Imágenes de páginas
PDF
EPUB

peñado altos puestos en otras Repúblicas, i despues que en Chile mismo habia servido con lucimiento en los dias mas gloriosos de la lucha por la independencia, volvia a este país batido por la desgracia, casi desterrado de todas par

del empréstito chileno de 1822 (Véase Historia jeneral de Chile tomo XIV, páj. 520 i sig).

En 1817, la revolucion de Nueva Granada habia sido dominada por las armas españolas. García del Rio se encontró en Inglate ra sin ocupacion i sin recursos; se vino a Buenos Aires, i de allí pasó a Chile el año siguiente. En otra parte hemos referido estensamente su actuacion en Chile como periodista i como sub-secretario de relaciones esteriores, i en el Perú como ministro de San Martin, i despues como su ajente en Europa para entender en los quiméricos proyectos de monarquía (Véase Historia jeneral de Chile, tomos XI, XII i XIII). En Londres, asociado con don Andres Bello, publicó en 1823 La Biblioteca americana, i en 1826 i 1827 El Repertorio americano, dos periódicos destinados a la difusion de con cimientos útiles en estos países. Puede verse lo que acerca de ellos ha escrito don Miguel Luis Amunátegui en su Vida de don Andres Bello. En 1823, ademas, publicó en Londres (bajo el anagrama de Ricardo Gual i Jaen) una corta pero mui bien escrita Biografía del jeneral San Martin, muchas veces reimpresa, i traducida al ingles.

A su vuelta de Europa, en 1828, García del Rio pensó establecerse en Méjico; pero el gobierno de esta República, movido por el conocido patriota guayaquileño don Vicente Rocafuerte, no le permitió llegar a ese país, por cuanto profesaba ideas monárquicas. Sobre este asunto publicó ese mismo año en Nueva York un opúsculo de 16 pájinas, titulado Documentos relativos a la denegacion de pasaporte para Méjico a Juan García del Rio.

Habiendo determinado regresar a Colombia, desempeñó allí un importante pape! como diputado, como ministro i como escritor, en el último tiempo de Bolívar i bajo la presidencia del jeneral Urdaneta. Sobre estos hechos se hallan noticias en los últimos capítulos de la Historia de la revolucion de Colombia por don José Manuel Restrepo, tomo IV, Besanzon, 1858; i en las Memorias del jeneral Rafael Urdaneta (Caracas, 1888). Inmediatamente despues de la muerte de Bolívar (1830), dió a luz una estensa i notable necrolojía de éste, publicada entónces en los periódicos, i reimpresa en varias ocasiones. El lector puede hallarla casi integra en el último capítulo de la Vida de Bolivar por don Felipe Larra zábal (Nueva York, 1875).

En los Apuntes sobre bibliografía colombiana por don Isidoro Laverde Amaya (Bogot í, 1882), þáj. 22, se habla de García del Rio, i se le da por autor de un libro titulado Meditaciones colombianas (Bogotá, 1829), sin indicarse cosa alguna sobre lo que trata ese libro. Nunca lo he visto en esa edicion; pero tengo motivos para creer que fué hecha en 1831. Conozco sí la reimpresion que de ese escrito se hizo en la coleccion titulada Documentos para la historia de la vida pública del Libertador, tomo_XIII (Caracas, 1877), donde ocupa 70 grandes pájinas a dos columnas. Es un exámen detenide de la situación política de Colombia a la época de la muerte de Bolívar, i del remedio de esa situacion por una monarquía constitucional.

García del Rio preparaba ademas otra obra titulada La América en el

tes. En vano el gobierno del Ecuador, con la mas notoria falta de tacto político, habia querido revestir a García del Rio del carácter de su representante en nuestro país. El

siglo XIX, considerada en su poblacion, su cultura i su riqueza. En El Museo de ámbas Américas publicó algunos fragmentos de ella.

Espulsado de Nueva Granada, despues de la caida de Urdaneta en 1831, García del Rio, se acojió a la nueva República del Ecuador. Allí fué bien recibido por el jeneral don Juan José Flores, que lo hizo su ministro de hacienda. Espulsado tambien del Ecuador en 1834, despues de una revolucion contra Flores, se acojió García al Perú. Don Domingo Amunátegui Solar, en un artículo publicado en los Anales de la Universidad (1897) con el título de Mora en Bolivia, dió a luz algunas cartas de García del Rio, referentes a esa ép ca, que dan a conocer en gran parte su carácter moral mui poco ventajosamente. En el Perú fué ministro de hacienda de Orbegoso, i desempeñó una mision a Quito, prestando sus servicios a la confederacion perú-boliviana.

Destruida ésta en Yungai, el jeneral Flores, presidente del Ecuador, confió a García del Rio la representacion de ese país cerca del gobierno de Chile. Venia en un buque mercante chileno que fué detenido en el Callao, lo que le ocasionó no pocas molestias. Por lo demas, el gobierno chileno no podia ni debia reconocer como ajente de un gobierno amigo al hombre que acababa de estar al servicio de los enemigos de Chile en un puesto mui espectable.

