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araucanos era un hecho que habia resonado en el mundo entero.

Así los holandeses se lisonjeaban de encontrar en ellos aliados formidables contra los españoles, el enemigo comun.

Teniendo el apoyo de aquellos esforzados indíjenas, creian mui posible la fundacion en las costas del Pacífico de un establecimiento firme i duradero.

Valdivia era el punto que les habia parecido mas adecuado a este fin.

Para dar a conocer este acontecimiento importante de nuestra historia nacional, voi a valerme de un libro, ya mui raro, que fué publicado en Lima el año de 1647, i que puede considerarse oficial.

Ese libro es el que dirijió a Felipe IV el fraile agustino Miguel de Aguirre con el título de Poblacion de Valdivia. Motivos i medios para aquella fundacion. Defensas del reino del Perú para resistir las invasiones enemigas en mar i tierra. Paces pedidas por los indios rebeldes de Chile, acetadas i capituladas por el gobernador, i estado que tienen hasta 9 de abril del año de 1647.

El padre Aguirre tuvo a la vista para componer su obra los documentos oficiales, lo que da a su escrito una grande autenticidad.

Hemos dejado la escuadrilla holandesa a la vista de Castro, pequeña i miserable poblacion, que era la capital del archipiélago.

El gobernador Juan Muñoz Herrera intentó hacer resistencia con cincuenta hombres que tenia a sus órdenes; pero en la pelea perecieron él i varios de los suyos. Los restantes se retiraron a la montaña.

Los holandeses quemaron entónces una nave

que estaba surta en el puerto; i saquearon la poblacion de Castro.

Brouwer leyó a los indíjenas una carta del príncipe de Orange que traia rotulada: A los caciques rebelados de Chile.

Gracias a la tal comunicacion, o mejor dicho, a las promesas i agasajos que les hizo, logró entrar en relaciones con ellos; i en seguida, los estimuló a que diesen caza a los españoles refujiados en la montaña, i los mataran a todos.

Los chilotes se lo prometieron.

-Enviadme, les agregó, la noticia de haberlo practicado así a Valdivia, para donde nos vamos. Mientras tanto, los holandeses habian obtenido una nueva ventaja: la ocupacion del fuerte de Carelmapu, de que se apoderaron despues de un combate.

Hasta entonces la empresa habia marchado viento en popa; pero Brouwer se hallaba ya a la víspera de las grandes dificultades.

Su tropa i marinería, compuestas de diferentes naciones, habian estado en la persuasion de "que venian por tiempo limitado, bien que a buena tierra, segun decian".

Pero, habiendo Brouwer tenido que declararles, conforme a sus instrucciones, que el objeto de la espedicion era la ocupacion permanente de Valdivia, la noticia produjo un jeneral descontento.

A este primer motivo de disgusto, se agregó la desaparicion, o mejor dicho, la pérdida de la nave que traia la provision de víveres para dos años.

Brouwer, abrumado por esta doble calamidad, falleció de pesadumbre, antes de dejar a Chiloé. Pidió por última manifestacion de afecto que le sirviera de sepulcro Valdivia, donde no habia podido gobernar.

Para sucederle, fué designado su sobrino Elías Harcksmans, "mozo inesperto, (dice el autor que me está sirviendo de guia) i electo en el oficio mas por el favor del tio, que por su talento i méritos propios".

El nuevo jefe procuró dirijirse pronto a Valdivia, sacando consigo de Carelmapu trescientos indíjenas con sus familias i algunos mestizos.

En los primeros dias de setiembre, estuvo a la vista del lugar que su gobierno habia señalado como término de la espedicion.

No le fué difícil entrar en relaciones amistosas con los indíjenas.

Para consolidarlas, celebró una solemne conferencia con Manquipillan i otros caciques principales, a quienes presentó la carta ya mencionada del príncipe de Orange.

Ademas, les ofreció volver el año próximo con mayores fuerzas i pertrechos; i dejarles entónces, no solo dos mil soldados para repoblar a Valdivia i levantar otras ciudades, i echar del país a los españoles; sino tambien mil negros para desempeñar los trabajos que pesaban sobre los indios, i abolir de este modo el servicio personal.

Los indíjenas escucharon todos aquellos planes con la mayor complacencia.

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Así no tuvieron ningun inconveniente para pactar con los holandeses una alianza ofensiva i defensiva.

Todo marchaba, como se ve, a las mil maravillas; pero los víveres escaseaban, hasta el estremo de esperimentarse una verdadera necesidad.

A consecuencia de esto, hubo que reducir la racion de cada semana a solo dos libras i media de bizcocho.

Por su parte, los indios aliados, o no querian, o

talvez no podian suministrar los bastimentos que tanto se habian menester.

Harcksmans, en esta crítica situacion, hizo salir una de las naves para Holanda en busca de so

corros.

Pero esa nave no podia ir i volver sino en muchos meses.

¿Qué hacer mientras tanto?

El descontento aumentaba entre los holandeses. El mismo jefe no tenia ningun deseo de permanecer en una posicion tan angustiosa; i por este motivo, levantaba con empeño informaciones para dejar bien comprobada la necesidad en que se veia de abandonar la empresa, i para escudarse así de toda responsabilidad que su gobierno quisiera hacer pesar sobre él.

En estas circunstancias, cincuenta soldados católicos de diferentes naciones tramaron una maquinacion para irse a la Imperial con sus armas i carabinas de rueda a fin de pasarse a los españoles.

Habiendo sido descubierto el complot por uno de los mestizos que se habian traído de Carelmapu, Harcksmans hizo arcabucear a siete de los principales conjurados, i mutilar a cinco; pero el ejemplar no surtió todo el efecto que habia buscado; pues casi inmediatamente se desertaron cuatro soldados.

En vista de lo que estaba sucediendo, Harcksmans determinó dar la vuelta a su país con las tres naves que le quedaban.

Los indios se manifestaron quejosos de esta determinacion, pues dijeron que los holandeses los dejaban entregados a la venganza de los españoles; pero Harcksmans i los suyos procuraron inspirarles confianza, asegurándoles que se iban para regresar pronto con mayores recursos.

Los holandeses se alejaron de Chile a fines de 1643.

Todo lo que en realidad habian conseguido con su espedicion habia sido dejar sepultado en la tierra de Valdivia el cadáver de Brouwer en cumplimiento de la voluntad que éste habia manifestado al tiempo de morir.

XVI.

Sin embargo, la empresa holandesa que acabo de referir causó las mas vivas inquietudes al presidente de Chile, al virrei del Perú i aun al monarca mismo.

Eran tan escasos i pobres los medios de comunicacion de que entónces disponian el presidente de Chile i el virrei del Perú, que el segundo no supo la invasion de los holandeses hasta el 19 de setiembre por aviso que le remitió el primero.

El marques de Báides, segun frai Miguel de Aguirre, tuvo noticia del acontecimiento "por relaciones ciertas habidas por personas confidentes de la tierra de guerra".

El presidente de Chile, junto con anunciar al virrei del Perú lo que estaba sucediendo, le escribia que "necesitaba de mas jente para poderse defender de las invasiones que en aquel reino intentase el holandes; i que se enviase el situado con brevedad, i con él trescientos hombres armados i pagados para que agregados al ejército defendie. sen aquellos puertos i guarneciesen las fronteras". El marques de Mancera desplegó una actividad estraordinaria.

Mientras alistaba una escuadra que poder hacer salir contra los holandeses, envió socorros al presidente de Chile en dos naves mandadas por don

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