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ñez de Pineda i Bascuñan, fué el hacer prisioneros para venderlos fuera i dentro del reino, que siendo esclavos, se hizo de ellos un comercio opulento, i mucha jente voluntaria venía a servir por el interes de este lucro" (1).

Don Juan de Salazar iba persuadido de que aquella entrada a la tierra sería, no solo un excelente negocio, sino tambien un simple paseo.

I tan cierto fué que lo pensaba así, que llevó consigo vestida de hombre a su mujer (2).

Salazar i su tropa llegaron sin novedad el 11 de enero de 1654 a la márjen del Rio Bueno, que segun un cronista, dista unas ciento treinta leguas de la ciudad de Concepcion.

En la ribera opuesta, se percibian medio ocultos entre los árboles i la maleza todos los cuncos, unos a caballo, otros a pié, teniendo entre ellos a sus mujeres i a sus hijos, que habian llevado consigo para que no fuesen reducidos a dura servidumbre, lo que indefectiblemente habria sucedido, si los hubieran dejado en sus indefensos hogares.

Aquel espectáculo colmó de regocijo a Salazar i a los otros negociantes de carne humana que le acompañaban.

La presa que se les presentaba era soberbia, capaz de despertar la codicia del mas desinteresado. Mientras tanto, el caudaloso rio que dividia a los unos de los otros no tenia vado.

Salazar no podia contener la impaciencia; ya le parecia que aquella multitud de piezas se le iba a escapar de las manos.

Se le hacía tarde el asegurarlas bajo una buena custodia.

(1) Córdoba i Figueroa, Historia de Chile, libro 4, capítulo 16. (2) Quiroga, Compendio Histórico.

Aquella muchedumbre de indíjenas valia un caudal.

Apresuradamente, mandó echar sobre el rio un puente de sogas, sobre las cuales pusieron bejucos i totora para formar una especie de balsas.

La tal construccion no podia ser mas endeble. Sin embargo, el maestre de campo dió la órden de que la tropa se apresurase a pasar, para comenzar cuánto ántes la caza de indios.

Algunos oficiales le representaron los serios peligros que ofrecia el movimiento.

Sin querer oírlos, Salazar se mantuvo firme en que se cumpliese lo que habia mandado.

Como los soldados conocian mui bien el peligro cierto a que iban a esponerse, los mas de ellos, ántes de emprender la dificultosa operacion, se confesaron i se prepararon a morir cuál correspondia a buenos cristianos.

Principiaron a pasar con mucho tiento i maña. Los primeros salieron bien; pero en la ribera, los cuncos los recibieron en las puntas de las lanzás, i abrumándolos con el número, los fueron, o forzándolos a arrojarse al rio, o hiriéndolos, o matándolos, sin que los asaltantes pudieran ser socorridos por los suyos.

De este modo perecieron unos cien españoles i mas de treinta indios amigos.

Mientras tanto, segun se habia previsto, el mal construido puente se rompió de repente con el peso de los transeuntes, precipitando al agua a todos aquellos que en aquel momento iban atravesando por él.

Esta catástrofe acabó de introducir la confusion entre los españoles.

El maestre de campo, que habia presenciado, sin poder evitarla, la pérdida de muchos de sus

soldados, tuvo que emprender la retirada para salvar los restos de su ejército; i pudo llegar a Concepcion sin haber sido hostilizado por los indíjenas del tránsito, que seguian manifestándose pacíficos.

VI.

La indignacion pública por semejante desastre fué tan profunda, que Acuña i Cabrera se vió forzado a mandar enjuiciar a su cuñado, sobre quien se hacía pesar toda la responsabilidad del descalabro; pero el proceso fué una pura fórmula.

Don Juan de Salazar salió, no solo absuelto, sino glorificado.

Se hizo mas todavía.

Habiéndose determinado llevar a cabo una nueva espedicion contra los cuncos, se encargó la direccion de ella al derrotado de Rio Bueno.

