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una gran porcion del barrio mas rico i comercial de esa ciudad.

Mayor resonancia tuvieron dos nombramientos hechos por el ministerio de hacienda en personas de gran notoriedad, que eran considerados enemigos constantes del gobierno. Don Manuel Renjifo, como se recordará, al aceptar ese ministerio, habia propuesto el cambio de política que se estaba desarrollando con el apoyo eficaz del presidente Búlnes, cuyo buen sentido le hacia comprender las ventajas de esa innovacion. Habiendo quedado vacantes dos importantes destinos de hacienda, la contaduría mayor o tribunal de cuentas, i la tesorería de la casa de moneda, el presidente de la República i su ministro Renjifo llamaron al primero de ellos a don Diego José Benavente, i al segundo a don Joaquin Campino. Uno i otro eran personajes acreditados por sus servicios anteriores, por sus talentos, i por la independencia de carácter, a pesar de su mui modesta situacion de fortuna, en el congreso, en la prensa i en los círculos políticos habian figurado entre los adversarios mas ardientes del gobierno. Ni el uno ni el otro habian solicitado esos destinos, que sin embargo, iban a asegurarles la subsistencia; i al recibirlos no habian comprometido en lo menor su independencia. Benavente en el senado i Campino en la cámara de diputados, conservaron una actitud digna i honrada, sin escusar sus censuras a los actos o principios del gobierno que ellos consideraban desfavorables à la causa de la libertad i de la justicia. Era esto, cabalmente, lo que hacia la honra del gobierno por aquellos nombramientos (33).

10. La lei de rehabilitacion 10. Contamos antes que en octude los militares dados de bre de 1841, al discutirse en el baja: leyes referentes a los jenerales O'Higgins senado el proyecto de lei de amnistía presentado por el gobierno, se

i San Martin.

(34) Estos nombramientos que fueron mui comentados en los círcu los sociales, i en jeneral mui aplaudidos, se hicieron con distancia de mas de un año entre uno i otro, i cuando se presentaron las vacantes. Por mas dilijencia que hemos puesto, rejistrando los archivos, no nos ha sido dado descubrir la fecha exata de ellos. Solo hemos podido hallar que Campino comenzaba a desempeñar la tesorería de la casa de moneda el 1.o de junio de 1842, i que Benavente despachaba como contador mayor el 23 de setiembre de 1843.

le habia agregado un inciso que limitaba la estension que se habia querido dar a aquel jeneroso pensamiento. Habian vuelto a Chile los desterrados i proscriptos que las contiendas civiles habian arrojado del país. Habia entre ellos militares de alta o baja graduacion, que como otros que no habian salido de Chile, estaban privados de sus títulos, i privados tambien de toda renta. Bastará recordar que entre esos militares se encontraban hombres de los antecedentes i servicios en la guerra de la independencia del capitan jeneral don Ramon Freire, i del jeneral de division don Juan Gregorio de Las Heras.

Para reparar esta injusticia, se preparó por el ministerio un proyecto de lei de solo dos artículos, que la opinion liberal e ilustrada del país debia recibir con gran contento. Por el primero de ellos se declaraba rehabilitados en sus grados i empleos a los jenerales, jefes i oficiales separados del servicio a consecuencia de los acontecimientos de 1830; i por el segundo se reconocia derecho a montepio conforme a la lei, a las familias de aquellos militares que hubiesen muerto cuando estaban dados de baja por la misma causa. El presidente de la República prestaba una franca i resuelta aprobacion a ese proyecto; pero todavía acojió con mayor decision otros dos que debian ser presentados conjuntamente al congreso. Por ellos se declaraba que los jenerales don Bernardo O'Higgins i don José de San Martin gozarian a perpetuidad el sueldo íntegro correspondiente a su grado militar aunque residieran en el estranjero. Tanto el presidente de la República don Manuel Búlnes como el ministro de la guerra don José Santiago Aldunate estaban persuadidos de que esos proyectos serian aprobados prontamente, i talvez por aclamacion

