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cos ejemplares para el uso de los senadores, la prensa habia tenido noticias de su espíritu, i lo habia impugnado ardorosamente. El 15 de julio era presentado a la cámara de diputados en su nueva forma, i se anunciaba que el ministro se presentaria a sostenerlo. Cuando fué conocido por el público, se hizo sentir en contra de él una vigorosa condenacion. Solo teniendo a la vista ese ominoso proyecto, decia un periódico, podrá creerse que el gobierno de Chile se haya avanzado a organizar la ruina de las libertades públicas, solicitando del cuerpo lejislativo la sancion de una lei que destruye la única barrera que contiene los avances del despotismo... No se prohibe directamente la libertad de imprenta; pero se le ponen trabas tan odiosas que, sancionadas, no habrá quien imprima ni quiera escribir una sola palabra que esprese una idea política. Con fianzas sobre fianzas se ha discurrido destruir las imprentas... Sancionada esa lei, a despecho de la opinion pública, pronunciada del modo mas enérjico i ostensible... ¿habrá quien diga que la nacion chilena está sistemada bajo la forma republicana?... No nos admira la temeridad del gobierno para resolver la ruina de las libertades públicas. Lo mas estraño es que el senado le haya prestado su sancion, i que la cámara esté tan dispuesta a hacer lo mismo (6).»

Sin embargo, ese proyecto iba a ser detenido en la cámara de diputados. La discusion, aplazada por unos cuantos dias, se abrió por fin el 27 de julio. Don Melchor Concha fué el primero en entrar al debate. Sostuvo que la libertad de imprenta para ser efectiva, no debia ser limitada, a pretesto de reglamentacion, por ninguna lei; i en este sentido se pronunciaba contra la de 1828. Segun él, de todos los delitos imputados en ella a la imprenta, solo debia ser justiciable la injuria, i eso no por una lei especial sino por la lejislacion comun i ante los tribunales ordinarios. Los otros delitos no son tales, i los escritos que los cometen no producen el menor efecto sino cuando el terreno, es decir la opinion, está preparada para ello. Predíquese la revolucion i el trastorno en una sociedad libre,

(6) El Censor imparcial, núm. 4.

tranquila i feliz, i por mas elocuencia sediciosa que se despliegue, ella será impotente para desviar la opinion pública. Por el contrario, decia Concha, la represion de la prensa no ha conducido jamas al resultado que de ella se esperaba. Contra ella se han ensayado todos los sistemas imajinables para amordazarla, prohibicion absoluta, censura previa, intimidacion con la amenaza de penas severas; pero todos esos espedientes han fracasado, i las ideas cuyo progreso i cuyo triunfo se queria atajar, han seguido abriéndose camino. Jamas en el congreso de Chile se habian emitido conceptos mas radicales; pero la opinion pública no estaba entónces preparada para comprenderlos i mucho menos para aceptarlos. Asi fué que mientras los conservadores o pelucones se mostraban horrorizados de tales doctrinas (7), muchos de los liberales se creian en el deber de mostrarse estraños a ellas.

Uno de ellos, don Juan Manuel Cobo, diputado liberal por Petorca, pronunció un largo discurso para demostrar que la lei de imprenta era necesaria, que la que existia era mala porque autorizaba el abuso de esa libertad, i que la que estaba en discusion seria preferible, sobre todo si se introducian en ella algunas modificaciones. Otro diputado liberal, don Joquin Campino, representante de Elqui, antiguo ministro de estado, i diplomático en Méjico i en los Estados Unidos, impugnó el proyecto de Egaña, señalando los inconvenientes que ofrecian las trabas que a imitacion de Francia se ponian a la libertad de la prensa por medio de fianzas para usar de ella, i recordando lo que ocurria en otros países mas adelantados donde los abusos encontraban su correctivo, nó en una lei sino en la misma prensa. Por fin, entró don Mariano Egaña a aquel debate con toda la autoridad i todo el prestijio que le daban su

