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puso en ejercicio. El gobierno del Perú, por su parte, designó dos contadores que se contrajeron a justificar los suministros que se decian hechos al ejército de Búlnes, i a impugnar algunos cargos. Aunque todo aquello dió lugar a contestaciones i dificultades, el 27 de enero de 1841, Garrido presentaba la liquidacion definiva al gobierno del Perú, que éste reconocia formalmente dos dias despues. Segun ella, el Perú, por efecto solo de la convencion de octubre de 1838, estaba debiendo a Chile 724 094 pesos; quedando ademas a favor del último otras acciones que se seguirian discutiendo. Garrido habia desempeñado satisfactoriamente esta parte de su mision.

5. Infruc uosas negocia- 5. Pero éste tenia ademas otros dos ciaciones con el Perú. encargos. Garrido debia, como sabemos, ajustar el reparto entre Chile, el Perú i Bolivia del monto de los gastos que ocasionó el apresto de la espedicion restauradora, i debia tambien poner de su parte todo el empeño posible para impedir la guerra entre esas dos últimas Repúblicas. Estas dos comisiones, segun vamos a verlo, se complicaron entre sí; i contra todos los esfuerzos de Chile i su ajente, condujeron al mas deplorable resultado.

A poco de llegar al Perú, Garrido se convenció de que el pensamiento dominante i casi esclusivo en el gobierno, era el llevar la guerra a Bolivia. A pretesto de ponerse en guardia contra las asechanzas de Santa Cruz, no se omitia dilijencia para reforzar el poder militar. Gamarra habia obtenido del jeneral Búlnes que dejase al Perú el armamento tomado al enemigo en el campo de Yungai. Las inconcebibles penurias por que pasaba el tesoro peruano, se esplican en parte por los gastos que se hacian en conservar un ejército numeroso, i en los aprestos i equipos para mantenerlo en pié de guerra. Desde sus primeras comunicaciones al gobierno de Chile, le dió a conocer Garrido esa situacion. Repitiéndole esos informes en nota de 7 de enero de 1840, le decia lo que sigue: «Lo que yo miro como indudable es la guerra con Bolivia, pues las conversaciones de las personas que forman la actual administracion, los aprestos que se hacen, i mas que todo el ardiente deseo de saquear a Bolivia i de humillar a aquella República, son ideas que halagan demasiado a estas jentes para que desistan de ellas. Garrido no cesaba de

recomendar que el gobierno de Chile tomase una actitud resuelta para impedir la catástrofe de una guerra.

El gobierno de Chile no omitia esfuerzos por evitar el rompimiento. Habia recomendado la paz en todos los tonos, i habia ofrecido su mediacion. Bolivia estaba dispuesta a aceptarla, pero el Perú daba contestaciones evasivas, disimulando sus propósitos, que cada dia se hacian mas evidentes. En vista de los últimos inform.es que recibia, el gobierno chileno se decidió a tomar una actitud mas resuelta. En marzo de 1840 ejercia el mando supremo don Joaquin Tocornal, en calidad de vice-presidente, i el ministro de la guerra don Ramon Cavareda firmaba el despacho del ministerio de relaciones esteriores. Con fecha de 17 de ese mes, se dirijia a don Manuel Ferreiros, ministro a la sazon del mismo ramo en el Perú, i en términos cultos, pero francos i enérjicos, abordaba la cuestion. «El vice-presidente, decia, me ha dado órden para reclamar del gobierno peruano una declaracion categóri ca. ¿Querrá o nó el gobierno peruano aceptar la mediacion chilena, cuando sus relaciones con el de Bolivia lleguen a un punto de irritacion que le parezca vecino a la guerra? ¿Hará uso de nuestros buenos oficios antes de apelar a las armas? Aunque parece que estoi autorizado para anticipar una contestacion afirmativa, mi gobierno desearia recibir sobre esta materia esplicaciones directas i francas... La cuestion pendiente entre sus dos aliados, es una cuestion rigorosamente chilena. Cualquiera de ellos que deseche los medios conciliatorios de obtener justicia i se precipite a la guerra antes de haberlos agotado, será a sus ojos un perturbador de la paz, un enemigo de los intereses comunes de estos nuevos estados i de los intereses peculiares de Chile. Estos principios influirán en la línea de conducta que mi gobierno creerá justo i conveniente ob

servar. »

