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III

Vamos, por fin, señores, á acercarnos á nuestro punto de observación.

El historiador del Río de la Plata vaga de campamento en campamento, y arrojado á cada paso de sus atalayas por la diversidad social de los primeros tiempos, vese obligado á recorrer nuestro ancho territorio, peregrino sin hogar, que busca la luz en todas partes, hasta la apariencia del centro, que lo será en adelante de la vida política del país.-Buenos Aires va á ser fundado.

Abierta á la comunicación directa de la metrópoli, nuestra ciudad será el sensorio de la colonia, donde podremos estudiar las palpitaciones de su vida, los síntomas de su desarrollo, y las inspiraciones de su espíritu.—Aquí veremos nacer la estrella de la gloria nacional, nos ampararemos á su sombra, cuando el crudo caudillaje renueve la barbarie en las campañas ar

NOTA. Este párrafo fué publicado en La Tribuna del 5 de Abril de 1866 con la siguiente introducción: Hemos instado á nuestro amigo José Manuel Estrada para que nos facilite la última parte de su cuarta conferencia, en que se ocupó exclusivamente de Buenos Aires, y nuestros deseos han sido satisfechos. El lector encontrará á continuación ese bellísimo bosquejo, trazado á grandes rasgos, que basta por sí solo para formar la reputación del joven maestro que debe tener el orgullo de haber atraído sobre sus tra

gentinas, y en el día amargo de la tiranía, cuando el brutal despotismo profane la tradición heroica de la altanera capital, con el alma oprimida, nos lanzaremos á peregrinar fuera de su seno hermano en el éxodo tormentoso del proscripto.

Buenos Aires, el Olimpo en que nacieron de la madre libertad los dioses de la civilización argentina, va á surgir en el lecho de ruinas y de sangre, sobre el cual se levantaron todas las colonias hispano americanas.

Parece haber querido la alta providencia, que manos honradas y vigorosas abrieran los cimientos de la ciudad, destinada á llevar la iniciativa de la civilización, á ser el motor del progreso nacional, y el punto de coincidencia de todas las grandes y nobles aspiraciones de los pueblos argentinos. - Mendoza y sus valientes compañeros fracasaron en la empresa, sin dejar al meticuloso aventurero la honra de llamarse fundador del país, cuya colonización abandonó desertando del lado de sus bravos camaradas. Felipe Cáceres no se atrevió á renovarla. Al alma noble de Garay estaba reservada la peligrosa y áspera iniciativa. Su varonil resolución,

bajos la atención de todos los hombres ilustrados del país. Después de la primera conferencia de Estrada, dijimos que su porvenir era grande: después de la cuarta puede decirse ya que su reputación está hecha, y que su nombre será trasmitido á la posteridad como el de uno de los primeros historiadores argentinos. El siguiente fragmento de su última conferencia revela bien alto las cualidades del laborioso é ilustrado José Manuel Estrada.-El Editor.

consumada con el acierto que los tiempos y las convicciones á la sazón corrientes, permitían á un hombre de carácter, basta, como el señor Domínguez observa con razón, para conciliar la simpatía de la posteridad hacia aquella figura histórica.

Los salvajes que pisaban el territorio, donde nosotros nacimos, y que hace trescientos años, dormían en indolente barbarie sobre el sitio, de donde parte hoy veloz, como la pasión del progreso, el tren de los caminos de hierro; que despedazaban sus prisioneros, donde se alza erguida la esbelta techumbre de los templos cristianos; aquellos salvajes, digo, aterraban con su nombre angriento la imaginación del conquistador, y ninguno los superó en el continente, en la indomable bravura de su resistencia, apagada recién cuando las últimas reliquias de su raza desaparecieron en las sombras de una muerte gloriosa.

¿Dónde están, señores, los indomables habitantes de Buenos Aires? La ciencia no los encuentra, porque la gloria guerrera los devoró.

¿Dónde están los industriosos guaranís de las islas, cuyos montes, regados con su sudor, son hoy la riqueza del colono civilizado ó el pan del pobre, que cosecha las frutas, abonadas con su labor y su sangre? Han desaparecido bajo la persecución de la encomienda, elemento retrógrado de una sociabilidad fundada en el despojo, y conservada con el sable.

En presencia de esta desaparición de razas

enteras, no es difícil persuadirse de la tenacidad con que resistieron la conquista, desplegando una saña, reagravada por la recrudescencia que provocaba en sus instintos la violencia de los aventureros. Garay lo presentía. La funesta historia de Solís, de Gaboto y de Mendoza, la guerra de Santa Fe, la expedición de Martín García, eran ejemplos vivos, que sin embargo, no dominaron su alma, para acometer su heroica empresa, sin más apoyo que el débil concurso de sesenta valerosos compañeros.

El miércoles 11 de Junio de 1580 levantaba el árbol de la justicia, y colocaba en la esquina del local destinado para la plaza mayor, la piedra fundamental de la ciudad de la Santísima Trinidad.

Buenos Aires quedaba fundada.

La ciudad fué clasificada en tres distintas divisiones: traza, ejido y estancias. La primera fué repartida á los vecinos, con excepción de los solares destinados á establecimientos públicos, en porciones de un cuarto de manzana, si bien algunos eran mayores, el de Garay, por ejemplo, situado en la esquina de la plaza mayor, y que comprendía el local donde hoy está edificado el teatro Colón (1). Además, cada vecino recibía un solar cuádruple destinado para quinta.

Las chacras comenzaban en los términos de

(1) Esquina de las calles hoy de Rivadavia y Reconquista.

la ciudad, en lotes de 350 á 500 varas de frente en 6.000 de fondo, extendiéndose hacia el N. E. Las estancias fueron divididas en lotes de 3.000 varas de frente por 9.000 de fondo.

Igualmente, y según el fatal sistema de la colonización, fueron repartidos los indios, cuyo número no ha podido calcular la estadística, tocándole al general Garay en encomienda, los guaranís pobladores del Delta.

La traza designada para la ciudad medía doce cuadras al norte y otras tantas al sur, con una lengua al oeste, contados desde la piedra, que aun se conserva, fortalecida con cruceros de hierro, en la esquina de la catedral. En el extremo norte por la calle de San Martín, se levantó una cruz, designada con el nombre de ermita de San Sebastián. Sin embargo, la población condensada no pasaba por el sud de la calle, actualmente llamada de Chile, y por el norte de la del Temple (1), extendiéndose hacia el oeste, aunque con muchas interrupciones hasta las de Maipú y Chacabuco.

De los solares destinados para establecimientos ó sitios públicos, han conservado algunos su primitivo fin, pero muchos han pasado á la propiedad privada y viceversa. El solar destinado para el adelantado Ortiz de Zárate es hoy la pla za del 25 de Mayo (2); el terreno que ocupa la iglesia de la Merced, fué destinado para un con

(1) Hoy calle de Viamont.

(2) La mitad E. de la actual Plaza de la Victoria.

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