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fuerzas y municiones, todo lo cual era mas que suficiente para escitar el espíritu de rebelion que los escesos cometidos por los comisionados patriotas habian despertado entre aquellos campesinos, é impelerlos á marchar sobre Arauco.

Esta plaza, que no tenia mas que algunos pocos soldados para su defensa, y lo que es mas, desarmados por la mayor parte, no podia resistir mucho tiempo, y tanto menos cuanto los habitantes realistas que habia en ella intrigaban para que se rindiese. Por consiguiente, tuvo que entregarse, y su comandante don Joaquin Huerta, que acababa de llegar habia algunas horas, quedó prisionero con otras personas, entre las cuales se hallaban don Jaime Guarda, y su compañero Rengifo, que solo habian ido allí para constituirse mediadores de la paz entre los dos partidos, y calmar las pasiones. Pero los realistas no tuvieron por conveniente el dejar escapar dos hombres de tanta importancia, sobretodo el primero que era de Valdivia, y que, segun decian, estaba encargado de ir á revolucionar dicha ciudad, motivo por el cual no tuvieron el menor escrúpulo en mantenerle prisionero.

Carrera sintió mucho la pérdida de la plaza de Arauco, y resolvió volver á tomarla, porque sabia las muchas ventajas que el enemigo sacaria de ella. Bien que justamente en aquel instante tuviese recelos de verse atacado por todas las fuerzas de Sanchez, noobstante, destacó inmediatamente al teniente coronel de milicias don Hernando Urizar con solo veinte y cinco soldados, persuadido de que este corto número bastaria para apoderarse de una plaza que no tenia ni tropas ni armas; pero Carrera, obrando así, ignoraba

el mucho terreno que habia ganado ya la insurreccion, y Urizar tuvo muy luego que darle parte de esta grave circunstancia, pidiéndole un buen refuerzo.

Carrera se lo envió, pero solo de cuarenta hombres, fuerza muy inferior á la que Urizar juzgaba necesaria, y por cuyo motivo insistió mandando á pedir se le au

mentase.

Impacientado Carrera al ver esta insistencia, y sin reparar en los grandes inconvenientes que acarrea el despertar zelos en semejantes circunstancias, resolvió quitar el mando de la espedicion á Urizar, y se lo dió al capitan don Juan Luna, el cual se puso en marcha con segundo refuerzo, compuesto de cuarenta granaderos mandados por el alférez Pablo Bargas. Al mismo tiempo, mandó salir por mar á don Rafael Freire con dos lanchones, el bote del resguardo y un cañon para ir á la embocadura del Carampangue y protejer el paso.

Luna se reunió á Urizar el 30 de julio en el fuerte de Colcura, y se hallaron los dos á la cabeza de ciento y catorce hombres, con dos pedreros y el cañon que les llevaba Freire. Siendo esta fuerza mas que suficiente para volver á apoderarse de la plaza, se pusieron en marcha con la mayor confianza, sin la menor contestacion de superioridad, y unidos por sentimientos de mutua estimacion. Llegaron bajo estos favorables auspicios á las orillas del Carampangue, que les parecieron mal defendidas, y resolvieron atravesar este rio, bien que fuese bastante profundo para necesitar balsas. Ya la mayor parte de los soldados habian pasado á una isla, cuando de repente vieron aparecerse un gran número de habitantes del campo, y de Araucanos armados con sables y lanzas, y protejidos por dos cañones.

Esta circunstancia, á la cual se juntaba la desercion de los milicianos de San Pedro de Colcura, que los acababan de abandonar, dió lugar y motivo á Luna y á Urizar para reflexionar que seria muy imprudente el ejecutar el proyectado ataque. Por otro lado, ya estaban lejos de los tiempos en que el solo grito de libertad bastaba para despertar las pasiones, y entusiasmar los ánimos; la disciplina estaba bastante relajada, no habia en los soldados espíritu de cuerpo, y lejos de eso, se sentian desmoralizados, desconfiados de sí mismos y poco propios para forzar un paso, ya difícil naturalmente, y defendido por un enemigo numéricamente superior.

