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que se ha estado elaborando, mezclando i refundiendo el espíritu moderno; Mr. Guizot, ministro del rei de Francia, da por toda solucion a esta manifestacion de simpatías profundas entre los franceses i los enemigos de Rosas: "son mui entrometidos los franceses! Los otros pueblos americanos, que indiferentes e impasibles miran esta lucha i estas alianzas de un partido arjentino con todo elemento europeo que venga a prestarle su apoyo, esclaman a su vez llenos de indignacion: "estos arjentinos son mui amigos de los europeos!, i el tirano de la República Arjentina se encarga oficiosamente de completarles la frase, añadiendo: "traidores a la causa americana! Cierto! dicen todos, traidores, esta es la palabra! Cierto! decimos nosotros, traidores a la causa americana, española, absolutista, bárbara! ¿No habeis oido la palabra salvaje que anda revoloteando sobre nuestras cabezas? De eso se trata, de ser o no ser salvaje. Rosas, segun esto, no es un hecho aislado, una aberracion, una monstruosidad. Es, por el contrario, una manifestacion social; es una fórmula de una manera de ser de un pueblo. ¿Para qué os obstinais en combatirlo, pues, si es fatal, forzoso, natural i lójico? Dios mio! para qué lo combatís!...¿Acaso porque la empresa es ardua, es por eso absurda? ¿Acaso porque el mal principio triunfa, se le ha de abandonar resignadamente el terreno? ¿Acaso la civilizacion i la libertad son débiles hoi en el mundo, porque la Italia jima bajo el peso de todos los despotismos, porque la Polonia ande errante sobre la tierra mendigando un poco de pan i un poco de libertad? ¡Por qué lo combatís!...¿Acaso no estamos vivos los que despues de tantos desastres sobrevivimos aun; o hemos perdido nuestra conciencia de lo justo i del porvenir de la Patria, porque hemos perdido algunas batallas? Qué se quedan tambien las ideas entre los despojos de los combates? ¿Somos dueños de hacer otra cosa que lo que hacemos, ni mas ni ménos como Rosas no puede dejar de ser lo que es? ¿No hai nada de providencial en estas luchas de los pueblos? ¿Concedióse jamas el triunfo a quien no sabe perseverar? Por otra parte, hemos de abandonar un suelo de los mas privilejiados de la América a las devastaciones de la barbarie, mantener cien rios navegables abandonados a las aves acuáticas que están en quieta posesion de surcarlos ellas solas desde ab initio? ¿Hemos de cerrar voluntariamente la puerta a la inmigracion europea que llama con gelpes repetidos para poblar nuestros desiertos, i hacernos a la sombra de nuestro pabellon, pueblo innumerable como las arenas del

mar? ¿Hemos de dejar ilusorios i vanos los sueños de desenvolvimiento, de poder i de gloria, con que nos han mecido desde la infancia los prónosticos que con envidia nos dirijen los que en Europa estudian las necesidades de la humanidad? Despues de la Europa ¿hai otro mundo cristiano civilizable i desierto que la América? ¿Hai en la América muchos pueblos que estén, como el arjentino, llamados por lo pronto a recibir la poblacion europea que desborda como el líquido en un vaso? ¿No quereis, en fin, que vayamos a invocar la ciencia i la industria en nuestro ausilio, a Ilamarlas con todas nuestras fuerzas, para que vengan a sentarse en medio de nosotros, libre la una de toda traba puesta al pensamiento, segura la otra de toda violencia i de toda coaccion? ¡Oh! Este porvenir no se renuncia así no mas! No se renuncia porque un ejército de 20,000 hombres guarde la entrada de la patria, los soldados mueren en los combates, desertan o cambian de bandera. No se renuncia porque la fortuna haya favorecido a un tirano durante largos i pesados años; la fortuna es ciega, i un dia que no acierte a encontrar a su favorito entre el humo denso i la polvareda sofocante de los combates, adios tirano! adios tiranía! No se renuncia porque todas las brutales e ignorantes tradiciones coloniales hayan podido mas en un momento de estravío en el ánimo de masas inespertas; las convulsiones políticas traen tambien la esperiencia i la luz, i es lei de la humanidad que los intereses nuevos, las ideas fecundas, el progreso, triunfen al fin de las tradiciones envejecidas, de los hábitos ignorantes, i de las preocupaciones estacionarias. No se renuncia porque en un pueblo haya millares de hombres candorosos que toman el bien por el mal; egoistas que sacan de él su provecho; indiferentes que lo ven sin interesarse; tímidos que no se atreven a combatirlo; corrompidos, en fin, que conociéndolo, se entregan a él por inclinacion al mal, por depravacion; siempre ha habido en los pueblos todo esto, i nunca el mal ha triunfado definitivamente. No se renuncia porque los demas pueblos americanos no puedan prestarnos su ayuda; porque los gobiernos no ven de léjos sino el brillo del poder organizado, i no distinguen en la oscuridad humilde i desamparada de las revoluciones, los elementos grandes que están forcejando por desenvolverse; porque la oposicion pretendida liberal abjure de sus principios, imponga silencio a su conciencia, i por aplastar bajo sù pié un insecto que importuna, huelle la noble planta a que ese insecto se apegaba. No se renuncia porque los pueblos en ma