Parece escusado advertir que este nombramiento causó el mayor desagrado.

El 6 de febrero de 1655, partió don Juan de Salazar a la cabeza de cuatrocientos españoles i de gran número de indios ausiliares para ir a castigar a los cuncos, o mejor dicho, para ir a vengarse de la pasada derrota.

Por el camino, con arreglo a instrucciones que habia recibido, se le incorporó el gobernador de la plaza de Boroa, don Francisco Núñez de Pineda i Bascuñan, el autor del Cautiverio Feliz, con una parte de la guarnicion.

Desde ántes de abrirse la campaña, habia principiado a correr el rumor de que los araucanos preparaban un alzamiento jeneral; pero tan pronto como Salazar hubo comenzado su marcha, estas voces cobraron mas fuerza.

Los indicios de que los araucanos disponian un gran golpe se multiplicaron, i fueron mui vehe

mentes.

Sin embargo, el presidente don Antonio de Acuña i Cabrera, que a la sazon residia en Concepcion, se negaba tenazmente a admitir la posibilidad de que aquello pudiera suceder.

Pero fueron tantos i tan autorizados los avisos que recibió, i tanto lo que se le representó sobre el particular, que tomó la resolucion de ir con alguna tropa de infantería a situarse en la plaza de Buena Esperanza, como posicion favorable para evitar o reprimir cualquiera intentona de rebelion.

Llegó a aquel lugar en la noche del 12 de febrero de 1655; i no mas tarde que el 14 del mismo mes, estalló el terrible alzamiento que se estaba anunciando, i que el presidente no habia creído posible.

La sublevacion fué jeneral e instantánea; i se efectuó, no solo en la tierra de Arauco, sino tambien en el territorio comprendido entre el Biobio i el Maule.

Los indios se precipitaron al mismo tiempo sobre la mayor parte de las estancias situadas entre los dos rios mencionados (trecientas noventa i seis, segun unos; i cuatrocientas sesenta i dos, segun otros); i las saquearon completamente.

Las pérdidas se avaluaron en ocho millones de

pesos.

Todavía fueron "mayores las de las vidas, honra i libertad, agrega el maestre de campo don Pedro de Córdoba i Figueroa, pues aprisionaron muchas personas de uno i otro sexo, i algunas de ilustre nacimiento, que pudiéramos mencionar; mas no es razon el violar con el recuerdo el pudor

de su sexo: baste el que ha de ser de esta desgracia la bastarda projenie que hoi subsiste" (1).

Todos los fuertes que los españoles habian levantado en territorio araucano fueron asaltados simultáneamente; i casi todos ellos, despues de una resistencia mayor o menor, tuvieron que ser abandonados.

Merece una especial mencion lo que sucedió en el de Nacimiento.

Mandaba allí el sarjento mayor don José de Salazar.

El fuerte o plaza de Nacimiento se levantaba en la confluencia de los rios Vergara i Biobio.

Los indios lo atacaron en varias ocasiones, pero fueron rechazados.

Sin embargo, viendo el sarjento mayor que el enemigo no se desalentaba, i que él se iba encontrando mui escaso de víveres i municiones, determinó retirarse a Concepcion por el rio en unas malas embarcaciones.

Muchos le reprobaron este plan, representándole que a causa de la estacion, habia poca agua, i por lo mismo la navegacion era mui dificultosa; pero Salazar no quiso ceder.

Los soldados de la guarnicion, con las mujeres i los niños, se acomodaron como pudieron en unas lanchas i confiaron su salvacion à la corriente del rio.

a

Los indios, que notaron el movimiento, se pusieron a seguirlos por ambas riberas, en número de mas de cuatro mil.

Mientras tanto, las embarcaciones iban encallando a cada paso.

Don José de Salazar no tardó en adquirir el

(1) Córdoba i Figueroa, Historia de Chile, libro 5, capítulo 18.

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