(7) El Conservador, periódico que se publicaba desde enero de ese año para defender al ministerio contra los ataques de los papeles liberales, se pronunció con singular ardor contra las teorías del diputado Concha en materia de libretad de imprenta, en su núm. 12 de 6 de agosto de 1840. Concluiremos, añadia, rogando a los ajentes europeos que le escuchaban, no den noticias en su país de unos hechos que dan la idea mas mezquina i degradante de las luces de los representantes de la nacion, pudiendo quizas juzgarse con el mismo sentido a los demas diputados, a quienes sin ofensa no nos es dado hacerles imputaciones semejantes.>

puesto, sus antecedentes, i su talento. Poseedor ya de una larga práctica, parlamentaria, empleando siempre en sus discursos una admirable claridad, i de ordinario una gran fuerza de argumentacion, Egaña era sin duda alguna, el primer orador de esos congresos. En esa ocasion, defendió su proyecto con habilidad, tratando de descargarlo del reproche de liberticida, cuando queria solo afianzar la libertad de la prensa, evitando que fuera desprestijiada con el abuso; i apoyando sus ideas con las lecciones que se desprendian de la historia i de la lejislacion de otros países que él habia estudiado, en sus viajes i en los libros. El triunfo pareció ser suyo en esa ocasion. Despues de dos dias de debate, el proyecto fué aprobado en jeneral con solo cuatro votos en contra.

La discusion particular parecia deber conducir a un resultado semejante. En efecto, los dos primeros artículos del proyecto fueron aprobados sin dificultad, aunque, respectivamente con diez i doce votos en contra. Pero se habia levantado una gran resistencia en la opinion i en la prensa. Comenzaba a ajitarse con algun calor la nueva contienda electoral para la designacion de presidente de la República, sobre lo cual existia en el mismo seno del gobierno una mal disimulada diverjencia, i ni el presidente de la República, ni sus ministros, fuera de Egaña, querian labrarse una grande impopularidad sosteniendo un proyecto que provocaba tantas resistencias. Se dió por entónces de mano a su discusion, i se le dejó dormir en el archivo de la cámara. Las complicaciones de la política, de que vamos a hablar mas adelante, facilitaron ese resultado (8). Solo seis años mas tarde, en tiempos mucho mas

(8) Un hecho ocurrido poco tiempo despues de aquellas discusiones vino a manifestar una vez mas la ineficacia de las leyes i de las acusaciones para suprimir los avances de la prensa. Se publicaba desde mediados de junio de ese año (1840) un periódico de oposicion titulado El Buzon. Su redactor era un jóven abogado llamado don Nicolas Figueroa, hombre de cierto talento i de una voluntad bien decidida. En el mes de setiembre, ese periódico fué acusado por sedicioso. El jurado, reunido el 15 de ese mes, lo declaró, en efecto, sedicioso en primer grado, lo que significaba la pena de doscientos pesos de multa o treinta dias de prision. Se nabia creído que siendo Figueroa persona de escasos bienes de fortuna, renunciaria a seguir publicando su periódico. No sucedió así, sin enbargo. La multa fué pagada; i El Buzon siguió publicándose, hasta que a causa de los accidentes políticos posteriores se le puso término.

tranquilos, se habia de renovar el ataque contra la libertad de la prensa; i aunque se consiguió sancionar una lei restrictiva i retrógrada, ella misma vino a probar el enorme error que llevan consigo todas las medidas de esa clase. 3. Varios proyectos de don 3. Entre otros proyectos de me

restablecimiento de los

jesuitas, sobre instrue cion pública i sobre otras dos en la cámara de di

materias: son desatendi

Pedro Palazuelos sobre nor trascendencia presentados a aquel congreso, merecen recordarse por su singularidad, cuatro de que era autor el diputado por Itata don putados. Pedro Palazuelos Astaburuaga. Abogado desde febrero de 1820, i ademas doctor i ex-catedrático de teolojía de la universidad de San Felipe, Palazuelos habia unido a los escasos i vetustos conocimientos que entónces era posible adquirir en Chile, las luces lijeras i superficiales suministradas en la lectura de algunos libros i en dos viajes a Europa, en el segundo de los cuales le tocó ser testigo en Paris de la revolucion de 1830 i de la caída de los Borbones (9). Ardoroso en sus actos i en sus palabras, en ocasiones elocuente i espiritual, Palazuelos no era sin embargo un hombre equilibrado, i con frecuencia se le veia tomar en las discusiones del congreso, o en otras circunstancias, los rumbos mas inesperados, i a veces los mas ajenos al sentido práctico.

