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CEREMONIAS QUE USAN EN LOS TRATADOS DE PAZ

Este orgulloso pueblo se ha visto precisado muchas veces a venir a hacer la paz con sus enemigos. Desde el año de 1640, en que por la primera vez la hicieron con los españoles, la han renovado muchas veces, o ya por rotura que haya habido de ella o por entrada de nuevo gobernador en el Reino. Por cualquiera de estos motivos la paz se trata en una junta de las dos naciones, española y araucana. Este congreso se llama por los españoles Parlamento y por los indios Huinca coyagh, de las palabras huinca, que algunos quieren que signifique blanco, por el color de la nacion a que se lo han aplicado, cuando su propia significacion no es sino de ladron, y de la palabra coyagh, que significa concilio o asamblea; y así querrá decir para con ellos junta con ladrones.

El tiempo de estos parlamentos, cuando no es por motivo de rotura sino por nuevo gobernador, es el mes de Noviembre, y el sitio de él los llanos situados entre los rios Biobio y la Laja en la provincia de Huilquilemu, habitada por los españoles, hácia los confines de los araucanos. En las inmediaciones de este sitio se hallan las fortalezas españolas Nacimiento, Puren, los Angeles, Tucapel y Yumbel: todas las cuales se fortifican mas de lo regular en esta circunstancia, así de tropa arreglada como de milicias urbanas. Los araucanos han siempre pretendido que este congreso se haga dentro de sus tierras; pero exceptuado el gobernador don Tomas Marin de Poveda, que quiso consentir a estas sus pretensiones, ninguno de los otros gobernadores se ha inducido a pasar el rio Biobio, temiendo alguna sorpresa por parte de los indios. Fortifícanse tambien los pasos de este rio, por lo que no se permite pasar a ninguno con mas armas que las que están ya pactadas.

Algunos meses antes de salir de la capital para esta junta, el gobernador español manda un embajador a toda la tierra para convocar a ella a to los los toquis, apo-ulmenes y ulmenes. Este embajador, que siempre

es el mismo, está pagado de Su Magestad y lleva el título de comisario de naciones, práctico no ménos de la tierra de los indios que de su lengua; va a los cuatro utantamapus, visita y habla con cada uno de los toquis, discurre por todas las provincias, llegando a la casa no solo del apo-ulmen, sino de cada uno de los ulmenes. Aunque este comisario es ordinariamente persona acepta entre los araucanos, porque los gobernadores procuran dar siempre este empleo a quien conocen con esta prerrogativa, si se acompaña con la posesion e inteligencia de la lengua de los indios, propóneles la determinacion y voluntad del gobernador, promételes que se tratarán en el congreso las cosas pertenecientes a la paz perpétua de entrambas naciones, que se satisfarán mutuamente los agravios y que se establecerá una nueva armonía que sea permanente; y cuando a estas persuasiones no se rinden, les hace ver las armas que él puede usar para destruirlos, les pondera su valor y ciencia militar. La dicha convocacion hecha a cada uno en particular, y el congreso siempre que hay nuevo gobernador, lo han hecho estos indios un derecho tan inamisible, que si un gobernador se procurase dispensar de él, los araucanos se creerian vilipendiados, y lo mismo un apo-ulmen o ulmen que no fuese llamado a él, lo tomaria por injuria hecha a su persona y procuraria inquietar la nacion, porque no hay cosa con que mas se ofendan que con el desprecio, y seria muy de temer una rotura general.

De aquí es que los gobernadores tienen del erario real una cierta asignacion para los gastos de este viaje y del congreso, y otra suma para las cosas que deben llevar para regalar alos toquis, apo-ulmenes y ulmenes Fuera de la oficialidad que acompaña al gobernador, va con él su auditor de guerra y un oidor de la real chancillería, porque con esta ocasion no solo visita toda la milicia, sino que atiende a mucha parte del gobierno civil del reino, por todas las partes que pasa.

