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la universidad. En honor del gobierno de 1843 debe decirse que en aquellos primeros nombramientos no habia. intervenido el espíritu estrecho de círculo o de partido; i que entre aquellos primeros universitarios se contaban hombres de todas las sectas i colores. Entre los nombrados no fue incluido ninguno de los ministros, que sin embargo poseian títulos para ello. Los nombramientos fueron estendidos el 28 de junio de 1843.

A esos nombramientos debian seguirse los de rector, de secretario jeneral, de cinco decanos i de otros tantos secretarios de facultades; funcionarios todos modestamente rentados. Pero mas que por esa renta, se estimaban aquellos puestos por el honor de presidir el cuerpo sabio de Chile, o una de sus secciones. Pareceria que a nadie se le debia ocurrir que el puesto de rector pudiese ser confiado a otra persona que don Andres Bello, cuya superioridad intelectual era de tal manera alta que no podia ser puesta en duda. No sucedió así, sin embargo. En torno del gobierno se hicieron valer con grande obstinacion poderosas influencias para que aquel alto cargo se confiara al canónigo don Juan Francisco Meneses, que desde el tiempo del presidente Carrasco (1809) venia figurando, primero como secretario i consejero de los últimos gobernadores, i bajo el gobierno de la República, como cooperador de la reaccion ultraconservadora, i distinguiéndose nó por su ilustracion que era mui escasa, sino por su terquedad i dureza de carácter. En su favor se hacian valer las circunstancias siguientes: Meneses era eclesiástico i canónigo, i, por tanto, de probada adhesion a la iglesia: habia sido el último rector de la universidad de San Felipe: era chileno de nacimiento i poseia los títulos de abogado i de doctor. Bello, se decia, carece de todas estas circunstancias.

El gobierno resistió a tales exijencias, i por un decreto espedido el 21 de julio, nombraba a don Andres Bello rector de la universidad de Chile, i designaba a los demas funcionarios de esta corporacion (15). En honor de

(15) El decreto que designó a Bello rector de la universidad, contenia ademas los siguientes nombramientos: secretario jeneral don Salvador

don Mariano Egaña, que tenia grande injerencia en estos aprestos, i que en esa ocasion fué nombrado decano de leyes, debemos decir que a pesar de su espíritu ultraconservador en muchas materias i casi monacal, empeñó en esta ocasion campaña resuelta en favor de la cultura, sosteniendo en todas partes que solo Bello, el sabio Bello, podia ser rector de la universidad de Chile.

Ese mismo dia 21 de julio (1843), se espedia por el ministerio de instruccion el decreto siguiente: «Desde esta fecha cesará completamente en sus funciones la universidad de San Felipe, i el rector de esta corporacion hará que se entreguen por el correspondiente inventario al secretario jeneral de la universidad de Chile, los libros, papeles, archi vos i demas cosas que la pertenecieron.» La universidad de San Felipe desaparecia sin dejar recuerdos ni de ciencia. ni de progreso. Veintitres doctores de ella que vivian entónces, fueron incorporados en la nueva universidad, distribuyéndose así por mitad, entre las facultades de leyes i de teolojía.

El dia 17 de setiembre fué señalado para la solemne instalacion de la universidad de Chile (16). Debia celebrar

Sanfuentes: facultad de teolojía, decano don Rafael Valentin Valdivieso, secretario don Justo Donoso: facultad de leyes, decano don Mariano Egaña, secretario don Miguel María Güemes: facultad de medicina, decano don Lorenzo Sazie, secretario don Francisco Javier Tocornal: facultad de ciencias físicas i matemáticas, decano don Andres Gorbea, secretario don Ignacio Domeyko: facultad de humanidades, decano don Miguel de la Barra, secretario don Antonio García Reyes.

