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tificar la paz con los indíjenas, el parlamento que iba haciéndose de estilo a la entrada de cada gobernante.

Acuña i Cabrera, aunque era ya anciano, emprendió entonces solo, sin escolta ni comitiva, un viaje desde Boroa hasta Valdivia por entre las tribus mas belicosas, i volvió de la misma manera, sin que ni a la ida ni a la vuelta hubiera encontrado el menor obstáculo, ni corrido el menor riesgo.

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Debe advertirse, sin embargo, que fué disfrazado de paisano.

¿Qué objeto habia tenido una correría semejante, que bien habia podido ser peligrosa, pero que de todos modos habia sido inútil?

Vamos a verlo pronto.

Acuña i Cabrera dirijió a la corte un memorial, redactado por un fraile, en que hacía una pintura alegre de la tranquilidad del país, i mencionaba con mucho aparato su viaje de Boroa a Valdivia, callando por supuesto lo del disfraz.

El presidente interino de Chile habia sido capitan en la guerra de Flandes; pertenecia a la primera nobleza de España; tenia parientes de mucha influencia en los consejos del soberano.

Todo esto, unido a las agradables noticias que comunicaba, i a la hazaña del viaje por entre los indios, le valió el título de gobernador propietario de Chile por ocho años, sin contar el tiempo que habia desempeñado el cargo como interino.

Indudablemente el rei quiso nombrar un gobernador; pero en realidad lo que nombró fué una gobernadora.

I no me costará mucho el esplicarlo.

"Era este caballero viejo i sin hijos i su mujer moza, dice hablando de Acuña i Cabrera el

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cronista contemporáneo don Jerónimo de Quiroga (1).

Doña Juana de Salazar (así se llamaba aquella señora) ejercia sobre su marido, hombre de carácter débil i cuitado, un predominio absoluto, hasta el punto de que Acuña i Cabrera no veia sino por los ojos de su mujer, no escuchaba sino por sus oídos, no daba sino por sus manos, no se movia sino por sus inspiraciones.

La dama imperaba en el corazon de su marido, lo que era lejítimo; pero se aprovechaba de ello para mandar en la casa, lo que todavía era concebible; i para dominar en el estado, lo que era intolerable, porque ella carecia del talento necesario para hacerlo.

Era voz pública i corriente la de que Chile estaba rejido por una gobernadora.

I en efecto, doña Juana de Salazar otorgaba las gracias, repartia los empleos, dirijia los negocios del reino.

Don Antonio era viejo i apasionado; doña Juana, jóven i hermosa. Este antecedente esplica el estado de las relaciones de ambos cónyujes.

La historia se ve obligada a recojer un dato de esta especie; porque los secretos de una alcoba son a veces la causa de la desgracia de un pueblo.

A doña Juana de Salazar, por lo mismo que su marido era viejo, i no tenian hijos, "le convenia juntar dinero a toda dilijencia", dice el cronista ántes citado.

Pero lo peor del caso era que, no solo necesitaba enriquecerse mucho i pronto doña Juana, sino tambien dos hermanos casados i pobres, don Juan

(1) Quiroga, Compendio Histórico de los mas principales sucesos de la conquista i guerra del reino de Chile hasta el año de 1656.

i don José de Salazar, que habian venido con ella en busca de fortuna.

¡Bueno estaba el reino de Chile para hacer negocios lucrativos!

Pedro de Valdivia, sus compañeros i sucesores, regando el suelo de Chile con sudor i sangre de indios, habian logrado estraer las pepitas de oro que están mezcladas con los granos de tierra. ¿Por qué los Salazares, por arbitrios análogos, no habian de proporcionarse pingües ganancias en medio de la miseria jeneral?

Los Salazares manifestaron ser hombres espertos en la materia.

Principiaron por hacerse dar los dos cargos militares mas importantes que habia en el país; don Juan fué nombrado maestre de campo, i don José, sarjento mayor.

Pero los sueldos que les estaban asignados eran mezquinos, i no podian contentarse con ellos.