Cuando se acerca el tiempo de este congreso, el gobernador hace en la ciudad de la Concepion una junta de toda la oficialidad española, de algunos misioneros expertos, a la cual tambien asiste el obispo de dicha ciudad, bajo cuya jurisdiccion espiritual estan las almas de muchos de estos Indios, que profesan ya la religion católica. En esta junta se examinan las cosas que se deben proponer a los araucanos, tanto para bien del reino, cuanto para fruto de sus almas; en suma, todo aquello que se cree mas conducente para conservar la paz y reducirlos a la fé católica y buenas costumbres.

Al tiempo prescrito, llegan al lugar el gobernador con toda su oficialidad, escoltado de varias compañías de a caballo e infantería, los misioneros y los toquis, apo-ulmenes y ulmenes, de modo que ninguno tiene que aguardar al otro. Los toquis, apo-ulmenes y ulmenes, vienen tambien escoltados. En esta ocasion vienen ellos vestidos a la europea, con sus casacas de grana, galoneadas de oro y plata, chupa, calzones y camisa de lino: ésta, para demostrar que la traen, la dejan fuera de los calzones, tanto por delante como por detras, lo cual, junto con el mal talle de dichos vestidos, mueve grandemente la risa, que es necesario contener, porque de no se irritarian y creerian que se burlaban de ellos. Nunca vienen todos los ulmenes: no obstante, en el parlamento de 1723, se encontra

HISTORIA DE CHILE.-LIB. VI.-CAP. IX

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ban 130 ulmenes con sus respectivas comitivas, con lo que ascendian al número de dos mil y cuarenta y cuatro personas. Concurren tambien de muchas partes del reino mercaderes, los cuales, todo el tiempo que dura el parlamento, hacen allí una feria muy copiosa. Los araucanos ocupan dos millas distantes del campamento español.

Se da principio al congreso con muchas cortesías de una y otra parte. Todos los bastones de los toquis, apo-ulmenes y ulmenes, y el del gobernador español, pero no el de sus oficiales, porque éste solo representa la nacion española, se ligan en un mazo para demostrar la union de las dos naciones y se coloca en el centro mismo del congreso. De una parte se pone el gobernador con sus oficiales y misioneros, y su escolta detras; de la otra, los toquis, que hacen frente al gobernador, siguiéndoseles los apo-ulmenes de una y otra mano y despues los ulmenes y su escolta detras. Todos toman asientos a un tiempo.

Entónces un ulmen a quien la nacion ha dado la comision, sale al medio del Congreso, saluda con gran reverencia toda la asamblea, lleva en la mano siniestra un ramo de canelo, y poniendo la derecha sobre el mazo de bastones, hace un discurso muy largo en lengua chilena. Un intérprete español, habiendo ántes hecho juramento de referir fielmente lo que los indios dicen, va período por período exponiendo en lengua española todo lo que aquel orador araucano propone.

El objeto de tales discursos es ordinariamente la paz, los bienes que ella procura a todos, y los males que trae consigo la guerra, y a una exhortacion bien dispuesta a ambas naciones para abrazar la paz y no la guerra; pero ántes de venir a esta conclusion, expone la fidelidad que su nacion ha tenido en guardar todos los capítulos en que se han convenido en los otros tratados, y que si alguna vez ella ha declarado la guerra, nunca ha sido la primera, sino despues que los españoles han faltado a los pactos y han hecho hostilidades en sus tierras, y que sus reclamos no han sido oídos al ver que los delincuentes no se habian castigado. Hace mencion de todos los excesos que han cometido los vasallos de Su Magestad, y pide, nó la indemnizacion de los daños, sino solo el castigo de los delincuentes. Si la nacion tiene alguna otra cosa que proponer, o que añadir alguna otra capitulacion, la propone y pide en nombre de toda ella; y en fin, concluida toda su comision, hace en poquísimas palabras una perfecta recopilacion de su larguísimo dis

curso.