(16) Entre otras frivolidades i prácticas del viejo réjimen a que don Mariano Egaña prestaba respeto i ac tamiento, era una de las mas caracteristicas la de los uniformes, o trajes especiales para cada órden de funcionarios. Como su padre, el doctor don Juan Egaña, queria don Mariano que los jueces, los congresales, los cab.ldantes, los profesores, los empleados de hacienda, usaran tales o cuales trajes, con distintivos, cucardas, presillas, etc.; i mientras éi vivió, se respetaron mas o ménos esas prácticas, que luego fueron desapareciendo. Al disponerse la inauguracion de la universidad, Egaña propuso con grande insistencia esta cuestion, i obtuvo del gobierno un decreto dictado el 2 de setiembre que reglamentaba todo lo relativo al uniforme oficial de los miembros de esa corporacion. Como allí mismo se dijera que ese traje no era obligatorio mas que para el rector, los decanos i los secretarios, fueron éstos los únicos que lo usaron; i eso solo los tres primeros años de la existencia de la universidad. Segun nuestros recuerdos, en 1846, at celebrarse la sesion solemne anual (11 de octubre), ya casi habia desaparecido del todo el traje oficial.

se esta ceremonia en el salon de honor de la antigua universidad, que desde años atras servia de sala de sesiones de la cámara de diputados, i que siguió prestando este servicio hasta fines de 1852. A las doce del dia, se agolpaba en la plaza principal de la ciudad una masa compacta de jente de todas condiciones para ver pasar al presidente de la República i a su numerosa comitiva, en marcha de la casa de gobierno (hoi intendencia de Santiago) a la universidad, donde hoi se levanta el teatro municipal. La comitiva, en ordenada formacion de a dos en dos individuos, ccupaba cerca de tres cuadras. El presidente de la República, rodeado de sus ministros, cerraba la columna. Precedíanlo en el órden que sigue, las corporaciones o personas que pasamos a enumerar: una diputacion de cada una de las cámaras, el cabildo eclesiástico, los prelados de las órdenes regulares, los dos tribunales de justicia, los jenerales i militares francos, así veteranos como cívicos, la municipalidad de Santiago, todo el cuerpo universitario agrupado en sus cinco secciones, entre las cuales ocupaba el puesto de honor la facultad de teolojía, los profesores del Instituto nacional, los del seminario, una diputacion de la academia de práctica forense, la sociedad de agricultura, i por último, los alumnos del Instituto. La banda de músicos de la escolta presidencial acompañaba a la comitiva.

La ceremonia de la instalacion de la universidad, fué revestida de solemne aparato. Cuando toda la concurrencia hubo ocupado los lugares que le estaban asignados, el ministro de instruccion pública, se adelantó en el estrado que ocupaba el presidente de la República, i despues de declarar a nombre de éste instalada la universidad de Chile, i de pronunciar un corto discurso para señalar el objeto de esta corporacion, dió lectura a la lista de los miembros que debian componerla. Leyó entónces don Andres Bello el notable discurso de apertura de las tareas universitarias que la prensa ha reproducido en numerosas ocasiones. Señalando en sus rasgos jenerales las funciones que los cuerpos de esa clase están llamados a desempeñar en las sociedades modernas, Bello trazaba majistralmente, aun-que solo con unas cuantas plumadas, el programa de trabajos de cada una de las facultades, programa que solo ha

sido desempeñado en parte. Por último, el secretario jeneral don Salvador Sanfuentes dió a conocer los temas que proponia cada facultad para los certámenes literarios del año siguiente. Una salva de veintiun cañonazos disparada en el cerro de Santa Lucía, anunció a Santiago que quedaba instalada la universidad de Chile.