Despues de haber deliberado, los dos jefes renunciaron á su empresa contra Arauco, y marcharon sobre. Santa Juana, que tomaron sin esperimentar la menor resistencia; pero desgraciadamente, los soldados se abandonaron al saqueo y al pillaje, y semejante conducta era muy propia á acrecentar el número de los enemigos de los patriotas, convirtiéndolos á la causa real.

Carrera aguardaba con impaciencia por el parte sobre los resultados de la espedicion de Arauco; pero en lugar de este parte, recibió el de la retirada sobre Santa Juana, y de la toma de esta plaza, que estaba ocupada por Matamala. Bien que esta accion fuese meritoria, y ventajosa para la causa que defendia, no podia con todo eso ser puesta en balanza con la falta que los jefes de la espedicion habian cometido en no llevar adelante el ataque de Arauco, y Carrera manifestó su desagrado por uno de aquellos arrebatos que tenia tan amenudo. Muy ciertamente hubiera mandado formar consejo de guerra á Luna y á Urizar, si su posicion,

que era bastante crítica, no hubiese templado su irritacion é inspiradole un poco de prudencia (1); porque en aquel momento, creyó, y aun mucho despues mostró tener la misma persuasion, que aquella espedicion no habia tenido éxito por culpa de los jefes que la mandaban. En efecto, Urizar no tenia la esperiencia ni los conocimientos militares que dan prestijio al que manda, y entusiasman al soldado, llenándole de una confianza que lo hace invencible por decirlo así; pero, por otro lado, Carrera se habia engañado mucho sobre las fuerzas del enemigo, que eran mucho mas respetables de lo que él se habia figurado, y suficientes, bien que en jeneral estuviesen armados con sables y lanzas, para defender el paso del rio, máxime estando protejidos por dos cañones, y teniendo por auxiliares á los brutales Araucanos, que el gobernador de Arauco don Joaquin Martinez no habia tenido escrúpulo en llamar en su ayuda.

En este particular, el influjo que dicho gobernador Martinez tenia con los Araucanos hubiera podido ser fatal á Urizar causando un levantamiento que le habria cortado toda retirada, y por eso sin duda prefirió ir á echarla de valiente contra una plaza muy mal guardada, que él mismo no pudo conservar por falta de hombres, y de la que tuvo que alejarse dos dias despues, dejando en poder del enemigo cañones y plóvora que no hubiera perdido, si hubiese sido mas avisado.

(1) Diario de J. Miguel Carrera.

CAPITULO XXVI.

Progresos de las armas realistas. Carrera procura reorganizar su cjército para ir á atacar á Sanchez y cortar estos progresos. Dificultades que se oponen á la ejecucion de su intento. Se ve rodeado de facciones.Rigores que ejerce contra el partido realista.— Envia socorros á O'Higgins para que arroje las guerrillas enemigas sobre Chillan. - Encuentro entre O'Higgins y Elorreaga.- Accion de Quilacoya y de Gomero.

los

Despues que Carrera se habia retirado de Chillan, realistas habian ganado mucho terreno, animados por la situacion de los espíritus, que les era muy favorable, y por la actividad de los clérigos y relijiosos en propagar la santidad de su causa, infundiendo amor y respeto por ella en los corazones, y adquiriendo cada dia una superioridad incontestable, que los llenaba de confianza. Sanchez contribuia, por su parte, á este feliz resultado, manteniendo con celo y vijilancia la buena disciplina de sus tropas. Sin embargo, se hallaba aun aislado, sin comunicacion con sus superiores, y por consiguiente sin contar con socorros. Esta circunstancia lo constituia por decirlo así, mas bien que jeneral del ejército, un jefe de partido, papel que desempeñaba con tanta resolucion como habilidad, y le hacia merecedor del título de comandante en jefe, título que, como ya se ha dicho, debia á la casualidad.

Los oficiales jenerales que tenia á sus órdenes, se mostraban, á ejemplo suyo, igualmente activos y celosos por la causa que defendian. En las continuas escursiones ó espediciones que emprendian, no solo sabian sacar provecho de sus conocimientos militares, sino

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