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Bien que los nuevos miembros del gobierno hubiesen sido inquietados en otro tiempo por Carrera, y que uno de ellos hubiese tenido que padecer la pena de destierro, sin embargo no se opusieron de modo alguno á esta organizacion militar, á pesar de que les pareciese muy peligrosa para la sociedad, en atencion á que ponia toda la fuerza material del estado á la disposicion de una sola familia influyente y ambiciosa. Sabian y conocian que los hombres capaces de mandar eran raros, y que las tropas bisoñas y sin disciplina exijian que hubiese en sus jefes una misma voluntad y un mismo pensamiento. Por consiguiente, se ve que estaban penetrados de los sentimientos mas patrióticos, y que pensaban mucho menos en antiguos motivos de enemistad que en emplear todos sus esfuerzos y conato en sostener á Miguel Carrera, ayudándole con todos los auxilios necesarios, y fomentando el entusiasmo y la ambicion de gloria que lo dominaban; porque veian que era el único modo de mantener el órden en un ejército tan mal disciplinado, prepararlo á batirse y alcanzar victorias y, enfin, á salvar la revolucion, que era el principal objeto de sus acciones y pensamientos. Así los vemos, desde luego que entraron en el gobierno, revestir la misma enerjía que habia mostrado el jeneral en jefe al recibir la noticia de la invasion, seguir su política violenta para la seguridad de todos, prohibir la entrada del país á todo español, espulsar de él á los que tenia por sospechosos y corroborar el decreto que castigaba con la pena de muerte á todo aquel que estuviese en correspondencia con la provincia invadida ó con el Perú. Si esta medida de rigor no emanaba de ellos, no por eso dejaban de conocer y apreciar toda su importancia y se mostraban firmemente dispuestos á

darle vigor contra los Chilenos mismos que diesen el menor indicio de felonía, ofreciendo al contrario premio á los soldados que desertasen de la bandera enemiga. Con tales pruebas de que tenian la fuerza de ánimo que pedia la situacion política, y la firmeza necesaria para obrar con decision, aquellos esforzados patriotas consiguieron comprimir todo movimiento de reaccion y aprontar los infinitos recursos de que necesitaba el país para constituirse en buen estado de defensa. Dos objetos llamaban y llenaban principalmente su atencion; el formar soldados, y el mantenerlos en buen pié. Para conseguir el primero, procuraban fomentar el ardor del espíritu nacional por todos los medios posibles, en los que comprendian la exaltacion que causa la pompa de funciones relijiosas, penetrando las conciencias y disponiendo á la abnegacion de sí propio; esto ademas de los decretos promulgados para levas de voluntarios, y si estas no bastaban, forzadas, imponiendo penas de rigor á cuantos siendo capaces de llevar armas y de entrar en la milicia, no se alistasen bajo sus banderas. Con este mismo objeto, habian pedido socorros á Buenos-Aires, ó á lo menos el regreso de las tropas que se le habian enviado como auxiliares.

Para alcanzar el segundo, tuvieron recurso á un empréstito, ya pedido por Carrera, sobre vales de Aduana, y los hipotecaron con los réditos mas seguros del fisco, entre otros, 400 regadores de la acequia de Maypu, que valian entonces 2,000 p. cada una. De este modo daban pruebas de su buena fe ofreciendo segura garantía á los prestadores. Tambien quisieron dar una de satisfaccion á los buenos patriotas que se distinguiesen por un acto de civismo ó por una accion militar, creando una deco

racion ó medalla que llevaba por un lado una corona de laurel sobre espada y flecha cruzados, con la inscripcion: La patria á sus defensores. En el reverso, al rededor: En la invasion marítima de los tiranos. Y en el centro El gobierno de Chile año de 1813.

El jenio entusiasta de Miguel Infante, que, apesar de su grande apego á la democracia, estaba muy inclinado á recompensar las acciones virtuosas civiles, habia contribuido mucho á la creacion de esta distincion, y el mismo empeño tuvieron Salas y Juan Egaña.

No era menor el ardor del Ayuntamiento por el servicio de la patria. Los miembros jóvenes de esta corporacion, con mucha actividad de cuerpo y de alma, tenian una invencible aversion á las cosas de tiempos pasados y se mantenian, por decirlo así, en sesion permanente para tocar con oportunidad todos los resortes de la resistencia ya animando la juventud á la guerra, ya oponiéndose á que los hacendados inquietasen á sus inquilinos alistados en el ejército si estaban empeñados por sus arriendos, ya intimidando á los realistas con el establecimiento de una comision de salud pública compuesta de un Juez mayor, que fué el coronel don Martin Calvo de Encalada y cuatro prefectos, uno por cada gran barrio, y los cuales eran don Juan Francisco Leon de la Barra, don Antonio Hermida, el conde de Quinta Alegre y don Francisco Xavier de Errazuris. De tiempo en tiempo, daban tambien proclamas en que respiraban los mas puros sentimientos de patriotismo, esponiendo los peligros de la patria y la necesidad de desplegar la mayor enerjía para romper el yugo de la opresion; exortando á los jefes militares á corresponder dignamente á la confianza que su valentía inspiraba al país, y á los padres

de familia á que inculcasen el amor de la libertad á sus hijos y servidores.

Pero el resultado mas brillante que obtuvo esta ilustre corporacion fué el de su jenerosa participacion en la suscripcion voluntaria á favor del estado, y en la cual el público entró con el mas pródigo abandono. Al ojear el Monitor_araucano de aquella época, no puede menos de sentirse uno penetrado de admiracion por aquel público que se condenaba á los mayores sacrificios por la defensa de su país y de sus instituciones. No se contentaban con dar dinero, y algunos, grandes cantidades, sino que muchos daban su vajilla y sus cubiertos de plata; otros sus evillas, y hubo quien ofreció y dió cuanto poseia. Juan Egaña, ademas de la jenerosidad de sus dones pecuniarios, envió el oro necesario para seis medallas de la patria. Muchos empleados y entre ellos los tres miembros del gobierno y el secretario de la junta Mariano Egaña, servian sin emolumentos. Los hacendados ponian á la disposicion del gobierno sus haciendas y sus rebaños. Hubo uno que ofreció una parte de sus tierras al primero que tomase un cañon enemigo. Los comerciantes igualmente, se mostraban rivales en entusiasmo de esta jenerosidad chilena. Unos suministraron botones, y otros, paños para vestuario de los soldados de que el público se prometia encargarse; porque es preciso saber que el ya citado . monitor indica muchísimos patriotas que suscribieron para sustentar y mantener dos, cinco, diez y hasta veinte soldados, mientras durase la guerra. Por donde se ve que la defensa del país era un verdadero acreedor de todos los ciudadanos, y que los poco pudientes como los que podian mucho eran todos sus tributarios, sinduda

porque el espíritu democrático, al propagarse por todas las clases de la ciudad, habia establecido una solidaridad recíproca entre todos los individuos, de donde debia surjir la unidad social que derogaba las distinciones, y constituia la fuerza de la nacion.

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