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leyes enunciadas y observamos la anulación de la libertad de industria, por una parte, y por otra la abolición de la propiedad territorial, toda vez que el individuo no conseguía sino el usufructo temporario de una porción uniforme de tierra, que volvía al estado, al fin de cada año para tornar á ser trasmitida también en usufructo, encontraremos esa sociedad impotente para el progreso, ya por la incertidumbre de la posesión, ya por la igualdad, sistemática de la división de la misma propiedad, que no dejaba esperanza de mejor suerte ni de grandes adelantos á las virtudes de la labor y de la perseverancia, á la destreza del agricultor ni á la fatiga de la ancianidad. Tal era el resultado económico de un estado social, que humillaba el pueblo, y arrebataba á las personas su más alta y genuina prerrogativa; que reputaba al individuo como resorte de movimiento y de acción, y filtraba en toda la sociedad el vigor de un poder emanado de los dioses, constituyendo una teocracia conquistadora, cuya dulzura de formas y de medios, nada quitaba á la realidad del despotismo; que amarraba los hombres al pie del altar, extirpaba la fuente de la riqueza, y sepultó por fin la noción del individuo y de la acción privada, con la espiga de oro de la gran divinidad al echar los cimientos de la ciudad real y santa del Cuzco, santuario venerado del Sol y de los Incas.-Estos eran los pueblos más aventajados de América. Después, si exceptuamos las naciones de la América Central, en las cuales brillaban algu

nas luces científicas, ningún otro rastro había de progreso en el orden de los conocimientos y en las formas de la sociedad.

Réstame sólo dar una idea de la antigua población de nuestra propia patria.

V

El antiguo territorio argentino, que los españoles solían apellidar por su desmedida extensión, el Gigante de las Indias, era efectivamente, antes de la cuestión de límites con el Brasil, en la cual perdimos la actual provincia del imperio Río Grande del Sud y que más tarde dieron pretexto á la ocupación de las Misiones Orientales; antes de la desmembración del Río de la Plata y Paraguay, cambios que observaremos en oportunidad, era, decía, una vasta región que se extendía desde la Cordillera de los Andes hasta el Océano Atlántico, midiendo la latitud comprendida entre los 25° y el Cabo de Hornos colocado en los 55°, siendo limitada en el norte por las posesiones portuguesas y las tribus de Moxos y Chiquitos.

Razas salvajes poblaban, si bien con poca densidad, esta zona de tierra, en que los primeros, conquistadores no encontraron grandes halagos porque no les ofrecía otro espectáculo, sino las pobrezas de sus tribus, que sólo podían esperar

alivio del trabajo. La clasificación del hombre indígena de nuestro país, está distante aun de haber llegado á un grado de certeza capaz de no suscitar debate. El tipo físico y moral de las diversas naciones que lo poblaban, se diferencian poco entre sí, y por punto general, puede afirmarse su identidad de origen con los que ocupaban todo el territorio sud-americano, si bien desde luego se percibe la diversidad de fechas de las varias emigraciones, que pueden haber lanzado á América pueblos que llegaban á la Patagonia por ejemplo al último grado de la barbarie, mientras que en el Perú se ostentaba una especie de civilización regular; y no es un dato despreciable como elemento de juicio, el observar que la casta civilizada de las orillas del Pacífico se llamaba nueva, al paso que en las costas del Atlántico y en las regiones más septentrionales de Sud América, así como en los confines del Estrecho y del Cabo, dormitaban en la vida nómade tribus populosas, que sin duda precedieron y acaso muchos siglos, á las emigraciones de los Incas.-No es de extrañar la obscuridad que envuelve estos problemas, por más que sea lamentable. Tribus errantes sin hogar, sin tradición y sin historia, nada nos han dejado para estudiarlas y clasificarlas con probabilidad de acierto. La geografía, que en sus denominaciones revela la existencia de cada lengua, no es en nuestro caso un guía seguro, porque frecuentemente no indica sino el paso de naciones viajeras, que como los guaraníes, se encon

traban dispersos y entremezclados con otras mil naciones, desde las cabeceras del alto Paraguay, hasta las islas del Delta, salpicando también las vastas regiones del Chaco extendiéndose por el oeste hasta los valles de las cordilleras. Muchos nombres de sitios y corrientes no han llegado tampoco hasta nosotros, sino alterados por los primeros descubridores; el nombre de las dos únicas naciones civilizadas del continente, son un ejemplo palpitante de lo que afirmo. Otras de las dificultades con que necesariamente tropieza el investigador moderno, es la falta de atención con que los antiguos clasifica. ban las lenguas y las naciones, multiplicándolas indefinidamente, ya porque dieran á cada tribu uno ó más nombres, que las hacían aparecer como naciones diversas, ya porque presentaran como lengua distinta los dialectos de un mismo idioma. Azara, Alcides de Orbigny y M. de Moussy, han hecho plausibles esfuerzos por reducir á términos razonables la complicada nomenclatura de los misioneros y descubridores de los siglos XVI y XVII, y siquiera tengamos que congratularnos del éxito de la mejor parte de sus trabajos, no han conseguido, sin embargo, resultados completos. ¡Cuántas naciones indígenas, por otra parte, han desaparecido del territorio argentino, exterminadas las unas por el sable del aventurero español, despedazadas las otras por sus propios compatriotas, y no escaso número, confundidas en el seno de otras tribus! De los querandíes, que señoreaban las costas del

Paraná, apenas queda consignado en las crónicas antiguas, el recuerdo de su resistencia indómita, y del heroico nervio con que se opusieron á la entrada del soldado español, que venía á arrancarlas del suelo en que se arraigaban por el instinto de la patria y la atracción mágica de los sepulcros.-Sumergidos con su nombre y su tradición en el seno de parcialidades más venturosas ó devoradas por la tierra que defendían con estupendo coraje, han desaparecido de sus antiguos dominios, regando con sangre el fondo de sus tumbas, ó con lágrimas de eterna desventura la nueva patria de sus descendientes, sin conseguir despejar los nebulosos horizontes de su nativa barbarie. Igualmente ha desaparecido la bizarra nación de los charrúas, señores de la ribera oriental del Plata, cuyo odio á la conquista y á todo linaje de opresión, los hizo rechazarla con idéntico valor, contentos de soportar la dura tiranía de la naturaleza y de la fuerza, déspotas que anulan la libertad del salvaje.

La raza predominante en estas regiones ha sido sin duda la raza guaraní. Brotaban sus poblaciones desde las vertientes del Paraguay, y se dilataban por la antigua provincia de Guayrá, lindera del territorio brasilero; se extendían por las costas del Uruguay y Paraná, y llegaban hasta las islas del Delta y las tierras firmes de las cercanías, ocupando Las Conchas, San Fernando y San Isidro, y se extendían hasta el Valle de Santiago y Santa Ana, al sud de Buenos

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