sa nos den la espalda a causa de que nuestras miserias i nuestras grandezas están demasiado léjos de su vista para que alcancen a conmoverlos. No! no se renuncia a un porvenir tan inmenso, a una mision tan elevada, por ese cúmulo de contradiciones i dificultades; las dificultades se vencen, las contradiciones se acaban a fuerza de contradecirlas!

Desde Chile nosotros nada podemos dar a los que perseveran en la lucha bajo todos los rigores de las privaciones, i con la cuchilla esterminadora, que como la espada de Damócles, pende a todas horas sobre sus cabezas. Nada! escepto ideas, escepto consuelos, escepto estímulos; arma ninguna nos es dado llevar a los combatientes, si no es la que la prensa libre de Chile suministra a todos los hombres libres. La prensa! la prensa! He aquí, tirano, el enemigo que sofocaste entre nosotros. He aquí el vellocino de oro que tratamos de conquistar. He aquí cómo la prensa de Francia, Inglaterra, Brasil, Montevideo, Chile, Corrientes, va a turbar tu sueño en medio del silencio sepulcral de tus víctimas; he aquí que te has visto compelido a robar el don de lenguas para paliar el mal, don que solo fué dado para predicar el bien. He aquí que desciendes a justificarte, i que vas por todos los pueblos europeos i americanos mendigando una pluma venal i fratricida, para que por medio de la prensa defienda al que la ha encadenado! ¿Por qué no permites en tu patria la discusion que mantienes en todos los otros pueblos? ¿Para qué, pues, tantos millares de víctimas sacrificadas por el puñal; para qué tantas batallas, si al cabo habias de concluir por la pacífica discusion de la prensa?

ΕΙ que haya leido las pájinas que preceden, creerá que es mi ánimo trazar un cuadro apasionado de los actos de barbarie que han deshonrado el nombre de don Juan Manuel Rosas. Que se tranquilicen los que abriguen este temor. Aun no se ha formado la última pájina de esta biografía inmoral, aun no está llena la medida; los dias de su héroe no han sido contados aun. Por otra parte, las pasiones que subleva entre sus enemigos, son demasiado rencorosas aun, para que pudieran ellos mismos poner fe en su imparcialidad o en su jus

ticia.

Es de otro personaje de quien debo ocuparme. Facundo Quiroga es el caudillo cuyos hechos quiero consignar en el papel. Diez años há que la tierra pesa sobre sus cenizas, i mui cruel i emponzoñada debiera mostrarse la calumnia que fuera a cavar los sepulcros en busca de víctimas. ¿Quién lanzó la

bala oficial que detuvo su carrera? ¿Partió de Buenos-Aires o de Córdova? La historia esplicará este arcano. Facundo Quiroga, empero, es el tipo mas injenuo del carácter de la guerra civil de la República Arjentina, es la figura mas americana que la revolucion presenta. Facundo Quiroga enlaza i eslabona todos los elementos de desórden que hasta antes de su aparicion estaban ajitándose aisladamente en cada provincia; él hace de la guerra local la guerra nacional, arjentina, i presenta triunfante, al fin de diez años de trabajos, de devastaciones i de combates, el resultado de que solo supo aprovecharse el que lo asesinó.

