciones paternales i secretas no consiguiesen el efecto deseado, se le dieron algunas penitencias, i se le conminó que de no reconocerse la debida enmienda, se verian forzados a removerle de la cátedra, i aun a tomar resolucion mas severa, porque todavía no habia hecho la profesion. Este golpe, que debiera hacerle volver en sí, le halló ya tan mal dispuesto, que solo sirvió de empeorarle, i hacerle caer en un despecho fatal, con que se resolvió a abandonar la Compañía, volverse a las ollas de Ejipto, donde ya estaba, si no con el cuerpo, con el afecto.

"Disuadiósele este consejo temerario, pero sin fruto, porque ya su corazon se habia dejado predominar del amor a las cosas del siglo, i se juzgó conveniente cortar el miembro podrido para que no inficionase el resto del cuerpo. Mas como por otra parte se considerasen no pequeños inconvenientes en despedirle dentro de Chile, porque su jenio bullicioso causaria allí muchas inquietudes a los nuestros, principalmente en tiempo tan revuelto, i en que él, ocultando la verdadera causa de sus trabajos, divulgaba entre los seglares que nacia de envidia i emulacion de sus prendas, se resolvieron despacharle a Lima, donde recibiese la dimisoria, i fuese despedido. Sintiólo vivamente Fonseca, i no dejó piedra por mover para frustrar esta idea, cuyo acierto calificaron los sucesos posteriores; pero como los tenia previstos en el jenio i orgullo del hombre el padre provincial, i las razones que pa

ra lo contrario alegaba abultaban mas en la араriencia que en la realidad, siendo frívolas o finjidas, se llevó adelante la primera resolucion.

"Intimósele una sentencia secreta en que se declaró que si no queria esperar sobre su espulsion la resolucion de nuestro padre jeneral, se remitiria su dimisoria al padre Cristóbal de Ovando, electo procurador a Roma por nuestra provincia del Perú, quien despues de ejecutar algunas dilijencias, le soltaria los votos, le despediria i entregaria la dimisoria en Lima, dejando hecho voto i juramento por escrito i firmado de su nombre de que nunca volveria al reino de Chile, so pena de que si los quebrantase i volviese, pudiese la Compañía recojerle i castigarle como a apóstata, porque, aunque la dimisoria iria absoluta, solo se le concedia debajo de las condiciones de las dilijencias previas del padre Ovando, de su ida a Lima i de que no volviese a Chile. Hizo el juramento i firmóle sin mostrar dificultad, ni parecia la pudiese tener racional, pues siendo uno de los títulos o pretestos que alegaba para su espulsion la necesidad de sus padres, es cierto que mejor podria adquirir para su socorro en la opulencia de Lima, que no en la pobreza de Chile, que entónces era bien grande, fuera de que el temperamento de Chile se reconocia poco saludable a su complexion. Sin embargo, el hombre, doblado seis dias ántes de ligarse con el voto i juramento, habia hecho ante escribano i dos testigos una esclamacion secreta en que contradecia la salida suya de Chile i la obligacion de no volver, sin dar de este fraude el menor indicio, como conoció le era necesario para deslumbrar la sinceridad de nuestros superiores.

"Estos, para mejor resguardo del sujeto, dispusieron que Fonseca fuese embarcado a Lima en

compañía del padre Antonio de Ureña, que iba por superior; i en un pliego cerrado con cartas de importancia, llevaba dentro la comision para el padre Ovando i la patente que debia entregar al espulso. Era éste bien astuto; i llegando al puerto de Valparaíso, tuvo maña para hurtar el pliego al padre Ureña, abrirle i sacar la patente o dimisoria, i dejando embarcar al compañero, trazó modo como a él le pusiesen embarazo, i volviéndose por sendas estraviadas a Santiago, se refujió al convento de San Francisco, desde donde hizo presentacion de su dimisoria ante el señor obispo don frai Juan Pérez de Espinosa, suplicándole que le amparase en el uso de ella, de que estaba bien cierto, porque el notorio desafecto de aquel prelado hacia los jesuitas fundaba segura confianza que no le negaria su patrocinio. No se engañó, porque luego se declaró empeñado a su favor con aplauso de la mayor parte de la ciudad, que como ardia en iras contra nosotros por las cosas del padre Valdivia, celebraba los excesos de su sinrazon por aciertos de su prudencia, i se alegraba de que se nos diesen nuevos motivos de sentimiento.

"Hallóse forzado el padre provincial a sacar la cara a favor de nuestros privilejios; i nombrando en virtud de ellos por notario apostólico al padre Baltazar de Pliego, presentó las bulas pontificias a su ilustrísima i el instrumento por donde constaba que Manuel de Fonseca era apóstata de la Compañía, i que como tal estaba ligado con las censuras, i no podia celebrar el santo sacrificio de la misa, ni predicar la palabra divina, sino debia ser entregado a la Compañía para su correccion, ni podia dársele favor so pena de incurrir en descomunion reservada a la Silla Apostólica. Nada intimidó el ánimo del obispo, a quien daba alientos

la malevolencia comun, i el apoyo de algunos ministros de la real audiencia que con el presidente estaban declarados contra la Compañía; por lo cual, pospuesto el temor de las censuras, i despreciados nuestros privilejios, el apóstata fué amparado en el uso de su dimisoria, i honrado con lucidas funciones en la Catedral, encomendándole aquellos primeros dias el sermon del domingo de ramos i el de la pasion el viernes santo del año de 1613, siendo así que cuando Fonseca vivia dentro de la Compañía, le profesaba su ilustrísima particular aversion, i disgustaba por estremo de sus sermones."

"Pretendió nuestro provincial nombrar juez conservador, pero nunca pudo conseguir la aprobacion de la real audiencia, que ántes bien se puso de parte de Fonseca, e infundió nuevos alientos al obispo para hacerse juez ordinario de esta causa, por mas que le recusó, i declinó jurisdiccion. I aun fuera tolerable este atentado, si no estuviese tan declarado a favor de la injusticia, que se negaba aun a recibir los alegatos de nuestro derecho, i oír nuestras peticiones, i hacía otras vejaciones que manifestaban cuánto puede la pasion armada del poder. Era aquel prelado ardiente en sus empeños, i de ménos consideracion en sus resoluciones, de que se puede formar alguna idea por tal cual que refiere el maestro Jil González Dávila, cronista mayor de las Indias, en su Teatro Eclesiástico de la primitiva iglesia de las Indias Occidentales (tomo 2, folio 82), donde escribe de él quese volvió a España (son palabras formales de aquel autor) sin licencia de Su Santidad, ni rei, i dió la razon que tuvo para ello, que no fué tenida por suficiente, quedando quejosa aquella iglesia (de Santiago de Chile) i sus pobres, porque trajo

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