Al mismo tiempo que el gobierno de Chile asumia una actitud tan resuelta i casi conminatoria respecto de los gobernantes del Perú para apartarlos de los insensatos proyectos de guerra, resolvia enviar una legacion estraordinaria a Bolivia para propender a la paz. Confió éste esa mision, con el carácter de encargado de negocios, a don Manuel Camilo Vial, abogado que en Chile venia fi

gurando en algunos congresos, i varios puestos judiciales. Por sus instrucciones, Vial debia atender varios encargos, el primero de los cuales era «restablecer la buena armonia entre el Perú i Bolivia,» impidiendo no solo la absorsion de uno de esos estados por el otro, sino la desmembracion de una parte del territorio de uno de ellos para incorporarlo al de su contendor. A juicio del gobierno de Chile, las exijencias del Perú respecto de Bolivia eran absolumente injustificadas. «No se ve razon ni fundamento alguno de justicia, decia en esas instrucciones de carácter reservado, para las demandas que por el gobierno peruano se hacen a la República de Bolivia, que no tuvo mas parte que el Perú en la obra de la confederacion, i contribuyó mas eficazmente que él a su destruccion (21). Con esas instrucciones, partia Vial de Valparaíso a bordo de la corbeta Janequeo el 13 de mayo de 1840.

Sin embargo, sobre la base de esas exijencias temerarias se habian reabierto en Lima las negociaciones entre el ministro Ferreiros, en representacion del Perú, i el plenipotenciario boliviano don Hilarion Fernandez. Despues de prolijas i porfiadas discusiones en que mas de una vez estuvo para producirse un rompimiento, arribaron el 19 de abril(1840) a celebrar una convencion preliminar de paz, amistad i comercio que, resolviendo algunos puntos del litijio, dejaba pendientes muchos otros (22). Esa conven

(21) Instrucciones del ministerio de relaciones esteriores de Chile al representante de este pais en Bolivia. Santiago, 23 de abril de 1840.

(22) Don Victorino Garrido que seguia estas negociaciones con todo el interes que debian inspirar a un ajente de Chile, i que con su sagacidad habitual logró estar al corriente de cuanto se trataba,seguramente por las confidencias de Fernandez, dió cuenta cabal de ellas al ministerio de relaciones esteriores en una nota de 10 de mayo de 1840, mui ilustrativa de aquellos incidentes. Don Ricardo Montaner Bello ha hecho un largo e importante estracto de ese documento en las pájs. 58 a 60 del libro antes citado.

Aquella convencion que no habia de tener cumplimiento, i que no detuvo los trastornos interiores de esas dos Repúblicas, i mucho menos la guerra entre ambas que se veia asomar, tenia un artículo que tocaba a Chile. El Perú, en cambio de los pagos que exijia de Bolivia, declaraba a ésta exenta de toda responsabilidad respecto de los gastos de la gueria de la restauracion; es decir, el Perú, por sí solo i sin consultar a nadie, eximia a Bolivia del pago de lo que ésta debia a Chile. Véase sobre esto la memoria del ministerio de relaciones esteriores de Chile, correspondiente a 1841. Aun sin tener cumplimiento, esa convencion

cion, que fué ratificada pocos dias despues i canjeada en el mes de junio siguiente, no hizo mas que aplazar la guerra que debia estallar despues de los mas estraordinarios acontecimientos i con los resultados mas imprevistos.