He creido esplicar la revolucion arjentina con la biografía de Juan Facundo Quiroga, porque creo que él esplica suficientemente una de las tendencias, una de las dos fases diversas que luchan en el seno de aquella sociedad singular.

He evocado, pues, mis recuerdos, i buscado para completarlos, los detalles que han podido suministrarme hombres que lo conocieron en su infancia, que fueron sus partidarios o sus enemigos, que han visto con sus ojos unos hechos, oido otros, i tenido conocimiento exacto de una época o de una situacion particular. Aun espero mas datos que los que poseo, que ya son numerosos. Si algunas inexactitudes se me escapan, ruego a los que las adviertan, que me las comuniquen; porque en Facundo Quiroga no veo un caudillo simplemente, sino una manifestacion de la vida arjentina tal como la han hecho la colonizacion i las peculiaridades del terreno, a lo cual creo necesario consagrar una seria atencion, porque sin esto la vida i hechos de Facundo Quiroga son vulgaridades que no merecerian entrar sino episódicamente en el dominio de la historia. Pero Facundo en relacion con la fisonomía de la naturaleza grandiosamente salvaje que prevalece en la inmensa estension de la República Arjentina; Facundo, espresion fiel de una manera de ser de un pueblo, de sus preocupaciones e instintos; Facundo, en fin, siendo lo que fué, no por un accidente de su carácter, sino por antecedentes inevitables i ajenos de su voluntad, es el personaje histórico mas singular, mas notable, que puede presentarse a la contemplacion de los hombres que comprenden que un caudillo que encabeza un gran movimiento social, no es mas que el espejo en que se reflejan en dimensiones colosales, las creencias, las necesidades, preocupaciones i hábitos de una nacion en una época dada de su historia. Alejandro es la pintura, el reflejo de la Grecia guerrera, literaria, política i

artística; de la Grecia escéptica, filosófica i emprendedora, que se derrama por sobre el Asia para estender la esfera de su accion civilizadora.

Por esto nos es necesario detenernos en los detalles de la vida interior del pueblo arjentino, para comprender su ideal, su personificacion.

Sin estos antecedentes, nadie comprenderá a Facundo Quiroga, como nadie, a mi juicio, ha comprendido todavía al inmortal Bolívar, por la incompetencia de los biógrafos que han trazado el cuadro de su vida. En la Enciclopedia Nueva he leido un brillante trabajo sobre el jeneral Bolívar, en que se hace a aquel caudillo americano toda la justicia que merece por sus talentos, por su jenio; pero en esta biografia, como en todas las otras que de él se han escrito, he visto al jeneral europeo, los mariscales del Imperio, un Napoleon ménos colosal; pero no he visto al caudillo americano, al jefe de un levantamiento de las masas; veo el remedo de la Europa, i nada que me revele la América.

Colombia tiene llanos, vida pastoril, vida bárbara, americana pura, i de ahí partió el gran Bolívar; de aquel barro hizo su glorioso edificio. ¿Cómo es, pues, que su biografia lo asemeja a cualquier jeneral europeo de esclarecidas prendas? Es que las preocupaciones clásicas europeas del escritor desfiguran al héroe, a quien quitan el poncho para presentarlo desde el primer dia con el frac, ni mas ni ménos como los litógrafos de Buenos-Aires han pintado a Facundo con casaca de solapas, creyendo impropia su chaqueta que nunca abandonó. Bien; han hecho un jeneral, pero Facundo desaparece. La guerra de Bolívar pueden estudiarla en Francia en la de los chouanes; Bolívar es un Charett de mas anchas dimensiones. Si los españoles hubieran penetrado en la República Arjentina el año 11, acaso nuestro Bolívar habria sido Artigas, si este caudillo hubiese sido, como aquel, tan pródigamente dotado por la naturaleza i la educacion.

La manera de tratar la historia de Bolívar de los escritores europeos i americanos, conviene a San Martin i a otros de su clase. San Martin no fué caudillo popular; era realmente un jeneral. Habíase educado en Europa, i llegó a América, donde el Gobierno era el revolucionario, i pudo formar a sus anchas el ejército europeo, disciplinarlo, i dar batallas regulares segun las reglas de la ciencia. Su espedicion sobre Chile es una conquista en regla, como la de la Italia por Napoleon. Pero si San Martin hubiese tenido que encabezar montoneras,

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