Los tres proyectos fueron presentados a la cámara de diputados el 7 de setiembre (1842). Apénas se les hubo dado lectura, tomó la palabra para sostenerlos el ministro de hacienda don Manuel Renjifo, iniciador, como sabemos, de la política de conciliacion. «Al presentar estos proyectos, dijo, el gobierno se ha propuesto dos objetos: conciliar enteramente los partidos haciendo de todos ellos una sola familia, i borrar si era posible hasta la memoria de nuestros funestos estravíos. » I despues de dar algun desarrollo a esas ideas, terminaba su discurso con estas palabras:

Pido a la cámara que sancione, si es posible, los proyectos de que nos ocupamos antes del 18 de setiembre, que así contribuiremos a solemnizar de un modo glorioso el dia grande de nuestro aniversario. »

Aquellas palabras fueron acojidas con satisfaccion por la gran mayoría de la cámara. Don Melchor de Santiago. Concha, aplaudiendo ardorosamente ese proyecto, pidió que se les votara sin dilacion, i en votacion pública. Otro diputado liberal, don Juan Manuel Cobo, dijo que la mas pequeña demora en la sancion de este negocio seria una falta. Por fin, don Pedro Palazuelos Astaburuaga en una fogosa improvisacion, pedia lo mismo, como un acto de reparacion i como un ejemplo para las Repúblicas hermanas, que vivian sumidas en sangrientas discordias en que habian desaparecido todos los sentimientos. jenerosos. «Debemos mirar estos mensajes, decia, como una inspiracion divina, a la cual debe contestar sin tardanza nuestra conciencia; debemos darles la preferencia sobre otros asuntos, i en fin, debemos considerarlos como un símbolo de nuestra civilizacion.» La comision encargada de estudiar esos proyectos, segun la práctica de la cámara, presentó su informe aprobatorio pocos momentos despues, i la discusion volvió a abrirse a segunda hora.

Todo hacia creer que aquellos proyectos serian aprobados ese mismo dia. El ministro del interior don Ramon Luis Irarrázabal los recomendó, reclamando para la administracion del jeneral Prieto el honor de haber dado, por la elevacion de algunos jefes a sus antiguos honores, los primeros pasos en favor de esta obra de reparacion. «Si la lei de amnistía, dijo, no llenó los deseos de todo pecho republicano, hoi se han realizado: éste es su complemento.» Solo entónces se hizo oir una voz en contra de esos propósitos de jenerosidad i de olvido. El diputado suplente por Santiago don Manuel José Cerda, el mismo que en su carácter de fiscal interino habia actuado con tanta saña en los últimos procesos políticos i jurados de imprenta, se encargó de poner trabas a la aprobacion de aquellas leyes, suscitando dudas sobre su equidad, sobre su alcance i sobre los inconvenientes que iban a ofrecer en su aplicacion. «Aunque me digan que soi un judío, decia Cerda en justificacion de su conducta, ¡qué me im

porta! yo debo hablar aquí con la voz de mi conciencia. La oposicion de Cerda, aunque combatida por algunos diputados, fué causa de que se levantase esa sesion sin haberse resuelto nada.

Renovóse la discusion el 9 de setiembre. Los ministros de hacienda i de guerra, don Manuel Renjifo i don José Santiago Aldunate, así como el diputado Concha, impugnaron con nuevos argumentos las alegaciones de C'erda. Hubo un momento en que la discusion tomó un jiro mui ardiente, cuando Concha, rechazando el apodo de «descarriados, que se daba a los vencidos en 1830, se empeñó en demostrar que eran éstos cabalmente los que entonces defendian la constitucion i las leves. Al fin, la rehabilitacion de los militares dados de baja, i el derecho a montepío de las familias de los que habian muerto, fué aprobada en votacion secreta con doce votos en contra. Las otras dos leyes que disponian el pago de los sueldos de los jenerales O'Higgins i San Martin, fueron aplazadas, por cuanto Palazuelos pedia que se hiciera igual concesion en favor de los jenerales Freire i Las Heras que estaban residiendo en Chile. Solo el 12 de setiembre fueron aprobados uno en pos de otro esos dos proyectos, pero cada uno obtuvo once votos en coutra. Es

penoso recordar que en 1842 hubiera en una cámara de Chile quienes por ig norancia o por prevencion, negaran su apoyo a un acto de simple i modesta justicia a los dos mas ilustres i prestijiosos fundadores de la independencia.