En el testo de estas mismas pájinas, referimos la tentativa periodística de García del Rio i su fracaso, i mas adelante daremos una reseña del célebre jurado de setiembre de 1843, en que obtuvo un espléndido triunfo, i se conquistó la reputacion de orador eximio.

Los últimos años de García del Rio fueron mui tristes. Vivió en Copiapó en condicion mui modesta, pero gozando de la consideracion de muchas jentes que estimaban en él su notable talento, i la amenidad instructiva i atrayente de su trato. En ese tiempo cobraba al Perú ciertas sumas que, segun él, se le debian por sueldos atrasados. Hai nui pocos recuerdos sobre el resto de su vida. Solo hemos visto la noticia de que falleció en Méjico en 1856, a la edad de 62 años.

En mayo de 1837, el capitan Abel du Petit Thouars, mas tarde almirante, llegaba a Lima, i pasó a ver a Santa Cruz. «El jeneral protector, dice el marino frances, me habló mucho del rei (Luis Felipe) i de la familia real, en los términos de una alta estimacion, dignos del jefe de la gran nacion a que tenemos el gran honor de pertenecer. Ví tambien a algunos miembros del gobierno i mas particularmente al señor García del Rio, ministro de hacienda que yo habia encontrado ya en Guayaquil, cuando visité este puerto en 1833. A la época de ese viaje, este ministro estaba encargado de la cartera de relaciones esteriores de la República del Ecuador, bajo la presidencia del jeneral Flores. Antes habia sido el amigo i el consejero del jeneral libertador Bolívar. Estos antecedentes me dispensan de hacer su elojio. Me acojió con amistad: poseia ya toda la mia; i este encuentro inesperado fué para mí de un agrado infinito».. Du Petit-Thouars, Voyage autour du monde sur le fregate la Venus, Paris, 1840, tomo I, páj. 293.

Al terminar estas notas, recordaremos que García del Rio tenia la condecoracion de la lejion de mérito de Chile, i la de la órden del Sol del Perú.

gobierno de Chile, por medio de una comunicacion de ministro a ministro, datada el 25 de febrero de 1842, habia esplicado al del Ecuador, las razones que tenia para no reconocer a aquel como encargado de negocios. La circunstancia de haber servido a Santa Cruz como ministro de la confederacion perú-boliviana, i de haberse mostrado en ese puesto decididamente hostil a Chile, si bien autorizaban al gobierno para no reconocerlo en ningun cargo pú blico, no le atrajo, sin embargo, la enemiga popular; i García del Rio habria podido vivir tranquilo en este país, i aun considerado por su talento, si sus conexiones políticas en otros países no hubieran venido a suscitarle cuestiones i dificultades de diverso órden, que tendremos que recordar mas adelante.

Buscando en el cultivo de las letras una ocupacion honrada que le procurara su sustento, García del Rio inició en Valparaíso el 1.o de abril de 1842, la publicacion de un periódico o revista semanal con el título de El Museo de ámbas Américas. El objeto de esa publicacion era divulgar, por medio de artículos claramente escritos, conocimientos de cualquier órden, interesantes particularmente para los pueblos americanos, i que por estar consignados en obras voluminosas, difíciles de procurarse, no se hallan al alcance de todos. El resultado, sin embargo, no correspondió a ese propósito. El Museo de ámbas Américas publicó una gran variedad de escritos, traducidos unos, estractados otros, i pocos verdaderamente orijinales, en su mayor parte estraños a la América, i sobre todo a Chile. Acerca de la historia de estos países, casi no hai mas noticias que algunas notas cronolójicas, o efemérides de mui poco valor. García del Rio, que habria podido dejar pájinas de gran merito con sólo reunir sus recuerdos sobre algunos de los hombres o de los hechos de la época de la lucha por la independencia, no hizo nada de eso. Por lo demas, no tuvo colaboradores. Estaba obligado a llenar el periódico, escribiendo o traduciendo cuanto contenia. Ese periódico, que tuvo en su principio una regular circulacion, i que alcanzó a publicar tres volúmenes de cerca de quinientas pájinas, fué decayendo poco a poco, hasta desaparecer a fines de ese año, casi sin

dejar recuerdo, i sin haber ejercido influencia en el movimiento literario que nacia en Chile (6).

manario.