Todo esto, sin embargo, no era mas que una parte de la ceremonia de aquel dia. La comitiva, poniéndose de pié, i colocándose en seguida en rigorosa formacion, se dirijia a la Catedral que estaba preparada de fiesta. Allí se cantó un solemne Te Deum en celebracion de aquel gran acontecimiento. Don Mariano Egaña, que haciendo valer su influjo i su prestijio en el gobierno, habia impuesto este ceremonial, habria creido incompleto el acto que se celebraba si no iba acompañado de una fiesta relijiosa. La comitiva no se disolvió sino cuando hubo dejado al presidente de la República en la casa de gobierno. 13. Afluencia de estranje- 13. No era razonable esperar que ros distinguidos en Chile la nueva universidad viniera a camRugendas. biar en pocos años i como por encanto, el estado intelectual del país. Para apreciar debidamente la lentitud con que se operan estos cambios, bastaba recordar que los esfuerzos mas o ménos perseverantes de todos los gobiernos patrios desde 1810, aun contando con maestros tan eximios como Mora i Bello, comenzaban ahora apenas a hacer sentir sus beneficios en las nuevas jeneraciones. Sin embargo, la accion de la universidad iba a manifestarse con ménos rapidez i con ménos intensidad de lo que habria sido de desear, pero de una manera efectiva en los dominios de la literatura i de las ciencias.

en ese año: Monvoisin i

La influencia universitaria iba a ser ayudada en esos años por factores de otro órden. La mayor facilidad de comunicaciones por medio de los buques de vapor habian puesto a Chile en relacion mas contínua con el estranjero. Las complicaciones internacionales entre las Repúblicas hispano americanas, i las revueltas internas en algunas de ellas, habian hecho afluir a Chile, a unos en carácter diplomático, a otros en calidad de emigrados o de desterrados, a muchos de los hombres mas distinguidos de los países hermanos, que aquí renovaban sus polémicas, dando animacion a la prensa nacional. Chile es el asilo de todos

los desgraciados que, náufragos en el océano de la revolucion, decia el 15 de febrero de 1843 un diario de Valparaíso, buscan su salvacion en esta roca a cuyo pié vienen a estrellarse sus olas sin moverla. En Chile está hoi asilado el pensamiento sud americano Chile es el teatro elejido para ventilar todas las contiendas, es el terreno neutral donde se baten todos los campeones, i su prensa es la tribuna en que saben todos que su voz será escuchada, i no ahogada por viles pasiones i el espíritu mezquino de partido (17).» En efecto, en ese mismo año 1843 el jeneral don Tomas Cipriano de Mosquera, representante de Nueva Granada en Chile, publicaba en Valparaíso dos gruesos volúmenes para denunciar a la faz del mundo a los que él creia autores del infame asesinato de Sucre. En los dias 21 i 22 de setiembre de ese mismo año se verificaba en Santiago un juicio de imprenta en que el acusador era el célebre patriota i escritor don Juan García del Rio, i el acusado el representante de Bolivia don Casimiro Olañeta; i aunque el asunto que se ventilaba no tenia propiamente relacion con Chile, habia, como veremos mas adelante, apasionado vivamente la opinion pública, que aplaudió con gran entusiasmo el talento oratorio desplegado en aquel debate. De todo esto tendremos que hablar detenidamente mas adelante (18).

Ocurrió tambien en esa misma época el arribo de otros hombres que de un modo u otro debian tener influencia en el desenvolvimiento de la cultura nacional (19). En

(17) La Gaceta del comercio, núm. 318.

(18) En el cap. V.

(19) En 1840 llegó, por un raro accidente, a Chile un hombre distin guido que debia tener alguna influencia en el desenvolvimiento de nuestra cultura. Don Luis Antonio Vendel Heyl, éste era su nombre, nacido en Paris en 1791, era un distinguido helenista, profesor esperimentado i distinguido de la universidad de Francia, i autor de muchos libros preparados para la enseñanza del latin i del griego. Algunos padres de familia franceses i belgas organizaron un colejio viajero que a bordo de la fragata Oriental debia hacer un viaje al rededor del mundo, mientras que los jóvenes que lo formaban, hacian sus estudios de letras i de ciencias. Ese buque, salido de Nantes en octubre de 1839, i aciendo escala en Rio de Janeiro i en Montevideo, llegaba a Valparaíso, donde solo debia permanecer algunos dias. La Oriental naufragó a la salida de ese puerto el 23 de junio de 1840. Todos sus pasajeros salvaron felizmente, i casi todos pudieron regresar a Europa. No así Vendel Heyl, que siendo pobre, pre

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