Imágenes de páginas
PDF
EPUB

rosa é inexplicable, la necesidad que forzaba á los indios á armarse contra el rey para defender al rey.

No seguiré, señores, á través de todas sus peripecias aquel movimiento justísimo sin duda, pero desconsolador. Básteme recordar que en 1756 los indios habían sido sometidos, y sus pueblos entregados al portugués, después de emigrar las poblaciones. La demarcación continuó en 1759 (1),

Se ha discutido mucho sobre la ingerencia que pudieron tener los jesuitas en aquella revolución ruidosa y conocida en la historia por la guerra guaranítica. La situación de los jesuitas es por demás equívoca en este tiempo. No he encontrado luz para caracterizar de un modo que no admita debate, su espíritu y el grado de intervención que tuvieron en la revuelta de sus neófitos. El padre Altamirano, servidor del gobierno, era resistido por los padres, y su elevación al mando temida, como gravemente peligrosa para el resultado de la guerra.

El provincial tenía dos lenguajes para hablar de una parte á los españoles, y de otra á los indios; y no es difícil sospechar en presencia del diario de la guerra, que escribió el padre Javier Henís, y de sus votos mal disimulados por la victoria del guaraní, que en esas páginas se escapó el verdadero y reservado pensamiento de sus hermanos. Sólo un cargo formulo contra los

(1) Doc. aut. Archivo de Buenos Aires.

jesuitas en esta cuestión: su versatilidad y el no haber echado francamente su poder en la balanza para asegurar el triunfo de la causa justa, y humillar, ya que humillación buscaba de manos del extranjero, aquella corte indolente é inmoral.Causa justa he dicho, señores, porque lo era en efecto resistirse á un tratado, que sobre echar al azar la existencia de treinta mil hombres,-era un inicuo monumento de perversidad política, y constituía á las colonias, y á las razas racionales y varoniles en eterno pupilaje, secuestrándolas de la gloria y de los derechos nacionales, y en el campo neutral de la avaricia entre dos pueblos, que se comprometían á protegerse aun en medio de la guerra, para cerrar nuestras fronteras, y atajar la irrupción del progreso, monopolizando el tráfico y expulsando y persiguiendo al extranjero, huésped fecundo, que trae paz con el trabajo, y civilización con la paz.

Después de una serie de combates parciales, los aliados abrieron una campaña definitiva, en la cual debían reconcentrar sus fuerzas en el Yacuy para caer enseguida sobre San Angel. Su victoria, como indiqué antes, fué completa, por la superioridad moral y numérica de sus tropas. Esta consideración basta para caracterizar el genio de aquella guerra, su mezquindad y su falta absoluta de nervio.-El ejército indio no alcanzaba á mil quinientos hombres (1), en cuyo

(1) El aliado se componía de 3000.

cómputo están incluídos los contingentes prestados por las reducciones de la ribera occidental del Uruguay. Si la guerra hubiera tenido la heroical espontaneidad de que eran capaces los guaranís, como lo comprobó su resistencia á la conquista primitiva, de seguro que los pueblos directamente amenazados por el oprobioso tratado, no se habrían presentado en la campaña con un número de soldados que no alcanzaba al cuatro por ciento de la población (1). Cuando una raza y sobre todo una raza recién arrancada de la barbarie, rechaza la dominación extranjera ó sacude el yugo por movimiento espontáneo, se alzan las poblaciones en masa, se reunen en un solo propósito y marchan con armonía y denuedo á la victoria ó á la muerte.

En el Uruguay, por el contrario, la anarquía devoraba las reducciones y las tropas se asesina. ban las unas á las otras, desertaban de los campamentos, combatían, pero sin lograr que la revolución se propagara tanto como era justo es

(1) Las divisiones orientales no pasaban de 1100 indios, mientras que en los siete años transcurridos desde 1750 hasta 1756 la población de las siete reducciones fluctuó como lo manifiestan las cifras siguientes, que extracto de una Colección de cuadros de estadística, manuscrita, perteneciente al archivo particular de mi amigo el doctor Lamas:

[blocks in formation]

perarlo, y por fin, cuando al terminar la guerra en 1756, nos presenta el espectáculo de San Miguel entregado á las llamas antes que el nuevo amo pisara sus lindes, lejos de significar un acto de desesperada heroicidad, sólo importa un nuevo baldón, y una señal indeleble de ignominia; porque no llevó el incendio la mano febriciente del patriarca proscripto, sino la mano villana del traidor juanista en venganza contra aquel pueblo iniciador de la revolución.

La razón de este fenómeno es muy clara.Amortiguados en el comunismo, los indios habían perdido su vigor primitivo: todos estos sentimientos de honra nacional y de independencia, tesoro común de los pueblos civilizados, cuando el artificio no los marchita y sofoca, eran extraños á su corazón enervado. Dije en otra conferencia, que la constitución de la República guarani era degradante para la sociedad humana y funesta para el progreso de los pueblos, dependiente del desarrollo del individuo en el seno del estado, que debe ser su guardián y no su déspota (1). No necesitaría, señores, prueba más evidente para persuadirme de esta verdad, si de ella pudiera dudar, que el espectáculo raquítico, de la guerra del Uruguay. ¿Era aquélla la antigua raza guaraní? ¿Eran aquéllos los compatriotas de Oberá? ¡A qué extremo de impotencia y enervamiento los encontramos reducidos! Y no era seguramen

(1) Véase la nota de la página 261.

te el coraje lo que habían perdido. Los hemos visto luchar y vencer gloriosamente, cuando sus misioneros los conducían á guerras en que poco y á veces nada tenían que recoger como galardón de su sacrificio. Hoy que está por medio la patria, la seguridad y el hogar, desmayan; y aquel drama de vuelo heroico, se convierte en ridícula y grosera comedia de cobardía y debilidad. Es que el comunismo les había quitado el temple moral, el vigor que la sociedad infunde, cuando explota en pro de la justicia y de los nobles instintos de la criatura, los mil recursos y potentes resortes del alma libre, soberana y responsable.

Cuentan que al caer los espartanos vencidos bajo las armas de Antipater, lamentaba alguno la desgracia de aquellos bravos que iban á verse esclavos! ¡Cómo esclavos!» repuso un lacedemonio: «¿quién les impide morir por la patria?» El pecho del guaraní degenerado en manos del comunismo no tenía espacio para este arranque del corazón. Luchó miserablemente y sucumbió.

También esto nos indica que la revolución fué un movimiento efímero. Podría, á mi juicio, reasumirse su historia en esta fórmula breve, que no expongo sin reserva.

La provocaron los jesuitas; pero acobardados en presencia de la actitud que asumían los superiores y la corte, vacilaron en la dirección, llevaron una conducta titubeante y versátil, que entregando los indios á sí mismos, la ahogó en el aniquilamiento moral, que embargaba su alma. Entretanto, ni la corte española estaba satisfe

« AnteriorContinuar »