3. Formacion de una so- 3. Se ha solido atribuir influencia a ciedad literaria: publicacion de El Se esos periódicos, i particularmente a la Revista de Valparaiso, en la primera aparicion de cierto movimiento literario que se hizo sentir en Chile. Todo nos hace estimar aquella opinion como una simple quimera. Aquel periódico que tuvo escasa circulacion, i mui corta vida, no tenia las condiciones para ejercer tales influencias. El Museo de ambas Américas, mucho mejor escrito, mas interesante i mas instructivo, no sirvió tampoco a aquel objeto desde que las materias que trataba tenian mui poca atinjencia con las cosas de

(6) El Museo de ámbas Américas, dado el tiempo en que se publicó, es una empresa que honra a su editor. Era éste don Manuel Rivadeneira, tipógrafo español, orijinario de Cataluña que, fujitivo de su patria por las revueltas políticas, habia pasado a Buenos Aires, i despues a Chile para ocuparse en trabajos de imprenta. Ocupábase en Santiago como compajinador de El Araucano cuando lo conoció mi padre, don Diego Antonio Barros, i lo estimuló a que comprase la imprenta de El Mercurio, facilitándole los recursos para ello, a fin de hacer servir la imprenta i el diario en la contienda electoral de 1841. Rivadeneira, que desde luego obtuvo buen resultado en esa empresa, introdujo muchas mejoras tipográficas, i dió a luz una reimpresion en dos volúmenes de los artículos de don Mariano José de Larra (Figaro), que puede considerarse lo mejor que hasta entonces habian producido las prensas chilenas como trabajo tipográfico.

García del Rio acudió a Rivadeneira para la publicacion de su perió dico, que debia costear el editor. El Museo de ámbas Américas llegó a contar 230 suscritores, número mui considerable para esa época, pero que se esperaba aumentar. No sucedió así, sin embargo. Pocos meses mas tarde, ese número estaba reducido a 88 en Santiago i 51 en Valparaíso. Don Manuel Rivadeneira, deseando regresar a España para acometer grandes empresas en su arte, vendia la imprenta de Valparaíso a don Santos Tornero, recomendable negociante español, que en el ramo de imprenta i librería prestó en Chile mui buenos servicios a la difusion de las luces Puede verse un curioso opúsculo o libro escrito por el mismo Tornero con el título de Reminicencias de un viejo editor (Valparaíso, 1889). Apesar del empeño que éste tuvo siempre por sostener las publicaciones destinadas a fomentar la cultura, le fué forzoso poner término a El Museo en diciembre del mismo año 1842. García del Rio, falto de colaboradores, se habia visto obligado a escribir, traducir o estractar casi todo lo que se publicaba en ese periódico. El mismo dice que de 251 artículos que dió a luz El Museo en los nueve meses corridos de abril a diciembre, 230 eran obra suya. Don Andres Bello, cuya colaboracion solicitó García del Rio, solo pudo suministrarle dos piezas poéticas. Cuando este último habla de sus colaboradores se refiere a los individuos que le comunicaron alguna noticia verbal o que le prestaron un li

bro.

Chile. El nacimiento de aspiraciones literarias entre nosotros en 1842, era el resultado de la paz interna, de la época de conciliacion, de tolerancia i de contento en que pudierou creerse estinguidas para siempre las discordias civiles i hasta las polémicas ofensivas i ultrajantes que habian solido ocupar la prensa. La aparicion de los primeros síntomas de un movimiento literario casi al mismo tiempo que aparecian esos periódicos exóticos, es una simple coincidencia de dos hechos que tenian una causa comun, el estado favorable de la opinion para excitar los ánimos hácia un órden de ideas mas elevado.

En efecto, en los mismos dias en que se comenzaba en Valparaíso la publicacion de esos periódicos, se organizaba en Santiago una sociedad literaria, compuesta en su mayor parte por jóvenes que hacian en el Instituto nacional sus últimos estudios. Buscaron para director a uno de sus profesores mas prestijiosos, a don José Victorino Lastarria, que desde febrero de 1839 desempeñaba con lucimiento las clases de lejislacion universal (introduccion a la ciencia del derecho), i de derecho de jentes, haciéndose notar por un espíritu liberal, i por una elocuencia que era rara en el profesorado. El 3 de mayo, cuando aquella sociedad contaba solo dos meses de existencia, celebró una solemne i aparatosa reunion en que Lastarria leyó un estenso i bien elaborado discurso para aplaudir el amor a la literatura de que daba muestra la juventud, i para re comendarle el estudio de los buenos modelos i sujerirle algunas observaciones conducentes a preparar los espíritus al cultivo de las letras. Ese discurso, impreso esmeradamente a espensas de la sociedad, aplaudido por la prensa en Chile, i reproducido con elojios en otros pueblos hispano-americanos, así como las piezas poéticas o en prosa premiadas en un certámen abierto por la misma sociedad en setiembre, dieron cierto lustre a aquella asociacion de estudiantes, que poco mas tarde iba a producir no poco ruido, i casi podria decirse una tempestad (7).

(7) La sociedad de literatura», este era su nombre, comenzó a formarse a mediados de febrero, al abrirse las clases en 1842, es decir en los dias inmediatos al miércoles de ceniza (segun la práctica de entónces) que ese año ocurrió el 9 de febrero. La sociedad se reunia en una

« AnteriorContinuar »