En esto notan todos los oyentes un exordio adoptado al objeto, una invencion fecunda, una narracion limpia, una argumentacion sólida y un epílogo conciso y expresivo. La retórica es la única ciencia que conocen y a que se aplican los araucanos. Desde pequeños se acostumbran a hablar en público. En sus asambleas o butacoyagh, que son frecuentísimas, todos tienen libertad de arengar, y el que lo hace mejor tiene mayor aplauso y forma mayor partido. Los excelentes oradores son no ménos estimados que lo fueron entre los romanos antiguos. De aquí nace el empeño que todos tienen de hablar bien su lengua y de conservar su pureza. Sus oraciones se asemejan un poco a las de los apianos, por el frecuente uso de las parábolas y de las semejanzas. Ellos usan tambien

los apóstrofes a los circunstantes, enderezando la palabra o a los españoles oficiales, o a sus toquis y ulmenes, con una variedad de frases y de figuras que sorprenden, y mucho mas a los versados en la arte oratoria.

Acabado el discurso del araucano, habla el gobernador en español, procurando en su discurso apagar los sentimientos de la nacion araucana, y protestando que los excesos cometidos de los particulares, no los aprueba el gobierno, ántes bien los castiga cuando puede haber a las manos los delincuentes, y ha sucedido, para hacerles ver esto mismo, dar en presencia de ellos el último suplicio a uno u otro que se le ha hallado verdaderamente culpable en lo que ellos lo acusaban. Si como esto ha sucedido pocas veces, hubiese sido mas frecuente, no se mostraria siempre tan resentida la nacion araucana, ni hubiera ella cogido tantas veces las armas para vengar sus injurias.

Viénese finalmente a los artículos de paz, los cuales deben de ser aprobados por los cuatro toquis o por los plenipotenciarios de los cuatro utan-mapus, porque si falta alguno (lo cual ellos han hecho algunas veces maliciosamente) pierden todo su valor. Concluidos todos concordemente, los araucanos matan algunos chili-hueques u ovejas del país, como por ratificacion de la paz y concordia de las dos naciones. El gobernador convida a su mesa los cuatro toquis y los ulmenes principales, come con ellos, les brinda y les hace, como tambien a todos los otros ulmenes, los regalos de sombreros, bastones, añil, alhajas, etc., conforme la suma que del real erario está destinada para este fin. Ellos corresponden con otros pequeños regalos de aves y pájaros, y tambien se ha dado el caso que pongan en libertad algun cautivo de los que han cogido los pehuenches en las haciendas de Buenos Aires.

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HABITACION, ALIMENTO Y VESTIDO DE LOS INDIOS

Donde se conoce mas la barbarie de los indios chilenos es en las casas, alimento y vestido, y en lo desbaratado de su gobierno doméstico. Estos indios no tienen fortaleza alguna que les pueda defender de las correrías de sus enemigos, ni ciudades, ni pueblos, ni aldeas. Ellos habitan dispersos en las campiñas, creyendo ser este uno de los mayores privilegios de la libertad. Cada familia tiene sus tierras donde habita, las cuales les han venido de sus antepasados, y de las cuales, por medio de la agricultura, sacan ellos su sustento. Así como los toquis, apo-ulmenes y los ulmenes tienen sus ciertos límites del territorio de su jurisdiccion, así tambien cada familia tiene su territorio. que no le es disputado por alguno otro, del cual no sale ninguno de aquellas parentelas y lo poseen como de comun.

Sus casas, que siempre están a la ribera de algun rio o riachuelos, son de madera, o cuadrilongas, o de figura oval. Estas últimas están todas cubiertas de paja de arriba abajo, las otras tienen techo y murallas. Estas las componen diversas ramas de árboles entretejidas entre sí, cubiertas con barro, y el techo de paja. Unas y otras no tienen division alguna de cámaras o antecámaras, sin ventana alguna y con solo una puerta que de noche se cierra con cuero de vaca. Esta misma casa sirve tambien de cocina. En medio de ella se hace el fuego, y hay tantos fuegos cuantas son las mujeres del indio, porque cada una de ellas hace todos los dias su plato particular al marido; de modo que el indio tiene a su mesa tantos platos cuantas son las mujeres.

En esta casa no se ve cama alguna, porque todos duermen sobre pieles de carnero, las cuales, cuando se levantan, quitan del sitio donde duermen. Los muebles de casa no presentan sino una viva imágen de la necesidad, a la que solamente han consultado en su construccion. Estos se reducen a unos trozos de árbol o troncos toscos que hacen veces de sillas

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