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hombre-soberano de la democracia salva en su conciencia el símbolo confiado en la antigüedad á los bardos y á los monumentos; y que más ardiente que la centella flota bajo nuestro cielo espléndido la antorcha del gobierno propio, del gobierno del pueblo para el pueblo, cuyos caminos alumbra la historia, musa de altiva inspiración y de severos acentos. Os invito á su culto. ¿Qué importa que su estatua quede sin contornos y su altar en los cimientos? Trabajar es vivir. Hay en Norte América, señores, un tipo nacional, que excita en todo tiempo la curiosidad y la simpatía: hablo del pionneer. Obrero modesto, emplea su vida en derribar los bosques cantando; desmonta los barrancos, deseca los esteros, y prepara con su labor terrible y sin brillo, la tierra explotada mañana por el agricultor, que muestra orgulloso las mieses de los campos regados con el sudor honrado de su frente. El viajero, sin embargo, en presencia del rebelde desierto sometido á la voluntad y la explotación del hombre, trae á su mente el recuerdo del ignorado zapador, que fué vanguardia de la industria, y abrió camino al predominio del arte y de la razón, sobre las fuerzas ciegas.—Señores: si no alcanzo, y no la espero, la gloria del agricultor triunfante, que señala envanecido la cosecha, aspiro á merecer de mis compatriotas el recuerdo humilde con que el viajero honra la memoria modesta del pionneer norte americano.

He dicho.

CONFERENCIA II

DESCUBRIMIENTOS (1492-1532).-Descubrimiento del Nuevo Mundo.Descubrimiento del Río de la Plata.-Idea general de la población americana.-Civilización de Anahuac. Civilización del Perú.-Reseña etnográfica del territorio argentino.

I

SEÑORES:

Cuando la escuela de Aristóteles se consagraba á la investigación de los principios científicos en todos los ramos, que el ingenio de su siglo podía abarcar, apareció por la primera vez en la Grecia la teoría de la redondez de la tierra y de la vecindad, erróneamente supuesta, de las costas de la India con las de España, que tan imperiosa influencia había de ejercer sobre el espíritu de Cristóbal Colón.-No entra en mi propósito seguir paso a paso el itinerario de esta idea. Mi propósito se limita á dar ligerísimas indicaciones sobre las materias que van á ocuparnos y que solo trataré como preliminar de nuestros trabajos; recomendándoos por lo que toca á la descripción

á

del país argentino las conocidas obras de M. de Moussy y á la América ante-colombiana las recientes investigaciones de los señores Larsen y López. En tanto que se consumaban sobre el suelo del antiguo mundo las revoluciones más vitales, caían derruídos los imperios al agotarse su aliento y desaparecían civilizaciones faltas de savia, los habitantes de nuestro continente, marcados con el sello de la luz y dotados del vigor de la razón, arrastraban su vida en las tinieblas; y escasas huellas han encontrado las generaciones modernas, que puedan dar cuenta del paso del hombre indígena sobre esta tierra, cuyas primeras alboradas se han perdido en el abismo de la barbarie.-Contenido en sus correrías terrestres el genio aventurero de los piratas normandos, raza varonil y emprendedora, hubo de lanzarse á los anchos mares para satisfacer su fiebre de actividad.-Sus descubrimientos en el norte de Europa los llevaron de grado en grado, hasta que en 982, ó 32, Erico Rauda, islandés de las colonias normandas, descubrió la Groentlandia, país verde, separada de la América septentrional por el estrecho de Davis. Las colonias escandinavas de Groenlandia apenas fueron conocidas en la Edad Media, y severos historiadores sostienen que Cristóbal Colón no tuvo noticias de ellas ni de sus viajes subsiguientes, al formular sus proyectos aunque bien puede sospecharse lo contrario, á ser exacto que estuvo en Islandia por el año 1477. Un accidente acaecido en el primer año del siglo XI al islandés

Biorn, que buscaba su padre en Groentlandia, lo arrojó cerca de ciertas playas bajas y montuosas, cuya noticia excitó la curiosidad del hijo de Erico Rauda. En compañía de Biorn, emprendió un viaje de exploración, y después de reconocer varias islas, pisó al fin en el continente americano, donde echaron los fundamentos de una colonia llamada Vinland, país del vino, á causa de las vides silvestres que sobre su suelo encontraron. La historia de estas colonias no es sino un grupo de inferencias y de hipótesis más ó menos fundadas. Parece que los escandinavos propagaron allí la fe cristiana, y si hemos de creer á las relaciones del viaje de los hermanos Zenzi en 1380, se ostentaban allí opulentos monasterios, sujetos á los prelados regularmente establecidos por la sede pontificia.

Otros viajes menos evidentemente probados, y principalmente el de Madoc-ap-Owem en 1770 figuran también en la multitud de las inferencias. Lo cierto es que, hacia el principio de la Edad Moderna, la Europa poco comunicada entre sí y atolondrada en los sacudimientos de las nacionalidades que tomaban forma, ignoraba la importancia posible de los viajes que por las frías regiones del norte llevaban á cabo aquellos pueblos, semilleros de las generaciones, que renovaron su faz. Aún se cree que en los primeros años del siglo XV, las colonias escandinavas habían sufrido golpes de muerte y llegado á su última hora. Por manera que las aventuras mencionadas no tuvieron trascendencia en la

suerte del género humano, ni abrieron nuevos horizontes á la ciencia ni caminos desconocidos al comercio del mundo. El siglo décimoquinto, época de extraordinario carácter, en que comenzaba á levantarse la ciencia sobre los escombros de la libertad, fué un día providencial, en que la Europa se entregó en manos de los reyes, realizando una evolución dolorosa de progreso, en la cual, merced al paréntesis de las pasiones interiores, pudo lanzar su espíritu por la esfera de la ciencia, y sus naves exploradoras por mares ignotos, cuyo nombre amedrentaba hasta entonces con el horror de la fábula á la tímida ignorancia. Cien años antes se había descubierto la brújula, y con este recurso para guiarse en la inmensidad, los viajes se habían hecho más animosos, y los castellanos se habían apoderado de las Islas Afortunadas, vecinas de las costas de Africa.

El espíritu comercial de aquel tiempo buscaba la emancipación de los mercados italianos, en el tráfico de la India, y el esfuerzo constante de los navegadores así como el del gran rey de Portugal, cuya divisa decía: talento para hacer bien, se reducía á navegar las costas occidentales de Africa, con el objeto de encontrar su extremo sud, y dirigirse rectamente á los puertos del Asia. Hasta entonces las relaciones de ambos continentes eran sobre manera limitadas, y los principales viajes de la Edad Media á la antigua cuna del género humano, habían sido las cruzadas; los de Anselmo Carpini y sus compa

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