La actitud del Perú respecto de Chile en toda esta emerjencia, a pesar de las frases estudiadamente afectuosas de sus comunicaciones, era mui poco aparente para robustecer la decantada fraternidad. El artificio mui poco injenioso con que eludia toda contestacion directa sobre si aceptaba o nó la mediacion chilena en sus dificultades con Bolivia, revelaba un plan malicioso que debia llevar a una guerra injusta, que contrariaba la política de Chile en favor de la paz de esas Repúblicas. Sobre todo eso, un artículo (el 10) de la convencion de 19 de abril que acababa de celebrar con Bolivia, declaraba a ésta, en cambio de los gravámenes que en su propio provecho le imponia, exenta de pagar a Chile lo que éste cobraba con el mas perfecto derecho. Como recordamos poco ántes, Chile habia suprimido por un decreto de 13 de abril de 1839, el impuesto escepcional que desde 1832 gravaba la importacion de productos peruanos, ihabia esperado que el Perú correspondiese a esa resolucion suprimiendo a su vez los derechos que allí gravaban la introduccion de los productos chilenos. Sin embargo, se pasaron cerca de veinte meses. en contestaciones dilatorias; i cuando por un reglamento de comercio dictado el 30 de noviembre de 1840, derogó los derechos escepcionales que pesaban sobre los productos chilenos, quedaron éstos sometidos al impuesto comun, que siendo siempre mui oneroso, no satisfizo las justas aspiraciones del comercio. Todo aquello, volvemos a repetirlo, no era aparente para estrechar las relaciones entre las dos Repúblicas.

produjo no pocos desagrados al gobierno de Chile. El encargado de negocios que este tenia en Bolivia, don Manuel Camilo Vial, habia sido mui bien recibido en aquel pais, estimándose en mucho los propósitos que mostraba por impedir todo rompimiento con el Perú. Pero Vial, ademas, entabló jestiones contra el artículo de la convencion de que hablamos, referente a la deuda a Chile; i lo hizo con poca prudencia, por lo cual se le contestó en términos ofensivos, negando a este país el derecho de hacer cobro alguno. El encargado de negocios de Chile creyó un deber retirarse por entonces de la capital.

El gobierno de Chile, léjos de aceptar el sistema de evasivas i dilatorias que habia adoptado el Perú, queria una situacion franca i bien definida. En diciembre de 1840 se hallaba en Santiago don Ventura Lavalle, que daba cuenta de los planes tramados por Santa Cruz en la República del Ecuador. Con fecha de 16 de ese mes, el ministerio de relaciones esteriores, que habia comenzado a desempeñar don Manuel Montt, confiaba a Lavalle el cargo de ministro plenipotenciario cerca del gobierno del Perú; i dándole siete dias despues instrucciones bien precisas, lo hacia partir apresuradamente (23). Debia vijilar por la permanencia del sistema de la restauracion, es decir, impedir todo lo que tendiese a restablecer la confederacion. Llevaba tambien el encargo de defender a los ciudadanos chilenos establecidos en el Perú contra los vejámenes de que, de un modo u otro, solia hacérseles víctimas. Se haria cargo de la liquidacion de cuentas practicada por Garrido, para que quedara reconocida. Sobre la distribucion de los dos millones en que Chile avaluaba los gastos hechos en la organizacion de la espedicion restauradora, Lavalle llevaba un encargo perfectamente claro i definido. Debia reclamar del Perú el reconocimiento de la obligacion de pagar los 750 000 pesos que le correspondian, i de protestar de la declaracion en que esa República, sin ningun título para ello, i en agravio de Chile, eximia a Bolivia del pago que le correspondia hacer.

Todo aquello no habia de producir por entónces resultado alguno práctico. Al desembarcar Lavalle en el Callao en enero de 1841, la revolucion ardia en una parte del Perú. El coronel don Manuel Ignacio Vivanco, prefecto de Arequipa, habia levantado la bandera de la insurreccion contra el gobierno de Gamarra, i lo habian seguido los demas departamentos del sur, Cuzco, Puno i Moquegua. Aunque parecia que Vivanco aspiraba solo a tomar la presidencia de la República, sus proclamas i algunas

(23) Segun contamos mas atras, Preliminar cap. III, núm. 7, la fragata Chile, llegada hacia poco a nuestro país, fué enviada entónces al Callao, i ella condujo al plenipotenciario Lavalle. Se recordará que de vuelta de este viaje, en decreto de 30 de marzo,(1841) i por razon de economía, fué mandada desarmar aquella nave, cuyo mantenimiento en pié militar costaba 64 000 pesos al año. Ya veremos que poco mas tarde fué necesario desistir de esa resolucion.

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