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encelar al trono, ley por otra parte, enteramente desprestigiada y desobedecida.

Con estas leyes y la extensión del servicio personal que les quitaba á los encomenderos una gran fuerza, y atendiendo con esmero á que los altos funcionarios se conservaran sumisos á todas las privaciones legales, nada podía temer el rey: quedaban secos todos los gérmenes de rebe. lión contra su trono. -Tal era el gobierno político del Río de la Plata en el siglo XVII. En este período se instaló en Buenos Aires una Audiencia, extinguida poco después, y restablecida en la erección posterior del virreinato, como lo veremos al estudiar esas nuevas transformaciones.

Entre tanto, el gobierno de Buenos Aires era parte integrante del virreinato de Lima. El Paraguay y el Tucumán, provincias independientes del Plata, entraban en la misma jurisdicción, que era su punto remoto de unidad. Ligábanse todas tres por afinidades territoriales é intereses mercantiles que les eran comunes, cerrados como estaban los ríos á la libre navegación, y constituído el Plata en el puerto forzoso de las naves, que venían de la península á las regiones orientales del continente.

Como fracción de un mismo virreinato, su vecindad las identificaba frecuentemente en el peligro, y la suerte de las tres corría á la par, así en los desafueros de la anarquía, como en el tumulto de los indios, cuando rebosaban sobre sus fronteras en son de venganza y exterminio, ó cuando

los gobiernos civilizados caían sobre el hogar indígena sedientos de sangre y de esclavitud.

Intervenían los poderes de una, puestos en acción por la mano del virrey, en las crisis y embarazos de la otra, y en alguna rara oportunidad, movimientos espontáneos y generosos, reunieron á los colonos en el mismo campo de batalla. Desde el Plata hasta el Alto Paraguay, sobre todo, el derecho español tenía que defenderse con el sable, de las irrupciones mamelucas y las usurpaciones sistemáticas y regulares de la corte portuguesa y sus agentes en el Brasil. Eran éstos los únicos vínculos nacionales, sensibles sólo cuando el virrey fulminaba los rayos del tirano, ó cuando se despertaba á la sociedad para llevar sus hijos á morir sin gloria y sin objeto.

En lo interior, la administración provincial era relativamente autónoma, y sus funcionarios emanaban de igual fuente de autoridad, sin subordinación recíproca.... Cada provincia, y dentro de cada provincia, cada ciudad, cada alcaldía, cada aldea, era un grupo perdido en la inmensidad del despoblado, especie de sepulcros de vivos desparramados en el desierto, indiferentes á las evoluciones de la humanidad, que bebían en el aislamiento y respiraban en su abandono el egoismo obscuro y esa dejadez física, ese profundo vicio del ¿qué se me da á mi? que hace silenciosas las ciudades, incultos los campos, y dispuestos á los hombres para arrodillarse ante el que los deje dormir.

Fué necesaria la conmoción eléctrica de Ma

yo para traer los pueblos á la vida.-Vinieron entonces á la arena las verdaderas fuerzas sociales de la tierra argentina, y vosotros sabéis lo que son esas fuerzas: porque el martirologio de la democracia, os dice en sus rojos caracteres, lo que la fuerza argentina es capaz de hacer, divorciada del pensamiento, como lo estaba, cuando la revolución la sorprendió, merced á fenómenos, que no quiero ni debo anticipar.Reparad solamente ahora lo que dejo bosquejado:-Centralización de los poderes públicos en la mano omnipotente del monarca ó sus representantes inmediatos; dispersión provincial, sancionada por las leyes, determinada por la despoblación, y convertida en hecho normal y perdurable por el atraso de la viabilidad, por la indiferencia de los pueblos, por las condiciones precarias de la industria y el comercio; tal era la síntesis de nuestra organización colonial, profundamente modificada por la reforma, que al fundarse el virreinato en los últimos años del siglo XVIII, regularizó la armonía de los resortes legales.-Sin embargo, esta forma social subsistió por más de siglo y medio, no pudiendo menos de contagiar con elementos mortales, pueblos nacidos á su sombra.-Pero no bastaba para completar el sistema español, la aplicación de sus principios políticos en la manera que acabamos de ver: en la organización económica predominaba también el resultado de aquel juego de intereses viciados.-Veámoslo.

II

Señores: La libre circulación de los valores es la ley esencial de la riqueza de los pueblos. En el siglo XVII no florecía la ciencia nueva, que ha revelado al mundo las condiciones del bienestar común, los medios de extender el dominio del hombre sobre todas las fuerzas naturales y de crear en su provecho fuentes inagotables de producción. Adam Smith no había hablado: los misterios de la economía política estaban escondidos á la fiebre del progreso.-La funesta amalgama de los principios romanos y las pasiones góticas, quiero decir, el socialismo y el egoísmo, encarnados en la política, imperaban á la vez en el orden de las relaciones económicas;-por manera, que cuando el descubrimiento del Nuevo Mundo, abrió á la España los manantiales de prosperidad que encerraba, ansiosa de hacer refluir en el estado todas las ventajas de su comercio, y privar al extranjero de las migajas del festín, se apresuró á monopolizarlo en beneficio de los peninsulares, bajo la despótica y retrógrada vigilancia de la famosa Real Audiencia y Casa de Contratación de Sevilla, fundada por Fernando é Isabel: dos monarcas, hijos legítimos de su siglo, que dieron á su país la independencia y la unidad, pero juntamente los principios de su decadencia, primero con la expulsión de los indios, con el monopolio más tarde.

J. B. Say pensaba que el monopolio de las compañías privilegiadas, puede aceptarse ante el criterio de los sanos principios, cuando tienen por misión imprimir el impulso iniciador á una nueva corriente de circulación. La libertad y la espontaneidad son preferibles siempre á todos los resortes artificiales de progreso social, bajo cualquier aspecto; pero aunque hubiéramos de prestar el más cumplido asenso á la doctrina del sobio profesor, á ningún entendimiento ilustrado se le oculta hoy día que la sistematización del privilegio importa en último análisis la ruina de la riqueza general.

Peligrosa tentación para los gobiernos es la avaricia, y la historia encierra ejemplos de dolorosa elocuencia para persuadirnos de esta ver. dad, suficientemente comprobada por la decadencia española y el estudio del comercio de América. Por esa razón, el monopolio oficial se prolonga, una vez establecido, muy allá del límite, que asignaba Say al privilegio;-y aún cuando pudiera haber contenido cierto grado de utilidad en momentos de inercia, se torna en un escollo funesto cuando la actividad se desenvuelve.— Laissez faire, laissez passer, tal era la bandera de Federico Bastiat, personificación genuina de buen sentido en el siglo XIX.

Si, en efecto, la libre permuta de los servicios, para valerme de la expresión favorita de este hombre, en cuya compañía siempre me encuentro seguro; si la libre circulación de los valores, hubiera desarrollado en vasta y rápida escala

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