Los dos hermanos se reservaron la provision por mayor i por menor del ejército. Ahuyentaron a los proveedores i vivanderos, adjudicándose el monopolio de los vestidos i alimentos. Aquella especulacion era tan ventajosa para los dos jefes, como perjudicial para los subalternos. La manutencion era pésima i escasísima, pero se vendia a precio de oro.

Mas esta fuente de entradas, por productiva que fuese, no enriquecia a los Salazares, ni tanto como ellos codiciaban, ni con la prontitud que ellos querian.

Para lograrlo, emprendieron entónces en grande el comercio de indios de todos sexos i edades.

Se ha visto que por diversas causas se habian disminuido sobre manera los indios de encomien

da i los negros esclavos, con quienes se hacía el servicio doméstico i el cultivo de los campos.

Ahora bien, era sumamente difícil reemplazarlos, tanto porque la raza indíjena se iba estinguiendo rápidamente, como porque la insurreccion del Portugal suscitaba embarazos al tráfico de africa

nos.

Otro tanto sucedia en el Perú.

Los Salazares determinaron aprovechar tan bella oportunidad de vender araucanos de todas condiciones, que en uno i otro país les eran pagados a precios excesivos, por centenares de pesos.

El maestre de campo i el sarjento mayor no poseian ni estancia que cultivar, ni mina que esplotar; pero tenian a su disposicion la tierra de Arauco, donde se criaban indios.

¿Para qué querian mas?

Como se sabe, los españoles siempre habian sacado de aquella rejion, con un pretesto o con otro, indíjenas que vendian, o a quienes forzaban a trabajar; pero jamas se ejerció el comercio de carne humana en mas estension, i con mayor escándalo, que entónces.

Los Salazares adquirian indios por la fuerza, por el engaño, por cambios, por compra, por todos los medios imajinables.

Sacaban de Arauco hombres i mujeres, grandes i pequeños, para vender, como otros sacaban de sus estancias ganado de animales mayores i me

nores.

La agravacion de este abuso, a la verdad antiguo, introdujo, como debe presumirse, la mayor desmoralizacion en el ejército de la frontera.

Los subalternos naturalmente practicaban en pequeño lo que los Salazares en grande.

Las cosas llegaron así al último grado del de

sórden i de la vergüenza, como va a verse por una real cédula de fecha posterior a los sucesos de que estoi tratando, pero que fué espedida con motivo de ellos.

"El Rei. Don Antonio de Acuña i Cabrera, caballero de la órden de Santiago, mi gobernador i capitan jeueral de las provincias de Chile, i presidente de mi audiencia de ellas. En carta que esa audiencia me escribió en 22 de mayo del año pasado de 1651, me dió cuenta de la noticia que habia tenido de que los indios nuevamente reducidos vendian sus hijos, mujeres i parientes a los españoles por pagas que por ellos reciben, de que los cabos del ejército dan certificaciones para que los compradores se sirvan de ellos sin que ninguna persona se los pueda quitar, los cuales los vuelven a vender i tratan de la misma manera que a esclavos, de que la audiencia habia hecho el escrúpulo debido, i dispuesto lo conveniente para resolver lo conveniente i lo que hallare por derecho; i que vos ordenasteis con graves penas no se sacase fuera de esas provincias a ninguno de los indios vendidos en la forma referida. I habiéndose visto en mi consejo de las Indias, con diferentes cartas i papeles tocantes a la materia, i lo que en otra de 30 de junio del año pasado de 1652 escribió el doctor don Antonio Ramírez de Laguna, que fué fiscal protector de los naturales de esas provincias, en que da cuenta de lo que estaba dispuesto i se practicaba acerca de la esclavitud i libertad de los indios, i que a similitud de lo que estilaban entre sí, habiendo padecido algun hambre los indios, los persuadieron la jente de guerra e indios de paz que asistian con ellos a que vendiesen sus hijos, hermanos i parientes en empeño a su usanza, en que habian venido por ser a trueque de armas, caballos, vestidos, i

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