En el congreso de 1840, Palazuelos no habia dejado oir su nombre sino como uno de los firmantes de un informe aprobatorio del proyecto de lei de imprenta de que hemos

(9) En 1852 publicó en Valparaíso el distinguido escritor arjentino don Juan Bautista Alberdi un opúsculo de unas 20 pájinas pequeñas con el título de Hombres públicos de Chile. Noticia biográfica de don Pedro Palazuelos. Ese escrito, reproduccion de un folletin publicado en El Mercurio con motivo del reciente fallecimiento de Palazuelos (diciembre de 1851), está fundado particularmente en los recuerdos personales del autor i en noticias recojidas en su trato con aquel; i aunque dista mucho de ser tan prolijo i exacto como habria convenido, merece ser consultado, no solo por los hechos allí referidos, sino por su agradable lectura, Palazuelos habia acompañado como secretario a Cienfuegos en 1822 i 1823, en su mision a Roma (véase Historia Jeneral de Chile, tomo XIII, páj. 373), ien1826 acompañó a Freire en calidad de auditor de guerra, en la segunda espedicion a Chiloé, tocándole intervenir en la ocupacion del archipiélago (véase id. id. tomo XIV, páj, 630). En su segundo viaje a Europa, llevó el título de cónsul de Chile en los Países Bajos. Palazuelo era primo hermano de don Diego Portales; pero éste no le mostró nunca grande estimacion.

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hablado. Pero el 10 de agosto presentaba a la cámara de diputados un estenso memorial sobre diversos temas de gobierno, acompañado de cuatro distintos proyectos de lei, tan estraños por su fondo como por su forma. Segun Palazuelos, si Chile habia conquistado la independencia en los campos de batalla, no habia conseguido nada en favor de su civilizacion i de su progreso. Nosotros, decia, ciegos, pobres, inmorales i cercados por todas partes de peligros, creemos haber alcanzado con una victoria todos los beneficios de la ilustracion, de la riqueza i sólidas virtudes de las masas. Nuestra vida es un sueño interrumpido por el furor de nuestras pasiones encerradas en el estrecho círculo de lo presente, i nuestras esperanzas, otra ilusion de nuestra propia vanidad. Entre tanto, la anarquía, la incertidumbre, i la flaqueza se presentan como síntomas seguros de la muerte de nuestras instituciones, a desmentir las promesas de los interesados en sostener i perpetuar la farsa ridícula que representamos. >

Como demostracion de la verdad de estas apreciaciones, Palazuelos agregaba que mas de la mitad del territorio de la República en su prolongacion al sur, estaba ocupado por indios salvajes i bravíos, para contener a los cuales, i sin poder dominarlos, el gobierno estaba obligado a gastar mas de la tercera parte de las rentas nacionales. Esa situacion era mui peligrosa, i nos esponia a perder una gran porcion de nuestro territorio, i a que un gobierno estraño enviase misioneros para conquistarla, como, segun él, habia hecho la Francia en algunos lugares. Como signos evidentes i anunciadores de ese peligro, Palazuelos señalaba dos hechos que solo demostraban el esplendor de la civilizacion moderna, i que eran mensajeros de paz, de progreso, de cultura, de riqueza i prosperidad. Esos hechos eran las notables esploraciones hidrográficas practicadas en los mares del sur por los marinos ingleses Parker King i Fitz-Roy, cuyos mapas i cuyas descripciones se publicaban en Londres para el servicio de todas las naciones del orbe; i la organizacion de una compañía inglesa para establecer la navegacion por vapor en esta parte del Pacífico (10). Palazue

(10) Todas las personas de alguna cultura estimaban los dos hechos recordados por Palazuelos como grandes beneficios que debian contri

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