En el senado, aquellos proyectos hallaron todavía nueva resistencia. Introducidos al despacho el 16 de setiembre, solo el 21 del propio mes se inició la discusion. Don Diego José Benavente, con todo el prestijio que le daban sus largos servicios, fué el primero en dar opinion. Felicito, dijo, al senado i a toda la República, por haber alcanzado la época feliz, no diré como en Roma, de cerrar las puertas de Jano, pero sí con mas propiedad, las puertas de la revolucion, por ver apagada la discordia, estinguidos los odios i rencores, i realizadas en fin todas las esperanzas que concebimos en setiembre de 1810... Entre los individuos que aparecen agraciados por estas leyes hai algunos (O'Higgins i San Martin) que me infirieron grandes males; mas yo seria indigno del nombre de chileno i

de ocupar este asiento en 1842, si tuviera presentes esos resentimientos para negar mi voto al premio de servicios eminentes».

Pero Benavente tuvo que sostener la discusion con dos contendores empecinados. Uno de ellos era el presidente del senado don José Miguel Irarrázabal, hermano mayor del ministro del interior, pelucon inflexible, enemigo de innovaciones i de los que las sustentaban (34), i el otro don Mariano Egaña, que con mucho mas talento i con una notable ilustracion jurídica, profesaba en diversos órdenes de asuntos públicos las mismas ideas. Los argumentos empleados por ambos tenian algunos puntos de contacto; pero Egaña que combatia porfiadamente la lei que rehabilitaba a los militares dados de baja en 1830, apoyaba i defendia las otras dos leyes referentes a los jenerales O'Higgins i San Martin, cuyos méritos se complacia en reconocer i en proclamar. La discusion, que Benavente, por su parte, sostuvo con notable talento, se continuó cerca de tres horas, complicándose con numerosos incidentes; pero la primera de esas leyes fué aprobada por una gran mayoría (once votos contra tres). Las otras dos leyes, aplazadas ese dia,

(34) Don José Miguel Irarrázabal habia sido miembro del congreso de plenipotenciarios de 1830; i fué uno de los que mas empeño pusieron en que se diera de baja a los militares que no reconocian al gobierno impuesto por la revolucion.

En un artículo publicado en El Araucano núm. 631, de 23 de setiembre, don Andres Bello defendió mui bien el proyecto de rehabilitacion de los militares dados de baja, contra los ataques de que se le hizo objeto en el senado. Allí calificó ese proyecto de uno de los actos que honran mas a la presente administración; acto eminentemente calculado para consolidar la paz preciosa que goza nuestra República; acto no solo oportuno sino necesario en las circunstancias del país; no so o político, sino que aun pudiera llamarse justo en el sentido mas alto i noble de esta palabra.»

Segun hemos referido en el capítulo anterior, el gobierno habia querido incluir en la amnistia sancionada en octubre de 1841 la rehabilitacion de los militares dados de baja. Hemos podido ver los documentos relativos a la discusion de la amnistia, i en ellos aparecen las restricciones que se le queria poner. Don Mariano Egaña propuso que la amnistia no comprendiese a los que se hallaban desterrados por sentencia judicial, en cuyo caso se hallaban el jeneral Freire i otros individuos. Esa proposicion fué desechada por gran mayoría. Fué en cambio, aprobada otra, propuesta por don Juan de Dios Vial del Rio, segun la cual la amnistia no importaba la rehabilitacion de los militares dados de baja, i esta declaracion hizo necesaria la presentacion de este otro proyecto.

UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

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